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Guillermo Ibáñez

El firmamento 
del atardecer 
es como un océano 
inaugurado 
para desvanecerse 
en la noche.

Y acaso la calma, 
no sea sólo un estado 
del espíritu 
y necesitemos 
este paisaje, 
este lento transcurrir 
de las horas
esta armonía de ritmos 
y latidos
este perfume del padre 
de los perfumes(1).

Un hombre 
tiene apoyada la frente 
sobre sus dedos 
y ese suave tacto 
libera una energía de fuego 
que se conjuga 
con el agua de su alma.

Quizás, 
más allá del tiempo 
se aclaren las vertientes 
de su voz,
para iniciar el verdadero 
viaje 
al país donde la poesía
es la única anfitriona.

Guillermo Ibáñez
Árbol de la memoria 

Del libro "2 y 2" (1980)

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