Entrevista a Carlos Giménez por Viviana Marcela Iriart y Ana María Fernández de Rodríguez Caracas, 1984 |
Carlos
Giménez (Córdoba, Argentina, 13 de abril de 1946) es el
director-fundador del Festival Internacional de Teatro de Caracas, junto con María Teresa
Castillo, una de las grandes hacedoras de la cultura en Venezuela, quién
no dudó en apoyarlo desde 1971, cuando se realizó el primer festival, y
quién luego lo contrató como Director Artístico del Ateneo de Caracas, institución que ella ayudó a formar y de la que
es presidenta.
Carlos es también el fundador y director del Grupo
Rajatabla, con el que ha recorrido ya medio mundo, ganado centenares
de premios y que puso al teatro venezolano en el centro del teatro
mundial. Director
desde la adolescencia,
participa en 1965 en el Primer Festival de Teatro de Nancy con su grupo El Juglar. Tenía 19 años y logra
ya algo imposible para aquella época: sin haberse presentado nunca en
Buenos Aires se proyecta internacionalmente directamente desde Córdoba a
Europa. Posteriormente viajan a Polonia donde el grupo comparte la Mención
de Honor con Alemania Oriental en Varsovia y obtiene el Primer
Premio en Cracovia. A su regreso a Argentina se
encuentra con la indiferencia del mundo teatral porteño frente a sus
logros en Europa. Carlos responde creando en Córdoba el
Primer Festival Nacional de Teatro,
de cuya organización es excluido en el año 1967, al comienzo de la
represión política en su país. Este hecho lo determina a abandonar su
país natal.. |
Esta
entrevista tuvo lugar en ocasión del Festival Pirandello que se realiza en todas las salas y espacios
del Ateneo de Caracas y cuya organización está a su cargo. Según Carlos
Giménez la idea “fundamental para
organizar el Festival viene de la necesidad de relacionar al teatro como
un hecho social dentro de la comunidad en la cual se inserta”, en
este caso la importante colonia de inmigrantes italianos, involucrar a la
empresa privada en el quehacer cultural, llevar la cultura al alcance de
todos los estratos sociales, hechos de los cuales el teatro venezolano ha
vivido un poco al margen. Consecuentemente con esta idea, el Ateneo de
Caracas proyecta organizar anualmente festivales dedicados a otras figuras
importantes del teatro universal. |
P:
Si tuvieras que construir tu biografía mínima, ¿cuáles aspectos de tu
vida escogerías? CG: Mi llegada a Venezuela en noviembre de 1969. Porque eso define mucho, no sólo los aspectos profesionales de mi vida, sino también los aspectos personales, es decir qué es lo que iba a hacer con mi vida y mi profesión.
Después como ese acontecimiento divide mi vida en dos, yendo hacia atrás, a mis experiencias en Argentina, es importante el momento cuando egreso de la escuela en el año 1964 y me voy a Europa. Ahí tomo contacto con un mundo totalmente desconocido y hay un deslumbramiento que significa que por lo menos yo, no voy a quedarme encerrado en los parámetros ni de la ciudad ni del país donde nací. Me doy cuenta que hay un desfase entre lo que yo quiero y lo que mi entorno, mi hábitat, me da.
En
ese entonces conocí a Jacques Lang, que es el director del Festival
Mundial de Nancy, hoy día Ministro de Cultura de Francia, y así es que
en 1964 establezco mi contacto con los festivales internacionales, lo que
va a ser muy importante porque Jacques Lang nos invita a participar en el
año 1965 en el Primer Festival Mundial de Nancy; esta invitación es
extensiva para el grupo de gente que para entonces estábamos en Europa
sin estar todavía constituidos como el grupo El Juglar, cuya creación es
otro hecho importante de mi vida, a pesar de que El Juglar nunca llegó a
tener ni la incidencia ni la repercusión que Rajatabla ha tenido en América
Latina. Esta participación tuvo una enorme importancia si pensamos que se
trató de la ida al Festival Mundial de Nancy y a los Festivales de
Varsovia y Cracovia, en Polonia, en el año 1965, de un grupo teatral de
provincia que no salía de Córdoba para llegar a Buenos Aires, sino que
salía de Córdoba para participar en estos eventos tan importantes. Además
en 1965 arrancan simultáneamente todos los movimientos que van a tener
enorme repercusión en el mundo teatral, como es Nancy, como es Grotowsky,
como es Eugenio Barba, es Jacques Lang, es Els Joglars de Barcelona y La
Comuna de Portugal. En Polonia presentamos una pieza que ganó uno de los
premios del Instituto Internacional de Teatro (ITI-Unesco), llamado “El
Otro Judas” de Abelardo Castillo, uno de los más eminentes
intelectuales argentinos de aquella época y el director de “El
Escarabajo de Oro”. Con esa pieza que yo dirigí ganamos la Mención de
Honor con Alemania Oriental en Varsovia y en Cracovia ganamos el Primer
Premio. |
P:
¿Qué importancia tuvo en tu carrera profesional este éxito en Europa? CG:
Decisiva. Ese momento y posteriormente la fría recepción que tuvimos en
Argentina al presentar la misma obra, determinaron que debía abandonar mi
país. P:
¿Y viniste directamente para Venezuela? CG:
No, arranco en el año 1968 con el que es otro hecho fundamental en mi
vida: una gira por tierra de Córdoba a Caracas, que nos lleva 3 meses.
Vamos a los centros mineros más importantes de Bolivia donde presentamos
nuestros espectáculos. Recuerdo vívidamente la experiencia que tuvimos
en el Chorolque, un pico que está a 5.000 metros sobre el nivel del mar y
que es la mina de estaño más alta del mundo. Allí, como no había luz,
actuamos iluminados por los focos de los mineros, es decir rodeados por 40
mineros que nos iluminaban con sus cascos mientras hacíamos teatro para
niños. Esta gira significó un descubrimiento pavoroso de América
Latina, que va más allá de lo epidérmico. Entramos en contacto con la
miseria total de América Latina. Actuamos además en los centros
pesqueros de Perú, hicimos una gira maravillosa por Perú, actuamos en
Colombia y en 1968 llegamos al Festival de Manizales. En ese festival
presentamos un espectáculo llamado “La Querida Familia”, antología
barroca de Ionesco y el jurado por Ernesto Sábato, Pablo Neruda, Jacques
Lang, Miguel Ángel Asturias, nos otorga un premio. Sin embargo no podemos
llegar a Venezuela todavía y esto lo logramos después de haber
participado en el Segundo Festival de Teatro de Manizales en 1969, donde
conocemos a Omar Arrieche, Director del Teatro Pedagógico Experimental de
Barquisimeto, que nos consigue la visa para entrar por tierra. P:¿Cuándo
se funda Rajatabla? CG:
El 28 de Febrero de 1971, con el estreno de “Tu país está feliz”. En
este momento manifestamos nuestro deseo de formar un grupo con un elenco
estable, un productor estable, una sala propia a largo plazo, que
permitiera una evolución de nuestra estética y un repertorio muy sui
generis que respondiera a las necesidades del grupo. Fueron todas
expectativas que fueron superadas por la realidad del trabajo. En ese
momento pasan cosas importantes como por ejemplo el Festival Internacional
de Teatro de Caracas. P:
¿Ya en ese momento Rajatabla era parte del Ateneo? CG:
Rajatabla casi siempre dependió del Ateneo de una manera más o menos
informal, pero a partir de
los éxitos obtenidos con nuestras presentaciones – “Tu país está
feliz”, “Don Mendo” – y finalmente con el primer espectáculo que
se monta con el nombre de Rajatabla que es “Venezuela tuya”, de Luis
Britto García, pasamos a ser el elenco estable del Ateneo de Caracas. P:
¿Qué importancia se le da en Venezuela al Festival Internacional de
Teatro de Caracas? CG:
Yo personalmente creo que es de importancia vital, porque consolida todo
un aspecto y una filosofía de vida frente al teatro. Sin embargo es un
hecho relativamente incomprendido en todo el contexto venezolano, por la
inversión que esto significa. Es verdad que sería muy beneficioso para
el país si el Estado invirtiera ese dinero en otras prioridades
importantes, como por ejemplo crear una Escuela Nacional de Teatro, una
Compañía Nacional de Teatro, pero
nosotros sabemos que esto no sucede. Nuestro país es el imperio de los
hechos consumados, de la cultura de facto. Yo creo por otra parte, que el
Festival proyecta y genera una relación internacional del teatro
venezolano, le abre nuevas estructuras, eleva el nivel de reflexión,
potencia y califica la labor de nuestros creadores y genera toda una
apertura que incorpora a una gigantesca clase a la actividad teatral,
especialmente a la gente joven. P:
Recordamos que en 1979 sufriste un grave accidente. ¿Qué significó para
ti? CG:
Fue otro de los hechos fundamentales de mi vida. Porque a través del
accidente y a través de la respuesta y de la solidaridad que obtuve, la
adhesión afectiva de la gente, establecí una relación importante con el
país. P:
Este año vas a dirigir “Chuo Gil” en los Estados Unidos, ¿cómo te
preparas para esta nueva experiencia? CG:
Con gran entusiasmo, pues esto significa entrar al teatro profesional de
Estados Unidos, a través de un elenco muy importante, dentro de un
esquema de trabajo diferente y un equipo de producción enorme y un
sistema casi mecánico de producción. Es entrar a un estado de la profesión
que, tal vez, es menos humano pero es muy interesante para transitarlo P:
¿Cuáles crees que son los valores más importantes de tu propuesta
teatral? CG:
En primer lugar que cada vez le tengo más terror a las fórmulas.
Me es difícil racionalizar mi método de trabajo, puedo utilizar 4 o 5
conceptos de Stanislavsky, introducir elementos de la técnica de
Brechtiana, pero yo no soy pedagogo, no soy un maestro. P:
¿Hay
sin embargo fórmulas concretas que rechazas? CG:
No, eso
yo lo hacía al principio, pero cada vez rechazo menos. Hay un camino
recorrido que hay que transitar tarde o temprano. La maravilla del teatro
es ese sentido imposible de aprehender, de que uno nunca sabe qué va a
ocurrir, ese elemento intangible que hacer que un actor pueda representar
de un modo totalmente diferente a como lo había hecho el día anterior.
Invariablemente hay temas que me preocupan como el aspecto de la
intemporalidad: el teatro no es un video, no es una película, sino algo
absolutamente transitorio en su esencia. Sabemos que cuando baja el telón
hemos visto una función que no volverá a repetirse nunca jamás. Otro
tema fundamental es el tema del espacio y el tiempo, y la reacción que
frente a estos dos elementos tienen el director, el actor y el espectador.
Por eso ha habido en mí una marcada preocupación hacia la puesta en
escena y alejarme, como yo creo que lo han hecho los grandes creadores, de
la actuación rutinaria, de la lectura literal del texto. Por ejemplo
Stanislavsky quien realizó la revisión integral del actor, no disociaba
la labor del mismo actor con elementos externos, por ejemplo el olor, decía
que ojala saliera olor del escenario. Y eso es lo que yo llamo la
preocupación por la lectura no literal del espectáculo. P:¿Por
qué has decidido volver a montar “Tu país está feliz”? CG:
Porque mi propuesta estética no va disociada de mi propuesta ideológica.
Yo quiero volver a montar no sólo esa obra sino los 20 espectáculos que
hice aquí. Llevar a cabo una especie de buceo vivo para ver qué ocurrió
con todo lo realizado. La reflexión a lo lejos permite ver las cosas con
un sentido mucho más profundo y a mí personalmente me permite descubrir
qué territorio oculto puedo transitar para hacer una nueva recreación. A
mí se me ha acusado de ser reiterativo y es verdad, soy una especie de
maniqueísta que se encerró en una serie de códigos personales y hasta
que no los termine de agotar no voy a estar libre, son como mis fantasmas
que yo asumo hasta liberarme de ellos. © Ana María Fernández de Rodríguez-
viviana marcela iriart Fotografía: © Marta Mikulán Martin Caracas
mayo 1984 Revista
Intermedio, Caracas, Venezuela.
Nota: El telón se bajó muy pronto para Carlos. Murió el 27 de marzo de 1993. En su corta vida dirigió más de 60 obras de teatro, tuvo inmensos éxitos como “Bolívar”, “Martí, la palabra”, “Tu país está feliz”, “Señor Presidente”, “El Coronel no tiene quien le escriba”, “El Campo”, “La muerte de García Lorca”, “La Honesta persona de Sechuán”, “Casas Muertas”… que le depararon gran cantidad de premios en Venezuela y en el extranjero.
Con Rajatabla recorrió el mundo entero con sus espectáculos, fue invitado a los principales festivales de teatro del mundo y creo muchas de las instituciones más importantes de Venezuela: el Festival Internacional de Teatro de Caracas, el Instituto Universitario de Teatro (IUDET), el Taller Nacional de Teatro, el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela, etc, etc, etc. Dirigió
el Festival Internacional de Teatro de Caracas hasta 1992. Gracias a
Carlos, María Teresa Castillo y todo su equipo, en Venezuela no tuvimos
necesidad de ir a Nueva York, Londres o París, y tener dinero, para ver el mejor teatro del mundo: el mejor teatro venía a
nosotros, a nuestra casa, lo podíamos ver pagando una entrada económica
y en el café Rajatabla nos encontrábamos con Lindsay Kamp, Kantor,
Griselda Gámbaro, Manuel Puig, The Berliner Ensemble, Eva Bergmann, Els
Joglars, Nuria Espert... Y nos sentábamos a sus mesas y hablábamos, y
nos entendíamos aunque no sabíamos
una palabra de alemán, polaco o sueco, porque en teatro el
sentimiento es el idioma universal. Y para ese idioma no se necesitan
palabras. Sólo corazón.
Carlos,
entre otras de sus virtudes, fue
un director que siempre apostó por la dramaturgia venezolana y
latinoamericana. Aunque dirigió clásicos, lo de Carlos fue siempre estar
abriendo caminos, para sí y para otros, para otras, siempre abriendo
caminos con una generosidad que no tenía límites.
Cuando
la dictadura acabó en Argentina, Carlos fue llamado desde su ciudad natal
y le ofrecieron un cargo importante, muy bien remunerado: Carlos viajó y
ayudó a formar el Festival Internacional de Teatro de Córdoba y después
regresó a Venezuela. A su país.
El país que él había elegido como suyo.
En
Córdoba, una sala de teatro lleva su nombre.
En
Caracas no.
Pero
su obra fue tan inmensa que Carlos está siempre presente: él sigue
estando en todo el teatro venezolano así hayan pasado 17 años de su
muerte.
Carlos
no se olvida nunca, aunque ninguna sala lo recuerde.
Su
vacío, todavía, no lo ha llenado nadie. |
© viviana marcela iriart, agosto 2010
Blog: http://vivianamarcelairiart.blogspot.com/
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