Cubaces tiernos en
abril |
La intervención de los medios de comunicación en la política es una situación de hecho que empezó para Costa Rica en aquellos lejanos tiempos del periódico La Tertulia, del Padre Arista. Corría entonces la primera mitad del siglo XIX y se estrenaba la imprenta.
Y que la política también interviene en los medios es otra situación de hecho, que siempre se ha podido verificar. Aquí y allá, ayer y hoy.
En la era de la videopolítica y de la web, resulta de la mayor actualidad retomar el tema, porque la confusión y la indiferenciación entre los procesos de la opinión pública y los procesos formales en los Poderes del Estado lleva a incalculables consecuencias, aunque ambos y en todos sus extremos son constitutivos de la política. La peor de las derivaciones posibles es que la confusión y la indiferenciación nos alejan de la política real y sobre todo del ciudadano que come cubaces tiernos en abril, aunque nos introduce primero y luego nos puede dejar congelados en el otro mundo, en el universo de la imagen, o en el ciberespacio y en la pantalla televisiva, en la web y en la nube, como sucede a menudo.
1. La ínsula Barataria
Al buen Sancho Panza le traía don Quijote atrasado el cumplimiento de la promesa de que lo haría Gobernador de una ínsula. Y en un recodo del camino, se toparon con poderosos duques que, presto, les tomaron textualmente y al pie de la letra todo el discurso florido y anacrónico del iluso caballero andante y los ingeniosos dichos de su fiel servidor. Los colmaron de atenciones, al caballero y a su asistente, para que en la Corte toda la clase política riera a carcajadas. Era tan sencillo que bastaba seguir la corriente a la dispar pareja. La broma estaba montada por orden superior y subieron al escenario los dos ridículos actores que se la creyeron.
A Quijote los duques le rindieron los honores que le correspondían por su alcurnia y calidades; a Sancho, humilde peón de porqueriza, le ofrecieron que iban a cumplirle la promesa de hacerlo Gobernador de la ínsula Barataria. Pero como parte del aprendizaje de Sancho, y también para medirlo, montaron los duques una jornada de caza. Y así en el bosque el jabalí corría y se les acercaba; cuando todos estaban preparados para la embestida y sacaron los venablos a fin de darle muerte a la furiosa bestia, Sancho escapó despavorido, intentó subir a un árbol, resbaló, se deslizó y quedó colgado boca abajo. En tan incómoda posición gritaba por auxilio. Había quedado colgado de una rama el que iba a ser Gobernador. Lo rescataron, por supuesto. Explicaba entonces Sancho que él no estaba de acuerdo con el sacrificio de la bestia.
Cervantes no necesitó describir la reacción de quienes lo escuchaban. El aspirante a Gobernador despertó lástima, risa, conmiseración o cólera, aunque no lo sabemos con exactitud por el texto, si lo leemos al pie de la letra.
¿Era éste un hecho que indicaba a todas luces la ausencia en Sancho Panza de las calidades, innatas o adquiridas pero propias de la casta política? ¿Le faltaba preparación política? ¿Qué quiso hacer Cervantes al introducir con esta escena de la cotidiana y cruda realidad las páginas correspondientes al gobierno de la ínsula Barataria?
Como este es todo un tema de la academia quijotesca y de la Filosofía Política, solamente tomemos al pie de la letra lo que a continuación escribió el Manco de Lepanto.
Retomemos la escena. A modo de pretexto y para justificar su insolvencia deportiva, Sancho había criticado la caza del jabalí. Pero el duque le replicó que este ejercicio es el más conveniente y necesario. Y abundaba con razones que parecieran tomadas de Maquiavelo. Le dice ahí que la caza es una imagen de la guerra puesto que hay en ella estratagemas, astucias, “incidias”, para vencer al enemigo, y sacaba una conclusión. De acuerdo con el razonamiento ducal, lo mejor que tiene la caza es que no es para todos.
2. “Senatus mala bestia”
Guglielmo Ferrero escribió a finales del siglo XIX y principios del siglo XX varios tratados por los que se le considera uno de los más agudos teóricos del Derecho, la Historia y la Política. Destacan sus títulos “Poder. Los genios invibles de la ciudad”, “Grandeza y decadencia de Roma”, “La mujer del César”, y “Bonaparte en Italia”, entre otros.
Fino observador del poder y de la contradicción entre poderes, estudió durante toda su vida y se replanteó Ferrero una y otra vez el momento político de la Roma imperial que todavía coexistía con las instituciones de la República.
Así Julio César había sido nombrado dictador perpetuo desde febrero del año 44 y el 15 de marzo se dirigió, solo y sin armas, a la sesión senatorial donde lo esperaban sesenta puñales bien afilados y dispuestos a liberarse, para siempre, del dictador perpetuus que había salido de su propio seno. La fecha es recordada porque Julio César cayó apuñalado en ese día que los romanos denominaban los idus de marzo.
De acuerdo con el registro de Plutarco, lo más extraordinario es que un vidente había advertido al gobernante que lo amenazaba un grave peligro, en los idus de marzo, y precisamente ese día, cuando se dirigía a la sesión senatorial, el político llamó al oráculo y en medio de risas Julio César le dijo:
-"Los idus de marzo ya han llegado".
Su tono era retador, casi insolente porque menospreciaba la advertencia que le había hecho. Le enseñaba al humilde vidente su intocable poder y la vacuidad de la astrología judiciaria. El interpelado respondió con suma compasión:
-"Sí, pero aún no han acabado".
Comentaba Ferrero, por su lado, y ya en referencia a la sustancia política de la época imperial, que el senado romano no era un parlamento moderno en el que la abstracta soberanía popular se hiciera presente y fuera operante sino que, más bien, era una auténtica asamblea de soberanos. Entre ellos la República les redistribuía periódicamente las diferentes parcelas de su soberanía metropolitana y provincial.
Cuando César desestimó al vidente que le recordaba el presagio que regía los idus de marzo, se olvidaba que todos los soberanos son por definición animales rabiosos dispuestos a matar a la menor señal de peligro que amenace su poderío.
César ya tenía una exitosa carrera, como militar triunfante había cruzado el Rubicón y también había escrito de su propia mano páginas inmortales. Pero también había desestimado el aforismo latino según el cual “senatus mala bestia”. Y se encaminó solo y desarmado a la sesión senatorial.
Dice Ferrero: César se había expuesto tanto a los zarpazos de la “mala bestia” que bien podía presumirse que poseía ese exceso de coraje que, “como si se tratara de un defecto congénito, suele caracterizar a los hombres predestinados a ser líderes”.
3. ¿Quién decide?
El apego al Derecho como la mejor opción política para darle asiento y estabilidad al ordenamiento social fue reeditado, una y otra vez, en medio de las meditaciones de los hombres que buscaron respuestas al problema de la legitimidad de un gobierno, y al no menos arduo de la guerra y la paz. Ya en el siglo XIX era evidente que el orden político trascendía la legalidad y se traspasaba al sinuoso terreno de la legitimidad.
Por gobierno legítimo se entendía, según este razonamiento, un gobierno eficaz y un gobierno bueno. Pero, ¿cómo y sobre todo, quién lo decide así? El desarrollo de esta cuestión en los prolegómenos del siglo XX quedó expuesto en grandes títulos de hombres de letras como Paul Valery, Charles Maurras, Miguel Angel Asturias, Rodrigo Facio, Ortega y Gasset, Alfonso Reyes, Miguel de Unamuno y en casi todos los volúmenes de uno de los grandes maestros del constitucionalismo contemporáneo, Hans Kelsen.
Para aquilatar y discutir una doctrina como ésta del derecho y el gobierno legítimo, Guglielmo Ferrero (El Poder, Tecnos. Trad. Eloy García) esbozó -entre otras páginas y numerosos abordajes- una suerte de diálogo, en estos términos:
“- La legitimidad de una forma de poder está condicionada a su utilidad.
- Sí, pero ¿por quién y de qué manera podría verificarse esta utilidad?
- Se puede decir que el tal poder es útil cuando los medios de acción que emplea, por su fuerza y estructura, resultan adecuados y proporcionados al fin que se persigue.
- Bien, pero como decía Richelieu, ¿Quién será el juez que valore esos extremos?”
Para el autor estaba muy claro que se trataba de un problema insoluble de la historia, o sea la cuestión de si un poder consigue o no consigue satisfacer el bien público. Hoy, preguntémosnos con Richelieu: ¿Quién será el juez que valore esos extremos? Pero solamente para volver con el texto dialogado de Guglielmo Ferrero:
“- Empero subsiste un punto en el que la discusión se frena buscamente, un punto más allá del cual no cabe la menor duda, ese punto lleva por nombre la salud pública. Un gobernante que no sabe qué hacer frente a esta necesidad, terminará forzosamente siendo víctima propiciatoria de su propia incapacidad… su condena derivará, pues, de la fuerza imparable de los hechos.
- La prueba más evidente de que un gobierno no está en condiciones de asegurar la salud pública estriba, precisamente, en su impotencia para impedir su propia expulsión del poder”.
No podemos hoy dejar de tomar en cuenta al ciudadano que come cubaces tiernos en abril. Ese anónimo personaje representa el parámetro con base en el cual se juzgarán las acciones políticas mejor que lo que pueda fallar el juez de Richelieu. Entre ese sujeto colectivo que subyace en la teoría política contemporánea debemos hurgar.
Tampoco hagamos a un lado el razonamiento sobre la caza que escribiera Cervantes, porque este ejercicio sigue siendo un propedéutico para cualquier aspirante a dirigir la ínsula Barataria.
También hay que repasar la valoración de los más recónditos sentimientos que se ocultan entre los pliegues de los soberanos del senado romano.
Y sobre todo se impone que pensemos en las respuestas plausibles a la pregunta que hiciera el juez de Richelieu. O sea, nada que ver con periódicos ni encuestas, ni con los radionoticieros ni con la imagen, mucho menos con las noticias de la TV porque la política real no siempre aflora o sólo aflora para los duques, los senadores y los jueces. Al ciudadano que come los cubaces tiernos nos cuesta mucho más encontrarlo. Y eso que está a la par nuestra y a él apelamos al conocer los resultados de las encuestas.
Vivimos en la era de la videopolítica. Estamos con la web en el siglo XXI. El proceso de la interrelación entre medios y política comenzó, en nuestro caso, cuando La Tertulia le ganó la lucha por el poder al Gefe José Rafael Gallegos y, por eso, ya es de larga data. (“… a usía le dicen el bizarro bizarrón…”, sentenciaba el periódico en una línea).
Los tiempos cambiaron. Llegamos a la segunda década del siglo XXI. No es que los medios radiales, televisivos o impresos sean poco importantes en esta era de Internet y videopolítica sino que los procesos de opinión pública son un tema de enorme importancia y actualidad, con las innovaciones que están produciéndose, pero se diferencian de los procesos formales en el Estado. Además, tanto unos como otros son solamente partes de la política real, y esto lo enseña un simple repaso de Cervantes, Ferrero y Richelieu. O sencillamente, los cubaces tiernos en abril de don Pepe Figueres.
Mencionamos a José Figueres Ferrer porque es un tema obligado en Costa Rica, una y otra vez. Por eso, en estos días en que se ha retomado la cuestión de las ideologías –en sendas actividades de Liberación Nacional y Convergencia Calderonista, así como en otras de ANFE y CEDAL, en un comunicado de Vanguardia Popular y en el Congreso del PAC-, vale la pena ubicar sus muchas herencias y actualizaciones, para reapropiarnos de ésta en el mundo del siglo XXI y en su realidad política así como en su realidad virtual.
4. La Edad de oro de la TV
La mitología política costarricense registra la presencia incisiva del ícono don Pepe Figueres. ¿En qué mundo?
La ficción televisual vive una Edad de oro, advertía el escritor Richard Russo, guionista galardonado con el Premio Pulitzer 2002 por la serie Empire Falls. La afirmación de Russo se conoció cuando intervino en un programa de la televisión francesa sobre las actualidades periodísticas y culturales, y defendió las interpretaciones más osadas de la cultura mediática que vivimos en el siglo XXI. Exponente de los ambientes neoyorkinos escépticos y secularizados, Russo llevaba sus consideraciones hasta el extremo de que defendió casi una sustitución de la realidad por la realidad virtual.
“¿Estaba Jesús verdaderamente obligado a morir en la cruz?”, se preguntó ante una perpleja audiencia a la que le propuso su propia sobrevaloración de la capacidad configurativa de los mass media, llevada hasta la máxima creación estética imaginable.
Obviamente se refería en su pregunta a la versión cinematográfica de Mel Gibson sobre Jesucristo. Si Richard Russo ceñía sus apreciaciones al surgimiento de las ficciones como realidades en la programación del entretenimiento en los espacios virtuales, los acontecimientos políticos europeos han motivado la más acuciosa consideración, en esta misma vertiente mediática pero referida específicamente a los espacios de información política, empezando por Italia.
5. El ocaso del berlusconismo
Después de sucesivas derrotas electorales y a pesar de las adversas votaciones masivas que había cosechado en su propio feudo de Milán así como en Nápoles y en numerosas ciudades, el saliente primer ministro italiano Silvio Berlusconi ha ganado la partida. Suena a paradoja. Es una contradictoria afirmación que nos ha dejado el año 2011.
Un buen italianista como es el escritor y columnista Antoni Puigverd establecía en el diario La Vanguardia, de Barcelona: “La imago mundi de las clases populares, es Telecinco”. Es que más allá del descalabro electoral del Cavaliere, la realidad mediática que él ha impuesto desde el holding de Teleset se pasó a convertir en una forma de vivir el mundo, sobre todo para los estratos sociales populares. Pero con todo y ser un hecho político contemporáneo, para LLuis Bassets, columnista del periódico madrileño El País, lo más característico del berlusconismo es su ideología mediática y simultáneamente el uso partidista de los medios de comunicación, tanto los medios de su propiedad como los canales de TV públicos que han ido cayendo bajo su control, sometidos todos ellos a la misma degradación cultural y ética, siempre al servicio de sus intereses privados, políticos y económicos. No se puede olvidar que la llegada de Berlusconi al poder significó el caso insólito de un gran patrono de medios de comunicación al que ya no le bastaba con condicionar al poder político, directamente, sino que lo que siempre quiere es gozarlo él y controlarlo él mismo, sin personas interpuestas ni intermediación alguna. Ya como exprimer ministro hay que verlo, ahora, en las graderías del “Giuseppe Meazza” de San Ciro, como su promesa autocumplida de que sigue en la fragua. Y nos preguntamos si sólo de la escuadra milanesa. La separación entre medios de comunicación y gobiernos había desaparecido en la Italia de Berlusconi. Bassets advertía que las dos esferas han pasado a integrarse en una confusión de intereses públicos y privados, personales y gubernamentales, partidistas y societarios, mezcla que resulta absolutamente letal para la democracia, de acuerdo con sus apreciaciones. Concluía el periodista con una advertencia sobre los enormes efectos destructivos que ha tenido una cierta antipolítica, de la que la agrupación Forza Italia, precisamente el partido de Berlusconi, es la más depurada expresión. Organizado como una empresa, este antipartido se fundamenta en la cultura futbolística de los tifosi, la explotación de la imagen de la mujer y la aversión a los impuestos, envuelto todo de una militancia que se inventa culpables de todos los desastres imaginables, crisis económica incluida. Estas toscas ideas políticas –según decía Bassets muy poco antes de la salida de Berlusconi del Quirinale- son “parte de la herencia que nos legará Il Cavaliere” cuando finalmente los italianos le echaran. “Pero su mayor victoria es precisamente la profunda huella de basura y de zafiedad que deja en los medios de comunicación italianos y europeos, un estilo que se ha instalado definitivamente entre nosotros y ha destruido toda posibilidad para una cultura que sea a la vez popular e ilustrada”. 6. La narrativa figuerista de los cubaces tiernos ¿Qué sentido tiene entonces observar los avances de la fusión italiana entre la política vulgarizada y la vulgarizada cultura mediática, atisbados desde este pequeño país del istmo centroamericano? En qué sentido puede operar, en nuestro caso, el mito Figueres y su icono político si no es un indicativo de las rutas de la política real que transitamos en este siglo XXI. Retomemos para este propósito la pregunta de Russo: “¿Estaba Jesús verdaderamente obligado a morir en la cruz?” No hay que caer para responderle al guionista neoyorkino en las elucubraciones del teólogo apóstata Nils Runeberg, de Jorge Luis Borges, porque no se trata de meternos en los laberintos de un falso problema, pero sí retomar la interrogante para abocarnos en la construcción de la política que proponía José Figueres Ferrer. Es curioso que fuera ya en la cúspide de su carrera política y durante la tercera administración de Gobierno, cuando don Pepe escogió una forma literaria narrativa impregnada de poesía para dejarnos uno de sus mejores aportes al pensamiento político costarricense: “Cubaces tiernos en abril”. Dejó de lado por un rato sus tareas de estadista y entonces se abocó a darle forma y palabra a aquella creación estética de tan densa significación. Se puso a recordar sus andanzas juveniles y entonces dejó correr la narrativa que vino a engarzarse con la pura narratividad y con la ideología latinoamericana.
Entonces Figueres sacó los momentos que necesitaba para escribir sobre la admiración que le despertaba la ruta de los migrantes que buscaban tierra y un futuro en la zona de Los Santos, hizo constar su decepcionada mirada que lanzaba sobre las quiebras y las maniobras en el mundo de las altas finanzas de Estados Unidos (era la época del crac), registró las historias de amor y muerte de aquellos seres humanos del último rincón rural costarricense, hizo una apelación a la poesía como manifestación de los más tiernos sentimientos humanos y sobre todo, y como una metáfora de su propia ideología, en aquellas páginas dejó plasmada su convicción en la esperanzadora cosecha de frijoles cubaces que llenaba la frugalidad de las cocinas de leña. No es el momento de proceder a un análisis semántico pero no podemos tampoco dejar desapercibida la serie de contraposiciones significantes de semejante narrativa: la miseria de los migrantes y la utopía de la tierra prometida, la austeridad rural y la sobreabundancia de las altas finanzas, o la violenta confrontación vida-muerte y, finalmente la cotidianeidad expresiva y coloquial ante el poderoso eje de la poesía, entre otras oposiciones que permiten armar un sistema semántico muy propio del hombre que auscultaba su pasado y se proyectaba al futuro.
Andaba con aquello de su propia escritura en la búsqueda de su origen: la manera en que se había edificado él mismo a su sujeto colectivo, al gran incógnito que lo había motivado y al que había encontrado en aquellos sus lejanos años mozos, en Los Santos.
Hoy este texto tiene una enorme actualidad. Cubaces tiernos en abril sigue siendo de lectura obligatoria, pero no como un folleto politiquero sino como un curso introductorio a la vida de todos los costarricenses. Y también como ideología.
Las fuentes del pensamiento político de Figueres son múltiples. Su paso por Estados Unidos y por México le permitieron fatigar varias bibliotecas y aunque no conocemos que este asunto de las lecturas inspiradoras se haya investigado en detalle, pareciera que Adolf Berle y León Tolstoi fueron estudiados y gustados por el acucioso lector que asimiló ambas utopías. La utopía social norteamericana y el agrarismo utópico ruso pueden rastrearse en sus ulteriores manifestaciones, en Costa Rica, y en las más explícitas demostraciones ideológicas de Figueres. Cabe preguntarnos en qué momento habría asimilado a su incondicional José Martí y si alimentó en lecturas la conspiración libertadora que los animaba, en el siglo XIX y en el siglo XX.
¿Qué otra cosa leemos además de estas dos fuentes que fueron Tolstoi y Berle en los Cubaces tiernos en abril? Poesía, pura poesía de la que se recita al calor de los fogones de aquellos años en que el inquieto joven ya se lanzaba de una vez y para siempre a la lucha sin fin.
¿Y hoy de qué sirve? Una mirada muy cuidadosa del berlusconismo y sus ramificaciones en este nuestro medio centroamericano así como del fenómeno comunicativo, específicamente televisivo, o el uso inédito e inusitado de la red en Costa Rica serían de obligada referencia, si es que alguien pretende mantener viva la herencia de Figueres.
La profunda huella de basura y bazofia que deja Berlusconi es más que evidente, hasta en este pequeño país. Y no hace falta repetir la pregunta de Russo sino releer, una vez más, Cubaces tiernos en abril, aunque ya pasó la primera cosecha frijolera de este año y ya cayeron las primeras lluvias de este invierno.
7. Cubaces tiernos en Abril
La vieja propiedad de don Pepe Figueres, en Curridabat, conserva el portón de hierro que él mandó a forjar para colocarlo a la entrada. En una orilla del camino, al comenzar la subida –de tránsito pesado- que va hacia Guayabos y a Concepción de Tres Ríos, se lee todavía en el portón: “Yasnaya Polyana”, que es precisamente el nombre que le había dado el escritor ruso León Tolstoi a su casa solariega. De Rusia a Curridabat, al repetir este nombre quiso alentar e inmortalizar don Pepe la vigencia de una gran literatura, el sueño bucólico y las utopías agraristas del conde ruso. Fueron logros que convergieron como tres raíces en la obra inmortal de Tolstoi y de las que se hizo eco el entonces Presidente de Costa Rica, en la primera mitad de los años setenta del siglo XX.
Por aquellos días, el mismo hombre que puso el portón de hierro a su Yasnaya Polyana de Curridabat, también escribió la narración “Cubaces tiernos en abril”. Ambos gestos de don José Figueres Ferrer resumen sus ideas y utopías, así como la dimensión universal en la que se instalaba -porque pudo trascender de manera absoluta todos los localismos. Se expresó así mejor que en sus propios volúmenes de política, economía y sociedad, pero repitió la cumbre que se expresa en la Segunda Proclama del Ejército de Liberación Nacional, suscrita por el Comandante en Jefe el 1 de abril de 1948 en el cuartel rebelde de Tarrazú.
El cuento se ubica geográficamente en la misma zona montañosa de Los Santos aunque nos introduce en el lejanísimo mundo rural de “Yasnaya Polyana”. Escribió don Pepe: “El pueblito de Frailes está montado sobre uno de los cerros de Tarrazú, a la mitad de la Ruta del Sur, o sea el viejo camino de carreta que bajaba por el centro del país como una columna vertebral, desde la Plaza González Víquez, en San José, por la Cuesta del Tablazo, montaña arriba y montaña abajo, hasta los valles acogedores de Tarrazú, Dota y Copey”.
Se revelan de manera indudable, en este texto, las dos adhesiones que hizo Figueres cuando leyó a Tolstoi.
Encontramos en estas páginas suyas los ecos latinoamericanos de las utopías sociales más benévolas del ya lejano siglo XX, los que a su vez le fueron alimentados a él por Joaquín García Monge y Rogelio Sotela, de acuerdo con la mención explícita que hace el autor de aquel periodista-escritor del “Repertorio Americano” y del poeta-periodista.
Pues bien, vamos por el cuento de los frijoles los cubaces. Entre las líneas de su texto, asegura don Pepe que una chayotera -que es “la vaca del pobre”-, germinaba en el patio trasero de la casa que el protagonista de la historia literaria –un telegrafista que escribe en primera persona- tenía en el Alto de Frailes, y advierte que aquella enredadera le daba de comer todo el año: cuando no quelites, chayotes celes o sazones, o raíces.
Varios cubaces que iban entre la basura doméstica –cuenta- cayeron en el patio de tierra fertilizada de aquel comunicador de los días de telégrafo. Se combinaron aquellos granos perdidos, el humus que se había enriquecido por las acumulaciones de varios años, y los salpiques de agua que se originaban en la pila de la casa, y se unieron de tal manera que en su Huerto de Cándido –parafraseando a Voltaire- terminó prosperando aquel siembro no planificado.
Observador del hecho que transcurría de manera impensada en su patio, el telegrafista se dio cuenta de lo que tenía a la vista. Y tras percatarse se abocó al cuido de las plantas frijoleras que nacían y crecían.
“Yo les ayudé a trepar por los bejucos de chayote, les estuve echando agua todo el resto del verano, y los vi crecer y vestirse de flores rojas cuando todo era sequedad alrededor”.
¿Qué había ocurrido? Sigamos leyendo al narrador:
“Milagro! Sin querer había descubierto el milagro de la agricultura de riego, que no depende de las lluvias ni de las estaciones del año. Y mucho antes de los meses de Junio y Julio, que son los de vendimia, coseché cubaces tiernos bajo el puro sol de Abril”.
De esta manera, más adelante, cuando prosigue la narración con una nueva referencia a su innovación agronómica, el protagonista invita a un distinguido visitante que ha recibido en su casa y le ofrece con frugalidad de aquellos cubaces cosechados en el patio, entre las ramas de la chayotera. Y transcribe del diálogo estas frases:
“-¿Ha oído usted hablar del milagro de la agricultura de riego?, le pregunté. –Yo la he estado experimentando durante varios meses. Consiste en sembrar al revés, de cara al verano, y estar regando los siembros. Suceden cosas extraordinarias. ¿Ha visto usted alguna vez cubaces tiernos en Abril?”
En esta narrativa se nos revela don Pepe por uno de sus aportes extraordinarios que lo convierten en el prócer de la historia, uno de los fundadores de Costa Rica pero proyectado en lo universal.
La otra parte de la leyenda figuerista está condensada en una anécdota que queremos traer a colación porque calza con este perfil de hombre de campo -o “agricultor”, que era el adjetivo profesional al que recurrían los varones en sus cédulas de identidad-; corresponde a los días en que transcurrían unas celebraciones de la Anexión de Guanacaste, allá por los años setenta.
Cuentan los bagaceños que andaba el entonces Presidente Figueres en un recorrido por las tierras guanacastecas y que ahí por La Irma visitó a un amigo. Quería conocer el hato bovino que como gran novedad, por la innovación genética, se acababa de introducir en Abangares. Y en una breve escala el Presidente observó los animales de aquella raza, unos en el corral, otros que pastaban, y él preguntaba y tomaba nota, observaba de nuevo y hacía nuevas preguntas, indagaba detalles y volvía a mirar.
Se la pasó pregunte que pregunte y eso que atrasaba la llegada a Liberia y Nicoya porque eran las fiestas de la Anexión, según relatan aún los lugareños. Por aquella vez no lo inquietaron las evocaciones legendarias de don Cupertino Briceño ni las de don Valedor Martínez que, sobre todo en el mes de Julio, llegan aún junto con las epopeyas guanacastecas que resuenan del fondo del siglo XIX.
Semanas después, se encontró de nuevo con el innovador ganadero, y entonces don Pepe le transmitió algunas de las conclusiones a las que había llegado y que lo hacían desistir a él –como Presidente- de la recomendación del ganado de marras. “Las orejas no se comen”, le manifestó.
En efecto, la raza que recién se importaba se caracterizaba por las largas orejas y por la altura que le dan un porte imponente y, a primera vista engaña, pues lo que realmente busca el ganadero es el rendimiento en la pesa.
Puesto el cálamo a correr y hechos los números combinados con las edades de los animales a partir de las observaciones, había llegado el entonces Presidente a aquella conclusión suya que, por cierto, todavía repiten los ganaderos cuando pesan ejemplares que no se caracterizan por el rendimiento en carne: “Las orejas no se comen”.
Los cubaces cultivados exitosamente con riego, fuera de estación pero para cosechar en Abril, y las orejas como señal de que aquellas reses no daban el mejor rendimiento, a pesar de todas las otras señales de desarrollo, como la altura y la corpulencia, son dos enseñanzas importantes que hizo Figueres.
Si atendemos a la experimentación y a las observaciones de don Pepe, podemos cosechar cubaces tiernos en Abril sin tener que esperarnos hasta Julio pero, igualmente, se desaconseja la cría del ganado orejón que -para las fiestas guanacastecas de Julio de aquel año de 1972- conociera el infatigable viajero y acucioso observador.
Estas líneas nos hablan de un Figueres maduro y de los días en que el estadista se encontraba, por tercera vez, al frente del Gobierno costarricense. Atrás habían quedado los afanes del estudiante en Estados Unidos, las penurias del exiliado político en México; estaban superadas las conspiraciones caribeñas y las frustraciones de la Junta Fundadora de la Segunda República adobadas con la amargura de la Constituyente de 1949 que le constreñía sus propósitos revolucionarios.
También ya había pasado su segundo Gobierno. Estamos ante un Figueres mayor, maduro y que sin dejar jamás la expresión enérgica ni la apelación a las armas cuando lo consideraba necesario, se reconcentraba en las remembranzas de sus verdaderas y arraigadas aficiones de agricultor costarricense. Y escribía sobre el sujeto colectivo que era el pueblo costarricense.
¿Qué se hallaba don Pepe en la rescoldera, a esta altura de su vida, en los años setenta?
Los cubaces tiernos en Abril y los novillos orejones que conociera en un mes de Julio, de modo que junto con esta variedad frijolera y con la innovación pecuaria, recreó el pensador político los coloquios nocturnos de la zona de Los Santos, en los que fulguraban, convocados por la palabra de los contertulios, las descollantes obras de Shakespeare, Poe y Twain, Whitman, Nietzsche y Omar Kayám, Fray Luis de León, Rubén Darío, Rómulo Gallegos, Shelley y Lord Byron sin faltar Voltaire. No podían ausentarse de las evocaciones literarias de Figueres las cumbres vernáculas y él mismo se coloca así entre Brenes Mesén, García Monge y Rogelio Sotela. Y nos llama mucho la atención una mención de Proust que lanza en passant.
Es este adulto mayor que se encontraba en la cúspide de su carrera política y durante su tercera administración de Gobierno, el que escogió la forma literaria narrativa, pero impregnada de poesía, para dejarnos uno de sus mejores aportes al pensamiento político costarricense.
Tengamos muy presente que dejaba de lado, y por un rato, sus tareas de estadista, y entonces se abocaba a darle forma y palabra a aquella creación con todos los materiales inéditos que se hallaban soterrados en la memoria.
Entonces el viejo pensador de Yasnaya Polyana sacó los momentos que necesitaba para escribir sobre la admiración que le despertaba la ruta de esperanza. Era la ruta que caminaban los migrantes que buscaban una tierra y un futuro en la zona de Los Santos y El General, pero siempre bajo la sombra de la muerte. Allá encontraba don Pepe Figueres a su propio sujeto histórico y a su destino político.
El crudo invierno era por entonces más cruel que nunca. Antes de la construcción del puente –exclama y escribe el memorioso Figueres-, “el Tarrazú se llevaba a veces la carreta, los bueyes y el boyero”.
Como innato fabulador, Figueres contrapuso a su mundo rural -devenido en Paraíso mitológico de su sujeto colectivo-, otro mundo que, por oposición, se recargaba de la negatividad. Hizo constar así su decepcionada mirada que lanzaba sobre las quiebras de empresas y las maniobras en el mundo de las altas finanzas de la economía internacional y de Estados Unidos, lo que igualmente había conocido en su juventud de estudiante. Era nada menos que el Gran Crac, corrían los años veinte. Así lo dejó consignado:
“Para el hombre de campo de Costa Rica, que poco sabe de movimientos bursátiles, la Gran Crisis Mundial fue un tiempo de increíble penuria y retroceso. Yo moriré recordando aquellos años. En un mundo de banqueros y bolsinistas internacionales, donde había abundancia de todo, pero no se podía comprar ni vender nada, ni conseguir trabajo, por falta de “liquidez” (que no se come), los expertos financieros recomendaban prudencia, y sobre todo estabilidad monetaria. Entre tanto, el hambre cundía”.
También registró el político -que anteponía la escritura de ser humano- las historias de amor y muerte de aquellos humildísimos ciudadanos del último rincón rural costarricense, y dejó igualmente constancia de las tragedias políticas en aquella Vereda del Sur. Pudo hilar e hilvanar el amor, la muerte, la tragedia política, el destierro. Y todo con palabras de una narrativa que hoy tiene vigencia.
Como todo lo de Don Pepe, el texto gustó aunque por supuesto que no en forma unánime. Se publicó por primera vez en el diario Excelsior que se imprimía en Curridabat, y hubo una versión televisiva en la que intervinieron Haydee de Lev, Ana Poltronieri, Guido Sáenz, Kirsten y Mariano Figueres, entre otros.
Hizo Figueres con ello algo así como una metáfora de su propia ideología. En aquellas páginas dejó plasmada su convicción en la esperanzadora cosecha de cubaces que llenaba la frugalidad de las cocinas de leña de los años veinte y treinta del siglo XX.
También dejó constancia de sus dudas ante las innovaciones tecnológicas en Bagaces de Guanacaste. Para salvar a la bucólica Yasnaya Polyana de Curridabat y la utopía de Frailes en Los Santos, el hombre que se llamó José Figueres Ferrer indagó, preguntó y escribió. También actuó. Hoy tiene una enorme actualidad.
|
Oscar
Hidalgo
(Periodista y
politólogo)
ohr52@hotmail.com
Alto Chucuyo de
Tucurrique, 11 de abril del 2012
Editado por el editor de Letras Uruguay
Email: echinope@gmail.com
Twitter: https://twitter.com/echinope
facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/
Ir a índice de ensayo |
Ir a índice de Oscar Hidalgo |
Ir a página inicio |
Ir a índice de autores |