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I
Escurrirse del sopor
de la oscuridad.
Clavar los dedos
en piedras de hastío.
Caminar hacia el delirio.
Los rostros demudados.
Consagrar el miedo,
al confín
de las transparencias.
II
Ahondar en boteales
libres imaginarios.
Porque apaciguan con furia
entre aristas de tedio
imponiendo evasiones.
El silencio exacto.
La estación perenne.
Transponer escalones
de memorias y estigmas.
III
Pregonar deseos
entre las esferas vítreas
sin encontrar
motivos audibles.
Llegada al lugar
de la opresión.
Edad sin escrúpulos
que escapa por siglos.
Con solos espacios
y viejos misterios.
La vivencia ausente.
Gastar la luz
en vorágines y sueños.
IV
Heredar la noche y la tierra
el mito silente
en la arena estéril
del joven desierto
suspendido del alambre rojo
que deslumbra el iris,
delante de la sombra que anticipa futuros
sueños de lémures ateridos
la gran confusión
la boca sedienta marchita
la invención de un tiempo
en la llanura del cielo
último estado en la demencia.
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