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¿Es la mujer necesaria a la hora de hacer literatura? |
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No me refiero a la pintura modélica que arranca un trazo al pintor sublimado por la belleza femenina. No acudo al ardid femenino capaz de hacer que un hombre llene cuartillas como eterno rebuscador del placer grácil de una dama. Me refiero a la creación propia que surge hasta igualarse con la escritura del sexo opuesto, no buscando superioridad ni dictando teoremas para llevar al hombre con espinado a la crucifixión. Hablo de una sociedad que se sensibiliza con el espejo donde la imagen de la mujer puede traducir inferioridad, aunque queramos esconderlo, pues somos nosotras mismas parte de ese grupo que censura y se intranquiliza a la hora de hacer una crítica sobre la mujer y su obra. Como dijera Virginia Woolf, “Por eso, tanto Napoleón como Mussolini insisten tan marcadamente en la inferioridad de las mujeres, ya que si ellas fueran inferiores, ellos cesarían de agrandarse”. Esto, a pesar de los años es fruta nueva, no sólo en la Literatura, también en otras facetas de la vida; |
aunque ya se ha roto con otros preceptos sociales en cuanto a
trabajo se refiere. Mi sentimiento no se refugia en halagos, ni estoy
adoptando una posición a lo tremendo. Pero real es que el sexo continúa
siendo un problema de sentimientos, que aunque no existen frenos sociales
a la hora de reprimirles por tal o cual modo de actuar o su orientación
literaria, sí continúan los nombres masculinos encabezando listas
(aunque sin frontera). Bien necesario sería que las editoriales abrigaran
el ímpetu de la literatura escrita por mujeres, sin hacer de ello una
confrontación. Las redes echadas pueden atrapar a un pez no dispuesto a
ser seducido por la fijeza de seguir siendo un pez que muere en su propia
embestida, si aún es posible ser echado a la mar. A la libertad
expresiva, que no es un discurso feminista aunque sustituya la enarbolada
bandera de una lógica que no pretende proteger su punto de vista. Sé que
el modo de vivir de la mujer o de conducirse es lo que influye en este fenómeno,
sobre todo a la hora de las funciones hogareñas, cuando nos hacemos frágiles
y le pedimos al hombre que consiga el sustento de la casa. De ahí surge
el significado débil de la mujer, que luego se traduce a otras
situaciones de la vida. Entonces, me pregunto por qué nos preocupamos por
si somos nombradas “poetas” o “poetisas” –y
coincido con la investigadora cubana Mayra Hernández Menéndez: pienso
que para nada un calificativo nos hará peores o mejores a la hora de
hacer Literatura. Este
trabajo no es más que los inicios de un estudio de la literatura escrita
por mujeres, en este caso la obra decimística. Y es a partir de aquí
desde donde a profundidad abordaré un estudio sobre la filosofía de la
vida y la necesidad espiritual de la mujer en su discurso. La Décima
logra flexibilizarse hasta explotar como los tsunamis... Dice Virginia
Woolf: Quizá ahora la mujer está empezando a utilizar la escritura
como un arte, no como un medio de autoexpresión. Pienso que todo el
modo de decir de una mujer en su Literatura es un modo de autoexpresión,
porque siempre está implícita en su obra. No obstante, el sujeto lírico
debe existir pues sólo desde sí florecerá el arte de un modo natural.
No es que pretenda un grito de infortunio y menos aún de desesperanza: aún
creemos en nuestro propio concierto, nuestro grito sentimental es sólo
leve melodía. No podemos culpar a los grandes letrados por ser hombres y,
además, clásicos. La mujer cubana es apenas en el siglo XIX que se hace
reconocer. Pero hemos nacido en plena efervescencia, en este caso que nos
ocupa, en el cultivo de la décima. Por suerte, los seres humanos somos
inconformes, esto nos conduce a ser mejores quizá; Anatole France dijo:
“Somos juguetes de los vientos, todo se ríe de nosotros: el cielo, los
astros, la lluvia, los céfiros, la sombra, la luz y la mujer.” No lo
dijo como un desliz de inferioridad, sino porque veía en la mujer su
propia altura. La mujer ha venido siendo discriminada (y protegida
siempre desde su naturaleza débil al enfrentar trabajos rudos). No
obstante, ya hemos tomado nuestro propio camino, los naipes giran y la
mujer intelectual cubana va cumpliendo su propio designio. Sin culpar al
hombre, fortaleciendo el vocabulario, haciendo del verbo la única arma
posible capaz de conceder la posteridad... La
marginalidad a la obra de la mujer, no es un deseo personal, es la causa
de la confrontación de la vida diaria. El trabajo hogareño fuerte, la
maternidad: todos estos factores llevan a la automarginalidad. Quedan
muchos obstáculos que eliminar debemos
empezar por nosotras mismas y nuestro modo de pensar y actuar. Creo
que es más inteligente que seguir con la historia de que la palabra
poetisa es un peyorativo de la palabra poeta. Realmente poetisa es una
palabra hermosa y delicada. No
una mínima condición de poeta. Yo la huso a mi antojo, y no me adjunto a
los criterios de los demás o al de los que piensan de este modo.
Está
claro que cuando hago este estudio lo hago con la enorme fe de defender la
décima escrita por mujeres. Pero tampoco puedo caer en mi propia trampa.
En un laberinto de erráticas meditaciones. Me entrego tratando de reseñar
el proceso evolutivo e histórico de la décima escrita por las féminas.
La
espada de Eva lleva acordes, un sutil desafío octosilábico. Es una
batalla responsable ante el arte. Donde lo manido tenga el poder de la
Seducción, la originalidad. El deleite que subyuga pero sólo con la
belleza, el sujeto lírico danzando en el tablado. Así fundaremos una
nueva ciudad con el hechizo perdurable de una Malara bien escrita
por los siglos de los siglos. Es
un caudal la poesía escrita por mujeres. “El modernismo significa en nuestra poesía, una tendencia
extranjerizante y de evasión que al tomar como modelos principales a los
formalistas franceses de la segunda mitad del siglo XIX, centró su atención
en los hallazgos formales y pretendió convertir la sensualidad en
elemento artístico.” -Como dijera Osvaldo Navarro. Ahora que los
franceses o parte de una élite determinada, trata de dormir las estrofas
clásicas las mujeres cubanas toman su espada al filo de la décima. El
Grupo de mujeres decimistas “Décima al Filo”, compuesto por poetas,
repentistas, tonadistas e investigadoras, no adolece precisamente de una
orientación feminista ni se limita a sostener un parcializado papel en
una guerra de roles –lo
cual, inobjetablemente, conduciría al descuido de su verdadera esencia:
el crecimiento cultural–;
de este modo, no se produce una exclusión de los genuinos decimistas de
nuestro país, en las actividades y el desempeño del Grupo. Sí se deja
bien claro que las mujeres cubanas cuentan con voces de elevado vuelo poético
en la estrofa, algo que durante mucho tiempo ha sido negado, subestimado
incluso. Este Grupo, que de por sí resulta de un fuerte aliento femenino,
se desborda (si nos referimos a lo temático en buena parte de sus
producciones literarias) en el eros, en su manantial interminable. Aunque
no es el único tema en el que se recrean.
Este estudio, todavía y por largo tiempo inconcluso (pues el panorama literario de la Isla, en constante renovación, y especialmente el movimiento de la décima –férvido– ha de seguirse de cerca, con los peligros y las certezas que implica) debe dejar claro que la estrofa nacida de la voz de Juan de Mal Lara, popularizada por Vicente Espinel la que reverenció Fornaris, la que sembrara al pecho del pueblo cubano El Cucalambé y rescatara luego con altísima virtud nuestro Indio Naborí, y la que hoy cultivan con profundo respeto y gran acierto las nuevas generaciones de poetas cubanos, cuenta con la gracia singular de la voz femenina, en la Isla toda, desde hace mucho tiempo y para siempre.
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Odalys Leyva Rosabal
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