El corazón se paraliza en un momento y deja de latir para siempre. Sólo
que los latidos que le precedieron, la ciencia y tecnología aún no
atinan a saber cuántos fueron.
Nos vamos a pedacitos. Y los que partieron primero se llevan parte de
nuestras vivencias, de nuestra vida.
En estas páginas están la mayor parte de los míos. Aquellos que marcaron
su impronta en el molde inacabado que somos.
También hay ausencias parciales. Como la del organizador político David
Martínez Jalomo. Un hombre entregado a sus tareas que terminó definido
por Arnoldo Martínez Verdugo –el pintor, político e historiador
sinaloense– en la afortunada frase: El alma del PCM en Tamaulipas.
Tan lo fue que pospuso una y otra vez el indispensable y urgente
tratamiento médico frente a un malestar creciente. En la raya, optó por
llevar del Distrito Federal al norte el número uno de Oposición, de
abril de 1970, en el que Rogelio Naranjo mostraba en la portada a un Luis Echeverría Álvarez desplazándose más hacia la derecha que a la
izquierda.
Llegaron los ejemplares del semanario a Tampico-Madero antes que el
candidato presidencial. Pero David –el paciente explicador de las dudas
e interrogantes que le formulaban los muchachos casi hasta el amanecer,
acompañado de un Delicado sin filtro–, ingresó al hospital cuando la
peritonitis no tenía ningún remedio.
O Blanca Cervantes Talavera. La enfermera guerrerense del Seguro Social
que en plena juventud, sin despedirse del novio, decidió incorporarse al
Partido de los Pobres, el de Lucio Cabañas Barrientos, no el de ahora.
Integrada a la guerrilla se enamoró del comandante y ofrendó la vida por
ambos.
Y la aragonesa Fuyola, nacida en Huesca, quien llegó como miles de
republicanos españoles al puerto de Veracruz y se instaló en Morelia,
junto a los famosos niños, en noviembre de 1939. Comunista de toda la
vida, de las imprescindibles, diría el dramaturgo y poeta Brecht, al año
siguiente se registró como Encarnación Martín Miret, en sustitución de
su verdadero nombre: María de la Encarnación Isabel Danilisa Fuyola
Miret.
Ellos y otras se llevaron también trozos de la vida nuestra.
Porque, insisto, nos vamos a pedacitos. Hasta que termina el ciclo
vital. La prolongada en el tiempo individual, muy corta en el espacio
histórico, caminata que emprendimos desde la concepción. |