El libro como patrimonio de la humanidad

por MSc. Odalys Leyva Rosabal (Cuba)
Poeta, narradora, investigadora y antóloga

odalysleyva@pprincipe.cult.cu

 

Se dice que el perro es el mejor amigo del hombre, desde mi interpretación el libro es el mejor amigo del hombre, patrimonio de todo lo vivido, muestra fehaciente de cada etapa de vida, costumbres, hábitos, movimientos generacionales; sirve desde una amplia gama de directrices metodológicas para la comunicación con el público lector y la presentación del patrimonio in situ a ese público, para trasmitir un mensaje que en lo posible trascienda, convirtiéndose en  patrimonio con fuerza objetiva que cuenta con recursos ilustrativos para dar información de los hechos. El libro puede ser en sí una forma emocionante y provocativa de mostrar ideas y criterios del escritor; pero revelándoles los rasgos culturales, explicándole sobre un lugar o el deseo de crear un ambiente donde el lector se ilusione o se fascine y se haga presa de ese libro que contribuye a mostrar alegrías, dolores existenciales, evolución histórica de un determinado país o de varios países porque este libro se vuelve una albacea de lo que es el producto del hombre y su interrelación con el Universo.

 

Pudiera nombrar muchísimos libros que han despertado mi interés, más prefiero mostrar uno que es patrimonio de Guáimaro, cuna de la constitución de la República en Armas, en ese libro se refleja la identidad de sus pobladores, la razón de ser del guaimareño, me refiero al libro Historia de Guáimaro, Tomo, I y II, editorial Ácana de Camagüey, este libro produce conexiones emocionales y cognitivas entre los intereses de los lectores guaimareños y también del país, porque forma parte de nuestra historia patria, menciona datos históricos importantes que son parte necesaria de nuestra cultura nacional y de la formación de la cubanidad, quiere decir que existen significados e interrelaciones de nuestro patrimonio a través de las experiencias de los escritores, en este caso de Desiderio Borroto Valdés y Desiderio Borroto Fernández.

 

La palabra traduce el ambiente y no pierde su significado, llamando al lector a abrir su sensibilidad, su conciencia, entendimiento y entusiasmo, de este modo el lector se enamora y el libro que es ya un patrimonio se vuelve un conjunto histórico, patrimonio cultural tanto tangible como intangible. Una obra con valor patrimonial entraña un desafío constante porque allí beben los investigadores e interpretan el significado y valor cultural.

 

Digamos que por patrimonio cultural comúnmente se entiende el conjunto de bienes materiales e inmateriales que hemos heredado del pasado, que estamos disfrutando en el presente y que merece conservar para el futuro, nos interesa aquí hacer mención al disfrute, que equivale a decir incidencia social, porque esto es en realidad lo que convierte a estos bienes culturales en patrimonio.

 

Es la síntesis simbólica de los valores identitarios, de una sociedad que los reconoce como propios, el patrimonio constituye un “documento” excepcional de nuestra memoria histórica y, por ende, clave en la capacidad de construcción de nuestra cultura, en la medida de que nos posibilita verificar de forma acumulada las actitudes, los comportamientos y valores implícitos o adjudicados de la producción cultural  a través del tiempo junto a estos testimonios de pasadas espiritualidades, recibimos otra serie de documentos del campo teórico, filosófico, literario, etc. que complementan tal perspectiva de análisis y comprensión.  El patrimonio cultural es una obra colectiva, producida por el conjunto de la sociedad.

 

Pienso que se deben desarrollar más eventos donde se intercambie información y experiencias sobre la interpretación del patrimonio. Digamos que un libro después de ser escrito deja de ser del escritor para pertenecer a la sociedad, y de tanto leerse o interpretarse se convierte en patrimonio, mencionamos la obra de Miguel de Cervantes y Saavedra: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, aquí el escritor crea un personaje que ha llegado a convertirse en un ser con carne y hueso para el público lector, tanto se dio a querer este personaje que llegó a ser más famoso que el propio escritor. Este libro es un patrimonio de la humanidad. Sin embargo, Cervantes fue acusado de ser un hombre raro, una desgracia nacional.  

 

Criticar a un clásico o definirlo como hombre raro es atreverse a interiorizar en un mundo sublime de anchuras y estrecheces. Un modo donde el sujeto pensante con una función de profeta se adentra varios siglos a su época. El don de la literatura hace de las pequeñas cosas un mundo turbulento capaz de hacer llamear a los hombres que despiertan siglo a siglo. Miguel de Cervantes y Saavedra, fue de esos hombres, atrevidos dioses que conmocionan a la humanidad. Ella no le permite reposar en la tumba tranquilamente, porque cada despertar lo valida como uno de los grandes de la literatura universal.

 

Sin embargo, Federico Nietzsche (1844-1900), planteó: “Cervantes forma parte de la decadencia de la cultura española, es una desgracia nacional”. Este texto inédito de Nietzsche, escrito en 1877, fue revelado por Andrés Pascual en el prólogo de la traducción a Genealogía de la moral (Alianza Editorial, 1972). Y estudiado en el libro El Quijote liberal de Fredo Arias de la Canal.

 

Y luego prosigue Nietzsche: “Cervantes había podido combatir la Inquisición, mas prefirió poner en ridículo a las víctimas de aquella, es decir, a los herejes e idealistas de toda especie. Tras una vida llena de desventuras y contrariedades, todavía encontró gusto en lanzar capital ataque literario contra la falsa dirección del gusto de los lectores españoles; combatió las novelas de caballería”.

 

Pienso más bien que Cervantes, como el escritor norteamericano Walt Whitman, quiso hacer un cambio en la mente del lector español, fue un revolucionador de juicios. Trató de formar hombres con ideales superiores. Ubicó su acción novelesca, según su percepción estética. Quiso transgredir los límites, aunque el conflicto con la identidad, con el criterio nacional o la conciencia del hombre español fuera el resultado. Las sólidas razones del escritor hicieron su historia desde sus gustos. Historia que se universalizó. Entonces la óptica de Cervantes no fue desacertada, su conciencia fue una suerte de la creación, de la representatividad privilegiada. Expresó la solidaridad con un sentimiento trágico insertado al yo y a la España que vemos en su obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, nos ofrece las honduras de su riguroso juicio. Su capacidad contestataria ante los sufrimientos con un diálogo profundo, triste e imaginario entre sus personajes principales Sancho y Quijote. Su visión era un obstáculo en las estéticas de su época, en los estilos peculiares de los escritores de novelas de caballería.

 

Fue posiblemente Lord Byron (1788-1824), en el canto decimotercero, Cap. IV, de su Don Juan, el primero en criticar a Cervantes: “Cervantes, al ridiculizar la caballería española, acabó con ella. Bastó su burla para abatir el brazo derecho de su patria; desde entonces han sido muy pocos los héroes que ha dado España. Fascinado por el encanto caballeresco, el mundo abría paso a su brillante falange. La obra de Cervantes fue funesta y la ruina de su patria ha sido el elevado precio que pagó por la gloria del escritor”. 

 

No coincido con Nietzsche, ni con Lord Byron. El Quijote fue el resultado de las exigencias del progreso. Una razón que trató de legitimar una respuesta a los cánones existentes. Era una caracterización de su alma nacional enmarcada en el desequilibrio del status social de Cervantes. Su incertidumbre enmudecida giró buscando su esplendor, brindando su luz con óptica integradora, replanteando la probidad del hombre, la burla comprometida con las grandes masas. Demostró que se equivocaba Nietzsche que él fue afortunado al cultivar la sátira. Y como dijera José Ortega y Gasset (1883-1955) en su libro Meditación del Quijote (1914): “Seamos sinceros: El Quijote es un equívoco, todos los ditirambos de la elocuencia nacional no han servido de nada, todos los rebuscos eruditos en torno a la vida de Cervantes no han aclarado ni un rincón del colosal equívoco: ¿Se burla Cervantes? ¿Y de qué se burla?”

 

Ortega, en su interrelación con la cultura española, concretó sus ideas y no aceptó la marginación de la obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Su respuesta intelectual fue conocida y no estimó las aseveraciones peyorativas. Entendió el equívoco de Byron y Nietzsche. Cervantes no se burló de la caballería española, ni de los herejes e idealistas, sino del santo oficio de la Inquisición, institución creada por Fernando de Aragón para el ejercicio del control político de la Corona. 

 

Ortega dispuso de su palabra al prevenir al pueblo español: rompió con los patrones, con su existencia que se despertaba con respeto. El Quijote era comidilla, murmuración: No, no podemos seguir la tradición. De entre los escombros tradicionales nos urge salvar la básica sustancia de la raza, el módulo hispánicco2.

 

El Quijote es una obra inmortal. Siempre llamará a la duda, y ocupará un sitio en la mente de los investigadores. Aquel personaje fruto de la imaginación se debate entre nosotros como un hombre real. Será una bella significación, una burla confiable y excepcional, un ser original que anuncia su nacimiento cada vez y nos inquietará con su lectura.

 

Por eso el patrimonio es un factor de desarrollo, es parte indisoluble en la configuración del escritorio, el patrimonio deja de estar centrado en los objetivos para evocarse al contexto. Hay que identificarlo, protegerlo e interpretarlo por tanto creo que un libro es parte real y tangible de nuestro patrimonio histórico, en él estamos vivos ustedes y nosotros, somos personajes de esta gran novela que es la vida, por tanto, la interpretación del patrimonio histórico es la difícil tarea que a la vez sufre la misma problemática que domina a la historia.

 

La historia no es un ente absoluto, sino que a través del tiempo ha compartido diversos conceptos distintos de acuerdo con la ideología en cada momento, tampoco hoy en día se puede hablar de una sola historia, ya que en un mismo país y entre historiadores profesionales pueden existir diversos conceptos que ante los mismos hechos y objetos históricos, ofrecen interpretaciones diversas y a veces contradictorias. No ven del mismo modo los escritores cubanos Luis Álvarez y Roberto Méndez a Gertrudis Gómez de Avellaneda, cada escritor tiene su perspectiva y lo que para unos es sumamente importante para otros no lo es, creo que el patrimonio lo es en sí cuando es admirado por muchos. La historia nos permite comprender la intima relación entre las obras y el contexto socio cultural en el que fueron realizadas.

 

Quizá existan libros que en el presente no tengan una determinada trascendencia, pero con el decursar de los años despierte el interés de los lectores y contenga el modo de vida de una sociedad ¿Cómo viste? ¿Cómo se alimenta?, sus costumbres y sirva de fuente de conocimiento. Creo que los libros de crónicas son excelentes patrimonios, pero un libro de poesía, de novela, cuento o ensayo puede revelar también una época determinada, veamos a Cecilia Valdés, es una novela que nos lleva a conocer a la Cuba de la época en que fue escrita por Cirilo Villaverde, un exquisito patrimonio. El libro es esa fuente viva que cuando la abrimos mantiene efervescencia. De un modo u otro la mayoría de los libros son partes de nuestro patrimonio. Yo sigo pensando en el libro como el mejor amigo del hombre, y usted medite, yo sigo con mis percepciones al hombro. 

 

MSc. Odalys Leyva Rosabal (Cuba)

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Editado por el editor de Letras Uruguay
 

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