El último pecado es la sombra |
En mi ciudad guardo una lluvia de siglos, tejados, erotismo en andanzas, no por la imagen milenaria en constelaciones de ternura hacia la penetración del mar: el de las ganas sin regreso, malditos pezones del aire. Anclo esta fiesta de licores, un hombre por mi desnudez. Voy a salvar el meridiano de tu pelvis, esa colina para trazar mis huellas, hacerme al óleo con el pretexto de perdurar. Los editores derriten el labio en otro poema: El que nunca fue mi rabia. |
Odalys Leyva Rosabal
odalysleyva@pprincipe.cult.cu
Del libro " Meditación del cuerpo"
editorial Ácana de Camaguey, Cuba
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