Aguas venerables |
La muerte es el pavo real y el fantasma vio la yesca. José
Lezama Lima |
La noche brinda
sus luces y el lago de Pátzcuaro es enigma, escenario de música y poesía,
visitación de las ánimas en su día de fiesta, la noche de muertos es
motivo especial para los mejicanos, festejan la venida de sus familiares
difuntos. Siento emoción y alegría, se logra la mixtura perfecta en el
yate Fregates, los efluvios de la música de la orquesta de guitarras, las
irradiaciones del concierto de piano y yo de pie mirando las luces de la
isla de Janitzio, mientras las olas acarician el balandro. Los michoacanos
lucen su mejor sonrisa, se van a Pátzcuaro a festejar, a vivir con
intensidad el día de muertos, a reírse de la parca. Desde mis ojos
resurgen a lo lejos dos islas
que dominan mi sueño, dos islas que reviven como fantasmas y afloran los
rituales, los cantos y danzas, las velas y las flores que se unen en un
mismo espectro. Varios yates nos pasan a la
orilla, nativos con sus ropas representativas y turistas que vienen desde
lejos a sofocar la muerte, a saltar delante de sus ojos porque no es día
para morirse, es día de agasajos.
Los cantos se esparcen en la noche como si el agua misteriosa del lago
brindara su acústica. Y su inmensidad se vertiera en nosotros como el mar
Caribe, nosotros que venimos desde Cuba mitad fuego, mitad música, todo
poesía. Lago insondable de recelosos
quejidos, su profundidad media es de 8 metros y la máxima de 50 metros.
Suficiente como para saltar a lo más profundo de las voces del
agua. Agua que recibe la
fuerza de los ríos Guani y Chapultepec, su alimento termal. En el yate Fregates nos
encontramos cinco cubanos, venimos desde la Habana, Camagüey y Holguín,
y tres mexicanos los señores Vidal…., Víctor…..y…..
Manuel Valdés nos
cuenta sobre Heredía y José Martí, sobre nuestra eterna fusión con México.
El nevado de cholula a lo lejos ofrece su anhelo. Él nos
dice el poema En
el teocalli de Cholula, donde
Heredia admira las grandes ruinas aztecas y reprueba la religión prehispánica. En el período de la ocupación
española, Cholula era la metrópoli sagrada azteca consagrada a la devoción
de Quetzalcóatl. El conquistador español Hernán Cortés la visitó en
1519 y, dudando sobre una posible conspiración
contra los españoles,
demolió la mayor parte de la misma en la matanza de Cholula.
Desde este lago fortalecemos
la amistad con los mejicanos, con el aliento de José María Heredia y José
Martí Pérez. Pátzcuaro ocupa una oquedad
interior y endorreica efecto de las formaciones volcánicas del terciario
superior y del cuaternario, que imposibilitaron la salida al exterior de
las aguas. Fue el lago por excelencia de la cultura tarasca. Nosotros
festejamos junto a ellos y sentimos la influencia de sus sacudidas. Se
llena el lago de hombres y mujeres, se colman los espíritus y los yates,
lanchas, canoas y chalupas cargan toda la intensidad de los visitantes. Esta comarca lacustre,
dispuesta en la cordillera Neovolcánica, está habitada perennemente
desde épocas prehistóricas, gracias a su fortuna en la pesca y a su
factible protección. En tiempos de la conquista española, la comarca
formaba la médula de la cultura tarasca, una civilización indígena que
alcanzó un grado de progreso semejante al de los aztecas. El lugar fue
catequizado por el fraile dominico Vasco de Quiroga, que fundó las
inaugurales misiones. Apasionado por la lindeza del terreno y deslumbrado
al leer Utopía,
obra del escritor inglés Tomás Moro, Quiroga
organizó una sociedad diferente, implicó a los indios en un
examen social, que dio como inferencia una miscelánea de sabidurías
exclusiva, las costumbres aborígenes se fusionaron con las habilidades
aportadas por los españoles, y como derivación obtuvo un talante
artesanal oportuno de gran colorido. Esta
noche cósmica me uno a Silvestre Revueltas y disfruto su concierto, no el
concierto de las aguas de Pátzcuaro, sino el de su música, su violín de
fondo hace la noche ceremonial, esta noche vuelve a comer y a beber sus
comidas y bebidas en la isla de Janitzio, ahora en nuestro yate se une a
Eliécer Travieso, Lisandra Pupo y José Alfredo Fernández, el trío de
guitarras desgarra su Camagüeyana
de Ignacio Cervantes, Lecuona los visita y su Andalucía nos llena de
regocijo. Silvestre invoca los espíritus de
José Rocabruma y del maestro de composición Rafael J. Tello, arma
su orquesta predilecta la que nos acompañará a la isla de Pacanda,
recuerda el conservatorio nacional de música de la ciudad de México y
desgrana sus lágrimas, tensa su violín, otros músicos llegan al yate,
soy una mujer de suerte, se
unen dos violines, las manos de Félix
Borowsky y Sametini, completan los quejidos. El trío de guitarras les da
la bienvenida. Silvestre bajará sus luces en Janitzio, esta noche
estrenará su ballet El renacuajo paseador, que no se imagine la muerte, que le quitará
de nuevo la vida el día del estreno de su ballet. Viene a reírse de la
muerte a tocar su violín con ímpetu. A hermanarse a los músicos
cubanos, esta noche unidos tocaran Fantasía
sobre la bella cubana y José
White, dará su fluido de corazón.
Silvestre dirigirá la orquesta, me ha dicho que sólo yo podré componer
esta noche, me ofrece su magisterio y digo patria. La música nos lleva a
la isla de Pacanda. Su estilo
es directo y en su música recurre a cadencias e instrumentos populares
que irradian las costumbres folclóricas mexicanas. Es
una noche donde las almas florecen, disfrutamos sus obras sinfónicas,
canciones, ballets, el lago es un gran escenario con la escenografía
intemporal de nuestro signo. Nos acercamos a la isla, allí
se presentaran las composiciones
teatrales de Silvestre. Esta noche se exhibirán sus obras: La
coronela, Homenaje a García
Lorca y Janitzio. Nos acercamos a la isla de Pacanda, le comento que soy de Camagüey y me abraza con efusión, me dice
que no es posible, que Nicolás Guillén está cerca de él que su obra Sensemayá, para canto y pequeña orquesta, está inspirada en un texto del
poeta cubano, comprendo que una noche de muertos brinda su reverencia,
miro a mis amigos de viaje y rasgan sus cuerdas, interpretan Fuga y misterio
de A. Piazolla. Pacanda, nos recibe, él
frío nos cala los huesos, caminamos unidos, comenzamos a ascender
por una calle de piedras empinada, nos falta la respiración y tomamos
oxigeno y lo expulsamos, limpiamos nuestros pulmones que se quedan sin
fuerza, sentimos los rituales y nos acercamos a la celebración. Dos
equipos de hombres juegan con una pelota de fuego, comienzan a patear el
ánima. Vemos la candela que circula entre sus pies y la alegría de
pasarla de un equipo al otro. Las ropas que usan están llenas de
colorido. Caminamos hacía la catedral, con pujanza, llegaremos hasta la
cima. Entramos a la Iglesia, todo está lleno de velas y flores amarillas,
flor de muerto, -en cuba nombradas copetuda-. La Virgen de Guadalupe mira
a los visitantes, el Cristo padece los clavos en el cuerpo, José Alfredo
Fernández se para frente al altar y nos pide las manos a mí y a Lisandra,
hace una oración con mucha intensidad, como si quisiera trasmitirnos las
notas musicales de su guitarra o hacernos cómplices de los tristes
desencuentros de su alma. Toma brío y salimos de la catedral con el
objetivo de seguir subiendo, varias campanadas anuncian que son las doce
de la noche, hora en que todos suben hacía el cementerio, se encuentra en
un sitio alto, al entrar me impresiono, está totalmente alumbrado, lleno
de veladoras y en cada lápida los familiares celebran la llegada de sus
naturales fallecidos, en las tumbas se encuentran las fotos de los
muertos, ponen encima dulces, comidas y bebidas de todo tipo y en especial
los de la predilección de los difuntos. Cocinan en el cementerio,
todos comen y cantan. La muerte no es dolorosa para ellos, festejan
y comen el pan de muerto hecho con maíz y:
¿?
Nos brindan tequila para que
nuestro organismo entre en calor, temblamos con el frío y el recelo de
saber que estamos en un cementerio donde descansan los cuerpos ancestrales
de los nativos de la isla de Pacanda
Comienza el concierto, los
cinco violines se unen, como si las notas musicales salieran de una misma
mano. Es una noche de lujo en la isla. Silvestre invita a los tres
guitarristas cubanos a que se unan a este sacramento, y la música fluye.
Se derrama en mí la fuerza misteriosa de la noche y dirijo la orquesta.
Los silbidos lejanos se escuchan cada vez más cerca. Prendo un
tabaco Habano y se lo dedico a Nicolás Guillén, a todos los poetas
cubanos que están cerca de la muerte, en el puente de la vida. Silvestre
Revueltas levanta su copa y brinda por mi coterráneo, nosotros lloramos
todas las muertes del mundo, los cubanos no sabemos alegrarnos el día de
muertos. Él prefiere ir a Janitzio, a interpretar la obra
que le dedicó a esta isla, le acompañamos y regresamos al lago
vientre de las tres islas: Janitzio, Pacanda y Jurácuaro. Nuevamente en el yate rodeado
de las aguas sagradas donde los chararis danzan su ritual, las emociones
cada vez más fuertes nos imbrican en sus creencias, comenzamos a reír y
una que otra carcajada hace la emulsión de las razas.
Los timoneles están guiando la embarcación hacía el centro del
lago, Vidal y Víctor anuncian: ¡Tierra a la vista! Es la isla de
Janitzio, como una aparición, las luces se ven escalonadas como si la
Torre Eifel, se levantara del
fondo de las aguas. Janitzio
es la principal de las cinco islas ceñidas al lago de Pátzcuaro. Se
localiza en ella el pequeño y atrayente pueblo de Janitzio, las viviendas
de los habitantes del lugar son formidables, casas blancas con techos de
tejas. Casas que rodean esta isla montaña.
Los habitantes son consagrados en su mayoría a la pesca y al
tejido de complejas redes, como las varucuas (chinchorros), cherémicuas
(redes angostas), guaramútacas y tiruhspétacuas (cucharas). Las dos
primeras se utilizan para aprisionar
el pescado blanco y el charari, mientras que las segundas son para
pescar tiruh. Janitzio está a nuestros
pies y Silvestre Revueltas tiembla como la vez que se sintió inspirado
por esta isla y la hizo imperecedera o ella a él.
En la catedral una danza nos sorprende a todos, son floreos
originales con una gran expresividad. Los indígenas de Janitzio tienen
danzas muy curiosas como la de Los Moros, la bailan en la festividad de Todos los Santos, que
se celebra el dos de noviembre. En el lugar más alto de la
isla se edificó un obelisco de unos 40 m de altura en recordación del
caudillo José María Morelos y Pavón, héroe independentista de México.
Todo aquel que visita a Janitzio sube hasta allí y le rinde homenaje,
tomo varias flores y las pongo a sus pies, miro su altura y en ella veo a nuestra América.
Silvestre es recibido en la
isla con emotividad, nos invita a estar cerca de él, nos unimos y los músicos
levantan sus instrumentos musicales, nosotros le aplaudimos y escucho por
vez primera una canción dedicada a esta porción de tierra, una obra
subyugante desde donde Janitzio nos dice que Silvestre Revueltas es su
novio sublime en esta noche. Nos despedimos y él y los
demás violinistas se quedan en la isla misterio, nosotros volvemos al
lago, lo atravesamos con la misma suerte con que llegamos, son
aproximadamente las dos de la mañana, la frialdad nos hace expulsar humo
por nuestras bocas, el muelle está rodeado de fiesta. Tomamos el auto y
nos encontramos con un mundo de luces, es el pueblo de Pátzcuaro que está
situado al margen del lago del mismo nombre. En tarasco significa lugar
en donde se tiñe de negro. Varias Iglesias y conventos lucen su noche
inmejorable, vemos a los lados de la carretera las ofrendas que se
realizan en la mayoría de los hogares,
entramos a Morelia y sigue la noche despierta, en las afueras de la
catedral más de un millar de velas iluminan las caras de los presentes,
bailan y cantan por los muertos que viven, nosotros llenos de júbilo,
creemos que la muerte sigue allí y que la eternidad nos mantiene presos
de la vida. |
Odalys Leyva Rosabal
odalysleyva@pprincipe.cult.cu
de su libro “Pacanda”
Editó Frente de Afirmación Hispanista, A. C., México, 2008
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