ritmo |
el violinista que hay en mí con su arco insano, el niño que en mí sueña un juguete de fuego, el mar que hay en mí con sus tigres fosfóricos, la garúa que hay en mí y su mojadura fatal, el pobre cristo que hay en mí y sus clavos solícitos, el demonio que a su izquierda le convida gin, la negrura que me habita, mi putez interior y mi piedad se pueden guardar las partituras, los atriles, enfundar los instrumentos y morirse al unísono. Llévense la música hacia la oreja eterna, me cansé de dirigir la orquesta y los virtuosos se creyeron genios. Este cuerpo se retira a ejecutar un teclado de pólvora con músicos de verdad a mil manos por toda américa.
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