Música insónica |
Las campanas latidas como palomas huecas o corazones de vidrio y sol; el corazón de barro se me derritió laxamente, con el ín-timo sonido de un sabor a miedo o vergüenza. La noche se abrió, la luna bostezaba, y se desperezaron los muebles de la sala —un estático cansancio se amontona—; cabeceó de nuevo la campana. Pasó el tiempo, hasta el último latido, y supe que había sido el último. |
Jorge Lemoine y Bosshardt
De "Te acorralaré hasta matarte"
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