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Malapa |
Serían las seis de la tarde, cuando don Eleuterio Cárdenas cruzaba a lomo de mula el vado abajo del Malapa. Meditabundo, cabalgaba sin hablar, sintiendo mas admiración que cansancio por lo espectacular de la naturaleza de aquel lugar, que entre riscos, barrancos y altas cumbres se deslizaba sinuoso y con sigilo, acostumbrado y amador de aquella tierra, Malapa, pletórico de vida cristalina, alimentaba los poblados por donde cruzaba su cause natural, era quien daba a los pobladores de la zona lo que necesitaban. Era él quien regaba los sembradillos de maíz, yuca, malanga, fríjol y todo cuanto la tierra podía parir, harto y profundo, desgastando las rocas, zigzagueando, iracundo; reinaba en aquellos parajes naturales que rendían reverencia a su paso milenario. Por seguridad don Eleuterio Cárdenas se hacía acompañar de tres muleros que le ayudaban en las faenas del viaje que a estas horas ya alcanzaba las seis semanas de viaje, desde que salió de su pueblo natal Hualsince, el veinte y seis de enero de 1908 a las cuatro de la madrugada. Uno de ellos es su sirviente más cercano cuyo nombre es Antonio y su hijo Mario de apellido Gomes, y un tercero, Jesús, descendientes de raza lenca, tienen todos los rasgos de aquella indiada de piel cobriza. Cárdenas desmonto su mula, buscó entre las laderas un lugar seguro donde pasar la noche, sus criados hicieron lo mismo, improvisaron a filo de machete un espacio corto para reunir las provisiones y enseres del viaje, descargando las bestias que en total eran seis. Una pequeña tienda los cobijaba; don Eleuterio se acomodó, al cabo de un rato, después que los indios hicieron la cena, meditaba sobre sus asuntos con don Miguel Galindo en Santa Bárbara y Pedro Cárdenas su hermano mayor a quien no veía desde hacía muchos años. Los indios se acomodaron fuera de la tienda haciéndolo de modo sutil, estaban acostumbrados a vivir en ambientes hostiles y hasta degradantes, eran resistentes al frío y no temían a las víboras. Revisaba atento el diario de su viaje, desde el día de su partida hacia Santa Bárbara, así como sus cuentas y los gastos que el viaje estaba generando, que alcanzaba ya, casi el cuarto de lo programado. Era un hombre muy culto, trataba muy bien a sus trabajadores y era muy buen administrador de su hacienda; mientras hacía las últimas anotaciones calló en la cuenta de algo que le llamaba la atención y que a esta hora de la noche se le podía poner más atención. En medio de toda la faena del viaje que para él era familiar, en aquella zona, la cual conocía por sus incontables viaje en primera instancia con su padre el viejo Eleuterio y sus hermanos ahora ya muertos, algunos. Lo que más le producía admiración de aquel lugar era el estruendo que producía la chorrera, misma que podía escucharse a diez leguas, solo había que seguir el rugido producido por una caída de agua, de más de doscientos metros de altura y llegar justo en dirección al Níspero Santa Bárbara. Se sentó en su catre de lona por unos instantes, uno de los indios, Mario se levantó con rapidez seguido por Antonio para ver que necesitaba; a lo cual él aconsejó que siguieran durmiendo, con el no te preocupes Antonio, el indio y su hijo siguieron dormitando, mientras Eleuterio seguía sumergido en su meditación, su sueño era esperanzador auguraba una buena noche, después de todo estaba tan cansado por el viaje y se quedo dormido. Del fondo de aquella espesura del bosque y en dirección de la chorrera, surgía meditabundo y monótono un canto melodioso que superaba los gemidos de mil niñas, que daba a un eterno encantamiento, cuales ninfas del misterioso ponto llamaban sus cantos lastimeros a cualquier corazón, por muy duro que este fuera capaz de rendirse ante aquella extraña presencia y maravillosa musicalidad. Eleuterio no entendía si era solo un sueño o era realidad aquel extraño canto, en aquel lugar y aquellas horas de la noche, al cabo de algunos minutos Eleuterio se levantó de improviso, a su lado ya estaban los indios piel de cobre,- no hable patrón aconsejó Antonio, trate de estar callado- apuntó. Don Eleuterio con mucha prudencia preguntó _ ¿quien canta?_. Son los espíritus de milcha y haljaya que vagan por estos lugares. _Trate de dormir, _ Aconsejó el indio_, y no oiga los espíritus. Don Eleuterio volvió al catre y haciendo caso a su peón se acostó de nuevo, y se quedo dormido. El resto de la noche tardó en pasar, lo que tardó don Eleuterio en dormirse y, temprano en el mañana Mario y Antonio, los de piel morena, tenían el desayuno listo, cuando don Eleuterio se levantó. Antonio acercó a su patrón un recipiente con agua, la que don Eleuterio accedió con prontitud, saludando a los muchachos como de costumbre, al tiempo que lavaba el rostro y manos, se detuvo para ver hacia aquel lugar de donde procedía aquel extraño canto, la noche recién pasada, mientras secaba sus manos y cara, preguntó lo mismo que la noche anterior a Antonio. _ Dime Antonio ¿que pasó anoche?, ¿que era esos cantos?_. Antonio era un hombre que poseía dos cualidades, el ser un hombre pasivo y una incuestionable prudencia. Estas eran dos facetas que don Eleuterio miraba con buenos ojos, y que marcarían para siempre la vida de ambos, y por lo que habría servido por tantos años al patrón, como él en ocasiones lo llamara. Pensativo buscaba una respuesta de modo que don Eleuterio comprendiera, sin que viera en él, un charlatán, un chirivisca chamuscada, como se decía en Hualsince, pero don Eleuterio lo miraba con paciencia, y esperando una respuesta le preguntó a la vez; _ ¿quienes son esas personas que mencionaste?_. _Patrón, en nuestros pueblos se cuenta la historia de dos niñas de nuestro pueblo, que fueron ultrajadas por guerreros de pueblos del poniente, ellas no pudieron volver a su casa, por que el padre de ambas las expulso, por su indignidad, el, era el gobernador de aquel pueblo, y según sus leyes debían morir apedreadas. Estando en el monte las fieras las devoraron y sus espíritus vagan por, praderas, montes y quebradas, y encantan a los extraños con sus cantos melancólicos y dolorosos, buscando castigar a todos los hombres por tanto dolor padecido. Se dice que, los guerreros fueron castigados, pero aun así los espíritus matan más hombres de manera rara. _ ¿de manera rara? _. Preguntó don Eleuterio. _Si patrón de manera rara. De esa chorrera se cuentan cosas extrañas, y lo mismo ocurre en todos los lugares donde caen los ríos de grandes alturas._ Don Eleuterio no insistió más, pero se preguntaba si aquella historia era la misma que contaban los lugareños en Hualsince siendo él un niño; lo dejó así pues el día era corto en aquellos lugares tan remotos. El Níspero estaba a un par horas de camino y talvez si apresuraban el paso podían llegar ese mismo día a Santa Bárbara, sin embargo, aun con su experiencia en estos viajes no se descartaban otras sorpresas. Desayunó en silencio meditando en aquellas extrañas cosas, le preocupaba el tener que encontrarse con situaciones que le atrasaran su viaje. A las siete en punto todo estaba listo, de nuevo tomaron rumbo al níspero Santa Bárbara. La mañana se mostraba fresca y placentera, y las mulas respondían con buenos movimientos, era cuestión de tener paciencia, enfilar por aquellos senderos escarpados debía esta gente estar acostumbrada a estos trotes pues en su tierra natal no hay mucho que desear, pues no hay nada como el Congolón y Coyucutena piedra parada, donde nuestro héroe Lempira diera feroz batalla por meses al invasor español con sus huestes asesinas, que, con engaños lograra vencer a nuestro Etempica. Don Eleuterio pronto se mostró preocupado, pues algunas de las mulas deslizaron y poco faltó para que cayeran en picada por los barrancos agrestes, que silenciosos esperaban en aquel viaje que poco a poco se volvía infernal, estuvo atento a cuanto pasaba en el recorrido, y ya se acercaban al paso del diablo; un improvisado puente de madera cuya fama de traicionero atormentaba a los caminantes de aquellos lugares. A escasos metros, se encontraba el mencionado paso del diablo y los muleros preocupados por el resbalones en las cuestas anteriores les costaba concentrarse en sus quehaceres, don Eleuterio llamó a Antonio que parara la marcha y con vos pausada le aconsejó que se tranquilizara, si no, todos iban a parar en el fondo de aquellos riscos, Antonio siguió su concejo, y comenzaron de nuevo el paso. Las bestias estaban nerviosa y al llegar al paso del diablo fueron a dar todas contra el barranco que enfila hacia el puente, don Eleuterio trataba de calmar a las bestias que encabritadas corrían de un lado a otro sin poderlas parar, al fin, Mario asido de uno de los animales logró controlarlos, ahora tocaba pasar por aquel estrecho puente una a una las bestias. Antonio realizó una inspección a los animales, uno de ellos, la mula Rosina que había deslizado en las primeras cuestas tenía un golpe en la pata trasera izquierda y ya se veía inflamada, don Eleuterio entonces ordenó pasar parte de la carga a las otras lo que hicieron con prontitud Antonio y Mario , luego se puso en marcha la fila, pasado primero Antonio con una de las mulas que ya sobrecargadas estaban más nerviosas que nunca, Jesús con más cautela se dispone a pasar con dos mulas a la vez y don Eleuterio advierte el peligro cuando ya era muy tarde los animales nerviosos por el traqueteo del puente entraron en pánico, situación que hizo que la carga de una de las mulas se volteara. La primera pudo pasar a pesar del susto, pero Jesús en medio del puente se aprestó a corregir la carga, estando el animal asustado y moviéndose de un lado a otro, se le enredó el lazo entre sus manos arrastrándolo consigo al precipicio, los dos, animal y arriero fueron hacia el fondo golpeándose con los filos de las rocas esculpidas por el agua y el tiempo, perdiéndose entre las aguas turbulentas del Malapa. Don Eleuterio llama a Antonio quien no da crédito de lo que ve, a que pase el puente por los otros animales, mientras tanto Mario procura detener las otras bestias una en cada mano pelea por detenerlas, la situación ha llegado al clímax en un momento en el que se presume un hombre y bestia perdidos a los que en menos de un segundo han desaparecido de vista de todos, sin poder hacer nada, don Eleuterio ordena entonces terminar de pasar los otros animales incluyéndose él y al cabo de cinco minutos buscan a Jesús en aquellas rugientes aguas, media hora después exhaustos por el cansancio los tres hombres valoran la situación. Por unos instantes que parecieron siglos ninguno entendía lo que pasaba, al cabo de un rato Antonio rompió el silencio y sugirió a su hijo y a su patrón continuar el viaje. _ No lo se Antonio, casi para terminar y he perdido uno de mis mozos_ don Eleuterio veía la necesidad de llegar al Níspero y pedir ayuda para continuar hacia Santa Bárbara. Esto en suma se había convertido en una pesadilla pues jamás en sus viajes a Santa Bárbara había pasado algo semejante en su familia, con prudencia y mas calmado ordenó seguir adelante. Se alejan de la escabrosidad de los cerros y enfilan hacia el Níspero, encontrado una superficie mas cómoda para los animales, caminaban con los semblantes partidos, y sin dar crédito al acontecimiento de Jesús, Se le ocurre entonces a Antonio ir en busca de Jesús y lo comunica al patrón, en un principio don Eleuterio se muestra reacio pero Antonio asegura que en la chorrera hay peñascos que pueden haber detenido a la mula y a Jesús, don Eleuterio se ve preocupado. _ No veo conveniente ir hasta la Chorrera, habría que sortear muchos peligros y no quiero perder otro hombre, Antonio_ _Déme un día y yo regreso mañana por la mañana, yo los busco patrón, se lo ruego, debo encontrar a Jesús_ El lastimero de Antonio, al que nunca había visto en aquel aprieto, tan preocupado. Don Eleuterio meditó unos minutos y resolvió. Irían los tres. De este modo, se enfrascaron en aquella carrera por encontrar a Jesús que estas horas debía haber recorrido kilómetros de donde calló. Dos horas tardaron en llegar al fondo de la hondonada donde se encuentra la base de la chorrera. Dejando las bestias al cuido de Mario, a unos doscientos metros, la llegada a la base era interrumpida por un barranco estrepitoso. Don Eleuterio marcho con Antonio en busca de Jesús, mientras Mario descargaba las bestias, y armaba la tienda. La búsqueda se hizo intensa entre matorrales y peñascos saltando piedras en medio del rió que rugía como un demonio, al hilo de la muerte, agotados por el cansancio, decidieron regresar con Mario y las bestias, comer algo y seguir en la búsqueda, después de digerir sus alimentos, más amargos que nunca, con la impresión de que se le saliese el corazón a más de alguno, don Eleuterio fue el primero en acabar, y lanzarse de nuevo al río, en espera de Antonio se detuvo al borde del barranco a observar con detenimiento el área que aún no habían pasado concentrando sus esfuerzos por ver auque sea el más leve signo y encontrar a su arriero, divagaba en meditaciones, cuando vio lo que parecía ser una pata de bestia, no dudó en pensar en su mula manchada, llamó a Antonio, el que atendió con prontitud su llamado. _ Creo_ dijo_ Que hemos estado buscando en el lado equivocado, Mire allá_ Antonio más que nadie conocía aquellos animales, y se dirigieron a donde divisaron la mula, encontrándola al cavo de algunos minutos caminando y saltando por encima de las piedras, irónicamente, todavía la carga estaba pegada, la mula sufrió crueles golpes no debió tardar mucho en morir. Sacaron del río la carga con dificultades, la bestia, hubo que dejarla en su sitio por lo pesado de su cuerpo. _ Aún nos falta Jesús_ se dijo don Eleuterio_ como si no hablara con nadie, a lo que Antonio respondió_ es verdad,_ don Eleuterio cayó en la cuenta de estar hablando en voz alta._ Busquemos Antonio_ dijo_. No tardó mucho en que Antonio encontrara a Jesús entre dos rocas, tenía los brazos rotos y un agujero en el cráneo_ parece que no duro mucho_ Observó Antonio_ sí_ sumó don Eleuterio_ Ya lo creo. Bueno, saquémoslo de aquí, antes que se haga de noche. Hay que enterrarlo. Procuraron arreglarlo lo mejor que pudieron y procedieron a enterrarlo, en la ladera de aquel barranco, donde improvisaron el campamento. Al terminar, un tanto más regocijados consigo mismo, sin masticar palabra, se dispusieron a descansar, pero el tiempo no pasa en vano y luego vino la noche serena y callada, en aquellos lugares donde la naturaleza no solo se manifiesta por su belleza, sino también por su crueldad. La noche sugería quietud, aún, en medio de toda pena, e ingratitud. El cansancio era tal, que se quedaron dormidos, muy temprano, no hubo movimiento de comida; solo, se durmieron. Al filo de la media noche, los tres hombres aparecen parados en la puerta de la tienda de don Eleuterio Cárdenas, una fuerza superior a su voluntad los trajo hasta allí, intrigados en el encanto de la noche, similar al de la anterior, solo que mas fuerte, se presume por estar más cerca, el primero en echar a correr hacia el punto de donde se origina aquella música es don Eleuterio, que mas que deseoso, va movido sin su voluntad, Antonio que conoce lo que ocurre trata de detenerlo pero don Eleuterio no responde, situándose a la orilla del barranco a unos pasos donde fue enterrado Jesús el arriero lenca. Ante los ojos de don Eleuterio se vislumbra algo sorprendente, de lo cual carece de comprensión, alejado de lo que él conoce como su mundo real. Parado ante el barranco se dispone a caminar sobre lo que considera una pasarela iluminada que se dirige hasta el punto donde cae el chorro de agua que es de donde sale el extraño canto, la luz que emana la pasarela le produce una extraña seguridad, auque don Eleuterio sabe, que está ante un precipicio, porque apenas unas horas antes, estuvo buscando su arriero lenca. Se entonces dispone a caminar, sobre aquella extraña pasarela. Antonio y su hijo, no dan crédito a lo que ven con la poca luz de una antorcha, don Eleuterio empieza a moverse en aire desde la orilla del barranco hasta el centro del Malapa, poco pueden hacer con lo que ocurre, pues entienden que su patrón está poseído por los espíritus de las niñas, de las cuales ellos tienen conocimiento, don Eleuterio se mueve a paso lento, su espíritu está en paz, no siente miedo, tiene claro que hay algo que lo mueve hacia el lugar, de sale el canto, la cual lo envuelve más y mas. Al llegar a la chorrera se detiene, más por conciencia, que por otra cosa, la luz se hace más intensa, lo cual es sorprendente para un hombre de tantos años de andar por la vida. Por un instante se ve movido dar marcha atrás, pero descubre que el chorro majestuoso de divide en dos partes, diríase una puerta ancha de la cual sale una persona, o, lo que parece una persona, se estremece, sin perder el buen juicio, al ver aquel extraño y desconocido ser, que con señas lo invita a entrar en el recinto donde se encuentra. observa en su posición de invitado aquella figura que emerge de entre las aguas de la chorrera; Una mujer semidesnuda con sus senos solo cubiertos por una cabellera larga y dorada, y de su ombligo hacia abajo una enorme cola de pez que se podía ver, sucesivamente mas grande que el resto de su hermoso cuerpo, la belleza de aquella mujer era indescriptible, al punto de enloquecer hasta el espíritu humano mas fuerte, don Eleuterio con sus años de experiencia y muy tranquilo pregunto_ ¿porque me ha traído hasta aquí?, tengo un largo viaje y me he retrasado ya, un día, he perdido uno de mis peones con su mula No debe preocuparse por él, estará bien de ahora en adelante_ Respondió el ser con cola de pez._ Quiero pedirle que venga con nosotras_ vivimos aquí, desde tiempos inmemorables._ En este punto su asombro era inescrutable; podía comprender aquel lenguaje, no sabía cómo, pero entendía lo que el ser le decía, cruzaba por su mente la idea de haber hablado alguna vez en su vida aquella lengua, pero no; ni en la escuela, ni en el bachillerato aprendió, mas que latín, ¿Como? Se preguntaba a si mismo _ ¿Por que debo hacerlo?_ pregunta don Eleuterio sin importarle ya de cómo entendía aquel extraño fenómeno._ Tengo lo que necesito en mi pueblo. Tengo esposa e hijos. Soy un hombre viejo para andar en estos asuntos Será joven para siempre si viene con nosotras_ agrega el ser _ Dígame una cosa._ Pregunta el patrón_ ¿Quien es usted? _ Somos _ responde la sirena_ _las protectoras del bosque, Cuidamos la tierra desde siempre. El encanto de este lugar está en todas partes, Los hombres, no cuidan la tierra que los seres supremos les entregaron hace mucho tiempo. Mi nombre es Milcha y mi hermana es Haljayá_ El otro ser de igual apariencia se acerca, el cual se puede ver muy bien, por la posición en que ha quedado._ no se habla bien de ustedes. En estos lugares, se dicen muchas cosas: que matan a los hombres encantándolos con sus cantos._ Iba a decir algo más, pero el otro ser interrumpió_ Nosotras no matamos a nuestros semejantes. Los hombres, vienen por su cuenta. Si quisiéramos hacerles daño, no le estaríamos pidiendo que venga con nosotras. Usted es diferente_ Continuó el ser que llegó después_ Por alguna razón muy fuerte, usted no es totalmente encantado por nosotras. Han venido muchos hombres y conviven con nosotras, pero no pueden salir de este lugar, son igual que nosotras, jóvenes eternamente. Ésta naturaleza que nos rodea, es nuestra casa y nuestra comunidad, vivimos en paz, ustedes han vivido en guerra, siempre. Sabemos que nuestro futuro no es bueno. Ustedes, _señalándolo con lo que parecía el dedo índice, solo que con repliegues, como un ave nadadora, un pato_ los hombres destruyen todo. Este lugar no será igual siempre. Vendrán hombres de otros pueblos y dañarán nuestro asiento natural_ Don Eleuterio que yacía pensativo sobre las palabras del segundo ser, levantó la cabeza, y saliendo de una corta meditación._ preguntó ¿Que daño es ese? El primer ser respondió enfáticamente_ El río será cortado en dos: desviarán una parte por debajo de la tierra_ Don Eleuterio vuelve a sus meditaciones._ ¿Cómo puede ser eso?_ Preguntó de nuevo_ Lo será._ Dijo el segundo ser, al tiempo que se movían Si no viene, debe volver a lo suyo. Camine sin dejar de ver la luz del camino hasta que llegue a su tienda. No deje de vernos, o perecerá._ La puerta se cerró y don Eleuterio comenzó caminando hacia atrás sin dejar de ver la luz hasta llegar a la tienda donde yacían Antonio y su hijo. Al llegar a la orilla del barranco, Antonio lo tomó del brazo izquierdo, y preguntó._ patrón ¿Qué pasó?_ El patrón no responde, Antonio lo lleva hasta su catre, donde duerme hasta el amanecer. Temprano en la mañana don Eleuterio ordena arreglar el viaje, renuevan fuerzas y salen rumbo a Santa Bárbara, tiene dos días de retraso, por lo que decide no detenerse en El Níspero, por horas caminan sin detenerse, el camino es mas llevadero y no tienen tantos atrasos. Las próximas siete semanas, se consumen en el viaje de regreso a su querido Hualsince, su historia nunca la contó a nadie. Antonio no hablaba mucho del asunto prefería callarlo pues tenía miedo de que don Eleuterio fuera acusado por la muerte de su mulero Jesús.
FIN |
Oscar D. López Posas
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