Mientras tanto |
Tiger Mom, o cómo criar a los hijos al estilo chino LA NACIÓN, Bs. As. (Arg.) |
JOSE IGNACIO.- Cuando el mismo tema se discute entre las madres argentinas residentes en Nueva York o Connecticut (que se sienten alejadas de toda controversia, tendidas al sol en las playas uruguayas mientras sus maridos volvieron a sus trabajos en el frío del norte del continente), en las páginas de opinión de The Wall Street Journal, en la visita oficial del presidente chino a Washington, en todos los programas de televisión y hasta en las tertulias de intelectuales, es que algo ha calado profundamente en la psiquis de una nación. En este caso, los Estados Unidos. Y eso es precisamente lo que ocurrió con Tiger Mom (Mamá tigresa), el libro sobre criar niños en EE.UU. a la antigua manera china, que se ha vuelto tema de conversación excluyente donde quiera que haya un padre norteamericano. En él, Amy Chua, profesora de derecho de Yale e hija de inmigrantes orientales, cuenta cómo educó a sus hijas: nunca aceptó que trajeran a casa una nota menor que un 10, las hacía practicar cinco horas diarias de piano o violín, y cuando a los siete años a una de ellas no le salía una canción, la obligó a quedarse pegada al instrumento sin la posibilidad de tomar agua o ir al baño hasta lograrlo. No les permitía reunirse con amigos fuera del horario escolar, jamás aceptó ni una tarjeta de cumpleaños casera que no tuviera realmente mucho esfuerzo detrás, y, obviamente, nada, nunca, de televisión o videojuegos. El resultado, da a entender el libro, son dos chicas que están listas para salir y dominar el mundo (ya por lo pronto fueron concertistas adolescentes en el Carnegie Hall), a diferencia de los hijos de los "débiles" e "indulgentes" padres occidentales. El argumento no podía poner más el dedo en la llaga, justo con el miedo en los Estados Unidos a perder la supremacía -y no sólo económica- frente a China y otras potencias, intensificado tras la recesión. El debate dividió al país. Hasta que ciertas palabras de los medios de comunicación comenzaron a calmar los ánimos. Primero, al recordar que el libro de Chua son sus memorias, no un manual. Segundo, que en un país de inmigrantes, la educación estricta de la "tigresa" no era tan distinta de la que otros grupos étnicos habían puesto en práctica antes. Y tercero, la gran paradoja: la noticia de que, en China, se están comenzando a aplicar métodos en la educación más "suaves", a la occidental, con el argumento de que favorecen la creatividad. Pero lo más interesante lo escribió David Brooks en el diario The New York Times: dijo que, contrariamente a lo que afirmaban todos, Chua pecaba de blanda, no de dura. Que mucho más difícil para un niño (y ni que hablar adolescente) es aprender a navegar las complicadas aguas de la interacción social con sus pares que repetir infinidad de veces una canción al piano. Y que cuando salgan al mundo real, a dos chicas criadas en una burbuja, aunque sea de excelencia, les costará mucho más la "supervivencia" básica entre colegas que hace falta para, a partir de allí, brillar. El debate, claramente, no podría estar más abierto. |
por Juana Libedinsky
jil210@gmail.com
LA NACIÓN, Bs. As. (Arg.)
Domingo 13 de febrero de
2011
Autorizado por la autora
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