Aspiro a una riqueza de imágenes
que pueblen con belleza mi memoria.
Conservar el relente de los campos
la dulzura de los jazmines de enero
enhebrar los paisajes de mis ojos
hasta conseguir una sinfonía de miradas.
Lograr una feliz evocación
cuando los cierre y aún entonces
mi vista pueda extenderse
por la vastedad de los llanos,
playas y montañas que ahora transito
realizando inventario esencial de lo que amo.
Acercarme a la muerte
memorando el tacto de la piel que amé
de la hierba que mantuve entre mis manos
la textura de la roca y el durazno
haciendo que la boca retenga el sabor del agua
de aquel manantial solitario que sació mi sed.
Cerrar los ojos para que los trinos
el golpear del mar sobre las costas
la música de Bach y de Vivaldi
de Zanfir y Vangelis, el viento de la llanura
y del desierto, pervivan en mí
cuando sólo recordar me sea posible.
Quiero que perduren en mi espíritu
los paisajes del cielo, las estrellas
los pájaros, el fuego,
la tersura de un rostro amado
el abrazo inolvidable del amigo
la melancolía fructífera de la soledad
y el vano canto de mis palabras
cuando el navío que me transporte al gran sueño
haga sonar su sirena, muera y quizás recién comience. |