Enrique Vila-Matas, escritor barcelonés Por Mario Andino López |
La primera impresión del escritor español, al leer su peculiar literatura, es que está consumido y habitado por el “mal” de la literatura. El “mal” se entiende como una vocación fuerte, una producción inesperada y un estilo que ha llamado, principalmente, la atención de los lectores ibéricos. Su expresión literaria algo abrutada y precipitada, aunque no de desdeñar, desvanece muy pronto el gusto soberbio de sus primeras páginas leídas. No obstante la altanería de su estilo, se trata de un escritor generoso, personalmente, desprendido de su propia importancia y que fue capaz de olvidar el magisterio sobre las nuevas generaciones, justo cuando se esperaba de él que ejerciera de semidios. Su última novela El Mal de Montano, llega precedida de El Viaje Vertical, narración ésta que recrea la figura del padre en la persona de un hombre maduro a quien su mujer lo expulsa del hogar, y Bartley y Compañía, una antihistoria que a modo de citas al pie de la página recorre un catálogo personal de escritores que, un buen día, renunciaron al oficio y abrazaron el silencio que todo lo excusa. Esta narración revela a Vila Matas como uno de los escritores más extraños y excéntricos del actual panorama de las letras hispanoamericanas. Con una veintena de libros ya publicados, el autor barcelonés ha ido gestando una atracción literaria propia, debido a su enfoque no tradicional a la narrativa. Basta mencionar los títulos de sus obras para probar su afán de impactar, Historia abreviada de la literatura portátil e Hijos sin hijos. La trama se desentiende de la continuidad y estalla entre retazos, fragmentos y objetos perdidos, para dar una imagen de un mundo inconexo, el hilo de la ficción entre el ensayo, la autoficción, la cita de autores, como sucede en sus novelas Lejos de Veracruz (Premio Ciudad de Barcelona, 1998) Extraña forma de vida (Premio Herralde, 2002) y El Viaje Vertical (Premio Rómulo Gallegos 2001). En Bartley Compañía, sus primeras líneas “Vine a Nantes para ver si podía olvidarme un poco de que soy un enfermo de literatura”, recuerda al Pedro Páramo, de Juan Rulfo y el artista barcelonés desestabiliza, desde aquí, los conceptos de realidad y ficción, además de transgredir las fronteras entre géneros literarios. ¿Qué significa esta “enfermedad de literatura?” Ante todo significa referir todo evento, todo incidente de la vida, a una frase ya leída, a texto citado. El uruguayo Juan Carlos Onetti llamaba “literatosis” a esta incontinencia bibliomaníaca, dable a convertir el vuelo de una mosca en un detalle literario de importancia. Este estilo es tan patente que el autor parece burlarse, sabiendo que en la burla va a encontrar el combustible necesitado para redactar ideas tan densas. Conocido es el drama del escritor que debe escribir solo y, muchas veces, luchar con la estructura de una frase por horas y hasta días. Se reescribe impadiosamente; a gente en el círculo íntimo o familiar le cuesta comprender esta especie de tortura placentera o seudomasoquismo a que se someten algunos artistas. Es a esto a lo que llama el novelista “la enfermedad literaria” que rememora “el mal del siglo” de los escritores franceses decimonónicos. Tal es la imagen que emerge de las páginas de este escritor español, quien camina fuera de encuadre, fluctuando desde la realidad a la imaginación y la fantasía, para sanarse de su socorrido mal. |
Mario Andino López
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