Sucio inocente |
Me estaban abriendo el ropero. Él sostenía la linterna y daba las órdenes. Dos soldados y mi camisa de fajina. Él. Me escondí mejor. Debía quedarme toda la hora de instrucción escondido. Ellos no me habían visto. Llegaron los primeros pelotones de vuelta de la corrida. El mío. Me mezclé. Ya lo empezaba a suponer. Podrían ordenar una revisación de equipo. Se me cayeron las cosas sobre la cama de Echane. Levanté una camisa de más. ¡Mi capitán! ¡Papá...! En realidad un mazacote de miedo y careta. ¿Por qué probarme así? Se llevaría el chasco. Pero no llegó la revisación de equipo. ¿Por qué me daba tiempo? A las seis formación. Ropa de fajina. Echane castigado. Sí, es cierto, la tenía. Salvo que..., no, no la tengo. Teniente, capitán, ¡papá! Vergüenza, culpa, odio. La orden era dos minutos después. Formación y revista de equipo. Ahora lo sabe, pero también la gente. El hijo del capitán robó una camisa. Pero no había razón de no confiar o no hablar. Yo podría haberle dicho que el robo al depósito no tenía nada que ver conmigo. Ahora la culpa se la ganó por no confiar. Y yo no soy tan inocente, por desconfiar también. Echane, pobre Echane. También tiene su parte, mostró la hilacha por tener razón. Qué culpa más inocente. Pero qué inocente sucio. Insinuar que del mismo modo pudo ser en el depósito. |
Jorge Lemoine y Bosshardt
De "Te acorralaré hasta matarte"
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