Cacho dos |
Surf and ski acuáticos en cualquier playa. Algún día, creo, dejaré de pensar que soy inteligente y me dedicaré al vulgarismo de ser al fin un río de millones de apenas gotas. Algún día seré una gota. Espero no caer sobre un asado o un charco de miada. (Léase con I.) (Sonámbulo.) Ayer u hoy terminé con los timbos. Hace siglos hoy transcurrí demasiado. Como haber ido y vuelto en un instante. A todo. A la historia, al nunca y seguir como si nada. (Algún pelotudo tira bombas por allí diciendo sandeces como ideal, nacionalismo, montonero. Pelotudo drogado de resentimiento, ya con el ruido a no sé qué. Tal vez a un silencio inhabitable metido en la sangre.)
Con mucha vergüenza de haberme caído del patín o la tabla y ser rescatado del fondo del mar con mucho ruido a sal y a vértice. "Último como un vértice." Así empezaría algo que se tratara del mundo interior. Pocas veces me descalzo la garganta y camino y me raspo y me pincho sin sandalias, sin palabras, sin recodos, sin anteojos que me salven de la franqueza. Me saqué los zapatos pero me los pongo aquí otra vez antes de emprender la arena caliente. Está bien, me pondré los zapatos de irme, y los ojos de nunca y las manos de ramajes despoblados y el silencio azul de los caminantes y la anticipada resignación de los que no vivieron su propia rebelión. Me pongo los zapatos de irme, de muchas partidas (y sólo dudo de mí como ante un espejo donde descubro rostros ajenos y no allí ecos ni sombra siquiera), y siento que yo soy el que pasa, el que les pasó a los otros, el que siempre se va, el que no existe. Porque eso es ser sólo sin distancia, ser ausencia sin partida. Porque parto una vez más y es no haber sido nunca, como caminar sobre el barro sin dejar huellas. Me pongo los zapatos de irme, de haber quedado tantas veces, como perderme el rastro o dejar un hombre existiéndome yo mismo es cada parte y seguir adelante hacia mí mismo tantas veces, tantos testigos, tantos puertos, y el único ojo único, que no puedo quedarme ni dejar en ninguna parte siéndome la larga soledad de los andenes y los zapatos que nunca me descalzo. Tengo miedo (creo) de ser intrascendente, por eso me muestro espiritualizado. |
Jorge Lemoine y Bosshardt
De "Te acorralaré hasta matarte"
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