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Desde la comunidad: racialidad y raíces étnicas
 
 

Entrevista con Avelino Víctor Couceiro Rodríguez, profesor, investigador y Dr. En Ciencias sobre Artes
por Rosa María de Lahaye Guerra
 

 
 
 

Estudiantes y profesores de la Universidad de la Habana

Rosa María de Lahaye Guerra.- Profesor, conozco su trabajo sobre Antropología Urbana, que ha resultado una suerte de guía conceptual para futuros estudios sobre comunidades en contextos urbanos. Hoy quiero que comparta sus apreciaciones sobre la problemática racial en esos espacios comunitarios, a partir de la experiencia de su extenso trabajo de campo.

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez.- De una manera u otra, toda la intensa problemática nacional se refleja en el diario convivir de las comunidades metropolitanas. Por supuesto, la rica racialidad, que como pueblo nos caracteriza, y toda la potencialidad que ello brinda, así como los prejuicios implícitos en cuanto a color, han salido a relucir en este estudio de caso: la clásica “china” que ignora el porqué de sus rasgos, pues en realidad es descendiente de… polacos, y el blanco con algún ancestro negro que ostenta o esconde -en ambos casos, por supuesto, evidencia de prejuicios-, aunque también es obvio quien reconoce tenerlo o no sin prejuicio alguno; el “blanquista” (blanco, negro u otros) antinegro (y el anti todo no blanco) y el “negrista” (negro, blanco y a veces otros) antiblanco (y el anti todo no negro, incluso -o no- antimestizos, a pesar de lo comunes que son los mestizos en sus familias) que potencian su marginación “al otro” hasta la violencia más diversa, incluida la agresión física.

También este estudio evidenció manifestaciones racistas no tan clásicas, como aquel evidente mulato que no quiso reconocerse como tal y prefiere decirse negro, pues “el negro es una raza y el mulato ni raza es”, en claro conflicto de identidad; o sobre todo negros y mulatos que miden el grado de antirracismo por la cantidad de relaciones sexuales interraciales; o de negros, incluidos o no los mestizos, que hay en una candidatura o selección cualquiera; aunque también es cierto que hay selectores por dogmas racistas, contra negros o contra blancos, según los terrenos culturales y sociales en general; o en especial entre blancos, hay quien todavía rechaza una pareja interracial, que a veces, es también criticada por negros y mestizos e, incluso, más allá de la multidireccionalidad del racismo, aquellos blancos que, por mostrarse antirracistas o por puro esnobismo, de alguna manera se pretenden negros o, al menos, mulatos; así como aquellos negros y sobre todo mestizos que con mayor riesgo de ridículo, se pretenden blancos por complejo racista incluso contra sí mismos.

R.M.L.G.- ¿Las tradiciones?

A.V.C.R.- Sí, sí… todo lo anterior se entremezcla con tradiciones incubadoras de racismo, por ejemplo, por sectores: en la colonia, las artes y los trabajos físicos (base de numerosos deportes) eran subvalorados y un blanco que se respetara debía ser médico o abogado (siempre que económicamente pudiera, claro está… lo que retaba a la gran mayoría) por lo que el blanco tenía que ser doblemente revolucionario (sobre todo la mujer) para desarrollar sus talentos artísticos (lo que denomino “marginador marginado”), fenómeno que en la República se acrecentó con los prejuicios sexistas; la vida intelectual era inconcebible en el negro y sus descendientes, a pesar de ejemplos cimeros, todo lo cual ha (de)generado dogmas de todo tipo de racismo que, lamentablemente, sustentan áreas culturales privativas de unos u otros.

El marginador marginado se extiende a todas las marginaciones, exigiendo mucho más a quienes, supuestamente, son beneficiados por algún motivo (no siempre tan así) y compensa con menos exigencias a los, supuestamente, más desfavorecidos.

Ello alcanza al plano estético inclusive, de donde deriva “la rubia tonta”, símbolo de belleza, que no siempre es tal belleza, y aun siéndolo no implica escasa inteligencia; la belleza (siempre relativa y gradual) alcanza todos los colores de piel, cabellos y ojos desde su propia naturaleza; solo hay que saberla apreciar, y el negro no requiere de ojos claros ni cabello “bueno” para ser bello, de la misma forma que abundan los cubanos (y otros latinos) rubios, a los que penosamente, desde el imaginario se les ha negado su propia identidad nacional. A los menos agraciados es más fácil concederles talento, decencia o moral, tal vez con paternalismo por no ser tan valorados en el plano sexual: hagan lo que hagan, deben aprovechar las pocas posibilidades que se les presenten.

Se obvia que hay entre estos últimos quienes incuban cargas negativas, como suerte de venganza contra los que no comparten un destino que ven triste y que no saben embellecer. También es cierto que hay quien conoce su propia belleza (o la cree conocer o se la imagina) y se acomoda en ella sin desarrollar otros talentos; pero esto tampoco se puede absolutizar en la identidad.

En el estudio de caso realizado, las historias de vida han sido esenciales para intimar con respecto a la compleja y variada (en apariencia hasta contradictoria) actitud y forma de pensar en cuanto a racialidad entre los integrantes de una misma comunidad urbana, de la que aquí solo se abre el más pequeño de los abanicos posibles y que ha llegado a detectar niveles de agresividad (gestual, oral y hasta física, en ocasiones de alta violencia y peligrosidad, con resultados fatales que trascienden la franca delincuencia) contenida o explícita, sobre todo, entre algunos negros y mulatos con prejuicios contra los blancos, a quienes insultan como “desaguacatados” mientras más rubios son, como si el sabor (aluden al aguacate) acompañara exclusivamente a los colores de piel más oscuros.

Con tan espinoso tema, sin embargo, no se preocupan por el anonimato y llega a verse como “orgullo de raza” incluso, y a sufrirse en algunas parejas interraciales (más o menos encubierto) en que la posesión sexual (extensible más allá) asume una psicología con estereotipos de género (apenas sin diferencias entre parejas hetero u homosexuales, pero interraciales) de relaciones entre poseedor-poseído, esclavo-esclavista, venganza-redención (en otras ocasiones, la curiosidad a veces simple, a veces morbosa y hasta racista, por “el otro racial”, y hasta la racista necesidad de demostrar que no se es racista) que, por fortuna, en otras muchas parejas interraciales (o no) no asoman y parecen mantenerse en el sano y puro cobijo del amor. Es una de las líneas que mi investigación devela para futuros estudios más profundos en estas y otras comunidades, y que sobrepasen lo epidérmico de algunos enfoques ya obsoletos y simplistas sobre la racialidad, aquí contextualizados.

En un país donde por ley la raza no puede ser obstáculo para nada, se limita el impacto urbano que puedan tener las diversas manifestaciones del racismo, al haber desaparecido legalmente las asociaciones por razas. Por ello, afortunadamente, mayor trascendencia que la miseria moral racista tiene a escala urbana nuestra riqueza racial vista como color de la piel y otros rasgos raciales para evadir como sugería Ortiz, “el engaño de las razas”. En las comunidades que hoy conforman el municipio Plaza de la Revolución y que fueron el estudio de caso, predominan blancos hacia el centro y el sur, excepto en La Dionisia, La Casilda y La Timba, donde abundan mestizos y blancos al igual que en el norte, seguidos por negros y en mucha menor escala, “chinos” (casi siempre descendientes mestizos) y otros, pues típica del carácter metropolitano y cosmopolita es esta riqueza racial que identifica a Cuba, y que se evidencia en sus habitantes y en los visitantes cotidianos que inundan sus calles.

R.M.L.G.- La investigación contempló el análisis de proyectos comunitarios.

A.V.C.R.- Claro. Vimos algunos proyectos comunitarios que acuden a determinadas raíces, pero de otras regiones cubanas y no de estas comunidades concretas que así tergiversan, a menudo de forma exotista, al adulterar la verdadera raíz de esta comunidad e impostar raíces individuales a escala urbana, lo que se interrelaciona con el análisis de los conflictos de identidad de cada sujeto.

En este estudio afloraron quienes insisten (aun de forma inconfesa) en ganar espacios para el negro por el mero hecho de ser negro y no por sus valores humanos y sociales como individuo, o fundamentan su color de piel para cometer desafueros abusivamente (y acusan de racista a todo el que no se los permite) en detrimento de la imagen social de dicha raza, o pretenden vivir de la raza exóticamente, aliados al eurocentrismo como opción supuestamente turística y hasta antirracista, cuando en verdad devela un profundo racismo contra blancos y negros distintivamente. Estos son resultados que obtuve con un colega (Jorge Perera Fernández) allá por el año 1998. Aquel trabajo se titula: Introducción a la demografía para los estudios de identidad comunitaria en el municipio Plaza de la Revolución: única monografía integral especializada sobre el tema, para la cual se contó con el concurso del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, los Comités Municipal y Provincial de Estadísticas, Recursos Laborales, Educación, etc. En los censos se ha verificado que metodológicamente se imponen reservas (margen de error) por las insuficiencias y, a veces, prejuicios o incultura antropológica (llaman mulatos a cualquier mestizo, o negros a los mestizos, etc.) en las fuentes informantes y encuestadoras.

Destáquense aquellas influencias aún más negativas del virulento racismo norteamericano por las vertientes de la nègritude caribeña más que del Rastafari en sí, como culturas de difícil inserción en la historia del racismo cubano. Siempre me gusta enfatizar las diferencias entre el racismo cubano y el estadounidense, menos traumático el caso de Cuba donde, por fortuna y lógicamente, su importación no promete perspectivas.

Rosa María de Lahaye Guerra.- ¿Qué otras cuestiones merecieron atención en su trabajo sobre las comunidades urbanas y el tema racial?

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez.- Bueno, como en toda conversación apresurada tengo que hacer grandes cortes. Espero que sepan disculparme.

No toda la hispanidad pasó a la cultura cubana, como tampoco toda la africanía, y en ambos y otros casos la transculturación marcó las pautas necesarias, lo cual se identifica por regiones del país y resulta de particular interés en un estudio como este. Las hispanidades recontextualizaron aquí distintivamente sus tierras natales más “españoles” que en la propia España (a menudo, todos llamados gallegos sin las otras tantas culturas hispanas, salvo alguna excepción, sobre todo, de los isleños -como si los cubanos no fuéramos también, isleños- o canarios, y luego el vasco, catalán, y otras muy definidas), y otro tanto ocurrió con las africanías (en este caso, por la imposición no del todo lograda, del desarraigo de sus diversas etnias de origen), al margen de su previa y paralela transculturación intranacional, intracontinental e intercontinental, tanto en unos como en otros.

Foto: Roberto Chile

 

Ambas son raíces potentes pero nunca exclusivas, y solo las imágenes reduccionistas, facilistas y dogmáticas han excluido el resto de las raíces, que tanto enriquecen y determinan en disímiles grados y aristas la cultura cubana en su universalidad singular, y que las historias de vida explicitan. Absolutizan el color de piel sobre la cultura y humanidad del sujeto.

R.M.L.G.- ¿Está de acuerdo con las tipologías?

A.V.C.R.- No, no, para nada. Es un error determinar tales raíces solo por los parámetros de la Antropología física, cuando la cultura va mucho más allá de la sangre y del biotipo, y hay que evaluar factores que van desde la convivencia hasta los medios de difusión masiva. Por eso prefiero hablar de las afrodescendencias que de los afrodescendientes; estos últimos suele reducirse equívocamente al color de piel, cuando muchos blancos y chinos son también, afrodescendientes, al margen de la polémica que todas las razas proceden del África, o no… y de que existe un África blanca al norte; igual que también creo que en algún momento habrá que hablar de las eurodescendencias, de las asio-descendencias (chinas, indias, etc.) y de las americano-descendencias, que aunque en nuestro continente todos los humanos provenimos de inmigraciones (incluso los precolombinos) ya son culturas propias que han dotado también con sus huellas al resto del mundo; en ese caso volverá a hablarse de las afrodescendencias, igual que las eurodescendencias, y otras; sin duda alguna, porque la realidad es sistémica, y los conceptos deben ser según la realidad; no al revés.

En Cuba (como en otros países) el mestizaje cultural, al menos en comunidades como las que nos ocupan (urbanas) justamente por su esencia cosmopolita y metropolitana, es mucho mayor, más complejo y rico que el mestizaje étnico, y este mucho mayor, complejo y rico que el racial, que ya es mucho decir. De aquí que estas comunidades resuman magistralmente la nueva identidad que aporta el etnos cubano, definido por Jesús Guanche (1996). Es cierto que en Cuba como se dice popularmente, “quien no tiene de congo tiene de carabalí”; pero falta agregar que quien no tiene de canario tiene de gallego, o de chino, o de precolombino, árabe, hebreo, francés…

R.M.L.G.- ¿El balance de lo que se está realizando?

A.V.C.R.- Rasgos de intolerancia se evidencian dentro de las comunidades cuando supuestos promotores pretenden realizar actividades “africanas” más que cubanas en detrimento de otras, donde esta herencia no alcanzó tales dimensiones e, incluso, se molestan con los vecinos que no acuden a ellas, a los que llaman “ingleses” y pretenden excluir de la “cubanía”: ignoran que “lo inglés” no está tan distante tampoco, de la cubanía. A menudo rechazan la tradicional y mucho más raigal romería (en la barriada de La Plaza, donde fue tradicional atractivo provincial y nacional la Ermita de los Catalanes durante más de medio siglo) por considerarla “blanca”; por otra parte, lo mismo blancos que mestizos y hasta negros participan en proyectos dedicados a las raíces hispanas, aunque raramente rebasen el exotismo folclorista, diversidad que también se aprecia en exponentes de raíces africanas nunca exclusivos, aunque algunos se muestran racistamente exclusivistas.

R.M.L.G.- ¿Y la etnicidad a la que hacía referencia en su presentación?

A.V.C.R.- Más allá de la racialidad que se observa a simple vista, la etnicidad requiere de estudios más profundos y de potenciar mucho más el cosmopolitismo local. Conceptúo la etnicidad como el sistema de identidades de una etnia (del griego etnos, “pueblo”) y que sobre todo en las sociedades complejas algunos ven como grupos culturales dentro del pueblo; si la racialidad estudia las características físicas, la etnicidad trasciende a la cultura entendida como sistema de valores (que incluyen los antivalores), y que entre otras tantas, incluye la cultura racial: lo que se piensa sobre esa racialidad física, incluidos los prejuicios como antivalores… y he ahí la esencia, no por abarcar “mucho más” (no por cuantitativo) sino por profundizar mucho más; es la cultura de la etnia, lo que llevamos por dentro y pensamos y actuamos conforme pensamos; no el continente por fuera, que no es de descartar en tanto hecho objetivo e incluso, por la imagen ante otros y ante nosotros mismos; pero tampoco de absolutizar. Es el camino que nos conduce a entender la universalidad del mestizaje, porque el mestizaje no es, ni con mucho, exclusivamente racial: dentro del mismo color de piel hay mestizaje: el pueblo español es la mezcla de iberos, griegos, romanos… y dentro de ellas, distintas mezclas para el gallego que para el catalán o el vasco… aun cuando todos sean blancos, y sin olvidar que esa llamada “raza blanca” tiene también características físicas muy disímiles: labios gruesos, nariz no tan afilada, cabello rizo, no necesariamente implica ancestros negros; igual que entre los pueblos al sur del Sahara, aun cuando todos sean de piel negra, no todos son los el mismo color negro (no me refiero a más claros ni oscuros: no es el mismo color negro) y además se diferencian por rasgos faciales, estaturas, etc. La diversidad es universal… por suerte.

Muy aburrido y tedioso sería lo contrario, el mundo entero es diverso, cada individuo en cualquier especie tiene sus distinciones, el ser humano no es excepción. En la etnicidad, la raza, o color de piel, es una de sus tantísimas características, ni siquiera la esencial como no sea para temas como este, en continua dialéctica, además, en la que inciden otros muchos factores, como los medios de difusión, para bien o para mal o para ambos a un tiempo y, según cada comunidad, y es racista limitarnos por ella: hemos de ver mucho más allá de la vista, que según algunos, es el más engañoso de los sentidos. La etnicidad nos invita a ver más profundamente, a llegar a la esencia.

A los aportes de otras culturas, que en plena calle se muestran casi inadvertidos por cotidianos y cuya trascendencia no se valora, hay que agregar el cosmopolitismo de la necrópolis Cristóbal Colón, que incluye la impronta japonesa, entre otras, y en el resto del entorno, la huella italiana, estadounidense, francesa, alemana y eslava, con las raíces grecolatinas que se muestran en parques y otros ejemplos escultóricos y arquitectónicos, y muchas más, que no se evidencian tanto en la Antropología física, como en la cultural.

El grado de interrelación personal dentro de estas comunidades con la población flotante, en particular la no nacional, ha cobrado nuevos matices durante los últimos años a partir de los cuentapropistas y el comercio y arrendamiento, tanto oficial como clandestino regular o irregular, o mediante relaciones familiares y personales, así como en paladares (y he aquí influencias brasileñas por los medios de difusión), taxis (de raíz alemana) y otros muchos servicios, todo lo cual potencia los efectos, tanto negativos como positivos, de las más diversas culturas del mundo, sobre todo, en comunidades como estas donde la cadena hotelera es fundamental entre las ventanas que el país necesita, económica y culturalmente, para desarrollarse en interacción con el resto del orbe. Por solo citar otros ejemplos en el estudio de caso citado: los adoquines belgas, los tulipanes holandeses, lo portugués, lo hinduísta, lo iraní, lo francés, lo italiano y lo norteamericano, y por supuesto, lo hebreo tanto asquenazi como sefardí, lo chino, lo árabe y toda la diversidad implícita tanto en las hispanidades como en las africanías.

R.M.L.G.- ¿Considera que los medios de comunicación ayudan en este sentido?

A.V.C.R.- Es inevitable el tema de los medios de comunicación masiva en cualquier estudio contemporáneo, más si de Antropología urbana se trata. Como dijera Alfredo Guevara, es una época en que se piensa según los medios… o casi. Más adelante pudiéramos profundizar en este aspecto.

 

por Rosa María de Lahaye Guerra

 

Publicado, originalmente, en el Portal CubaDebate http://www.cubadebate.cu/, el 24 de noviembre y el 2 de diciembre del 2011

 

Links: http://www.cubadebate.cu/columnas/nosotros/2011/11/24/desde-la-comunidad-racialidad-y-raices-etnicas-i/

 

http://www.cubadebate.cu/columnas/nosotros/2011/12/02/desde-la-comunidad-racialidad-y-raices-etnicas-ii/
 

En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 2 de mayo de 2013


Autorizado  por el entrevistado

 

 

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