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El bonapartismo de Liniers |
Cuadro de situación general |
En este comentario, referido exclusivamente al bonapartismo de nuestro Virrey Liniers, intentaré explicar los movimientos políticos de Liniers entre 1808-1809, donde veremos diversas gestiones oscilantes del personaje que tratamos de definir. Producido el levantamiento cívico popular de Madrid del 2 de mayo de 1808[1], y los levantamientos inmediatos en otras ciudades españolas, Napoleón se vio apremiado a hacer aceptar por ambos monarcas, Carlos IV y Fernando VII, padre e hijo, presos en Francia, el acuerdo de que su hermano Don Pepe, fuese el Rey de España. Así se hizo. Pero el verdadero temor de Napoleón, era que la rebelión se extendiera a las colonias americanas y que estas se unieran con Inglaterra. El levantamiento de la Metrópoli no lo asustaba en absoluto, incluso su opinión era peyorativa sobre ese aspecto, según dijo: “He dominado toda Europa, con mis imbatibles ejércitos y no voy a ser detenido por un pueblo de cobardes, de gentes a las que un simple gesto de amenaza hará inclinarse, que no se mantendrá un día en la revuelta y que en caso necesario se calmaría con cuatro tiros”. |
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Santiago de Liniers
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Es peligroso hacer declaraciones temerarias de este tipo en medio de una guerra de liberación. Estas palabras estaban escritas en cuanto libelo se imprimía en España y se encontraba en los bolsillos de los combatientes. En este comentario, referido exclusivamente al bonapartismo de nuestro Virrey Liniers, intentaré explicar los movimientos políticos de Liniers entre 1808-1809, donde veremos diversas gestiones oscilantes del personaje que tratamos de definir. Producido el levantamiento cívico popular de Madrid del 2 de mayo de 1808[1], y los levantamientos inmediatos en otras ciudades españolas, Napoleón se vio apremiado a hacer aceptar por ambos monarcas, Carlos IV y Fernando VII, padre e hijo, presos en Francia, el acuerdo de que su hermano Don Pepe, fuese el Rey de España. Así se hizo. Pero el verdadero temor de Napoleón, era que la rebelión se extendiera a las colonias americanas y que estas se unieran con Inglaterra. El levantamiento de la Metrópoli no lo asustaba en absoluto, incluso su opinión era peyorativa sobre ese aspecto, según dijo: “He dominado toda Europa, con mis imbatibles ejércitos y no voy a ser detenido por un pueblo de cobardes, de gentes a las que un simple gesto de amenaza hará inclinarse, que no se mantendrá un día en la revuelta y que en caso necesario se calmaría con cuatro tiros”. Wellington mucho más político y a la larga se vio que mejor conductor de ejércitos que Napoleón, definió en una sola frase lo que ocurriría a los pocos años: “Si la guerra de España dura, Europa está salvada”. Efectivamente España no fue el vencedor definitivo de Napoleón en ningún campo de batalla, a lo sumo presentó batallas de un incierto resultado, donde los autores españoles mencionan como vencedor a España y los franceses afirman lo contrario, pero como lo menciona Luis G. de Valdeavellano[2] “Si España no fue el sepulturero del absurdo sueño bonapartista, por lo menos cavó la fosa”. Napoleón se daba cuenta, que si los ingleses apoyaban los diversos levantamientos americanos, que es lo que nosotros estudiamos como el “proceso juntista”, las riquezas de América serían inglesas, y él no podría evitarlo pues no podía cruzar el Atlántico con sus numerosos ejércitos, dado que carecía de la flota necesaria, que si contaban los ingleses. Pero en el imaginario político-diplomático de Napoleón, el contaba con Buenos Aires que tenía un Virrey francés de su parte. Veamos lo que tiene Vicente Sierra para informarnos sobre este tema: ([3]“Liniers acababa de expresarle su adhesión en términos categóricos y amplios; y por su comportamiento contra los ingleses gozaba de enorme prestigio. Era preciso sumarlo a sus planes para lo cual sólo necesitaba un buque ligero para burlar el bloqueo inglés y un amigo de Liniers que lo recibiera inmediatamente. La nave fue una recién construida: “Le Consolateur”, el amigo, el marqués de Sassenay.” “Sassenay llegó a Bayona el 29 de mayo (1808) y de inmediato fue recibido por el Emperador el cual lo interpeló con su brusquedad habitual. -¿Estais vinculado con M. de Liniers? le preguntó -Si Sire, respondió el marqués -Es lo que me había dicho Maret. Ministro de Napoleón, continuó el Emperador. -Puesto que ello es así, voy a encargarle una misión ante el virrey del Plata. -Estoy a las órdenes de Vuestra Majestad, replicó el viejo aristócrata. -Pero Vuestra Majestad tendrá a bien permitirme volver a mi casa para poner mis asuntos en orden antes de emprender tan largo y tan peligroso viaje. -Es imposible. Fue la respuesta. -Es necesario que partas mañana mismo. No teneis más que veinticuatro horas para prepararos. Haced testamento. Maret se encargará de hacerlo llegar a vuestra familia. Entre tanto, id a buscar vuestras instrucciones. Y con un gesto, Napoleón despidió a su aterrado interlocutor”. Relación de amistad y comercial entre Liniers y Sassenay Sassenay, como tantos otros representantes de la nobleza francesa, había conocido el exilio en Inglaterra, con motivo de la Revolución de 1789, formando parte en los primeros ejércitos que lucharon contra aquel levantamiento. Actuó posteriormente en la campaña contra los sublevados en la Isla de Santo Domingo que derrotaron a las fuerzas inglesas de las que formaba parte el regimiento de caballeros franceses que integraba Sassenay: Los dragones de Humpesch. Sassenay pasó a vivir en Lancaster, estado de Pensylvania, donde se casó. Al permitirse en los dominios españoles de Sudamérica el comercio con neutrales, Sassenay expidió tres grandes cargamentos destinados al Río de la Plata. En el navío de uno de ellos se embarcó en persona y estuvo en Buenos Aires, desde febrero a julio de 1800, período en el que trabó amistad con Liniers y efectuaron varias transacciones comerciales juntos de las que derivó una estrecha amistad personal. Ya con el apoyo en Buenos Aires de Liniers, Sassenay estuvo en otro viaje comercial entre septiembre de 1801 a mayo de 1803. Estando en Buenos Aires, el Senado de Paris promulgó una amnistía general a la cual Sassenay se acogió y volvió a Francia para 1804. Pero volvamos a las instrucciones que Napoleón le ordenó a Sassenay debía recibir de manos de Maret. Este no lo recibió, lo atendió otro de sus ministros, Champagny, quien le proveyó de las instrucciones a que debía ajustar su conducta, las que en lo esencial decían. Siguiendo nuevamente a Sierra: “Mr. de Sassenay[4] entregará al general Liniers los pliegos de que está encargado. El sabe lo que debe decirle del estado actual de Europa. No hará más que contarle lo que ha oído en Bayona; podría no ser más que el eco fiel del idioma actual de los españoles, que se felicitan al presente de un cambio de dinastía obrada de un modo tan pacífico que promete a la patria el remedio a tantos abusos tantos males de que ella se quejaba ha tanto tiempo y le da la esperanza de ver renacer la antigua gloria y prosperidad.” “Hablará de esta Asamblea convocada en Bayona, para empezar esta útil regeneración y de la esperanza que ella hace nacer en toda España, cuyos pueblos piden con ardor el soberano prometido, José Bonaparte, rey de Nápoles y de Sicilia. Mr. De Sassenay hará conocer en la América esta gloria de la Francia, que llena a toda Europa y que influencia el genio poderoso que la gobierna, y ejerce sobre Europa, a la cual dicta sus leyes”. Al margen del viaje de Sassenay y de las instrucciones que recibiera; tema sobre el cual continuaremos en el siguiente comentario, existe una contradicción que no deja de tener un aspecto irónico en toda esta situación y es que los bonapartistas terminarían afirmando que Liniers les había dilatado su respuesta, los había hecho perder tiempo; y no era hombre de confiar. Los pro borbónicos españoles, tanto los Juntistas (Fernado VII) como los Carlotistas lo acusaron de bonapartista y de enemigo de sus partidos. Los partidarios pro anglófilos, que los había y en gran cantidad, lo odiaban a muerte. Los partidarios radicalizados de la primera hora de mayo, directamente lo arcabucearon. Siempre sostuve que Liniers fue un meritorio y notable personaje histórico, héroe de La Reconquista, pero con unas circunstancias desfavorables que hacía que la mayoría de sus acciones se volvieran en su contra. Atraía enemistades políticas como un imán. Coincidentemente, Martín de Alzaga el héroe de la Defensa, también murió ejecutado a los pocos meses, por supuesto por causas políticas diferentes, pero también muere igual que Liniers, ejecutado por gobiernos auto denominado revolucionarios. Ambos destacados triunfadores de las invasiones inglesas terminaron ejecutados por los que se supone fueron los beneficiados por esos triunfos contra los británicos. A no ser que no hayan sido tan beneficiados como uno supone. Muchas, demasiadas calles de Buenos Aires, están bautizadas con los nombres de pro anglófilos que actuaron en las invasiones del lado inglés; y algunas de ellas directamente con los nombres de agentes, pagos por supuesto, del British Foreign Office. Debe ser caso único en los anales de la Historia Universal, donde la ciudad capital de un país, muestre calles y avenidas con los nombres de los espías y agentes al servicio del país que los invade. El marqués de Sassenay llega a Buenos Aires Cuando “Le Consolateur” luego de evadir durante treinta y dos días a las fragatas inglesas, que tenían su base en Río de Janeiro, llega al Río de la Plata, intentando escapar a sus perseguidores desembarcó de apuro a Sassenay en el atracadero de Maldonado. Luego puso proa a Montevideo pero su suerte se había terminado. Fue sorprendida por dos fragatas inglesas que la obligaron a embicar y finalmente encalla en la costa, donde los ingleses se apoderaron de todo el equipaje y la carga, liberaron a la tripulación y hundieron la flamante “Le Consolateur”. Casualmente se encontraba anclado en el puerto de Montevideo, Luís Liniers, hijo de nuestro Virrey, que con la zumaca “Belén” de su propiedad, había arribado en uno de sus habituales viajes comerciales. Aprovechando esta circunstancia, Elío Gobernador de Montevideo, le encargó a Luís Liniers que recogiera a Sassenay de Maldonado y lo llevara a Buenos Aires. A Luís Liniers, Elío le entregó una carta para su padre indicándole varias medidas, que como veremos Liniers se esmeró en cumplimentar: “Debería pensar muy bien en el apuro en que aquel negocio le ponía, que no olvidase que era francés, que recibiese al enviado en una junta y se usase de la mayor franqueza no ocultando nada al pueblo, si no quería exponer su vida y que, incluso, diera a entender que estaba pronto a abandonar el cargo de Virrey”. Arribado a Buenos Aires, Luís Liniers desembarcó primero con las novedades y a la mañana siguiente lo hizo Sassenay. Liniers al enterarse del arribo de Sassenay, en carácter de enviado personal de Napoleón, ya conocía sobre los sucesos ocurridos en Madrid y en otras ciudades españolas, como para darse cuenta de que, en su calidad de francés, se encontraba en una posición, institucional y personal, altamente comprometida. No debemos olvidar que Liniers en ese momento era el Virrey del Río de la Plata -desde el 10 de febrero de 1807 hasta el 30 de junio de 1809- y que representaba las potestades regias en este lugar del Rey de España Carlos IV, el que lo había puesto en su cargo. Y en este caso puntual el Rey Carlos IV era el mismo soberano que había estado preso en Francia en manos de Bonaparte, siendo éste último el mandatario del delegado que Liniers recibiría con el objeto de entrar en tratativas por lo menos inciertas. ¿A favor de quien: del monarca que le había delegado sus potestades nombrándolo Virrey? ¿De su hijo Fernando VII? o ¿De su patria de nacimiento representada por Napoleón Bonaparte?. Pareciera toda una trama redactada por un autor con inclinaciones al surrealismo argumental. A partir de ese momento sus oscilaciones, su duplicidad y sus condiciones de hombre político debieron extremarse al máximo, y como ya mencionamos en la Primera Parte de este comentario, estas gestiones no conformaron a ninguna de las partes involucradas y solo sirvieron para esmerilar los gloriosos méritos logrados en las invasiones inglesas. Si alguien pretende encontrar los antecedentes políticos de su trágico final en Cabeza de Tigre, Cruz Alta, Córdoba, Virreinato del Perú[5], el 26 de agosto de 1810, debe comenzar a partir del estudio de esta frustrada misión de Sassenay. Para recibir al delegado bonapartista, siguiendo las sugerencias de Elío, Liniers convocó a miembros del Cabildo (tradicionales opositores) y a los integrantes de la Real Audiencia (todos pro hispánicos) a la reunión que se realizó en el Salón de Acuerdos de la Real Fortaleza. En representación del cuerpo municipal (Cabildo) asistió el alcalde de segundo voto Matías de Cires, y el regidor primero Juan Antonio de Santa Coloma. De la Real Audiencia acudieron el oidor Juan Bazo y Berri y los fiscales Manuel Genaro Villota y Antonio Caspe y Rodríguez. Liniers le responde las sugerencias de Elío el 20 de agosto de 1808, donde narra las reuniones que ocurrieron entre el 13 y el 19 agosto entre Sasseney, Liniers y los representantes del Cabildo, y de la Audiencia. Los representantes del Cabildo expusieron a partir del 13 de agosto y nos quedan como fuente documental la respuesta de Liniers a Elío y el acta que los representantes del Cabildo y de la Real Audiencia tuvieron la previsión de redactar. Dice Liniers: “Sassenay comenzó a hablar en francés pero yo le contesté que lo haga en castellano, cuyo idioma entiende y habla regularmente, diciéndole que en este lance no le conocía como amigo sino como emisario de Napoleón. Sassenay abrió un maletín y procedió a revisarlos y a dar cuenta de los mismos”. Reitero que de esta reunión los cabildantes y los fiscales participantes en la misma, tuvieron la previsión de redactar un acta, la que por razones de espacio y para no cansar a los señores lectores, reproduciré los parágrafos que considero más sustanciosos. Como veremos oportunamente en los detalles del acta, la misión de Sassenay no se circunscribía al Río de la Plata y a Liniers, como habitualmente se estudia en nuestro medio, sino que tenía alcances continentales, pues su misión era desde México incluido, hacia el Sur, pasando por todas las posesiones españolas de Las Indias. Además de las Filipinas. Acta del 13 de agosto 1808. “Sassenay nos presentó unos paquetes con oficios para Manila, México, Chile, Habana, Santa Fe de Bogotá, Lima y todas las capitales del Continente americano, para los Virreyes, Intendentes, Arzobispos, Obispos y presidentes de Audiencias, sin comprender a Cabildo alguno; otros para este Virreinato, entre los cuales se hallaron varios papeles impresos en Bayona y en Burdeos, contraídos: unos a la abdicación de Carlos cuarto en Fernando Séptimo; otros a la renuncia de Carlos cuarto a favor de Napoleón, el día ocho, en Bayona; otro a la renuncia que hicieron de la Dinastía a favor del mismo Napoleón, con fecha veinte y uno en Burdeos, Fernando Séptimo y los Serenísimos Infantes Don Carlos y Don Antonio; otros a oficios de Champagne, Ministro que dice ser de Relaciones Exteriores de Francia en que a nombre de Napoleón previene al Señor Virrey (Liniers), que habiendo Carlos cuarto y demás de la Real Familia renunciado a la Dinastía a favor de su amo (Napoleón), espera el cumplimiento de lo que contienen los impresos presentados, y los recomienda a un Pueblo que se ha portado con la mayor energía y fidelidad.” “Otro oficio del señor Azansa, Ministro de Real Hacienda en España, fechado en Madrid a trece de mayo, previniendo se suspenda proclamar a Fernando Septimo, de orden del Duque de Berg, Teniente Gobernador del Reino, y acompañando varias otras reales órdenes entre ellas la de que se ponga en el papel sellado: “Valga para el gobierno del lugarteniente del reino el gran Duque de Berg”; otra de carácter reservado del propio Sr. Azansa de fecha 15 en Madrid, reducida a ratificar lo que resulta de los impresos a manifestar que aunque la Dinastía concluía, no concluía la Monarquía, y a prevenir se guarde el buen orden, la tranquilidad pública, y la observancia de las leyes, anunciando al mismo tiempo, estar acordada la renuncia de Napoleón a favor de su hermano José, rey de Nápoles, o que este venía a recibir el reino de España.” “Otro oficio correspondía a un papel sin firma, pero de la misma letra que los oficios redactados por el Ministro de Relaciones Exteriores en que se anuncia un Congreso en Bayona para el quince de junio, con 150 diputados de las Provincias de España, a fin de arreglar el Gobierno de la Nación , y varios otros papeles impresos en Francés y en Español, que particularmente el Emisario Sassenay, de carácter sediciosos y seductivos contra la monarquía española, los cuales fueron echados al fuego de la chimenea (era pleno invierno) de manera inmediata”. Este acta lleva las firmas de los cabildantes Matías de Cires y Juan Antonio de Santa Coloma; y la del oidor Juan Bazo y Berri y la de los fiscales Manuel Genaro Villota y Antonio Caspe y Rodríguez. Pero extrañamente Liniers, que es el Virrey, no la firma. A partir de ese momento, del acuerdo o no del texto del acta, Liniers incurre en algunos gestos y actitudes por lo menos desconcertantes que denotan una duplicidad poco definidas en su posición política. Antes de finalizar la reunión, con el acuerdo de todas las partes, se resolvió que Sassenay regresara a pasar la noche a la zumaca “Belén” que como ya mencionamos pertenecía a Luis Liniers y que la difusión del acta y de las noticias que Sassenay presentó, recién se darían a conocer al día siguiente. Pero Liniers tomó la iniciativa y a primera hora del día 14 de agosto, lejos de mantenerlo aislado a Sassenay en la “Belén”, lo regresó como invitado a su casa y lo homenajeó con un almuerzo con toda la familia. De lo que se conversó en este almuerzo no quedaron actas firmadas, pero lo que no previó Liniers fueron las memorias de Sassenay, publicadas por primera vez, incluso luego de su fusilamiento, donde nuestro héroe de las invasiones inglesas no sale bien parado. Sobre este tema de lo conversado en el almuerzo en la casa de Liniers, lo resumiré en la tercera parte del comentario. Como inmediata respuesta al Cabildo Abierto del 25 de Mayo de 1810, realizado en nombre y apoyo de Fernando VII (el que tenga dudas puede leer las actas del mismo), la Junta Central Suprema de Madrid, en ese momento con residencia en Sevilla, bajo la presidencia de Vicente Joaquín Osorio de Moscoso y Guzmán Álvarez de Toledo, Marqués de Astorga (el presidente anterior el Conde de Floridablanca había fallecido el 30.12.1808) y actuando en nombre y por mandato de Fernando VII, no mordió el anzuelo y como respuesta le ordenó al Virrey del Perú, avanzar sobre Buenos Aires y reducir el territorio del Virreinato que esa ciudad encabezaba, a la mínima expresión de la Intendencia de Buenos Aires, que de hecho fue la única ciudad que se pliega al movimiento juntista. Copia del documento en cuestión por razones de espacio y para no cansar a los señores lectores lo reproduciré en la Tercera Parte de este trabajo que intento abreviar al máximo posible. Ya mencionamos que el Marqués de Sassenay redacta unas imperdibles memorias, que se menciona en la Bibliografía General, en las que narra sus observaciones sobre Liniers y sobre la conversación que mantuviera con el Virrey, en su casa, en el almuerzo ofrecido para desagraviarlo por lo poco amables que habían sido el día anterior las autoridades del Cabildo y de la Real Audiencia, que terminaron quemando en la estufa los oficios que portaba el enviado de Bonaparte. Sassenay en esas memorias menciona: “Él (Liniers) se excusó sinceramente de la manera como me habían recibido, diciéndome que su posición así lo exigía, que no tenía tropas regulares, (en realidad tropas tenía, pero no cobraban) que su autoridad no consistía sino en su propia opinión y que toda adhesión que se experimentaba por él caería en el momento en que se separara de la opinión general de la gente. Lo que me convenció todavía más de esta aserción fue la dependencia en la que vi estaba del Cabildo o Cuerpo Municipal, para tener el dinero con que pagar sus tropas”. “Me aseguró que no deseaba más que ver cambiar un gobierno que no había tenido reconocimiento hacia él por los servicios que había prestado, puesto que se lo había dejado virrey interinamente en lugar de que se lo confirmara en propiedad, pero que era necesario obrar con prudencia y esperar que las circunstancias le permitiesen pronunciarse; (a favor de Napoleón) que hasta entonces él aguardaría mejor ocasión; que me procuraría los medios para volverme inmediatamente a fin de dar cuenta de su situación y ver de que manera podría recibir algún socorro de hombres y armas (francesas) que le faltaban , y que recién entonces podría tener éxito en lo que él deseaba; que su interés y la alta estima que tenía por el Emperador (Bonaparte) lo unía más a la nueva dinastía con la cual su suerte sería fijada, en lugar del estado de incertidumbre en el que vivía.” En otro párrafo continúa Sassenay escribiendo: “Estoy pues persuadido de que si (Liniers) hubiese tenido medios o tal vez más audacia y que yo hubiese podido regresar a Europa de inmediato para entrevistarme con el Emperador, los acontecimientos hubiesen tomado otro curso. La proclama que dio después de mi llegada en la que se instaba a los pueblos a la tranquilidad y a esperar los resultados de los acontecimientos de la guerra de sucesión, prueba de una manera irrevocable que sus intenciones eran servir al Emperador, pero que ha estado impedido para ello por las circunstancias que se daban.” Daré la opinión del doctor Vicente D. Sierra, quien fuera profesor del suscripto; y al que no me atrevería a cambiarle una coma de su interpretación sobre el particular: “Las palabras de Sassenay son una acusación concreta contra la conducta de Liniers, y aclaran un hecho que alcanzó significativa trascendencia en el desarrollo posterior de la historia de la Argentina, y es que, para la inmensa mayoría de los funcionarios civiles y militares, y aún de la jerarquía eclesiástica, los sucesos de la península no eran cuestiones de su interés personal, sino que se debía seguir recibiendo órdenes desde la Metrópoli, de Carlos IV, de Fernando VII o de las Juntas que lo representaban, con la fidelidad propia de los vasallos de la dinastía española.” “En tales circunstancias, Liniers que además era francés y admirador de Bonaparte, no podía menos que ver con íntima satisfacción que la corona de España pasara, con la anuencia del pueblo español, a un monarca compatriota suyo. Pensar otra cosa de él sería agraviar su memoria. Y de que esa era su posición quiso Liniers que fuera Sassenay su mensajero ante Bonaparte”. (Ver Vicente D. Sierra en la Bibliografía General) En relación al tema que habíamos dejado pendiente, sobre la segregación del territorio del Virreinato del Río de la Plata, inmediatamente después del 25 de mayo de 1810, son tan deficientes e incompletos nuestros planes de estudio dictados en los institutos especializados en esta materia, que seguramente esta documentación nadie la debe haber estudiado ni debe haber sido informado de ella. Este documento no se menciona en la Historia Argentina oficial, sencillamente porque su texto da por tierra con la fábula difundida por Mitre y su Academia respecto al mito de “La máscara de Fernando VII). No existió ninguna máscara, los porteños beneficiados con el contrabando con Brasil, vía Colonia del Sacramento, querían independizarse de la Metrópoli por que la misma no les redituaba económicamente nada. Reparemos como responde Fernando VII a la Junta de Buenos Aires, que utiliza su nombre para desplazar a su Virrey. Como inmediata respuesta al Cabildo Abierto del 25 de Mayo de 1810, realizado en nombre y apoyo de Fernando VII (el que tenga dudas puede leer las actas del mismo), la Junta Central Suprema de Madrid, en ese momento con residencia en Sevilla, bajo la presidencia de Vicente Joaquín Osorio de Moscoso y Guzmán Álvarez de Toledo, Marqués de Astorga (el presidente anterior el Conde de Floridablanca había fallecido el 30.12.1808) y actuando en nombre y por mandato de Fernando VII, no mordió el anzuelo y como respuesta le ordenó al Virrey del Perú, avanzar sobre Buenos Aires y reducir el territorio del Virreinato que esa ciudad encabezaba, a la mínima expresión de la Intendencia de Buenos Aires, que de hecho fue la única ciudad que se pliega al movimiento juntista. Por esa orden se segregan del Virreinato del Río de la Plata y se agregan al de Perú, los dominios que se mencionan en el siguiente documento que pasaré en letras de imprenta para su mejor lectura sin corregir a la ortografía actual: “Don José Fernando de Abascal y Souza, Caballero del Habito de Santiago, Teniente General de los Reales Exercitos, Virrey, Gobernador y Capitan General del Perú, Superintendente Subdelegado de Real Hacienda, Presidente de la Real Audiencia de Lima, ESTABLECE”. “El espíritu de engaño y seducción, fomentado en el continente de Europa, por el tirano usurpador de la Francia; ha esparcido sus amortiguadas llamas, en las pacíficas posesiones de la América del Sur. Hombres destinados por la naturaleza, a solo vegetar en la obscuridad y abatimiento, sin el enérgico carácter de la virtud, y con la humillante debilidad de todos los vicios, aspiran a lograr la vil efímera representación, con los execrables delitos, señala a los grandes criminales. No hay País alguno en la tierra, que no esté expuesto a sufrir la desgracia de abrigar en su seno, esos abominables monstruos, que enmascarados, con el simulado disfraz, de amor por su Rey, (Fernando VII) de amor de la Religión, de la Patria y del bien público, solo intentan por su particular interés comercial, la desorganización, la anarquía y el desorden. El fiel pueblo de Buenos Ayres, que ha dado tan recientes pruebas de su constancia, generosidad y adhesión a la Madre Patria; (en las dos invasiones inglesas) acaba de padecer esa triste experiencia: un corto número de individuos, proclamando haber cesado la suprema soberanía, por la instalación del nuevo Consejo de Regencia, ha atentado a las legítimas autoridades, formando a su antojo una Junta de Gobierno. El Excmo. Ayuntamiento, el Síndico Procurador en nombre de aquel común, y los vecinos mas recomendables, por su providad y circunstancias, han protestado contra una conmoción, excitada con tan infundado pretexto. ¿Por qué si a los principios de la desgraciada época en que se halla la España, por solo el sagrado objeto, que animó a la inmortal asociación de Sevilla, fue reconocida con aplauso, como depositaria de la suprema autoridad? Si la Junta Central ha sido juramentada y obedecida como representante de nuestro suspirado Monarca el señor Don Fernando VII ¿Cómo no ha de tributarse la mas profunda y rendida sumisión al Consejo de Regencia; deseado por todos los buenos españoles, como menos expuesto a la lenta complicidad de las resoluciones; establecido con el más generoso desprendimiento, por los dignos vocales interpretes en la Central de la voluntad de todas las Provincias; y en que se ve hoy la América representada, por uno de sus ilustres hijos, con igual proporción, y los mas vivos deseos de cimentar su esplendor y prosperidad? Así pues aislados esos perversos, en el corto recinto de la Capital (Buenos Aires) que oprimen, no han podido conmover las fieles y ricas Provincias que componen su distrito, antes si enardecidas de tan criminal conducta, le han manifestado su desprecio y aversión, ocurriendo a esta Superioridad, no solo por auxilios para rechazar cualquier hostil empresa a que pudiera arrastrarlos la ilusión y ceguedad; sino también a una formal agregación a este Gobierno, del mismo modo que lo estaba antes de la erección de aquel Virreynato; así lo han solicitado por los mas expresivos oficios el Señor Presidente de Charcas, su Real Audiencia, M. R. Arzobispo, I. Ayuntamiento, la Imperial Villa de Potosí, la ciudad de La Paz y Córdoba del Tucumán, y siendo obligación estrecha de los principales Jefes, ocurrir al pronto remedio de los males que amenazen a los fieles vasallos de S. M. por todos los medios que dice la justicia: he venido a acceder a esa solicitud declarando quedar hasta que se restablezca en su legítimo mando al Excmo. Señor Virrey de Buenos Ayres, (Baltasar Hidalgo de Cisneros) y demás autoridades legalmente constuidas, agregadas a este virreynato (Peru) las expresadas Provincias que dependían de la gobernación del Río de la Plata, en todos los ramos de Hacienda, Guerra, Política y Justicia, ocurriendo las Partes en los contenciosos a sus respectivos tribunales, salvos los recursos que en sus correspondientes casos, prescriben las leyes pertenecer al alto Gobierno. Y para que así conste y llegue a noticia de todos se publicará por Bando en esta Capital, circulándose por las de las Intendencias de ambos virreynatos. Lima 13 de Julio de 1810. José Fernando de Abascal y Souza.
Para poder dimensionar el territorio segregado, solamente una de las Intendencias perdidas, la de Córdoba del Tucumán, representa las actuales Provincias de La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis, La Pampa, el oeste de la Provincia de Santa Fe y el Oeste de la de Buenos Aires. Tampoco se puede ignorar que para mayo de 1810, si bien es verdad que Carlos IV ya había finalizado sus reclamos de abdicación a favor de su hijo Fernando VII, la situación política española era un verdadero rompecabezas. Además del rey Carlos IV que había abdicado y luego se retracta, se encontraba el nuevo monarca Fernando VII, quien gobernaba por medio de las diversas Juntas Centrales de diversas ciudades españolas, y que a su vez respondían a la Junta Suprema Central de Madrid. Por si fueran pocos monarcas, y pocos los que emitían órdenes, además se encontraba entronizado en España Don Pepe Botellas, el hermano mayor de Napoleón Bonaparte, que también era rey de España y de Las Indias. Si toda esta caótica situación política peninsular fuese poca, además a la Primera Junta y al Virreinato del Río de la Plata lo habían reducido a un tercio de su territorio original. Queda reducido a la Intendencia de Buenos Aires. Este documento se encuentra reproducido en cualquiera de las obras mencionadas a continuación. Luís Antonio Eguiguren Escudero (1887-1967) “El Derecho y el Perú Virreynal”. Lima, 1964. Arturo García Salazar (1880-1958) “Historia de la Diplomacia Peruana”. Tercera edición, Lima, 1978. Eugenio Larrabure y Unanue (1884-1926) “Manuscritos y Publicaciones sobre la Historia del Perú”. Lima, 1946. Manuel de Mendiburu (1805-1885) “Diccionario Histórico y Biográfico del Perú”. Imprenta de J. Francisco Solís. Lima, 1917. Por otra parte gracias al adelanto informático que representa el conocimiento documental a nivel masivo que se edita por Internet, este documento ignorado por la bibliografía argentina, se puede encontrar en varios sitios que permiten guardarlo y reproducirlo. Las mentiras y los ocultamientos históricos cada vez tienen las patas mas cortas, en este caso solo se debe requerir a Internet por el buscador que cada uno utilice. Bibliografía General Marqués de Sassenay. “Napoleón I y la Fundación de la República Argentina”. Colección B. E. A. Volumen Nº 10, Biblioteca Enciclopédica Argentina, Editorial Huarpes S. Buenos Aires, 1949. Vicente D. Sierra. “Historia de la Argentina”. Fin del Régimen Virreinal e Instalación de la Junta de Mayo de 1810, Tomo IV, Libro Segundo, Editorial Científica Argentina, Buenos Aires, 1974. Páginas 225 a 463. Notas: [1] A ese levantamiento cívico militar del 2 de mayo de 1808, corresponden la serie de óleos que Francisco de Goya y Lucientes diera a conocer en 1814, con el título “2 y 3 de mayo de 1808”. [2] Luis G. de Valdeavellano. “Historia de España”. Revista de Oriente, 2 Tomos, Madrid, Cuarta Edición, 1968. [3] Vicente Sierra, en su Historia Argentina, toma los datos publicados por “DOCUMENTOS DE LA COMISIÓN NACIONAL DEL CENTENARIO”, Documentos del Archivo de Tucumán, Invasiones Inglesas y Revolución de Mayo”. Buenos Aires, 1910. [4] Mr. Es la abreviatura francesa de marqués. [5] No se trata de un error de tipeado, son tan deficientes e incompletos nuestros planes de estudio dictados en los institutos especializados en esta materia, que seguramente esta información nadie la debe haber estudiado ni debe haber sido informado de ella. Este documento no se menciona en la Historia Argentina, sencillamente porque su texto da por tierra con la fábula difundida por Mitre y su Academia respecto al mito de “La máscara de Fernando VII). No existió ninguna máscara, los porteños beneficiados con el contrabando con Brasil, vía Colonia del Sacramento, querían independizarse de la Metrópoli por que la misma no les redituaba económicamente nada. Reparemos como responde Fernando VII a la Junta de Buenos Aires, que utiliza su nombre para desplazar a su Virrey.
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Roberto Antonio Lizarazu
Gentileza del blog Breves Apuntes de
Historia
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