"Aunque tengamos las mismas responsabilidades sociales, políticas y económicas -precisó-, culturalmente no se está llegando a una equiparación de los dos sexos, como se creía entonces."
Autor de textos clásicos sobre la posmodernidad, Lipovetsky alcanzó la fama en la Argentina por "La era del vacío"(1986), que vendió 12.000 ejemplares.
Para el pensador, detrás de observaciones aparentemente frívolas caben explicaciones que desnudan la sociedad de los 90. Así es como, asombrado por la falta de bibliografía que analice en profundidad el tema de la belleza en la mujer (que las feministas á la Beauvoir "convirtieron casi en un tabú"), dedicó gran parte de su nuevo libro a ese tema.
Exigencias de libertad
"A medida que se amplían las exigencias de libertad y de igualdad, la división social entre los sexos se recompone bajo nuevos rasgos -aseguró-. Si las mujeres siguen manteniendo relaciones privilegiadas en el orden doméstico, sentimental o estético, eso no se debe al simple peso social. Se debe a que esas relaciones ya no son un obstáculo para la libre posesión de uno mismo."
-Sin embargo, se sigue hablando de la dictadura de la belleza, del deber de ser permanentemente delgada y joven como una forma de opresión.
-Sí, pero esto ocurría en una generación pasada, en las feministas combativas para quienes, al finalizar la prisión doméstica, la prisión estética permitiría reproducir la subordinación tradicional de las mujeres. Pero la paradoja más interesante surge justamente del hecho de que la pasión por la esbeltez traduce, en el plano estético, el deseo de emancipación con respecto a su tradicional destino de mujeres objeto y madres, además de una exigencia de ejercer el dominio sobre su persona. Por eso, hay que considerarlo más como un signo de igualación de las condiciones que como un indicio de opresión de la mujer.
-¿Por qué entonces se suceden los ataques contra las modelos que difunden cuerpos delgados?
-Las controversias respecto de las modelos son sólo superficiales en apariencia; en realidad, traducen la dificultad de la sociedad a la hora de determinar el valor de aquello que se posee por nacimiento. Si el rango de las modelos top suscita reacciones hostiles que las estrellas de cine apenas conocieron, es porque estas últimas no vendían una imagen estética, sino un trabajo de composición. El status de la belleza pura choca con el principio según el cual sólo aquello que se logra mediante el propio trabajo merece la consagración social. Las sociedades democráticas han deshecho los lazos que asociaban la belleza femenina con el mal, pero no por eso deja de tratarse de una cuestión turbia.
Los delitos sexuales
-¿Por qué el acoso sexual sólo es un delito en las sociedades democráticas desarrolladas?
-Bueno, desde fines del siglo pasado los congresos obreros y sindicales reclamaban la abolición del derecho de pernada , pero esto nunca fue su objetivo central porque imperaba la idea de que la agresividad de la sexualidad masculina era algo irreprimible. Además, el lugar de la mujer era el hogar, y no la fábrica. Hoy, en cambio, lo que aparecía como una expresión natural de virilidad se ha impuesto como una figura del dominio del macho , un abuso de poder incompatible con los ideales de igualdad, dignidad y libertad individual que imperan en las democracias avanzadas, donde el trabajo de la mujer ya no es cuestionado.
-Pero en su libro usted denuncia que se está generando una suerte de "cultura del acoso sexual" que afecta a las mujeres.
-Todos conocen los excesos caricaturescos que en los Estados Unidos acompañan a la fobia del acoso sexual. Su definición actual llega hasta el extremo de englobar los silbidos y las miradas intensas, lo cual explica por qué, por ejemplo, casi un 88 por ciento de las estudiantes de la Universidad de Princeton declararon haber sido alguna vez acosadas. Pero estas versiones exageradas sólo sirven para reincorporar el estereotipo de la mujer como víctima natural del hombre y esterilizan el entorno intersexual.
-¿Quién es la mujer de este fin de siglo?
-Existió hasta el Renacimiento una primera mujer que era considerada un mal necesario. Luego se convirtió en la personificación suprema de la belleza, que debía todo su prestigio social a su padre y a su marido. No era nada en sí misma, de ahí el nombre de "segundo sexo" que le puso Beauvoir, al revelarse contra ese modelo. Ahora es el turno de una tercera mujer, que ha dejado de ser la criatura del hombre, sin por eso renunciar a determinados rasgos característicos.
Juana
Libedinsky
Entre stand y stand
Ayer, en plena Feria, hubo una importante novedad: el grupo español Anaya adquirió la editorial argentina Aique, especializada en textos escolares y que en 1997 facturó unos US$ 10 millones. La adquisición de la casa argentina es parte de un "proyecto de expansión en el mercado latinoamericano de textos para escolares y docentes", indicó el español José Manuel Gómez, presidente de Anaya.
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La exposición tiene sus"perlitas". Como el stand en tres dimensiones de la Legislatura porteña, que muestra imágenes de su palacio y regala copias de las leyes sancionadas.