Obituario |
Al filo del umbral se dice que giró sobre las llagas de sus pies desnudos y se detuvo en la suma de
todos los amores y naufragios. Las comadres del barrio sospechan que murió de pesadillas a la hora en que el lobo suele apurar del miedo los fantasmas y la noche recoge las cenizas del sueño en el recóndito socavón
del abismo. Acaso en una esquina del arrabal contiguo se cierren las ventanas por no saber siquiera que está muerto y en el zaguán las horas vacantes de promesas empañen los cristales en que la imagen última se escurre como
un adiós callado y pudoroso. Desde el cenit las luna en los despojos de un paisaje esquilmado por los gestos profanos del olvido, donde se extingue el vuelo de los pájaros y la sombra discurre los laberintos infectos del sagrario, celebra la jornada indiferente que
fue de su destierro singladura. Sobre la piedra el cielo y en el envés la tumba estremecen de ausencia la sinrazón del verbo y una lágrima. |
Carlos Raúl Lemiña Cortés
elarcondeanaxagoras.crlc@gmail.com
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