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Por el cuadro “El nacimiento de Venus”, de Bottichelli
Odalys Leyva Rosabal
odalysleyva@pprincipe.cult.cu

Nazco, música virgen para el salmo
en el clero fugaz de un cobertizo
donde rompen la inercia del hechizo
mis espléndidas bridas. Palmo a palmo
me desnudo a estribor. Tal vez me calmo
y esta noche me crece por la orilla
(voluntad de mi pubis que se ovilla
al justo manantial donde aprendices
desatan un fragor de codornices).

Como un ángel sin trono me acuchilla
el amparo de Dios, un templo, un juez.

El ardid se desviste en mis arcanos
–orgullo de suicidas tan profanos
que acosan sin lealtad mi desnudez–

Soy la virgen, la reina en el envés
de otros mares, en comarcas de regios
que eligen el desliz de mis arpegios,
(ternura hasta el espanto donde inerte
me salvo en cada siglo por la suerte
de mis dulce mirada).
                              Sortilegios
aprisionan la miel de mis licores
y el peligro destroza mis guedejas
de pálida ternura.
En estas quejas
me persiguen los fieles sirgadores
temerosos de Dios (son purgadores
que se asfixian de bruces a adorarme.
Lobos, cuervos infames que al quebrarme
no incineran mi lástima hacia el vulgo)
Yo me levanto, grito, y excomulgo:
¡Es soberbia,
                  pueden decapitarme!

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