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La dama de la rosa amarilla
(Para Ana Rodríguez y su jardinero) |
Lluvia de su pecho tras la bruma sabe de inviernos, voz de la mañana con tentáculos para arder sobre las horas de su viaje. El vino es música que devuelve ausencias vive entre paredes de la noche su tesoro con jardines, esas rosas pactan con incertidumbres los signos son locuras en el pez de la sombra calma a flor de piel hacia el planeta no puedo descuidar sus emociones ni negarle ese enigma de potro en la llanura. Es la dama en intramuros, veleidad de fronteras conoce virginidad de migraciones, eco de las aguas, fervor tras la niñez en los augurios las rosas amarillas deducen costumbres de pernoctar en solitario como pájaro se cubre la neblina si salta el nido renace el maquillaje de sus llagas, de otras constelaciones, de música con gaviotas y ese carnaval de mendrugos que puede dispararse en el asombro. Soledad es un puño que duele con rutinas demencia de temblor con su diluvio (no fecundo la fe hecha hojarasca) la desnudez de una ciudad atraviesa el vicio de los cuerpos su danza es el hombre de juegos, él de márgenes profundos al jardín con fábulas y pétalos por su lengua ¿quietud que mar retorna a los temblores del destino? ¿Por qué el jardín no esconde la leyenda de los dioses y eterniza este siglo en su añoranza?. |
Odalys Leyva Rosabal
odalysleyva@pprincipe.cult.cu
Del libro " Meditación del cuerpo"
editorial Ácana de Camaguey, Cuba
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