Oda a una esponja griega
Sue Littleton

Grecia. 
Sueño inalcanzable. 

Entre mis manos 
la enorme esponja rubia 
huele a Mediterráneo, 
ese salado perfume de arena 
y pequeñas olas cristalinas 
besándose. 

Grecia. 
Los nombres de tus islas 
me acarician. 
Creta. 
Epidauros. 
Mikonos. Santorini .. .


Tus infinitas puestas de sol 
paganas y cristianas 
translucen mis párpados
y las sombras de tus antiguos héroes 
caminan sobre el escenario de mi imaginación. 

Me detengo en las ruinas 
de los palacios derrumbados de Minos, 
mis oídos abofeteados 
por los bramidos enfurecidos 
del Minotauro. 
Arriba el cielo se arrellana, el arco del horizonte 
un bostezo perezoso. 
El calor me sofoca con su jadeo de bronce. 
A mis pies, desde la tierra seca, agrietada, 
las hierbas tiritan suavemente, sin viento, 
susurrando antiguas glorias. 

¡Grecia! 

Tu nombre resbala sobre mi lengua 
como miel oscura. 
Me caen lágrimas de nostalgia inventada 
y la pobre esponja, tan hambrienta como yo, 
las devora, 
acordándose de la sal 
de su mar imposible.

Sue Littleton

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