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El compadre |
Para Hugo Tulio, Miguel Ángel, Armando y Miroslava. |
El 3 de octubre de 1982 desapareció del entorno físico Hugo Tulio Meléndez Preciado. Cual quier profesor de periodismo reclamaría: “No te pedían acta policiaca, síno puede empezar una nota, menos un testimonio”. Y tendría razón.Militante político, editor, periodista, investigador del campo y promotor de organizaciones sociales y productivas, tejedor del diálogo y el debate multipartidista, abogado de los desposeídos pero también de los amigos, impulsor de la solidaridad con causas populares de otros países, dueño de una buena capacidad de trabajo y cultivador de amistades por encima de partidos e ideologías... Todo eso fue Hugo. Como militante del Revolucionario Institucional, el 2 de octubre de 1968 lo vivió desde la secretaría particular de Gustavo Díaz Ordaz. La conmoción que generó el crimen de lesa humanidad cimbró al priísta joven. El sicoanalista resultó una solución temporal y cara. Solía platicar con desenfado: – Me resultó más práctico y económico ingresar al Partido Comunista.Y ésa era una de las singularidades de Hugo Tulio. Desde 1973, públicamente militaba en el partido llamado entonces invencible y reservadamente actuaba como promotor del PCM. Otro caso semejante fue el de su entrañable amigo Pedro Reyner, ambos pertenecieron a la célula Froylán C. Manjárrez, forjadora de la Unión de Periodistas Democráticos. Penosamente terminaron confrontados por un asunto mercantil. De Hugo Tulio hablamos. Siempre le dijo compadre al editor de Oposición aunque nunca lo fueron formalmente. El motivo fue que el segundo se encontraba en Moscú cubriendo la corresponsalía del semanario y la representación de los comunistas mexicanos, y los gemelos Armando y Miguel Ángel requerían bautizarse. Pero fueron mucho más que parte de la venerada institución del compadrazgo. Hugo introdujo al reportero a diálogos inolvidables con Sergio Méndez Arceo, Guajardo Suárez, Girolamo Prigione y Francisco Trouyet, entre otros. Durante 17 años Meléndez editó la revista México Agrario, que si bien era órgano de la Confederación Nacional Campesina, tenía el sello de su cofundador: promotora del debate y de las plumas que aportaran a la investigación de la sociedad rural y sus migrantes. Esta apertura intelectual la desenvolvía mejor en el ámbito político. Su despacho de San Jerónimo era una plaza pública para los encuentros y desencuentros plurales, también para ligues diversos. Allí convergían alrededor de excelentes carnes asadas y buenos tragos: priístas, panistas, comunistas, socialdemócratas, toda la diversidad política, estrecha aún por cierto, del México de los 70. Académicos y artistas, funcionarios públicos y periodistas, empresarios y legisladores, atendían la convocatoria del tejedor de relaciones y diálogos. Una noche de lluvia los invitados se guarecieron en una pequeña pieza donde quedaron tan juntos que no era preciso seguir a nadie. Pero a Rocío no conforme con ello, de plano le faltó espacio y empezó a accionar con el acompañante de Teresa. – Te molesta si le subo las piernas a tu compañero –preguntó la de Imevisión.– Puedes hacer lo que quieras –contestó con orgulloso desenfado la de Unomásuno.Y la grandota, frondosa periodista de plano atravesó sus piernas sobre el centro del cuerpo del editor, en una acción inscrita en la línea directa al encuentro camaral o bien una excitación sin sentido, en virtud de la presencia de moros con tranchete. El reportero agarró con cuidado los dos formidables troncos y los quitó de encima de su cuerpo, no sin antes aclarar: – A mí sí me molestan, aunque me gustan tus piernas.Rocío entendió que su audacia estaba en el lugar y la hora equivocados. En otra ocasión hizo algo semejante, pero con el pie derecho, por debajo de la mesa del comedor de la casa de importante funcionario público y horas más tarde recibió lo que buscaba, en un Volkswaguen, afuera del famoso despacho de San Jerónimo. Mientras, Hugo batallaba adentro para convencer a la pareja femenina de la exuberante reportera. Ése era también el compadre. Sus amigas y novias acudieron a despedirlo a Félix Cuevas y todas a una le lloraron y juntas lo velaron y recordaron. También llegó el expresidente Luis Echeverría Álvarez y saludó a cada uno de los asistentes, haciendo derroche de fuerza manual. Como colaborador de Ovaciones, Oposición, El Heraldo de México, Personas, Sucesos, Galera, El Machete y Hoy, Hugo Tulio contribuyó a fundar la UPD y formó parte de su primer comité ejecutivo, presidido por Renato Leduc, el telegrafista durante la Revolución mexicana, poeta del tiempo y bohemio impar. Don Renacuajo, le decían sus pares que le querían y respetaban. Al esfuerzo negociador y capacidad de convencimiento de Tulio, se deben las primeras páginas plurales de opinión en un diario capitalino, que por supuesto no fueron las de El Universal –como se cree en amplios círculos–, sino las de Ovaciones de Fernando González Parra, el novio de la entonces joven escritora, hoy madura, premiada y famosa. La extrovertida periodista era la tesorera de la UPD y el editor la auxiliaba. La relación de trabajo y amistad era intensa. Pero a Hugo Tulio no se le escapaba ningún detalle y le dijo: – Compadre, ¿qué no te das cuenta que la tesorera quiere contigo? ¿Te haces o no te gusta? ¡Está rebuena!–No Hugo, es mi amiga y compañera de trabajo, nada más –respondió con cierta molestia el editor, entre otras cosas porque estaba felizmente casado desde hacía unos cuantos meses. Y el casado feliz llegó a su departamento de Nueces 183 y con orgullo mostró un artículo de Últimas Noticias de Excélsior, donde su auxiliada se expresaba en muy buenos términos de él y su trabajo. La reacción de Alba fue de gratuito y desconcertante malestar. Con Ramón Danzós y José Dolores, Meléndez Preciado impulsó la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos, así como uniones de producción, comercialización y crédito, afines a la primera. Su condición de editor de la revista de la CNC no le impedía desenvolverse con soltura y persistencia en la confederación adversaria y ser también una suerte de mecenas de aquellos, como de alguna manera lo fue del editor de Oposición, quien fue despojado por Danzós Palomino de un auto que Hugo tenía destinado para él. Con labia y habilidad, el simpático dirigente social convenció, momentáneamente, al compadre que en forma tardía se arrepintió. Egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, regresó a sus aulas para devolver un poco de lo mucho que recibió. Pero sobre todo brindó asesoría jurídica a organizaciones de trabajadores del campo (CIOAC) y la ciudad (obreros del rastro), la soviética Agencia de Prensa Novosti, la UPD, así como a no pocos de sus muchos amigos, entre ellos el reportero al que primero sufragó la luna de miel en Acapulco y, después, divorció. Pero antes de divorciarlo agotó el repertorio de solidarios consejos no pedidos, que generosamente brindó y su compadre no atendió por ese miedo que siempre tuvo a hacer el ridículo, sobre todo con uno. – ¡Compadre! No hay mujer que se resista a la serenata con el mariachi.¿Cuándo quieres que le llevemos serenata a Alba? El difícil pero sabio silencio fue la respuesta. |
Remembranzas, de Eduardo
Ibarra Aguirre
Primera edición digital: Octubre de 2012
© Eduardo Ibarra Aguirre
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Diseño de portada e interiores:
Héctor Quiñonez Hernández
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