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Bipartidismo: continuidad del caudillismo autoritario ¿qué hacer? |
Los acontecimientos nos obligan y exigen a reflexionar sobre nuestra realidad y a preguntarnos qué hacer para derrotar a la oligarquía hondureña que se opone a los cambios de cualquier tipo, siempre y cuando afecte, aunque sea mínimo, sus privilegios, sostenidos por la fuerza y el engaño colectivo desde hace más de cien años. Tal comportamiento retrogrado es contrario a la realidad del continente, si tomamos en cuenta que en Latinoamérica se han ido modificando, en los últimos diez años, las formas de participación y de tránsito para lograr el poder político, consecuencia inmediata, por un lado, del fracaso del modelo neoliberal, que con sus ajustes estructurales provocaron la pauperización de la mayoría de la población; por otro, por el agotamiento y desgaste de las formas orgánicas partidarias tradicionales caudillistas, que han perdido credibilidad y dejado de ser los actores principales en el funcionamiento de la democracia liberal predominante en el continente. La crisis de los partidos sin ser un hecho aislado ha tenido un efecto en la cultura política y de ahí el surgimiento de un planteamiento que toma en cuenta la participación ciudadana como elemento novedoso que ha calado e insertado en las sociedades que conforman el mosaico cultural de nuestra América mestiza, aun cuando todavía arrastra los vicios de la sociedad colonial y sufre los efectos negativos de la globalización neoliberal; sin embargo, los pueblos, hoy por hoy, ante la crisis se aglutinan y conforman nuevas identidades de acción colectiva que supera el tradicionalismo representativo parlamentario, de la plutocracia, que se ha sustentado en una democracia electorera, ajena a las demandas insatisfechas de la colectividad que adopta una posición cuestionadora de quienes sustentan el poder en todos los niveles sociales. Lo anterior también indica que los partidos tradicionales se volvieron disfuncionales porque dejaron de lado el rol pedagógico organizador de los ciudadanos y de mediador en la relación sociedad Estado; ya no son la organización única y necesaria en el proceso democratizador de la sociedad. Antecedente histórico en el caso de Honduras: Sabemos que un partido político es una estructura permanente, que una clase social organiza y sostiene, para conquistar y ejercer el poder político. De ahí que estos defiendan los intereses del grupo social que organiza, planifica y dirige el accionar del partido en el escenario político electoral para sostenerse en el poder. Lo anterior contradice lo expresado por los dirigentes y apologistas del bipartidismo hondureño, que tratan de hacernos creer que el partido liberal y el nacional son policlasistas, tomando en cuenta el hecho de que grupos de ciudadanos, procedentes de otras clases sociales, activan con el fin de captar votos durante la campaña electoral y así una mayoría ejerce el sufragio para favorecer a los candidatos del grupo oligárquico dominante. Tal participación, no es determinante ni define a un partido como policlasista, porque la esencia de clase de un partido se determina, no por quienes activan en él, sino por los objetivos planteados en su programa y por la ideología que le sirve de fundamento. Este activismo es promovido a través del clientelismo político que alimenta el oportunismo en un accionar electorero que valida candidaturas escogidas previamente por quienes detentan el poder real: los grupos oligárquicos, que aprovechando los espacios que sirven de transito a un poder visible, sustentado en la demagogia de los planteamientos de candidatos sin base ideológica, pero hábiles componedores cuando se trata de preservar el estatus quo, mostrando una conducta que pone por encima del interés colectivo las “lealtades corporativas, personales y familiares” al margen de los valores ético político y de los postulados constitucionales establecidos. Es importante señalar dos fenómenos que anteceden a la formación de los partidos en Honduras: primero, la fragmentación de la sociedad por los excesos de un localismo difuso, mantenido por grupos sociales en pugna, y la falta de actividades productivas constantes y articuladas, que sirvieran de base a la conformación de la estructura social, no permitieron la consolidación de una clase social que propusiera e impulsara un proyecto de Estado nacional, desligado del pasado colonial. Segundo, la ausencia de este grupo social dirigente en el proceso que urgía cambios que satisficieran las demandas e impulsar la organización política de la sociedad, hizo saltar a la palestra a caudillos militares que se insertan en el poder usando tres vías diferenciadas: El conflicto (revueltas civiles y golpes de Estado), el manifiesto para ganar el apoyo de las corporaciones y, las elecciones, a través de un sistema de sufragio restringido legalmente para controlar y limitar la participación. Esta simbiosis, militar-política, se mantiene desde 1843 hasta la fecha y mantienen beligerancia con la variante que responden directamente a las directrices del imperio; y de ahí que no nos debe sorprender que los fundadores de los partidos políticos tradicionales, estuvieran ligados al sector castrense o eran militares activos o en retiro. De hecho los militares han tenido el control del poder en casi todas las administraciones gubernamentales precedentes. Y siempre han sido defensores de los grupos de poder e intereses económicos y políticos endógenos y exógenos. Los partidos surgieron en un momento histórico, cuando se van conformando grupos de poder más homogenizados en cuanto al control de los medios de producción se refiere y no es una coincidencia que en ese momento ya estaba operando una transnacional minera y los comerciantes del banano habían solicitado una contrata concesionaria para explotar la tierras más fértiles del país en una región donde las maderas preciosas, particularmente la caoba, era abundante. Por iniciativa del general Luis Bogran, se convocó una reunión en Tegucigalpa, para el día 8 de febrero de 1891 con el fin único de organizar el Partido Nacional; pero los convencionales no estuvieron de acuerdo con el nombre propuesto por Bogran y le denominaron Partido Progresista, además propusieron como candidato a la presidencia a Ponciano Leiva. Este grupo se convirtió en una facción política, sin postulados ideológicos ni programa que lo identificara con posturas filosóficas o corrientes del pensamiento modernista o positivista; fue hasta once años después, un 27 de febrero de 1902, que tal facción logró convertirse en el Partido Nacional, fundado por iniciativa del General Manuel Bonilla, sin dejar las ideas que corresponden a un comportamiento antropológico propio del colonialismo español. Fue Policarpo Bonilla quien convocó la primera Convención que se reunió el 5 de febrero de 1891 con el fin de organizar el partido Liberal, que en la actualidad no difiere en nada con el partido nacional, considerado como ultraconservador. En aquella fecha, los convencionales asistentes fueron los siguientes: Miguel R. Dávila (Tegucigalpa), Salvador Aguirre (Comayagua), Santiago Cervantes (La Paz), Gonzalo Mejía Nolasco (Intibucá), Marcial Soto (Choluteca), y Rómulo E. Durón (Copán). El Partido Liberal desde esa fecha adoptó los postulados del liberalismo clásico, que enumeramos así: • La inviolabilidad de la vida humana, pero en la praxis, como gobierno, han sido intolerantes violadores de este derecho fundamental. • La seguridad individual y la garantía del hábeas corpus. Los gobiernos liberales han sido represivos, los ejemplos recientes son aleccionadores: Suazo Córdova, Azcona y Micheletti.; • Respeto a la propiedad privada. El derecho de propiedad solo es ejercido a favor de los grupos oligárquicos. • Libertad de palabra. Los gobiernos liberales y sus líderes han sido intolerantes ante las ideas revolucionarias y socialistas. Hombres connotados como Angel Zúñiga Huete y Ramón Villeda Morales fueron voceros del anticomunismo a ultranza. • Libertad de reunión, asociación, locomoción, enseñanza y comercio, sin otro limite que el derecho de los demás. • Libertad de culto y separación de la iglesia y el estado. • Igualdad civil y política, sufragio, directo y separación de los poderes del estado. En esta reunión no se planteó nada nuevo que relacionara estos postulados clásicos con la realidad hondureña, surgiendo así, un partido liberal desligado de la realidad y sin compromiso alguno para transformar esa realidad en beneficio de la sociedad hondureña. Los partidos políticos surgieron ligados a los intereses de los grupos latifundistas y el interés transnacional. Partidos y clases sociales en Honduras Como hemos expresado, los partidos políticos representan intereses de clases sociales históricamente determinadas, en nuestro caso a una oligarquía ultraderechista y corrupta; por eso no es casual el comportamiento que los aparta de la idea de transformar el Estado con el fin de construir una sociedad esencialmente solidaria, donde el bienestar colectivo sea una constante, superando la violación de los derechos de la persona humana a través de un proceso de transformación que permita elevar la calidad de vida y crear las condiciones jurídicas, materiales, culturales y ambientales para que los pueblos se desarrollen física y espiritualmente. Afirmamos lo siguiente, partiendo de la evidencia que se manifiesta en efectos “perversos y degenerativos de la democracia” que impacta negativamente en el desarrollo y funcionamiento de los partidos, que al perder su dinámica pierden su esencia y de ahí la evidencia de un comportamiento con características negativas visibles, como las siguientes: Los partidos tradicionales nunca adoptaron el principio de la solidaridad y de ahí que el interés colectivo siempre ha sido desplazado por los intereses de grupo; es decir, los partidos en Honduras nunca fueron portadores de solidaridad para ser abanderados de los grupos de poder económico endógenos y exógenos. Los partidos tradicionales, en el caso del partido Nacional, Liberal, PDCH, PINU-SD y Unión Democrática, dejaron de ser formadores de opinión y se convirtieron en instrumentos electoreros: primero, porque no adoptaron un método pedagógico de formación política y lejos de esto, maliciosamente impulsan un proceso desideologización del quehacer político; segundo, los medios de comunicación de masas, llamados también el cuarto poder se posesionan de la acción de formar opinión de acuerdo al interés de los grupos oligárquicos que se alternan el poder a través de una dictadura que parece interminable. El papel de los medios de comunicación es de control mental de las grandes masas, la mayoría analfabeta política, alienándolas a través de un proceso de distorsión y manipulación de la información y un manejo constante de mensaje subliminales. En el caso especifico de Honduras los partidos tradicionales sólo se movilizan durante las campañas electorales; no existe una institucionalidad presencial ni mecanismo de filiación y adhesión partidista que identifique a los sujetos actuantes o activista del partido como verdaderos miembros ideologizados y con la formación política que actúen por convicción de acuerdo a los objetivos del partido. Es decir no hay un vinculo orgánico entre el partido y el votante y de ahí el comportamiento de seguir a “lideres mesiánicos” y la ausencia de programas que son la “razón de ser” de todo partido. El ciudadano se identifica con el partido de su preferencia por el color de la bandera, por tradición familiar, por clientelismo o por simpatía con el candidato. Es importante apuntar, también, los partidos políticos tradicionales han sido afectados por las transformaciones sociales, económicas y tecnológicas, producto de la globalización del neoliberalismo, así también ha tenido un efecto negativo sobre los mismos, la socialización mundial de la información que conlleva la globalización de los medios de comunicación cibernéticos a través de la señal satelital. En Honduras, debo decir, tal agotamiento también está determinado por dos fenómenos: 1) Desde un principio el centralismo verticalista y autoritario es una praxis de quienes lideran las instituciones partidarias, negando la participación de la mayoría en la toma de las decisiones; 2) Posteriormente, con la aparición de las corrientes internas (supuestamente para democratizar el funcionamiento institucional) provocaron una anomia que trasformó a los partidos en instrumentos de grupos de poder económico, que al final son los que deciden que candidatos tendrán posibilidades en el juego electoral. Tales fenómenos fueron truncadores de la democracia misma y los partidos lejos de ser socializadores de la ideología y las ideas políticas, son instrumentos de control social y de alienación de las masas. De ahí la dictadura plutocrática que monopoliza el poder con una alternancia periódica falaz de grupos que representan los intereses particulares de una oligarquía conformada por clanes familiares y las transnacionales, particularmente de las que tienen su sede en Estados Unidos de Norteamérica. Empero, debemos ser honestos y apuntar, que a pesar que la institucionalidad partidaria tradicional (liberal y nacionalista) muestra debilidades evidentemente significativas, no implica que su agotamiento conlleva a la desaparición, contrariamente a lo que suponemos, sus dirigentes utilizarán e invertirán recursos cuantiosos para mantener vigencia a través del sostenimiento del poder. Ellos manejan los medios de comunicación que desempeñan un rol efectivo en el control de las masas, pero también el viejo sistema de clientelismo político que da resultado, porque el porcentaje de desempleados es elevado. De ahí que no podemos soñar, ni ser triunfalistas; debemos estar conscientes que todavía tienen fortalezas y oportunidades que se pueden crecer aprovechando las debilidades del Frente Nacional de Resistencia Popular FNRP, convertido actualmente en la oposición real; los partidos oligárquicos tienen expertos que diseñan la propaganda con el fin de mantener su control sobre la masa, es decir mantener sus fortalezas y aprovechar la contra propaganda para debilitar toda oposición y hacen posible sus oportunidades de control del poder político. Los partidos tradicionales oligárquicos y el golpe: No nos engañemos, los dirigentes de los partidos políticos, salvo UD, fueron participes en el golpe de Estado conscientes de su rol; ellos sabían lo que hacían, planificaron e hicieron mediciones por varios meses de anticipación, porque la cuarta urna sólo era un pretexto para dar el zarpazo golpista, provocadas por motivaciones internas relacionadas con los negocios que estaba perdiendo el grupo oligárquico dirigido por familias como los Facusse, los Canahuati, los Atala y Ferrari. Las causales externas tienen que ver con la explotación por parte de las transnacionales de los recursos naturales como el bosque, agua y el petróleo de la región. Sin embargo, hay un factor geopolítico manifiesto y por eso el propósito inmediato del golpe era romper un eslabón, que ellos han considerado débil, para seguir con su escalada de desestabilización política en Centroamérica y continental, con el fin de detener la unidad de los pueblos de América Latina, que se van adhiriendo a la Alternativa Bolivariana ALBA. El golpe en el marco de una estrategia regional: El golpe responde a un plan norteamericanos y las derechas del continente; por eso debemos recordar que la desestabilización es una vieja táctica imperial con la cual logra dividir a los pueblos y por eso no es extraño que esa vieja telaraña política, hacia América Latina, no esté ausente de la administración Obama, que podríamos considerarla como de “continuidad modificada, o perfeccionada”. Por eso, como lo escribió Jorge Alberto Kreyness, las decisiones han sido tomadas en tres direcciones: La primera, es el “redespliegue militar con la reactivación de la Cuarta Flota y la instalación de las nuevas bases en Colombia y Panamá. Se han registrado además vuelos provocativos de la aviación yanqui sobre Venezuela procedentes de Curazao, en este caso debe sumarse además la responsabilidad de Holanda que mantiene sobre esa isla caribeña un dominio colonial. No debe olvidarse la incursión en Ecuador, del ejército colombiano, prácticamente hoy un destacamento de los EE.UU.” La segunda, es la adopción de su postura en defensa, la mayoría de las veces cínica y violenta, de los intereses de las empresas trasnacionales con sede en EE.UU. y el Presidente Zelaya había tocado dichos intereses. La tercera dirección es la “coordinación de las derechas de la región y su puesta en marcha para que formen parte activa de la contraofensiva de los EE.UU.” con el fin especifico de recuperar las posiciones perdidas en lo que va del nuevo siglo. De ahí que debemos estar conscientes que nos enfrentamos a un enemigo sumamente poderoso y peligroso. En lo que se refiere al golpe, quiero ser optimista, y por eso afirmo que la táctica imperial les falló, porque la medición no fue lo suficientemente objetiva ni jurídica ni políticamente, ya que no se tomó en cuenta factores internos y externos que pusieron en precario los planes de los conspiradores: Primero: la correlación de fuerza internacional no gira alrededor del interés de la gran potencia y los gobiernos de los Estados no están dispuestos a reconocer gobiernos de facto porque son un mal precedente para la democracia latinoamericana que todavía tiene debilidades jurídicas; por otro lado existe una visión internacional tendiente a fortalecer las democracias con políticas de desarrollo fundamentado en la vigencia de los derechos humanos de primera, segunda y tercera generación. En este sentido la comunidad internacional apoya todo esfuerzo de dar mayor participación a los ciudadanos en la toma de decisiones de importancia nacional y que en Honduras, antes y durante el gobierno de Manuel Zelaya, se había ido incorporando, aunque lentamente, en el marco jurídico nacional a través de la Ley de Municipalidades y en la Ley de participación ciudadana aprobada por el congreso nacional al inicio de la administración de Zelaya Rosales. Segundo: Las condiciones subjetivas internas son diferentes a las décadas del cincuenta, sesenta y setenta, cuando Honduras fue el corolario de cinco golpes de estado propiciado por los militares, de los cuales dos fueron contra gobiernos electos por los votantes en elecciones legalmente convocadas. La población en un 70 por ciento era analfabeta y su participación organizada era incipiente y limitada. No contaron los golpistas con este factor que se vuelve determinante en este caso, es decir, de ganar una base social, lo suficientemente fuerte que apoye una postura o una acción política aunque sea a través de la fuerza bruta. El apoyo que reciben los golpistas es engañoso y no se puede considerar para indicar que en Honduras la sociedad está dividida como quisieron presentar ante la opinión pública. Si es cierto que algunos no toman partido por temor o por la confusión que genera la desinformación mediática, que ha tenido poco efecto sobre la opinión pública. En el pasado, antes de la globalización de la comunicación de masas, nos engañaban fácilmente con las mentiras difundidas por los medios de comunicación y pregonadas por los mismos heraldos del oscurantismo que en el presente han pretendido confundir a la población con mentiras prefabricadas en los laboratorios de la CIA o por especialistas de la ultraderecha venezolana, que encontraron eco en los grupos de poder económico, político y militar recalcitrantes de Honduras, que siempre se han opuesto a todo cambio, y que a través de sus diarios, radios y televisoras estigmatizaron la encuesta de opinión no vinculante, calificándola como un peligro “comunista” chavista. Tercero: La Constitución vigente le da el derecho al pueblo a no reconocer un gobierno usurpador y derecho a la desobediencia. La anti democracia del actual marco jurídico Debemos estar claros, la intervención directa y descarada de los Halcones (derecha guerrerista) de EE.UU y la CIA y los grupos de poder claramente señalados, en el golpe de Estado en Honduras, es una evidencia irrefutable, que la democracia representativa en nuestro país y en otros, es frágil, porque el marco jurídico predominante responde a mantener el estado de cosas, perpetuando en el poder a quienes defienden sus privilegios a cualquier precio; por eso la intolerancia ante ideas y planteamiento nuevos es una praxis cotidiana, aunque muchas veces imperceptible; la gran potencia con sus aliados siguen y seguirán oponiéndose al desarrollo de las ideas y de la conformación del pensamiento nacional, que permita que el común de los hondureños, en nuestro caso, compartan una visión de país, de mirar de frente la vida y confrontar la realidad para transformarla en beneficio de todos y todas. Después de varios días de resistencia popular, de marchas pacificas, de represión, de persecución y asesinatos selectivos (articulación del terrorismo de Estado) del bombardeo mediático que nos asedia con la calumnias burda, como parte de una guerra psicológica, la gente se incorpora y otros se cansan, aunque no se retiran, el pueblo sigue firme, participando de diferentes formas en la resistencia; empero el desgaste tarde o temprano llegará, por eso debemos hacer un alto para reflexionar y actuar con serenidad; debemos estar preparados para combinar esfuerzos que nos permitan seguir hacia delante, hasta lograr el objetivo estratégico: la nueva Constitución de la República que supere los postulados del liberalismo clásico de la actual legislación vigente, que restringe los derechos humanos (civiles y políticos y los económicos, sociales y culturales) que son el fundamente del desarrollo nacional en el marco de una democracia participativa. Debemos estar cocientes que la lucha recién inicia y que los golpistas seguirán dando la pelea utilizando la guerra sucia de baja intensidad, y tratarán de desgastarnos, de llevarnos al cansancio y a la renuncia de nuestro deber patriótico de alcanzar el objetivo de sustituir el resquebrajado y frágil marco jurídico vigente, que sólo sirve a ciertos grupos. No podemos olvidar que intentaron arrastrarnos para que participáramos en un proceso electoral con el fin de legitimar las posiciones políticas de los golpistas; gracias al trabajo activo del Frente de Resistencia la mayoría de nuestro pueblo no cayó en el engaño ni fuimos transigentes con aquellos que nos traicionaron y violentaron nuestro derecho a opinar, llegando hasta el asesinato de nuestros compañeras y compañeras. Pero ha llegado el momento de dar un paso a tras con el fin prepararnos orgánicamente, de crear una estructura que nos permita para tomar el impulso necesario en esta lucha que no resultará fácil y que nos exigirá dar lo mejor de nosotros la entrega y el sacrificio para que la esperanza deje de ser una incertidumbre y sea una certeza. Una fortaleza actual es que sabemos que el golpe de Estado nos ha despertado, porque hemos sido victimas “del engaño necio, propio y de los demás”, que la mayoría no podía discernir las promesas políticas e incluso nos habíamos dejado engañar por los falsos pastores, traidores de la fe, vendedores de indulgencias y milagros, que ya se quitaron la máscara. De ahí que hasta el 28 de junio no tuviéramos claridad en nuestro caminar y el horizonte era borroso por el engaño y la enajenación mediática, por la manipulación que proviene de las instancias más altas del poder político y económico. En este proceso iniciado el 28 de junio, convertida en una jornada de lucha, el pueblo hondureño ha crecido, elevando sus niveles de conciencia en cuanto a su realidad y su papel histórico. Hemos logrado encontrar los puntos de coincidencias máximos: a) Identificamos al enemigo común (internos y externos) b) Desarrollamos, creativamente, formas de lucha. Fuimos disciplinados obedeciendo y participando en la resistencia de manera pacifica. c) Tenemos claridad en cuanto a la alternativa de poder: La Constitución. Estas coincidencias máximas nos mantienen unidos, pero el escenario y la coyuntura cambia y debemos mantener esa unidad: Debemos trabajar en una estructura organizativa que responda a esa nueva coyuntura y que nos permita participar en cualquier escenario, aplicando cualquier forma de lucha. Una organización que sea capaz de movilizar a la masa para elevar sus niveles de conciencia y de participación efectiva, que cada liderazgo local sea capaz de interpretar y de articular su accionar local con los grandes objetivos del Frente Nacional de Resistencia Popular a nivel nacional. Es decir que cada organismo se mueva par convertir las reivindicaciones mínimas en reivindicaciones máximas. De ahí el imperativo de que participemos en un proceso pedagógico organizativo que eleve nuestros niveles de comprensión política. Tengo entendido que esta es la tarea prioritaria del FNRP. La tarea es impostergable: organizarnos en los colectivos de la resistencia: en cada municipio, barrios, colonias, aldeas, caseríos, asentamientos campesinos, entendiendo que nuestra lucha es política y debe aglutinar a la mayoría en una fuerte estructura con capacidad de movilización y accionar de acuerdo a los objetivos propuestos. En este sentido debemos deslindar las tareas de carácter economicistas de la organización gremial, de las tareas del FNRP cuyo fin es eminentemente político. Hasta hoy la movilización ha girado alrededor de los gremios de trabajadores y esa es una debilidad identificable, en este momento su talón de Aquiles, cómo resulta peligroso el dogmatismo, las actitudes excluyentes, los señalamientos tendenciosos y el oportunismo. Esto provocará contradicciones que pueden ser superadas si actuamos con madurez y hacemos uso de principios democráticos y métodos evaluativos críticos y autocríticos. Evadir la crítica es un síntoma de tiranía de unos sobre otros. El presente nos obliga imperativamente a impulsar un proceso de organización política de nuevo tipo, capaz de impulsar una alianza amplia de reivindicación nacional como expresión consciente de los hondureños que retomando los principios y valores democráticos, asuman como un derecho y una responsabilidad histórica, legítima e irrenunciable, la tarea de enarbolar las banderas del cambio en el marco democrático con el fin de borrar la desesperanza y la desconfianza generada por las acciones anti hondureñistas de la casta política que nos ha gobernado; desconfianza que hoy nos vuelve victimas fácil ante los lobos que se visten de ovejas para lograr su propósitos antipatrióticos. No olvidemos que el pentágono y sus aliados, la oligarquía de las cinco familias, los grupos de poder y el bipartidismo, con su acción golpista, le cerraron la puerta al pueblo para participar en la toma de decisiones, ignorando al Frente de Resistencia, para no reconocer su beligerancia protagónica en esta lucha iniciada desde el 28 de junio; tal hecho se vuelve evidente a través de los acontecimientos pre electorales, cuando se firmó el llamado “acuerdo entre las partes en conflicto” propiciado desde EE.UU, primero a través de la mediación del presidente Arias de Costa Rica, y luego con la intervención directa de Tomas Shannon enviado del imperio. Y si bien es cierto que hemos confiado en el presidente Manuel Zelaya Rosales quien se ha ganado el liderazgo, también es cierto que el Frente Nacional de Resistencia Popular debe ser actor en cada negociación y acción que involucre su presencia, rechazar tal participación, por radicalismo o dogmatismo sectario, es un error táctico que tiene efectos negativos, tomando en cuenta que es el pueblo quien ha puesto los muertos y ha recibido las represiones. En este sentido quienes están enfrente de la Resistencia deben actuar con inteligencia y dejar a un lado los prejuicios y pasiones que puedan alejarnos de los escenarios de lucha política, determinante para el logro del objetivo concreto inmediato de la Resistencia: La Constituyente, sin la cual no puede darse el proceso democratizador con una estructura alternativa de poder de prestigio, en el marco de una nueva normativa jurídica o nuevo “pacto social” como la denominan otros. No debemos olvidar que este pueblo se ha ganado en la calle el derecho de participar; los oligarcas han dicho que el pueblo no tiene derecho a opinar en las decisiones nacionales porque tocan los intereses transnacionales. Ayer nos quejábamos que los golpistas estaban jugando a dilatar la restitución para llegar al 29 de noviembre, manteniendo el poder político y no restituir al presidente; sin lugar a dudas, en este juego sucio participaron los gringos que pretenden mantener en el poder al bipartidismo que apuntala sus intereses económicos y geopolíticos. Ellos sabían que revertir el golpe era contra Estados Unidos y no se darían con la piedra en los dientes, ya han ganado aliados que les hicieron eco en su campaña para darle apoyo al proceso electoral de lo golpistas y que tarde o temprano serán nombraran lovistas con el fin de convencer a la comunidad internacional que es necesario reconocer al gobierno que surgió del actual proceso eleccionario aunque fue fraudulento. En este juego falaz y resbaladizo cayeron muchos de nuestros amigos que creyeron que participar en el proceso eleccionario era una buena táctica par lograr espacios de poder, algunos por ingenuidad otros por oportunismo, pero en todo caso, sin saber que tal postura alimenta los planes de los secuestradores de Honduras, de los que se han mantenido en el poder con prácticas autoritarias, de aquellos que pretenden mantener sus privilegios a como de lugar. Los golpistas se consolidaron política y militarmente; no mirar esto es perder la perspectiva. Pero nosotros somos la mayoría, somos muchos, cuantitativamente somos poder, lo que pasa es que no estamos totalmente conscientes de ese poder, por eso estamos dispersos, hace falta dar un salto cualitativo para convertirnos en una fuerza social revolucionaria, y sólo seremos fuerza si estamos organizados, es decir, si nos convertimos en una organización política, y esta debe surgir del barrio, de la colonia, de la aldea, del caserío. Esto significa poder; poder que moviliza, poder que concientiza, poder que nos lleva hacia una nueva dimensión de participación que nos vuelve invencibles e indetenibles. Es el poder que nos dará protagonismo beligerante y el único camino que nos hará rescatar a Honduras de las garras de la oligarquía árabe y judía que hoy se apoya una casta política corrupta y en el poder de los fusiles empuñados por una fuerza militar regular y paramilitar. De ahí que, urgentemente, el Frente Amplio de Resistencia Popular debe retomar la senda de una verdadera estrategia de lucha unitaria para enfrentarnos al enemigo que esgrime los métodos de la guerra sucia y la mentira repetida del tradicionalismo político; pero, insisto, tal estrategia debe tomar en cuenta que nos enfrentamos a un grupo antagonista con poder económico, que tiene a su servicio una policía que es corrupta y represiva y un ejército servil; definir y señalar a ese poder antagonista es fundamental. Por otro lado, se debe definir las formas de organización política donde no tenga cabida el sectarismo y las posiciones excluyentes, propias de la antidemocracia tradicional. Los actores deben anteponer su voluntarismo e interés y deseo particular. Y por último definir con claridad una alternativa de poder social, que responda a la necesidad objetiva de Honduras y a nuestras aspiraciones de convivir en paz con justicia social. Lo anterior significa aglutinar a los hondureños, independientemente de su militancia partidaria y clase social, alrededor de un planteamiento político que conlleve a obtener una Constitución de la República que le otorgue soberanía real con poder de decisión al pueblo. También implica, además, ir creando las bases para que en un futuro mediato, como pueblo organizado, podamos ejercer el derecho de elegibilidad escogiendo nuestros candidatos, sin que tales grupo nos los impongan como ha sucedido hasta hoy; hasta entonces podremos elegir un gobierno democrático y de unidad nacional que aglutine a los hondureños para retomar la senda del desarrollo en su significado más amplio. Significa también construir una fuerza política que a nivel nacional, facilite la implementación de estrategias y modelos de desarrollo y de vida, acorde con las aspiraciones e intereses municipales, departamentales y del país. Es necesario que el pueblo organizado tome conciencia y se apropie de esta realidad y asuma su papel histórico correspondiente, no se trata de pedir solución, se trata de caminar, de accionar, de participar, de proponer, de convertirnos en pueblo, suponiendo que pueblo etimológicamente significa: “el que tiene poder de decisión” y se convierte en tal cuando está organizado, cuando enarbola una idea, un planteamiento, cuando propone y dispone con el fin de transformar la realidad con un criterio de equidad, solidaridad y construir una sociedad donde el individuo es el objetivo de la sociedad y donde el individuo es un sujeto de cambio constante. Hoy más que nunca estamos seguros que no podemos seguir interpretando el desarrollo como el crecimiento de la economía, al margen de la calidad de vida de los ciudadanos. Se trata de estructurar un modelo de desarrollo integral e integrado, tal como los plateó Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio que decía: “Para ser autentico el desarrollo debe ser integral, es decir promover todo hombre, todo el hombre, a todos los hombres”. Sólo así, pienso, podremos, gobierno y pueblo, dirigir el accionar político hacia la solución de los grandes problemas sociales que afectan a Honduras. No es momento de desfallecimiento y de caer al inmovilismo, de renunciar a la lucha por la constituyente con el fin de restituir el orden constitucional, que ayer pasaba por la restitución del presidente electo por el pueblo, Manuel Zelaya Rosales, y hoy por la aplicación del castigo a quienes violentaron una vez más la Constitución que hipócritamente alegan defender y por la convocatoria de una Constituyente cuyas tareas torales son: v En este momento surge una tarea impostergable: organizarnos en cada municipio, barrios, colonias, aldeas, caseríos, asentamientos campesinos, porque nuestra lucha es política… v El presente nos obliga imperativamente a impulsar un proceso de organización política de nuevo tipo, o una alianza amplia de reivindicación nacional v …urgentemente, el Frente de Resistencia Popular debe retomar la senda de una verdadera estrategia de lucha unitaria para enfrentarnos al tradicionalismo político,… v …se debe definir las formas de organización política donde no tenga cabida el sectarismo y las posiciones excluyentes, propias de la antidemocracia tradicional. Los actores deben anteponer su voluntarismo e interés y deseo particular. v …definir con claridad una alternativa de poder social, que responda a la necesidad objetiva de Honduras y a nuestras aspiraciones de convivir en paz con justicia social. v … ir creando las bases para que en un futuro inmediato elegir un gobierno democrático y de unidad nacional que aglutine a los hondureños para retomar la senda del desarrollo en su significado más amplio. |
César Lazo
clazva@yahoo.com
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