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Ya no habrá un amanecer y un sol
ni mañanas calculadas en los ojos
despertadores o camas sin deshacer.
Todo será cobijarse en la tutela
de la noche, sin girar las músicas
ni volcar lenitivos en nuestra boca.
Desde este momento
la entraña devoradora
tendrá algo más para sus hijos
que nunca dejan de pedir.
No habrá intercambios de ideas,
sólo nosotros, destrozados.
Con un suspiro de alivio
y un reencuentro fugaz e inútil
en los espejos,
para al fin perderse,
dejarse arrastrar allá,
nunca y siempre, luz y oscuridad.
Al fin dejar el suplicio.
Centrifugarse, comer vacío
y girar en el aire, eternamente. |