Cuando en 1932 Roberto Arlt escribió Trescientos millones, ya era un periodista y narrador de prestigio, con cuatro novelas y varios centenares de aguafuertes publicados. Así como pasa en sus narraciones, en ésta, su primera obra teatral, es la necesidad de alcanzar una realidad fabulada el motor que pone en movimiento el relato. Estrenada en el Teatro del Pueblo cuando estaba en la avenida Corrientes, con dirección de Leónidas Barletta, Trescientos... escenifica las ilusiones de Sofía, una sirvienta que recibe en sueños una herencia millonaria de manos de Rocambole, el protagonista de los folletines del francés Ponson du Terraill, uno de los autores preferidos de Arlt. A más de ocho décadas de su estreno, esta obra vuelve al Teatro del Pueblo (Roque Sáenz Peña 943, lunes a las 20). La dirección es de Martín Althaparro y el elenco está integrado por Eduardo Avendaño, Marcelo Beltran Simo, José Cardozo, Maria Cruz Carot, Cristian Cimminelli, Ricardo Echezuri, Nora Gut, Laura Ledesma, Nicolas Mascialino, Alicia Naya, Verónica Parreño, Rubén Ramírez, Cecilia Rodriguez, Guillermo María Rosasco y Aixa Vegezzi.
Althaparro sostiene ante Página/12 que a la protagonista, al naturalizar su estado de esclavitud, no le queda más remedio que retornar a su insoportable realidad. Su creación onírica, entonces, va en contra de sí misma. “Sofía es la sirvienta de la casa –completa el director–, el objeto de uso sexual del hijo de la patrona y, además de haber sido cosificada, está terminalmente enferma.” No obstante esto, dice, “con una habilidad maravillosa, Arlt escribe una obra que te hace morir de risa”. “Nosotros acentuamos el sarcasmo y la ironía del autor”, remata. En alusión al proceso creativo, Althaparro subraya: “El teatro es colectivo, es en patota. Y valoro mucho que unas veinticinco personas nos hayamos puesto de acuerdo”.
–¿Cómo describiría el mundo que Sofía se inventa en sueños, en relación con la situación que vive?
–Como un espejismo. La mentalidad de esclavitud la persigue en su invención. No logra quebrar su paradigma, pero sin embargo se permite cumplir algunos sueños. Junto a ella viajamos por el mundo en un barco de lujo, nos enamoramos, construimos una familia, disfrutamos de la victoria frente al dolor y la adversidad. Como “directora” de su sueño, Sofía busca las metáforas necesarias para que el drama aparezca con belleza y profundidad, pero debe resolverlo en pocas horas.
–¿Por qué sugiere que la construcción onírica de Sofía va en contra de sí misma?
–Porque no desarrolla estrategias para escapar. Imagino la hostilidad de ese mundo real al cual tanto teme, sin redes de contención. Y si Rocambole busca complacerla, el Galán que sueña es un representante del maltrato hacia la mujer. Además, es ella misma quien, soñando, convoca a la Muerte, que aparece como personaje.
–¿Hay elementos expresivos que se refieren al presente?
–Creo que muchos, que conviven con elementos expresivos de otros días. Hicimos una selección de elementos por su alto poder simbólico. Además, la obra de Antonio Berni está presente en la incorporación de materiales de descarte, residuos industriales y de consumo masivo. Nos pareció una forma de reflexionar sobre la marginalidad poética de Arlt.
–¿Qué diálogo cree que establece esta puesta con el presente?
–Esta puesta habla sobre el mundo de lo posible, sobre la creación de tu propia realidad a partir de tus sueños. En el día a día uno sueña despierto creando mundos paralelos. Pero eso que nos ayuda a salir de la estructura de lo real no nos hace libres. Funciona como píldoras de anestesia temporal. Por eso creo que hay que superar la etapa de la fantasía y pasar a la acción.
Cecilia
Hopkins
