epopeya con sus arengas y proclamas iluminadas y fogosas. Y ya se sabe que la voz joven de
Bolívar a los 22 años comenzó a ser profética en el Monte Sacro de Roma cuando al lado de su mentor humanista Don Simón Rodríguez, juró la total liberación de América y se pronunció contundente contra esclavitud y contra las tiranías imperiales de la historia. Estos dos perfiles de
Bolívar: el del heroico batallador y el del caudillo popular con el ala terciada del sombrero, son los que se destacan en mis Cantos de
Épica Bolivariana. En ellos, Bolívar se hace epocal, resucitando entre los muertos y “los vivos” de la “cosa nostra”. De ahí que en un Continente de luchas comuneras por la libertad y la justicia, el
Bolívar liberador se haya puesto a marchar al son de mis octavas reales, para cantar con ritmos que su voz no ha muerto en Santa Marta ni sigue arando en el mar ni predicando en el desierto de las naciones sordas. No,
Bolívar no ha muerto en América, porque sigue siendo el símbolo colectivilizado de la liberación justiciera contra la esclavitud de las clases explotadas y oprimidas. Lucha otrosí el
Bolívar colectivo contra el terrorismo del poder siniestro y contra el neo colonialismo invasor de los buitres multinacionales.
En mi obra épica he pretendido cantar al Bolívar de ayer, al Bolívar de hoy y al
Bolívar del porvenir. Al forjador de cinco repúblicas con la visión extendida al mapa continental en que se avizora una gran patria ideal: la indomericana integradora de todas las razas. Aquella que fue integrada por
héroes populares que lo acompañaron en su lucha por los Orinocos, por los llanos y por las cordilleras andinas y llevaron su mensaje a las pampas del gaucho y del payador a través de San Martín. Lo que se sugiere es que la épica en que se inspiran mis cantos marchan verso a verso por los derroteros bolivarianos con el estímulo de sus arengas y proclamas. Los elementos épicos
están ahí en la contundencia de su voz , de su liderazgo popular, en sus batallas y en ese gigantesco clarín ecológico de sus arengas que inspiró patriotismo a su pueblo y también lirimo a sus seguidores poetas. Uno de ellos, iniciador literario de la epopeya bolivariana fue José Joaquín de Olmedo en cuyo poema histórico, “A la victoria de
Junín, canto a Bolívar”, destaca la imagen del soberano Inca, Huaina-Capa como profeta
indígena que anuncia la batalla de Ayacucho con un gigante libertador, coronado de laureles. La cita al inca en el poema de Olmedo hace que la epopeya bolivariana se ajuste al eslabón precolombiano del nacimiento de nuestra gran patria indo-Americana integrada con la raza bronce.
La vida de Bolívar, sus proclamas, sus ideas y su legado histórico, genera una temática épica que los poetas oficiales de la solemnidad colombiana no han sabido poner a marchar como si la lucha por la libertad y la justicia no siguiese siendo un reto para escribir la verdadera poesía comprometida con el sentimiento del corazón colectivo. Bolívar escribió con ese sentimiento sus proclamas, revelándose también como poeta. Sus proclamas lo convirtieron en el Tirteo gigante antes de convertirse en el
héroe colosal de sus batallas logradas por él, por sus lugartenientes y por su pueblo militante en Carabobo en Boyaca, Pichincha, en Junín y en Ayacucho.
La intensa poesía que hay en las cartas amorosas y en los fogosos discursos de
Bolívar, son textos y piezas oratorias que superan los escritos poéticos en prosa de la llamada modernidad de
hoy. Siendo así, Bolívar fue el primer poeta de la primera modernidad romántica con su poesía amétrica:“Mi delirio sobre el Chimborazo”. Todos los elementos poéticos y alegóricos, los simbolismos, la imaginación, el aire lírico, la elevación mental y los ritmos emotivos, contribuyen a relevar su prosa poética delirante pero
Bolívar, no delira estrictamente: piensa líricamente. Se inspira en sus
pensamientos. La palabra delirio adquiere en Bolívar un valor poético como afortunada metáfora concatenada con la
alegoría divagante de su fantasía sin que llegue al desequilibro de la razón. Por el
contrario: la razón en su mente es una ráfaga de luz conclusiva en sus metas: coronar su ideal con ese “si; puedo retador” de su
férrea voluntad del súper hombre. Ya lo había dicho Bolívar que “su mente se
sentía como encendida por una fuerza exterior superior“ Y esa fuerza era el dios de Colombia, entendiéndose que Colombia era el nombre que se le quiso dar a toda la América por liberar. Su irradiación mental, fulgura poéticamente desde el manto del Iris en que venía envuelto, proveniente del caudaloso Orinoco,
empenachado por el dios de las aguas. La palabra Iris nos expone al poema de la imaginación bolivariana y a la visión de su arco cromático, para entender los distintos matices de su pluralidad ideológica. Para entender, consecuencialmente, su mente librepensadora bajo los matices de todas las étnicas y clases sociales. Bajo el manto del Iris, su delirio consciente con meta segura era identificarse en la cumbre con ese dios
prehistórico adorado por los incas. que peina nieve de años en la cima ¿Y que significa Chimborazo sino el nombre del ancestral dios de los incas, quizás un abuelo de
estirpe Chimu. Por eso bajo la copa del cielo, coronado de nieve, como un abuelo de barbas blancas,
Bolívar lo ve fantasmagóricamente como el “atalaya del universo, destacando los “cabellos canosos del gigante” de los Andes. Acaso en su exploración mental, Bolívar quizás ose escalar el Chimborazo para descubrir telúricamente el perfil rococo con la voz
volcánica de Manco Tupac, fundador imperial de la civilización inca. Lo cierto es que en la poematizada prosa de “Mi delirio sobre el Chimborazo”, Bolívar recoge el reto del tiempo al preguntarle, si puede coronar la meta, para contestar al Tiempo con ese “sí puedo” categórico de su voz rotunda. Y es aquí, desde su delirio , donde su voz consciente y lírica se convierte en voz épica, para poner a marchar sus pensamientos que llevan implícitos su ideas y su destino manifiesto.
Como escritor poeta, Bolívar fue un creador de iluminadas ideas, creador de ideales, de utopías, de ilusiones. Creador de sentimientos colectivos.
Creador de sueños y de realidades. Y en definitiva creador de libertades en el campo amoroso y justiciero, sobre todo creador de una épica biográfica: la de su propia vida batalladora, en la que él, de mediana estatura, fue el
súper héroe colosal. Poeta de su propia vida y de sus propias hazañas, su estro es romántico, revolucionario, telúrico convivido con su tierra, con su raza, con su pueblo. Su estro es también libertario de la literatura hacia el compromiso social, libertario de la palabra hacia sus claridades intrínsecas. Libertario de la antorcha atrincherada de la multitud hasta convertirla en eclosión de luz en la mitad de los cuatro vientos.
La pluma de Bolívar como escritor de proclamas, de arengas, de cartas y de delirios soñados y realizados, no fue la del cisne ostentoso de vuelos cortos, sino la del cóndor mítico, visionario, capaz de otear la totalidad del horizonte americano hasta donde se esconden los buitres. Hasta donde el cóndor se hermana con el quetzal.
Bolívar, como poeta de arengas fulgurantes empleaba metáforas de rayos, pero a la vez los
convertía en truenos, para cantar las verdaderas verdades de la América surgente e insurgente, No rinde culto
Bolívar a la metáfora de la mentira creando paraísos artificiales como lo hacen los demagogos de hoy. Su metáfora se
desenfunda como la tizona para trazarle derroteros a su épica. Su metáfora se dispara como ráfagas para pronunciarse abiertamente contra el sistema feudal que él se propuso destruir con su palabra rayo. Su metáfora, ya fogueada en el combate y en el futuro debate, se esta poniendo en pie de lucha contra neo-colonialismo.
Hay un convencimiento de que el poeta épico es el destructor de los viejos derroteros por donde aún deambulan los espectros del feudalismo. Y el reto es destruir sus torreones con un poeta al estilo de
Bolívar, iconoclasta capaz de derribar las estatuas y basamentos del viejo sistema. Destruir para construir fue la acción épica e
ideología de Bolívar. Héroe y poeta del verso libre de América que no rima sino con la verdad, pero que
recoge el ritmo múltiple de Corazón colectivo. Así, el campeador Bolívar
y el poeta de su propia epopeya comanda su vanguardia con el resplandor de su espada, con el fuego de su verbo y con el el
clarín impactante de su liberación total entre laureles de gloria. |