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Más tarde de las diez, Miguel se prepara para ir a dormir. Hoy, como todas las noches, rezará una plegaria al Padre, al Hijo y al Espíritu santo. Pedirá sin duda que se le perdonen sus faltas. No le gusta decir pecados por que le parece que es una palabra gastada. Cosa curiosa; cree que decir pecado es ser igualado. Encomendará a sus hijos y a toda su familia, que los aleje en la medida de lo posible de los ladrones, asaltantes, secuestradores, y asesinos. Definitivo. Los resultados han sido buenos así que de algún modo, aunque no es muy animoso ni emotivo, se siente ligeramente satisfecho, y piensa que mañana habrá de trabajar duro para salir con los compromisos de esta semana. Pronto es su graduación y piensa en los gastos y sus consecuencias que ésta genera. Deberá, además alistarse con su traje nuevo, sus chinelas y todos los objetos de uso personal que deberá llevar al viaje para este día. Por hoy se concentra, aunque con cierta ansiedad por la larga noche que se avecina, y no está seguro si dormirá bien; en levantarse temprano y arreglar sus asuntos con su empleo actual, para luego volver a casa y hacer bártulos, por que seguramente mañana deberá partir. Se acuesta procurando estar lo más cómodo posible. Piensa en los días difíciles de los últimos años en que ha debido apresurar sus estudios y poder cumplir con sus propias metas, culminar en este mes, en éste año. Habría pasado tanto tiempo y, los días se volvían cada vez más difíciles. El año pasado alcanzó cincuenta créditos y quedó devastado. Sus vacaciones fueron muy agotadoras y casi no descansó. Sufrió fuertes dolores en la cabeza y la espalda. Que era Stress por exceso de trabajo, dijo el doctor cuando le confesó todos sus males. Vaya si estaré destrozado, se dice en ocasiones pero he perseverado durante mucho tiempo. Por fin lo logré. Por momentos se pregunta si no hubiera sido mejor salir antes con éste compromiso personal. Han pasado los años, y no en vano. Tengo tantos asuntos y compromisos pendientes que a veces me asusto. El más difícil de todos ha sido este; el de la carrera. Es necesario que ya vaya pensando en qué voy hacer después que termine, y eso está a la vuelta de la esquina. Apenas unos días. Por hoy duerme plácidamente. Un instante después de haber cenado se aprestaba a recolectar todos sus objetos personales e irlos colocando en la mesa. También habría pedido a sus hijos no tocar nada, para que nada le falte después. Salió un rato a la calle y caminó, ya menos indolente por sus preocupaciones, con un poco más de calma por la situación de ansiedad que le produjo el trabajo de práctica. Se relaja, haciendo ejercicio corporal y para quemar algo de grasa se dice a si mismo, hasta corre por diez minutos a los largo de la cuadra. Ya antes, cuando estaba soltero, salía en las mañanas antes del trabajo y corría ejercitándose para calmar la ansiedad. En estos momentos se ejercita menos tiempo. Ha perdido algo de interés y se preocupa más por otros asuntos. La mañana es fresca en estos días, se ducha rápidamente y a las seis y quince ya está despidiéndose de su esposa e hijos. Adiós papi, cuídese mucho. Adiós hija. Un beso, aquí un beso allá. La jornada de trabajo es un programa lleno de simplicidades, por eso se lo toma con calma. Al medio día todo está listo, ha solicitado los permisos y los compromisos de trabajo, serán cubiertos por otras personas. Hoy va rumbo a casa a alistarse para salir temprano en la mañana. Recuerda insubstancialmente mientras aborda el bus; que al despertar esta mañana, destilaba un aliento de dragones. Temprano, antes de acostarse anoche, estuvo con su vecino degustando unas cervezas y su estómago vagaba ligeramente entre lo absurdo y la complicidad. A tientas percibió que su mujer ya no estaba en la cama y que andaba en la cocina. Tímidamente llegaba desde ésta un olor a frituras, entonces, susurró impertérrito, habrá desayuno hoy. Palpó con su diestra las cobijas que aún conservan el calor del descanso de la noche anterior. Algo atolondrado busco aun con los ojos cerrados el lugar donde la noche anterior dejó sus sandalias, introdujo sus pies en ellas, mecánicamente llegó hasta el baño donde se sentó por un rato. Mientras cavilaba en sus quehaceres, escuchaba la freidora en pleno apogeo y macilentamente llegaban hasta su nariz el llamado al desayuno. La singularidad de sus asuntos no tiene parangón. Después de haber desayunado, se dirigió a su mesa de trabajo. Ahí, unos objetos ajenos al servicio que prestarán están ligeramente ordenados. Los ve como procurando descubrir que nada ha sido tocado. Sobre su paso da media vuelta y se dirige a su esposa, para pedirle que nada sea tocado. Esta rutina de viajar para cumplir con su trabajo, lo vuelve loco, sin embargo piensa que necesita su empleo, como todo ser humano, y procura tomárselo con calma. A la una de la tarde, después de despedirse de los suyos, muchos besos y abrazos en arrebato, va rumbo a la capital con el único objetivo de recibirse. La estancia en la ciudad capital de cuatro días, durante los cuales, sin mucha animosidad se recibe de licenciado. Sus ex-compañeros; unos felices, otros tristes y llorones, tuvieron tiempo para retratarse hasta el cansancio. Miguel los dejaba hacer. Los acompañó hasta que el último lloró, se retrató, y se despidió. Todo lo dejó registrado y por si las dudas lo guarda lo mejor que se puede ya que no confía en la situación que impera en el país. En el segundo día llegó su esposa para acompañarlo en la ceremonia. Ya terminado el evento se dispusieron a regresar a casa que se encuentra a doscientos treinta kilómetros. Cuatro días fuera de casa deja cierto vacío, que desactualiza las relaciones con todas aquellas personas más cercanas y se vuelve algo engorroso volver a poner todo en su lugar y seguir con un estilo de vida que al cabo de cuatro días se desorganiza. Con cierta ansiedad, algo muy peculiar en él; toma los archivos digitales de los retratos y se sentó en su vieja máquina de la masturbación a procesarlos. Con una actitud mecánica encendió, conectó la cámara, y procedió a transferir los archivos. Sus hijos fueron los más cautivados y felices viendo a papá en las distintas fotos que pasaban una y otra vez. Esa noche estuvo hasta tarde viendo y revisando, buscando las fotos con imperfecciones para evaluarlas y eliminarlas si no reúnen las condiciones que se requiere para la elaboración del álbum. Su esposa se levanto ya entrada la madrugada y corroboró que su esposo repetía una y otra vez el álbum. Amorosamente le sugirió que se fuera a recostar, pero él seguía inmutable en su quehacer, había ya corregido el álbum, pero observó que había desechado algunas fotos y procedió a recuperarlas y así estuvo ya bien entrado el día siguiente. Su mujer lo encontró con la boca abierta roncando como un caballo, encima de la mesa de trabajo. Con dificultad lo trasladó a la cama donde permaneció hasta las cuatro de la tarde, cuando llegó de nuevo a verlo para ofrecerle algo de comer. Abrió los ojos únicamente para ver quien le hablaba y siguió durmiendo, aunque insistió en levantarlo para que comiera, fue inútil. A las siete de la noche se despertó. Con detenimiento, muy calmado, comió indecisamente, dejando comida en el plato, cosa que nunca hacía. Después se levanto de la silla en que estaba al cenar, y fue directo, a la mesa de trabajo. Cierta ansiedad se apoderó de su mujer, quien al verlo le preguntó cual era la insistencia en dejar ordenadas las fotos de la graduación. Por un momento se cruzo por su mente la idea de una traición, que ya en otras ocasiones le reclamara por lo mismo, pero que nunca comprobó nada. Hoy sin embargo observaba a su esposo algo extraño en su comportamiento. Él le explicó con la vista algo turbia que era un trabajo rápido que todo pasaría en unas horas. Ella de brazos cruzados y con cierta incredulidad, se dirigió a su cuarto con la intención de arreglarlo para la noche que se acercaba. Los niños uno por uno se fueron acostando, mientras él seguía en su insistente corrección del álbum que la noche anterior dejó, inconcluso. Esa noche estuvo un poco más de las doce y luego se fue a la cama. Todo parece indicar en la insistencia de Miguel en tratar los retratos una y otra vez, que sufre algún tipo de desvarío mental, pues en la madrugada se le observó nuevamente levantarse y dar vueltas por la casa, se sentaba en el sillón, revisaba papeles, acariciaba los rostros de los niños. Una vez más su esposa le pidió, se acostara que aun no amanecía, pero igual, seguía deambulando por la casa. Entraba en un cuarto revisaba todo, y pasaba por los otros. Esta rutina se dio hasta las cinco de la mañana cuando su esposa se levantó para alistar a los niños para que se fueran a la escuela. Luego se despidió de él a quien a su vez preguntó si iría al trabajo. Con cierto cansancio le respondió que ya se alistaría. Te vez muy cansado le dijo, pero éste, sentado en el sillón se echó para atrás, levanto los pies por encima del respaldo del otro sillón y se acomodó. Extrañada su mujer se sentó a su lado y le preguntó que le pasaba, a lo cual él respondió que nada. Ella sin embargo sigue profusa en sus intenciones por conocer en profundidad el comportamiento de su marido. Se marchó a su trabajo llena de incertidumbre y algo preocupada. Piensa que éste ha estado bajo total presión en sus quehaceres y a lo mejor está algo desquiciado. Se dice así misma, no dando crédito a las cosas que observa. Piensa que ambos, enfermos, terminarán en un hospital y la cosa no está como para estar tras pies en la situación económica. Esa carrera nos ha dejado en la calle y ahora hay que ver como resolvemos mientras consigue un buen puesto público. Imbuida en sus cavilaciones se llega la hora de bajarse del bus en que va y el chofer la distrae. Señora hay que bajarse, ya llegamos. Aligerada y algo aturdida se baja y se encamina a su trabajo. La rutina de esta mujer la ha convertido en una autómata. Aun con las locuras de su marido, que no augura tiempos mejores y, aunque lo ama y espera una vida mejor, sabe que debe trabajar duro para sobrellevar la vida y poder alimentar a sus hijos. Miguel por su parte carga consigo una larga trayectoria de trabajo. Lo conoce desde que tiene uso de razón. Si hasta ahorita está terminando su carrera, es por que tuvo que trabajar para poder mantener a sus hermanos menores. Hoy es un hombre con una carga emocional alterada y con claros síntomas depresivos, que le quitan el sueño. Hoy hace cuatro meses desde que se recibió y que no ha podido tener una noche con sabor a sueño. Su mujer por su parte, espera que este descanso le haya caído bien, que al volver al trabajo, ya descansado, las cosas cambien en la familia, que bien lo merece. Piensa en los días que tuvo que dejar de trabajar por los desmanes del desvelo y que se internó en el hospital. Las regañadas del psicólogo, y las aguantadas de hambre por las dietas impuestas por el doctor. Se queda pasmado pensando en que no quisiera volver a esta rutina nunca más. Hoy no tiene claro. Una cosa si es segura; que debe aplastar esta modorra. Pasando esta semana y todo debe volver a la normalidad. Después todo se reduce a una rutina de viajes a las cinco treinta, hasta la parada de bus y luego coger al trabajo, punto. La vida continua, los hijos, las relaciones e incluso tomar el café de las tres pm. Y el odio encarnado hacia los políticos, que le mienten a todo el mundo. Anoche conoció a la diputada Carmen Alicia Bardales, asesora del ministro de exterior. Como todos. Tiene cara de yo arreglo ese problema. Tengo cara de popularidad. La gente me quiere. Adoro mi pueblo. Adoro los niños. Como se supiera que es masturbación. Vaya si el cinismo no tiene límite. Pero en fin la velada fue buena. Los niños se divirtieron, todos se divirtieron contribuyeron con la causa de recaudar fondos para la merienda escolar. Ellos, tan lindos y lindas, cantaron como los mismos dioses. Ganaron premios. Gritaron, saltaron. Fueron felices, un día más. Miguel disfrutó un par de cervezas al terminar el evento. Conversó con los otros maestros, y juraron volver a juntarse en otra ocasión. Por hoy verá si puede dormir y seguir con esta bella rutina que el existencialismo le ha jurado. |
Oscar D. López Posas
odeigo@hotmail.com
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