A este argumento le queda bien
que te hayas casado.
Hay contradicciones que no entiendo. Empezar a obrar de acuerdo con ciertas pautas porque una de ellas nos previene un tiempo de acción determinado. Y luego toparse con que hubo pautas falsas o equivocadas que nos ocasionan diferentemente. Esto siempre incluye un equívoco en la primera apreciación del tiempo. Y cambiar la tónica del obrar. Por ejemplo acatar una circunstancia tan real, trivial, absoluta como relativa y transitoria como definitiva, como lo fue el casamiento de Conchita. Un mazacote de gente irreproducible. Tu marido, tan tu marido. Tan mi arrepentimiento, mi error, mi estupidez, mi bondad, mi maldad, como tal vez la verdad devenida por esa fuerza genital de lo ordenado (obligatorio inexorablemente al fin). Entonces una situación fallida, insustancial, descolorida, chocante, forzada, preguntas fatuas y respuestas evasivas y estúpidas. Situación estúpida. ¿Pero corresponde (me pregunto) formalizar una flamante imagen acompasada con la farsa, que nos desmienta, nos mienta en verdad? Es necesario, por respeto a cosas que sólo nos llevan de verdaderas la vigencia de tener un tiempo anterior, que nos preanula, aunque lo genuino, lo basal, lo seminal sea hallarnos (porque buscarnos no nos es verdad, sino habernos forzado), hallarnos en un rostro de dos o tres veces en un tiempo sin historia, sin testigos, sin hábitos, sin cotidianeidad, sub o suprahumano. Y después naufragar en lo trazado, lo inevitablemente nosotros, como es ser siempre lo suficientemente cobardes o valientes como para resistir.
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