Leer y escribir con Susana Zanetti: Armonía Somers y La dorada garra de la lectura

ensayo de Agustina Ibañez

agustinaibanez@hotmail.com

Universidad Nacional de Mar del Plata - CONICET, CELEHIS

RESUMEN

El siguiente trabajo aborda el capitulo que Susana Zanetti le dedica a Armonía Somers en su libro La dorada garra de la lectura. Lecturas y lectores de novela en América Latina (2002) con el fin de entablar un diálogo crítico con los postulados teóricos que la teórica argentina propone para el abordaje de la novela Sólo los elefantes encuentran mandrágora (1986) de la escritora uruguaya. Se intentará demostrar cómo la puesta en práctica de lectura/escritura que Zanetti reconoce en esta novela puede ser extendida a la totalidad de la obra somersiana convirtiéndose, más que en una manifestación excepcional, en una praxis omnipresente de su poética. Desde esta perspectiva, leer será trazar redes, reescribir en los márgenes, transformar un texto, desplazarlo, mutilarlo para surcar una escritura y llegar a la génesis de otra: la propia.

ESCRITURA - LECTURA - LECTOR - SUSANA ZANETTI- ARMONÍA SOMERS

La lectura contamina, por lo tanto enferma, y ése es su modo de salvar y dar vida; es, en sí misma, licantrópica, en esa furia de devorar el libro que convierte a uno en otro - ¿al autor?, ¿al lector?, ¿al texto? -distribuyendo fantasmas inasibles

Susana Zanetti, La dorada garra de la lectura

I - Introducción

Pensar la escritura de Armonía Somers (1914-1994) es situarse en el exceso, asumir los riesgos de una literatura que socavaba, agrieta, desborda, cuestiona y hace tambalear todo afán de estaticidad, todo intento de clasificación, toda posibilidad de alcanzar certezas. Pues en sus textos no existen las mesetas ni los oasis. No hay lugar para una mera lectura de consumo en tanto y en cuanto somos nosotros, lectores, los devorados, los deglutidos, los consumidos por la palabra. La escritura nos desafía intimándonos a extraviarnos en ella. Y es que tal vez, la obra de Somers en cierto modo sea eso: una puesta en escena de una praxis de lectura en la que el lector es rumiado por el propio texto. A diferencia de Nietzsche, no sólo un lector vaca-rumiante (2001) sino una escritura rumiante que nos disgrega y tritura en su proceso de pensarse, mutilarse, deshacerse, metamorfosearse, desplazarse y apropiarse de sí misma pero, también, de los otros. En rigor, y si en algún punto todo libro crea una imagen de lector, en Somers será la propia escritura la que, además de darle origen, se encargue de deshacerlo, desgarrarlo, de volver a masticarlo en una especie de canibalismo textual para luego, reconstruirlo y exponer los lineamientos de un modo de leer. Lectura y escritura parecen así, fusionarse. Desafío que conducirá, por consiguiente, al quiebre de las categorías de lector, autor, narrador, pero que, también, abrirá las puertas para la transgresión de la escritura misma y de todo carácter esencialista de identidad.

Desde esta perspectiva, intentar hablar de lector y lectura en Armonía Somers implica conversar, escribir y trazar redes con Susana Zanetti quien en el año 2002, promovida por el deseo de indagar y seguir problematizando sobre los hitos que movilizaron la mayor parte de su actividad intelectual, dedica un capítulo de su libro La dorada garra de la lectura. Lectoras y lectores de novela en América Latina (2002) al análisis de la novela que la crítica no ha dejado de resaltar como la obra monumental de la escritora uruguaya que hoy nos ocupa: Sólo los elefantes encuentran mandrágora (1986). Extenso texto que Somers escribe de manera intermitente entre los años 1972 y 1975 pero cuya publicación se postergará hasta el año 1986 en la ciudad de Buenos Aires. Vale recordar que el aplazamiento de su aparición en el mercado editorial tuvo que ver, en parte, con el inicio de la dictadura militar en Uruguay (1973) pero, fundamentalmente, con el deseo de la autora de transformar dicho texto en su legado literario, la caja negra (Somers 1988: 45) de su escritura. Y es por esta última declaración autoral por la que considero, en parte, necesario volver a pensar esta novela. En efecto, y si dicho texto es producido, al menos desde el anhelo, como testamento escritural entonces, tal vez allí se encuentren diseminadas las claves para desandar y resignificar una poética que desde sus inicios con La mujer desnuda (1950) se supo (o se pudo leer) desbordante, subversiva y transgresora. Estimo, pues, que las teorizaciones y la puesta en práctica de lectura y escritura que Somers lleva a cabo en Sólo los elefantes encuentran mandrágora (1986) permiten no sólo dilucidar y acceder a los modos de lectura de una determinada época tal como lúcidamente lo señaló Zanetti (2002) sino que, asimismo, se convierten en la posibilidad de construir y delinear, ya sea por distancia o por proximidad, las características de su propio público. Forjar, en otras palabras, la emergencia de un nuevo lector. Reto en el que además, subyace y se va trazando el modo de leer y escribir que reclama la estética somersiana.

Para aquilatar la hipótesis de este trabajo, considero oportuno retomar algunos de los interrogantes que Susana Zanetti expone en el Prólogo de su libro La dorada garra de la lectura (2002) y que funcionan, en rigor, como puntapié y germen de estas anotaciones inconclusas: “¿Cómo tejemos nexos entre literatura y público? ¿Cómo se conformaron lectorados y campos de lectura?” (2002: 11). La ficcionalización (Zanetti 2002: 11) de ésta última en la escritura es la entrada que la teórica argentina encuentra para reflexionar sobre las distintas maneras en que una sociedad se ha pensado como lectora. Al respecto, sostiene:

El proyecto reside en comprender cómo, a través de tales ficcionalizaciones, se desea o se disciplina a los lectores, al tiempo que se hacen visibles cuestiones de colocación del escritor, de sus modelos, de sus disputas estéticas e ideológicas, así como cooperan en trazar los horizontes morales, sociales, culturales que circundan la lectura de una etapa. (Zanetti 2002: 14)

En este sentido, y si la ficionalización del leer funciona como una puerta de acceso a la historia de la lectura y como tal, se levanta como la posibilidad de reflexionar sobre la construcción de lectorados entonces, a partir de aquí, y junto con Zanetti deberíamos pensar: qué campo de lectura está construyendo, (des)truyendo y (re)construyendo Armonía Somers para luego, reflexionar sobre el modelo de lector que instala y sobrevuela en Sólo los elefantes encuentran mandrágora pero, también, y de manera extensiva y retrospectiva, en toda su obra.

II - Armonía Somers y la ficcionalización de la lectura

La última novela de Armonía Somers (...) está escrita desde una zona donde leer no es fácil, no es puro consumo de palabras, sorber de un argumento - gaseosa a través de una paja por donde el flujo narrativo pasa sin dificultades. Junto con obras como Yo el supremo de Roa Bastos, Paradiso de Lezama Lima, Bajo el volcán de Malcom Lowry o Adán Buenosayres de Marechal, le recuerda al lector que esa “física de la lectura” de la que hablaba Elías Uñarte en relación a Lautreamónt (otro de los integrantes de su familia ética y estética) puede ser cambiada. Cuando uno penetra en esos libros, más que leerlos, se enzarza en ellos, es cambiado por la travesía. Son los que imposibilitan por completo aplicar los atajos de la “lectura rápida”, los que duran mucho más que la suma lineal de sus signos tipográficos.

              Eduardo Dolpher, “Armonía Somers. Para cercar lo indecible”

Susana Zanetti señala y analiza de manera minuciosa la ficcionalización del acto de leer en Sólo los elefantes encuentran mandrágora (1986). Estrategia que, no obstante, podríamos extender a otros de sus textos tales como Viaje al corazón del día (1986) o De miedo en miedo. (Los manuscritos del río) (1965). Novela, esta última, que desde la complejidad y el caos, nos presenta el fluir mnémico de un narrador sin nombre que envuelto en el miedo y atravesado por conflictos interiores, comienza a escribir y leer una sucesión de manuscritos en los que revisa, analiza y revive su pasado. A medida que los papeles/notas son escritos, el protagonista, en un intento de deshacerse de ellos, los irá arrojando al río. Convirtiéndose, este último, en una especie de almacén de la memoria, un depósito en movimiento de fragmentos recuperados. La novela instala así, una puesta en escena de una autolectoescritura que culminará con la puesta en crisis y la afirmación de una subjetividad (auto)mutilada, vacía. En Sólo los elefantes encuentran mandrágora (1986) la escena de lectura es diferente. Sembrando Flores/ el “caso”/ Fiorella, la protagonista, internada y en estado de observación en un hospital por el padecimiento de una extraña enfermedad llamada quilotórax, lee y pide que se le lean “largas novelas” (Somers 2010: 11). Su pedido y deseo de lecturas, más allá de la manía lectora que la sucumbe, posee exigencias. Rechaza furiosamente las novelas:

Modernas, combativas, de singular estructura (...), con los problemas del mundo entre cubierta y cubierta. Y algunas hechas como al desgaire, con un desaliño afectado de quien quiere pasarse de listo y caminar en zigzag, en círculos o haciendo equilibrio en los pretiles. (Somers 2010: 11)

Elección que muestra un claro recorte y una preferencia de la extensión frente a la brevedad, de lo antiguo a lo moderno, lo clásico a lo rupturista. Ella quiere leer los folletines1 de Enrique Pérez Escrich (1829-1897), desea las novelas que su madre le leía a Abigaíl, esa “vieja maníaca que se las conocía de memoria y no perdonaba capítulos salteados” (Somers 2010: 12). Somos introducidos entonces, en una cadena/genealogía de mujeres lectoras, de lecturas infinitas, individuales pero, también, compartidas. El Ángel, Abigaíl, Sembrando Flores y su madre leen para sí pero, además, para otras y nosotros, a su vez, a partir de la incorporación en la novela de Somers de fragmentos y resúmenes del argumento del folletín de Pérez Escrich titulado Manuscrito de una madre (1872), también devenimos parte de esta telaraña de lectores. Leer se transforma entonces en un acto complejo y refractario: leer para otros, leer para uno mismo; leer en voz alta, en silencio; leer simultáneamente dos y múltiples textos. Situación que se problematiza aún más al llegar al final de la novela y descubrir en un epílogo firmado por Victoria Von Scherrer que ella no es la editora y comentadora del libro tal como lo anticipaba la tapa de la novela somersiana sino la sistematizadora de las notas, narraciones orales y de los Cuadernos de Bitácora que escribe de manera intermitente la protagonista de la historia que veníamos leyendo. A partir de ese momento, las voces puestas en juego en el texto se fusionan, se entrecruzan, se agujerean. La acción de leer pero también, el oír leer se transforman en los móviles que dan lugar a la creación. En rigor, y Zanetti esto lo plantea con una minuciosidad incomparable, la lectura es la que abre las posibilidades de escritura: “Se escribe porque se lee, se escribe porque se escucha leer y porque se relee (...). No hay separaciones nítidas entre quien escribe y lee, pues se trata de una actividad plural, entrañablemente compartida y recreada” (Zanetti 2002: 429). Somers revierte, así, el modo de leer y el modelo de lector del folletín al que, ya desde la dedicatoria que abre su novela, le había rendido homenaje. La parodia de estrategias propias de este género, el juego con la intriga, el abordaje de temáticas que rozan lo escabroso, las historias imbricadas, la intromisión y la interrupción del oyente/público en la historia narrada, van agujereando el modelo de lector pasivo y consumidor de este género popular por antonomasia para dar lugar a un lector productor/escritor de sentidos. Es la lectura de las novelas por entregas pero, asimismo, de cualquier texto lo que lejos de llevar a la evasión darán lugar a una fuga hacia la creación, hacia la escritura de otro texto en el que es imposible trazar los límites entre autor/narrador/lector. La protagonista se confunde y mezcla su historia con la que escucha; arma sus recuerdos a partir de las narraciones oídas, recorta los textos, los desarma, los transforma dando cuenta de, en palabras de Zanetti, que “quien lee o escucha rehace los discursos adueñándose de ellos” (2002: 433). Es el sujeto/lector/oyente quien vuelve a escribirlos/narrarlos en un juego de apropiaciones y desajustes. Estas llamadas lectoras de novelas (Zanetti 2002) marcan e inscriben así, a partir de un modelo enraizado de lectura, una nueva manera de posicionamiento frente al libro. Un pacto de lectura en el que, a diferencia de la lectura identificatoria y simbiótica del folletín, es la lectura misma la que impulsa a dejar el libro, es la escritura en sí misma la que nos induce a salir de ella para comenzar a forjar una nueva: la propia. Reactualizando así, la existencia de un diálogo entre público/lector y autor pero, también, entre ficción y realidad, vida y literatura.

En este sentido, y partiendo de las reflexiones de Zanetti, considero que en Sólo los elefantes encuentran mandrágora Somers expone, a partir de esta ficcionalización del acto de leer del folletín no sólo una ruptura del modelo de lector sino la reformulación y la escenificación de su propia actividad de lecto/escritura. Su mostración de lectores, sus personajes leyendo y releyéndose, escribiendo y reescribiéndose son, en algún punto, una puesta en acto de su tarea de escritura2, una idealización del lector anhelado, una representación de la tarea que el lector debería hacer para descifrar y transitar sus textos. A partir de aquí y si adherimos con Zanetti en que “la lectura contamina (...), es licantrópica, en esa furia de devorar el libro que convierte a uno en otro - ¿al autor?, ¿al lector?, ¿al texto? - , distribuyendo fantasmas inasibles” (2002: 442) entonces, en Somers, leer y escribir serán, al igual que para Sembrando Flores, trazar redes, reescribir en los márgenes, trasformar un texto, desplazarlo, mutilarlo para surcar una escritura y llegar a la génesis de otra: la propia. La ficcionalización de la lectura (Zanetti 2002) es la herramienta que permitirá, pues, no sólo establecer un diálogo y una distancia con un sedimentado modo de leer si no, y en esa recuperación, la construcción y la puesta en escritura de su propia ruta de entrada al texto. La exposición de su propia praxis de lectura.

III - Anotaciones inconclusas

El homenaje a esa literatura menor, a esa literatura de masas, la ficcionalización de la lectura del folletín por parte de la protagonista de Solo los elefantes encuentran mandrágora es lo que posibilita poner en juego un modelo de lector para luego deconstruirlo (Derrida 1971), y dar origen al propio. Armonía Somers realiza un homenaje, da cuenta por aproximación o por distancia de ese modo de leer propio del siglo XVIII y en ese tributo “con respeto”, va trazando nuevos modos de lecturas. Lo cita, lo muestra para establecer contacto y distancia. Va corriendo el modelo para fundar otro, para establecer las claves de lectura de sus propios textos. Y es que, en parte, lo que hacen Sembrando Flores, Victoria Von Scherrer, el Ángel, esa puesta en juego de la lectura pero también de la escritura, es lo que funda las características del lector somersiano. En el homenaje, en la parodia, en la burla, Somers delinea a su lector, funda las bases y las técnicas que subyacen a su escritura. Metamorfosear, manipular, desglosar, citar, mencionar, fusionar voces, fragmentar son algunas de las características de la obra de la escritora uruguaya pero, también, algunos de los desafíos con los cuales uno como lector debe enfrentarse ante su escritura. Al igual que la protagonista de “Solo los elefantes.” nosotros oímos el texto y, a partir de allí, comenzamos a tejer el relato. Interrumpimos, ampliamos, comentamos, nos apropiamos. Leer a Somers es entrar, tal como lo afirma Zanetti, en el estallido de una lectura de goce. Entrar en juego con el texto, deshacernos y transformarnos en parte de ese mundo/texto que se activa a partir del momento en el que caemos en la dorada garra de la lectura (Zanetti 2002).

BIBLIOGRAFÍA

Cuadrado, Jesús (2000). “Los folletines divinos de San Juan Iranzo, que estará en los cielos”. Psicopatología de la viñeta cotidiana. Barcelona, Glénat.

Derrida. Jacques (1971). De la Gramatología, Buenos Aires, Siglo XXI.

Dolpher, Eduardo (1986). “Armonía Somers. Para cercar lo indecible”. La razón. 7 nov.: 26.

Gandolfo, Elvio (1988). “Entrevista a la narradora uruguaya Armonía Somers. En busca de la mandrágora”. La vanguardia. 16 feb.: C-45.

Ibañez, Agustina (2014a). “Intertextualidad y (re) escritura: acerca de La mujer desnuda de Armonía Somers”. Aymará de Llano (coord.), Actas del V Congreso Internacional CELEHIS de Literatura Argentina / Española / Latinoamericana: 1222-1229.

                                    Disponible en: http://www.mdp.edu.ar/humanidades/letras/celehis/congreso/2014/docs/actas2014ccelehis.pdf

Ibañez, Agustina. (2014b). “Cartografías de una (re) escritura: acerca de La mujer desnuda de Armonía Somers”. Ponencia presentada en el VI Congreso Internacional de Letras “Transformaciones culturales: debates de la Teoría, la crítica y la lingüística”, 25 al 29 de noviembre, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.

Nietzsche, Friedrich (2001) [1887]. Genealogía de la moral, España, Biblioteca Edaf.

Somers, Armonía (2010) [1986]. Sólo los elefantes encuentran mandrágora, Buenos Aires, Editorial Cuenco de Plata.

Zanetti, Susana (2002). La dorada garra de la lectura. Lectoras y lectores de novela de América Latina, Rosario, Beatriz Viterbo.

Notas:

1

Vale recordar que este género literario puesto en marcha en el siglo XVIII se caracterizó, más allá del tratamiento de temáticas amorosas, el misterio y lo escabroso, por un intenso ritmo de producción y fragmentación del relato que favorecía el incremento de intriga en el lector constituyéndose en el género popular por antonomasia y la esencia de la cultura popular. (Cuadrado 2000). Por estos rasgos, ha sido considerada una literatura de entretenimiento, esparcimiento y evasión fundamentalmente leída y escrita para un público femenino.

2

Puesta en marcha ya, desde mi perspectiva, en su primer texto La mujer desnuda (1950) a partir del trabajo de reescritura y transformación que muestra la novela entre las publicaciones de 1950, 1951 y 1966 respectivamente. Para profundizar en ello véase: Agustina Ibañez (2014a y 2014b).

 

 

ensayo de Agustina Ibañez

agustinaibanez@hotmail.com

Universidad Nacional de Mar del Plata - CONICET, CELEHIS

 

Publicado, originalmente, en: IX Congreso Internacional Orbis Tertius de Teoría y Crítica Literaria Lectores y lectura - Homenaje a Susana Zanetti

La Plata, 3, 4 y 5 de junio de 2015

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación | Universidad Nacional de La Plata

Link del texto: https://memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.8664/ev.8664.pdf

 

Ver, además:

 

                      Armonía Somers en Letras Uruguay

 

                                                       Agustina Ibañez en Letras Uruguay 

 

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

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