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Floraciones |
Te navego y me seduces, nos navegamos
y concibo la fábula. No existe maldad en los minotauros. Son seres como
artistas, piden limosna de aflicción. Nosotros, aves que echan a volar
sin que nadie detenga los fluidos, música sagrada que en mi pecho vibra.
Pátzcuaro fue sitio de corrientes de agua. Nosotros, seres distantes, imaginarios ríos. En el umbral estaba un lobo con dientes universales, pidió mi oquedad de lluvia, era substancial extender la nube y que nada detuviera las tendencias. Somos seres especiales, no necesitamos alfombra ni que Aladino imponga nuestra suerte. Reconocimos los cuerpos, su primavera, y acerqué la razón de la leyenda sin proponerme cambiar el destino del mundo, ni dejar que el aire borrara el disfraz de los príncipes. Me esmeré sin caminos arribistas, solamente me uní a los profetas (dudaban sobre mi lengua), puse música sobre la nimiedad y la sombra necesitaba luz primitiva. Florecí con el equívoco de la erudición, prendí una vela, no era mi ventaja sobre los condenados, hurgué en salmos del agua. La Providencia puso clarines en la arena y firmé mi júbilo por el prójimo, me dediqué a narrar sus dolores, a buscar el fondo de las tristezas. El cosmos no es alegría, trae metáforas sarcásticas, cánones conyugales y el verbo suele ser inútil en estados de emergencia, abulias del límite, cuando la cordialidad es vaso en labios que hacen derramar su líquido. Los ídolos están allí en esa isla virgen por nosotros, y no sabemos las hierbas, futuro espiral de monarcas que se elevan, invitan su diamante, horno de muerte. El disfraz eterno trae concilio y no es crucifixión el paso que se elige, adorar santos puede ser humedad o golpe sepulcral, nos obliga a quedarnos presos en la duda, venerar la potencia de los hombres y ser irreverentes, mistificar la realidad sin primavera. Existe retórica en puntos cardinales, la defunción sigue siendo imprecisa con vírgenes de bocas etéreas y la advertencia a culpables letrados, firman su alianza con el odio, mi penumbra es inconfundible. Sé la psiquis de los indiferentes a la risa, viven la plegaria y elogian los herederos y su antorcha, sin cuestionar que un día el luto dejará de existir y el aplomo tendrá su desayuno prístino, crisol donde al fin beberán mis aves y el éxtasis tendrá monumentos –no para los héroes, sí para los hombres que ven en una isla el vientre, el bautismo de gloria de la tierra.
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Odalys Leyva Rosabal
odalysleyva@pprincipe.cult.cu
de su libro “Pacanda”
Editó Frente de Afirmación Hispanista, A. C., México, 2008
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