Evolución
del pensamiento y la obra de Rafael Ramírez Castañeda. por Dr. Santos Hernández Medina |
La
historia, la filosofía, y la cultura en general, muestran con suficientes
argumentos que no es posible
revelar la obra de un hombre
al margen de su devenir histórico – cultural, porque cada ser humano es
hijo de su tiempo histórico – cultural. Tenían razón Hegel y Marx,
cuando defendían la idea que todo presente compendia en síntesis
superadora la historia y la cultura que lo engendra.
Según
el Dr. Pupo, “(…) La búsqueda de los orígenes, de antecedentes, en
fin de la historia, es una necesidad inmanente a la naturaleza cultural
del hombre y a la sociedad en general. Es una vocación universalizada. Es
que para saber qué somos, qué seremos, la mediación qué fuimos, de dónde
venimos siempre aparece como duende merodeante.
La búsqueda dialógica pasado-presente-futuro es constitutiva de todo
quehacer humano.
¿Será
que el presente reproduce en síntesis, o de modo compendiado el pasado?
¿Es que el presente sólo puede preludiar el futuro, lo por venir,
indagando en el pasado histórico? ¿Tiene razón Nicolás Heredia cuando afirma que los pueblos sin tradición, “son (...) colectividades anónimas de la Historia”?[1], Incluso varios pensadores han expresado que el que no tiene tradición está obligado a inventarla o a reconstruirla para poder vivir. En
torno a esto se puede estar de acuerdo, discrepar, disentir. Pero la vida
misma muestra todos los días que el devenir humano es un perenne miraje
histórico de la cultura que nos hace hombre, persona humana. Un constante
diálogo entre el presente y el pasado para acceder al futuro.”[2]
En
esta investigación asumimos el devenir histórico cultural del Maestro
Ramírez Castañeda, su contexto e influencia como momentos esenciales
para poder explicar la esencia de su filosofía de la educación y de su
mundo espiritual y práctico, en general. 1. El hombre. Su contexto e influencias teórico-filosóficas.
En
este capítulo se analiza la evolución del pensamiento filosófico
y la obra educativa del profesor Rafael Ramírez Castañeda: El
hombre, su contexto e
influencias teóricas pedagógicas, su
entorno familiar, su cosmovisión humanista y sus determinaciones
educativas y culturales, así como la especificidad de su obra teórica y
práctica.
Se
analiza el inicio de su vida profesional y cómo fue influenciado por el
positivismo, pero con un matiz humanista y no puramente cientificista. Su
pensamiento es un reflejo del positivismo de Gabino Barreda, aunque
evoluciona hasta negarlo, asumiendo otras concepciones europeas y
norteamericanas, particularmente
las propias de su país y de América Latina. Se nota en él una clara
actitud electivista.
De
allí retoma Ramírez, la
idea de constituir una
escuela que buscara la solidaridad de los campesinos o la ayuda mutua
entre ellos, la cual debía tener
como finalidad la conquista de una excelente
prosperidad social.
También
podemos apreciar en este capítulo la forma muy particular de su
pensamiento filosófico, encaminada a elevar el sentido de
responsabilidad, forjando siempre
la verdad y la bondad, para lograr la libertad de pensamiento y escalar a
planos superiores de conciencia, permitiéndole
la reconciliación consigo mismo y la
paz espiritual que los conlleve a un mejor bienestar cultural, y por ende
a reforzar su esquema axiológico con toda la diversidad existente.
Ramírez
buscaba con este tipo de filosofía consolidar el desarrollo de una
educación esencialmente humanista. Una
concepción del universo donde hombre, sociedad, cultura y naturaleza se
vinculen de manera armoniosa.
Se
ha hablado de muchos hombres
que con las armas han defendido a la patria, de otros que se han lanzado a
la lucha en defensa de su integridad. Es para mí motivo de gran
satisfacción hablar de un hombre ilustre,
que utilizando las ideas como arma defendió a la patria y la
impulsó por el sendero de la superación, sembrando su pensamiento en
tierra fértil y floreciendo con espiga combatiente en los jóvenes
maestros rurales de México, que posteriormente permeó a toda la nación.
Este
hombre fue Rafael Ramírez Castañeda, que nace en “Las Vigas” en una
pequeña población del Estado veracruzano de la República Mexicana, que
se localiza entre las ciudades de Xalapa y Perote. Situada entre las
montañas de la sierra a una altitud de 2481 metros. Sobre el nivel
del mar, donde el frío y la humedad dan al poblado un carácter melancólico
y silencioso.
Cuando
la luz del alba le da el calor natural del sol y se une con el calor
humano que da la gente humilde, se transforma en una belleza inimaginable
que se puede sentir en cada una de sus gentes, quienes irradian gran
sencillez reflejada en una gran entrega y pasión
al trabajo de las actividades que son
propias de las comunidades rurales.
En
el campo se puede respirar con tranquilidad la frescura de la tenue niebla
que corre silenciosa por las praderas, perdiéndose entre los hermosos árboles
de pino que le da una imagen de hermosura inigualable y da vida
a los campos, se filtra
por los bosques y sembradíos, penetra por las callejuelas y cubre el
caserío, entonces el paisaje parece visto a través de un cristal.
En
este pueblo, el 30 de diciembre de 1884 nació un niño a quien bautizaron
como José silvestre Rafael de Jesús. En el registro civil fue inscrito
solamente con el nombre de Rafael. Sus padres
fueron don Francisco Javier Ramírez y doña Pascuala Castañeda.
Ambos también originarios de las Vigas.
En
honor a tan ilustre personaje, el Gobierno de Veracruz en el año de 1968,
siendo gobernador el Lic. Fernando López Arias, cambia el nombre de Las
Vigas por el de Rafael Ramírez Castañeda.
El
Sr. Juan Manuel Martínez, cronista de la ciudad, me comentó en la
entrevista que le realicé, que en el trienio del presidente municipal Sr.
Oscar Luís Rivera Ortega, gestionó ante la legislatura del Gobierno del
Estado el cambio nuevamente del nombre de la ciudad, quedando con el
nombre que en la actualidad tiene de Las Vigas de Ramírez, bajo el
decreto número nueve, publicado el día 23 de abril de 1975.
Ramírez
nació en la calle Aldama, actualmente en la esquina formada por las
calles Guerrero y Diamante. Existe una casa, que tiene una placa alusiva
al lugar de nacimiento del profesor Ramírez.
El
Sr. Rafael Guerola Fernández, actual
propietario de la casa donde nació el Maestro Ramírez, me comentó en
un diálogo que tuvimos en febrero del 2006, que esa casa, fue
construida en 1928 por su Sr. padre Rafael
Guerola y en el año de 1965, los socios del Club de Leones de esa
población le pidieron que
les diera la oportunidad de poner la placa alusiva a lo antes mencionado,
para que quedara como un testimonio de este importante acontecimiento.
“La
familia de los Ramírez Castañeda era numerosa, pues procrearon ocho
hijos: cuatro hombres y cuatro mujeres, lo que no resultaba raro, pues en
aquella lejana época había muchos matrimonios con diez o más hijos. Don
Francisco era un hombre
pobre, a duras penas podía sostener a su numerosa prole con su trabajo de
tejedor de lana
en el rústico telar que tenía en su modesta casa, construida con
tablones de madera y techo de teja manil. Doña Pascualita, como todos la
llamaban, atendía con mucho esfuerzo sus deberes y siempre ayudaba a los
demás: en el pueblo era muy reconocida
por su bondad y por su generosidad a pesar de la pobreza en que vivía.”[3]
Rafael
vio pasar su infancia llena de cariño y del calor de la familia, pero
colmada también de angustiosa penuria. Era tal, que
para no gastar sus únicos zapatos, sólo los usaba en la escuela,
al salir de ésta para ir por
ahí con sus amigos a correr alguna aventura al campo o en las afueras de
la población, se los quitaba, les ataba las agujetas y se los colgaba del
hombro.
En
su época, igual que Rafael, miles de niños mexicanos sufrían las mismas
penalidades y pobrezas. Cursó en la escuela de su pueblo los cuatro
grados que se ofrecían. Como don Francisco Javier ya había muerto, doña
Pascualita, atendiendo las recomendaciones de uno de los maestros de
Rafael, dio su consentimiento para que el niño continuara estudiando en
Xalapa, Veracruz, para cursar la carrera de profesor.
Fueron
cinco años de estudios, de grandes sacrificios y de muchas carencias,
pero al fin obtuvo el título de profesor que tanto anhelaba.
Al
egresar de la escuela normal de Xalapa en 1906, Rafael Ramírez
tuvo contacto con el medio rural en la escuela de una hacienda de
Tuxpan, Veracruz, y trabajó en algunas zonas rurales del Estado. Después
se trasladó a Durango y a fines de 1909 llegó a México, Distrito
Federal, donde fundó un plantel que denominó Escuela Nueva. De seguro
que en su cerebro se gestaba ya la idea de que su obra educativa sería el
eje vital de la nueva concepción de la escuela,
como agencia de emancipación social.
No
era nueva la escuela porque instruía, era nueva porque redimía. No era
nueva en su aspecto físico, era nueva en su concepción.
Posteriormente
en el Distrito Federal dedicó algunos años a la educación industrial,
en la escuela Vasco de Quiroga. Estableció la educación técnica
aprendiendo haciendo, convencido de que
la mejor educación es la que resuelve
las necesidades vitales a través de la práctica. Su primera obra, fue un
estudio comparativo que realizó de este tipo de educación técnica entre
varios países europeos y Estados Unidos.
En
1922 es profesor de Metodología en la Escuela Normal Nocturna, y al año
siguiente, jefe de sección del Departamento escolar e inspector general
de enseñanza del mismo departamento
de la secretaría de educación.
A
fines de 1925, en unión con otros maestros, fue enviado a los Estados
Unidos a estudiar el sistema de segunda enseñanza de aquel país y,
a su regreso, participó en las tareas de organización de ese
sistema.
Hizo
una breve incursión como docente en la educación secundaria,
preparatoria y en la Facultad de Filosofía y Letras.
En
1923 se le nombró miembro de la primera misión cultural destinada a
Zacualtipan, Hidalgo. Su
participación en esta importante actividad fue determinante para definir
su interés por la problemática que se vivía en las comunidades rurales,
que llegó a convertirse en pasión, por la educación rural.
Como
director de Misiones Culturales desde el primero de enero de 1927,
estableció un programa general de trabajo, logrando el
mejoramiento colectivo en todos los aspectos de la vida rural.
Para
ello, en lo económico - social, promovió que se entregara la tierra a
los campesinos y se modernizaran las técnicas agropecuarias, se
impulsaran las pequeñas industrias locales y se introdujeran otras
nuevas.
En
el aspecto social le dio gran importancia al concepto de propiedad y
trabajo colectivos, a la
dotación de ejidos y restitución de tierras comunales, con el fin de
fortalecer los sentimientos de solidaridad, unidad y armonía en las
relaciones sociales en torno al ejido[4].
En
el ámbito educativo, además de los contenidos estipulados para el nivel
primario y de alfabetización de adultos, Rafael Ramírez fomentó y
enriqueció la vida espiritual de los campesinos con tareas recreativas,
como el deporte, las actividades artísticas y culturales,
la danza, canciones populares y representaciones teatrales.
En
1928, a su regreso de un nuevo viaje a Estados Unidos, el que realizó con
el propósito de observar la educación rural, se le nombró Jefe del
Departamento de Escuelas Rurales, primarias foráneas e incorporación
cultural indígena.
Desde
esa fecha hasta 1934 dirigió la educación rural y nutrió a los maestros
rurales con orientaciones teórico-didácticas
por medio de artículos que escribía en las publicaciones periódicas
especializadas de la época, y con una vasta producción bibliográfica; o
bien por medio de sus visitas a los lugares a un más apartados del país,
con sus conferencias y su correspondencia para ayudar a los maestros a
sistematizar sus experiencias.
A
fines de 1934 dejo la dirección de las escuelas rurales y fue nombrado
Asesor del Departamento de Enseñanza Agrícola y Normal Rural.
Fue
catedrático de la escuela Nacional
de Maestros. Participó en los cursos orales del Instituto Federal de
Capacitación del Magisterio y Director del Centro de Perfeccionamiento
para Profesores de Enseñanza Secundaria,
antecesor de la Escuela
Normal Superior de la que Ramírez fue catedrático y director.
Tenía
la invariable tradición de devolver a la caja de finanzas de la Secretaría
de Educación los viáticos que por diversos motivos no había tenido la
necesidad de utilizar, lo mismo que los honorarios que por desempeño de
comisiones extraordinarias legítimamente le correspondían.
Según
argumentaba, esas actividades las consideraba parte de la labor que estaba
obligado a desarrollar como jefe de uno de los departamentos de la
Secretaría de Educación.
También acostumbró ceder a la Secretaría de Educación Pública las regalías que una casa editora le pagaba por sus libros de lectura para cuarto grado de educación primaria llamados el sembrador, con tiradas de varios cientos de miles de ejemplares.
Como
casi todos los aspectos fundamentales de la vida nacional, con el régimen
del presidente Manuel Ávila Camacho, se modificó el enfoque de la vida
política educativa lo que propició que algunos funcionarios, buscando
quedar mejor con la nueva política, persiguieran a quienes como Ramírez
habían simpatizado con los planteamientos del régimen anterior.
En
1942 la Secretaría de Hacienda por petición de la
Secretaría de Educación Pública, fincó responsabilidades a Ramírez
por concepto de algunos muebles que habían estado bajo su resguardo
durante su gestión como jefe del departamento de Escuelas Rurales.
Dicha
responsabilidad tenía un monto de mil seiscientos treinta pesos con
ochenta centavos, mismos que se le obligó a pagar con descuentos
quincenales de setenta y dos pesos de un sueldo de cuatrocientos pesos
mensuales.
Es muy lamentable que existieran este tipo de acontecimientos como pago al esfuerzo y entrega de un hombre que tuvo la visión de una educación progresista y que se adelantó a su tiempo. Esto solo demuestra una miopía mental y una severa ingratitud, por la falta de ética de funcionarios que no supieron valorar la gran labor educativa y el desempeño profesional del profesor Ramírez que realizó con tanto amor al prójimo, donde dejó los mejores años de su vida. Cuatro
años después, en 1946, tras más de treinta años de servicio continuo a
la Educación del país, se jubiló. A partir de entonces cambió el hábito
de su acción en beneficio de la escuela rural mexicana.
Habló
a favor de ella al ocupar diversas tribunas en congresos, reuniones de
trabajo y asambleas. Empleó su pluma para defenderla en las páginas de
periódicos y revistas más reconocidas de su época.
Su
experiencia y su capacidad reflexiva lo llevaron en la última etapa de su
vida a adoptar posiciones muy críticas respecto a diversas políticas
educativas gubernamentales. Estas actitudes críticas lo acercaron a
muchas corrientes ideológicas y políticas de izquierda y las concretó
con su militancia en esa época en el consejo Mundial de la Paz.
En
su obra escrita pueden observarse tres etapas: antes de 1921, cuando
trabajaba en la Escuela Industrial José María Chávez dedicó sus
reflexiones a la educación industrial. Durante
los años veinte y treinta se dedicó con toda su plenitud a la educación
rural y a esta época corresponde el mayor volumen de su producción
escrita y durante la última época de su vida, ya jubilado, sus escritos,
reflexiones, conferencias, asesoría y artículos publicados en revistas
especializadas, están destinados a hacer un recuento de la labor
desarrollada por la escuela rural en su llamada época de oro.
Don
Rafael Ramírez Castañeda muera en su casa de Coyoacán en la ciudad de México
el día 29 de mayo de 1959.
“Según
el profesor Isidro Castillo, murió de pie, como árbol añoso que hunde
firme sus raíces en la tierra; solo pudo apreciarse su magnitud cuando se
derrumbó en el suelo para siempre.”[5]
Con él se cierra un capítulo importante
de la educación rural mexicana, dejando a la postre, su
pensamiento filosófico al servicio de las nuevas generaciones.
La
visión del Maestro Ramírez permite hacer una remembranza de cómo
evolucionó la educación rural mexicana, donde él fue uno de los actores
principales en su desarrollo; recordemos que el inicio de la escuela rural
como tal, se dio en medio de cambios drásticos e inestables en la vida
política de nuestro país,
es por ello que el desarrollo de la educación tuvo un estancamiento
y fue después del periodo de 1917,
concluido el movimiento armado, que se dieron los primeros cambios
que trajo como resultado un proyecto político social donde se contemplaba
el inicio del programa educativo
y los intereses de todos los sectores de la población.
En
este marco tiene lugar la actuación de Rafael Ramírez, como muchos de
sus contemporáneos consideró su momento como la mejor oportunidad de
inducir la construcción de una nueva sociedad, y escogió para realizar
su labor el medio rural que lo había motivado sobremanera, según sus
propias palabras, desde que tuvo sus primeras experiencias docentes en
escuelas rurales de su estado natal al terminar sus estudios normalistas.
El
conocimiento de la vida y la obra de un profesor normalista como Rafael
Ramírez, es de suma importancia por numerosas razones, sobre todo para
quienes ejercemos la profesión de la enseñanza en las escuelas rurales.
Porque en él, encontramos la inspiración de un trabajo profundo con
mucho amor y dedicación, a las causas justas que emanan de lo más
profundo del corazón, como
una muestra inequívoca del compromiso social,
con la que ejercemos nuestra profesión.
Varios
antecedentes influyeron en su pensamiento, en su vida profesional
fundamentalmente, que incidieron de manera directa en su actuar y que
determinaron el espíritu y la praxis de su vida futura, los cuales se
desarrollarán a continuación, pero vinculados estrechamente a su
quehacer teórico y práctico.
Se
nutre de ellos y desarrolla una cosmovisión, que lo encamina a ver con
mayor claridad los problemas de su entorno, y por ende en buscar
estrategias que le permitieron conceptualizar a la educación rural
mexicana, revolucionando su pensamiento, y encaminando a éste, hacia una
filosofía social. Sin ser filosofo de profesión, impregnó su
pensamiento humanista, en
acciones a favor de los más desprotegidos, reflejándose éstas
en su quehacer pedagógico.
La
primera influencia se da en el escenario
en el que Ramírez inicia sus actividades profesionales, las que están
dominadas por el peso de los años, donde se marca el fin de la dictadura del porfiriato, y por el modelo de
modernización que la sustenta.
En
el campo de las ciencias sociales, “Ramírez
recibe ascendencia[6]
de la filosofía positivista que en esos años alcanza su mayor auge, como
doctrina que respalda la dictadura y da vigor al grupo de los científicos
que detenta el poder.
La
escuela normal de Xalapa, donde cursó sus estudios, bajo la dirección
de Enrique
Rebsamen formó a los maestros en la corriente filosófica del
positivismo de Augusto Comte, pero también abre sus puertas al
organicismo evolucionista de
Herbert Spencer, imponiéndose
estas ideas introducidas en nuestro país por el
Dr. Gabino Barreda, en la teoría y práctica de la educación.”[7]
Al
inicio de su desarrollo profesional el profesor Ramírez tiene una
influencia del positivismo. Su forma de pensar es un reflejo del
positivismo de Gabino Barreda,
pero al igual que él, con especificidades propias.
“Gabino
Barreda, (1820-1881), médico,
filósofo y político mexicano. Nacido
en Puebla, fue alumno de Auguste Comte entre 1847 y 1851 en París, e
introdujo el positivismo en la tradición de la filosofía mexicana.
Barreda creía que lo que no está en los límites de la experiencia debe
ser considerado como inaccesible.”[8]
Ejerció
una importante influencia social y redactó por encargo del presidente
Benito Juárez, vencedor de Maximiliano y de la reacción conservadora, la
Ley de Instrucción Pública de 1867, creó también la Escuela Nacional
Preparatoria.
La influencia de Barreda se encuentra en el inicio de la tradición positivista en la filosofía mexicana. Una de sus obras más notables tiene por título, “La educación moral” (1863). Sin temor a equívoco puede afirmarse que la educación mexicana se divide en dos grandes etapas: antes y después de Barreda. Antes de las reformas educativas implantadas por Barreda, nuestra educación se movía aún en los marcos estrechos de los colegios religiosos, la lógica no rebasaba los límites de la neoescolástica de Balmes y su escuela.
Tan
atrasada era la educación superior en nuestro país, que los más
radicales de nuestros políticos, como Valentín Gómez Farías y José
María Luis Mora, ante la imposibilidad de mejorar la Universidad,
decidieron cerrarla.
Barreda, inaugura la etapa constructiva de nuestra educación, y lo hace además, con una serie de criterios generales que conservan, aún hoy, plenamente, su vigencia. Pues aún cuando sea verdad que el positivismo que él introduce a nuestro país, era una corriente filosófica de una escuela decadente en Europa, en México representaba, por el contrario, un avance fundamental[9].
Decadente,
como filosofía, en general, pero aún fuerte en la epistemología y en la
ciencia.
Y
no sólo eso, Barreda no fue un servil imitador de las enseñanzas de su
maestro Augusto Comte, de quien tomó directamente un curso en París,
sino un pedagogo que desarrolló y sistematizó todo un cuerpo de teoría
educativa, con aplicación directa y práctica en la enseñanza de nuestro
país[10].
Para
Barreda en primer término, la educación constituía un instrumento
fundamental de cohesión social. Gracias a ella vislumbraba la posibilidad
de construir una organización racional.
De
allí retoma Ramírez, la
idea de constituir una
escuela que buscara la solidaridad de los campesinos, la ayuda mutua
entre ellos, cuyo propósito debía
tener como finalidad la de inducirlos hacia la conquista de planos
mayores y bienestar social.
La
educación propugnada por Barreda era tan sólida porque, pese a todas sus
posibles deficiencias positivistas, está apoyada en un cuerpo orgánico
de ideas que sustentaban su actuar en la educación en la época que se
conformó la Preparatoria Nacional. Las generaciones egresadas de la
Escuela Nacional Preparatoria concebida por Barreda poseyeron, por ello
mismo, una formación que está muy por encima de las que han recibido las
generaciones posteriores, antes y después de la Revolución, pues la
educación ha de ser obra de pensamiento, y ha sido ésa
la única, en que un filósofo tuvo en sus manos la posibilidad de
moldear, a través de la educación, el espíritu de un pueblo. Ramírez,
adopta la tesis positivista de la “incorporación del
proletariado a la sociedad, como el mejor medio que permite resolver el
problema de la heterogeneidad racial y cultural del país.”[11]
Para
el positivista Comte, el proletariado no forma realmente parte de la
sociedad. Es preciso incorporarlo a ella para que goce de los derechos y
obligaciones reservados a ésta, ya que mediante la homogeneidad puede
alcanzarse el orden social.
La
introducción del positivismo en México tuvo, a mi juicio, aspectos
positivos y negativos. Por un lado, sirvió para impulsar otra mentalidad
basada en la ciencia y la técnica, necesarias para el desarrollo de
nuestro país, pero, por el otro, el positivismo distaba mucho en ser la
única expresión de la ciencia en el plano mundial. Además, Comte había
expulsado de su reflexión a ciertas ciencias como la astronomía, y a las
disciplinas humanísticas. Pero lo más grave fue que el positivismo se
adoptara por muchos como la última verdad revelada y, por tanto, en forma
acrítica y doctrinaria.
El
estallido de la revolución mexicana en 1910 hace emerger a la luz pública
otras corrientes, derivadas del Positivismo, pero de signo anárquico,
que se cristalizan en la Escuela Moderna de Ferrer Guardia, de
franca tendencia racionalista, en la escuela nueva de Eislander, que pone
en la naturaleza el estímulo
para el desarrollo y en la escuela integral de Kropotkine, con el énfasis
puesto en la actividad
manual.
Ambas
corrientes tienen amplia acogida entre los revolucionarios que, al fin y
al cabo, les da categoría institucional cuando reforman el Artículo
Tercero constitucional, que establece lo relacionado al sistema educativo
nacional. Se implementa un sistema de enseñanza técnica como respuesta
al conservatismo universitario apegado a la enseñanza liberal.
La
enseñanza industrial, que ocurre en el desarrollo de las naciones
europeas y al vecino país del norte, es un ejemplo a seguir que repercute
en México y hace notoria la necesidad de realizar un cambio sustancial en
la orientación de la instrucción.
El
carácter dual de la enseñanza entonces prevalente, con una educación
para el pueblo desprotegido y
otra para la élite, es puesta en tela de juicio. Se advierte
la ausencia de la enseñanza técnica como instrumento que
favorezca al desarrollo industrial. Surgen así las primeras críticas a
la doctrina positivista que norma la docencia en las Preparatorias y
Universidades.
Justo
sierra, ministro de instrucción y bellas
artes del régimen dictatorial, repara
esta falla y decide enviar a París a un joven ingeniero, maestro
de enseñanzas manuales de la escuela normal de la ciudad de México, Félix
Palavacini, para que estudie el sistema de adiestramiento industrial en
las escuelas primarias de Francia. A su regreso
publica una obra, “Enseñanza Técnica”, y posteriormente
“Problemas educativos”, donde resume las experiencias adquiridas.
Durante
su breve paso por la Secretaría de educación, Palavicini siguió
otorgando apoyo decidido a la enseñanza técnica.
El
profesor Ramírez colabora con Palavicini cuando éste se encarga de
reformar la escuela industrial de huérfanos y con él coincide en la
necesidad de reemplazar el aprendizaje rutinario y de nulo valor de las
escuelas universitarias que no llenan las condiciones para formar una
sociedad fuerte y apta para su propio engrandecimiento.
Ramírez
tiene en alta estima a Palavicini. Decía,
es la primera persona que entre nosotros comprendió la necesidad de dar a
la juventud una sólida cultura técnica.
Agradeció
la oportunidad que recibió de colaborar con él. Comentaba que de las
ideas de Palavicini, había obtenido
una visión más clara de los múltiples problemas de la educación que se
podrían transformar.
Palavicini
proporcionó a Ramírez información sobre la enseñanza industrial en
Francia y textos franceses sobre la enseñanza manual. Durante su estancia
en Veracruz del Gobierno carrancista, Palavicini incluyó a Ramírez en la
nómina de maestros que fueron al país del norte a realizar visitas de
estudio de corto tiempo. Al regreso de esa visita y con base en los
materiales franceses Ramírez publicó su primer libro, La enseñanza
industrial, en 1915. Contiene la obra un estudio comparativo de la educación
industrial de México, con la francesa.
La
influencia de las ideas de Palavicini y de su visita a
los Estados Unidos se nota en los siguientes cuestionamientos y
comentarios.
Moisés Sáenz se distinguió por ser un pensador pragmático, a todo lo que le rodeaba buscaba encontrarle el sentido de utilidad. Su visión educativa tenía como preocupación la integración social de México sin dejar de respetar lo que tenían de singular sus partes.
En
esta tarea, llegó a darle un estilo al nacionalismo mexicano contemporáneo.
En suma:
“Moisés
Sáenz fue un promotor incansable en la construcción de una escuela
vital, de una entidad que contribuyera al desarrollo de la organización
social de México, donde el maestro fuera el centro de la vida
comunitaria, la figura educativa sin la utopía y el apostolado
vasconceliano. Simplemente un impulsor social de los valores más nobles
que se desprendían de nuestra Revolución.”[16]
Pensamiento
que influyó en la vida y obra educativa de su condiscípulo y amigo,
Profesor Rafael Ramírez Castañeda,
quienes juntos incursionaron en la educación rural mexicana y a
ella pusieron todas sus fuerzas esenciales.
Moisés
Sáenz, retoma creadoramente el pragmatismo de su Maestro, John Dewey.
Y Sáenz despierta en Ramírez el vivo interés por aplicar este pragmatismo en
su actuar docente dentro de la escuela rural mexicana, llevando con ello
este pensamiento a todos los rincones de las escuelas rurales, así como
formando a lo maestros rurales
con ese espíritu de la escuela progresista. Lo que no significa, en modo
alguno que Ramírez haya sido un repetidor de Sáenz, dedicado sólo a la
aplicación de su teoría educativa.
También
le daba énfasis a las
actividades prácticas que resolvieran los problemas que se iban
presentando dentro del ambiente físico y social del alumno,
como son las necesidades del alimento, albergue y vestido.
La escuela rural que
Ramírez fomentaba, le daba mucha importancia a las actividades manuales,
como la carpintería, cocina, costura y tejido por mencionar algunas. De
allí surge la idea de constituir las misiones culturales, esto se debe a
su estrecho lazo con la preocupación de procurar alimento, albergue y
vestido en el ambiente del niño.
Producto
de su pragmatismo filosófico y su experiencia en la educación rural Ramírez,
buscaba resolver los problemas reales del hombre, a partir del
conocimiento cotidiano que le dio su convivencia con las comunidades
rurales nutriéndolo de una sensibilidad
que lo llevó a la reflexión y práctica de un nuevo espíritu
social. “Se
requiere de una orientación filosófica a la experiencia,
pues la verdad o
el valor de una experiencia depende de la relación observada entre lo que
se ensaya y su resultado. Modificar los ensayos futuros a la luz de los
resultados anteriores es una actividad significativa e inteligente.
Convierte a la educación esencialmente en un proceso de participación de
la experiencia.”[17]
Con
este pensamiento Ramírez nos demuestra la influencia de John Dewey
a través de Moisés Sáenz y el curso de filosofía que recibió
directamente de John Dewey, pero concretado en una realidad específica,
donde la influencia se resiente ante el acto práctico y las necesidades
que urgen. Al mismo tiempo, a diferencia de los credos positivistas, aboga
por una orientación filosófica de la experiencia, cuando
realmente el positivismo se conforma o sólo admite los hechos de la
experiencia.
Esto
lo llevó a comprender a la educación, como un proceso cultural y social,
que desencadena en los individuos una actitud a compartir un máximo de
experiencias, no sólo con los miembros de su sociedad, sino con otras
sociedades, consolidando con esto el sentido de la democracia de la
educación en un acto moral, que le permita compartir con los individuos
las oportunidades de una gestión inteligente de los asuntos sociales.
Es
por ello que el profesor Ramírez,
asume una visión no pragmática, a la usanza, sino práctica, en función
de las masas desposeídas. Se aplica ese pragmatismo, pero liberado de un
utilitarismo abstracto.
Ramírez
termina como inspector de las escuelas urbanas en 1923 al ser designado
maestro de materias académicas en la primera Misión Cultural. Estas
nacen como una estrategia para apoyar a los maestros de las escuelas
revolucionarias, quienes son improvisados y preparados sobre la marcha.
Para ello se idea una institución nueva: La Misión Cultural,
compuesta por la conjugación de maestros normalistas ambulantes, médicos,
agrónomos, enfermeras, músicos, trabajadoras sociales.
Maestros de educación física y oficiales como carpinteros, herreros, costureras, panaderos, albañiles, y otros profesionales más. Las misiones no siempre cuentan con el personal antes mencionado ni con el nivel académico más alto, pero son sumamente eficaces como organismos encargados de fundar escuelas en los lugares apartados y en adiestrar a los maestros reclutados por medio de cursos intensivos llamados institutos.
Posteriormente
Ramírez ocupa la jefatura de las misiones culturales y luego jefe del
departamento de escuelas rurales e incorporación cultural indígena.
En
1925 viaja a los Estados Unidos a recibir un curso en educación
secundaria; y en 1926 asiste a un nuevo curso
sobre filosofía de la educación, impartido por John Dewey en México,
y en 1928 hace un nuevo viaje de estudio al vecino país para conocer el
sistema de enseñanza rural. A partir de entonces no abandonará ya más
su vocación por lo rural.
Antes
de inclinarse definitivamente por la escuela de Dewey, Ramírez tiene una
atracción por el movimiento de la escuela nueva, producto de ese momento
escribe una pequeña obra en 1924: La escuela de la acción dentro de la
enseñanza, y su colaboración a un folleto: El pragmatismo y la escuela
de la acción. Pero es su íntima asociación con Sáenz lo que le lleva a
comprometerse en la implementación de la escuela activa de Dewey y de la
teoría de la incorporación del indio a la civilización.
La
filosofía educativa de la escuela de Ramírez, estaba arraigada en las
premisas de la filosofía y psicología de Dewey y otras ideas de nuestra
región, incluyendo a México.
En
su filosofía educativa, lo primero era
la creencia de que una escuela es un microcosmo de sociedad, y que el
proceso de educación es, o debe ser, simplemente una versión más
controlada del proceso de crecimiento en sociedad, que todos los humanos
siempre han experimentado, y aprendemos de los resultados de cada esfuerzo
por interactuar con nuestros ambientes, y nunca actuamos en el
aislamiento. Como seres humanos, vivimos en comunidades, y todas nuestras
acciones afectan otros, así como sus acciones nos afectan.
Ramírez,
devela en la práctica este pensamiento e ideas, al organizar
a los diferentes grupos sociales que interactúan en la comunidad y
a tomar a ésta como un todo, donde todos
influyen entre sí, sin dejar un
solo miembro de la misma aislado. Trataba que
todos se integraran al trabajo colectivo: jóvenes, adultos,
hombres y mujeres, pues cada uno
juega un rol importante en la comunidad.
Tal
vez ningún otro problema como el de
la heterogeneidad lingüística, se enlaza con mayor vigor de las
ideas de Dewey en el pensamiento de Ramírez.
Éste
y otros maestros de su generación pretenden dar a todo México un idioma,
el castellano, considerando que los distintos dialectos que se hablaban en
nuestro país, ocasionaba que no existiera una buena comunicación con el
resto de los demás ciudadanos que hablaban el español, lo que conducía
inexorablemente a que la brecha de desigualdad, se profundizara más, ya
que eran objeto de todos los abusos que se pueda imaginar, alejándolos de
cualquier beneficio que tuvieran, pisoteándoles sus derechos que le
otorgaba la constitución.
“A
la luz de las tesis de la incorporación y la participación social, el
progresivo desenvolvimiento de la vida rural implica – según Ramírez-
una larga serie de problemas de los cuales siete son cardinales. Uno de
ellos, el primero es la extrema pobreza de las masas campesinas; otro,
fundamental como el anterior lo constituyen las pésimas condiciones de
salud en que la población rural se desenvuelve;
forma el tercer problema su
bajo Standard de vida familiar; el cuarto problema lo plantea la
tradicional rutina con que son realizadas las ocupaciones habituales.
A
causa de que no son bien remuneradas; el quinto surge del analfabetismo
agudo de las masas campesinas; el sexto problema es el de la desintegración
social, a causa de los numerosos grupos
étnicos que hay en el país y de los distintos dialectos que
sirven como medio de expresión; el séptimo y
último problema, lo constituye el analfabetismo de la población
rural para trabajar decidida y conscientemente por él. Se requería
cambios profundos. Transformaciones, sólo posibles mediante
un nuevo régimen social, más igualitario y más justo que el régimen
en que se vivía.”[18]
Estos
problemas contextualizados por Ramírez, le permitieron tener una
cosmovisión real de la problemática por la que pasaban los pobladores de
las comunidades rurales. Esto le sirvió como una brújula que siempre guió
al profesor Ramírez para
llegar a puerto seguro, donde existiera
los beneficios que siempre mantuvo como ideales para las comunidades
rurales.
La
última de las grandes influencias que se advierte en Ramírez es la que
deriva de su colaboración con Narciso Bassols cuando éste tiene a su
cargo, por un corto tiempo el ramo de la educación.
En
los años posteriores a la Revolución Mexicana, durante el período de
reconstrucción, el gobierno proclamó como metas fundamentales de su
programa la reforma agraria extensa, la protección e impulso a los
sindicatos y la educación de la población rural predominantemente
analfabeta. Para alcanzar este último objetivo, se decretó en 1921 la
creación de la Secretaría de Educación Pública, que se encargaba de
establecer y administrar escuelas en todo el país y de marcar las
directrices a seguir en
materia educativa.
Así,
la educación se convirtió en un medio para lograr los ideales de la
Revolución Social. En principio la SEP se inició bajo la dirección de
José Vasconcelos. Aunque obviamente había confusión sobre los
lineamientos a seguir, dadas las condiciones de reestructuración en que
se encontraba el país, a partir de 1930 bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas,
se trató de dar un impulso a un desarrollo socialista en la educación.
Narciso
Bassols, Secretario de Educación (1931-1934) fue el iniciador e impulsor
del marxismo en la educación. Consideraba que el socialismo podía
aplicarse en México, adecuando el sistema a las necesidades propias del
país.
Sus
intentos respecto a la renovación de la educación consisten en la enseñanza
laica en todas las escuelas y en impartir educación al campesino para
disminuir la brecha cultural existente entre el campo y la ciudad. Para
lograr esto último se crearon diferentes organismos e instituciones.
También consideró la perspectiva de introducir un curso de educación
sexual con la finalidad de coadyuvar a la planificación familiar como un
mecanismo de prevención, para evitar que se formaran
familias numerosas y con esto las consecuencias lógicas y
naturales de las mismas, generando mayor desigualdad social.
Durante su ejercicio, Bassols se encontró con serios problemas para lograr la concreción de su reforma educativa. Primordialmente, imperaba un estado de confusión ideológica entre los integrantes del organismo en cuestión, que impedía la implantación de un sistema de educación social.
Por
otra parte la falta de profesionales preparados para educar al campesino
diluía los objetivos. Había confusión y desorden en las actividades de
los maestros, sin olvidar que el factor económico era determinante para
mantener a los maestros rurales dentro de su área.
Había
mucha emigración del campo a la ciudad, sin olvidar que la reacción
conservadora bloqueaba los intentos de las reformas educativas,
la amenaza a sus tradiciones y costumbres limitaba y obstruía una
acción definitiva de cambio, sobre todo en lo referente a la enseñanza
laica y la educación sexual, cuestión que encontró eco en la prensa.
No
obstante, sus mayores logros fueron en el campo, la creación de escuelas
rurales se incrementó y, aunque había pocos maestros, ellos eran los que
apoyaban y propagaban las ideas socialistas, aunque nunca llegaron a
organizarse.
En
síntesis, la imposibilidad de una cristalización de la educación social
en México provenía del conflicto entre el sistema capitalista en
contraposición a la enseñanza socializante. Esto se reflejaba
evidentemente en la antipatía y repulsión del país, particularmente de
las clases en el poder, hacia
el sistema socialista que, en consecuencia, obstruían cualquier reforma
estructural.
El
pueblo no estaba preparado, eran unos cuantos los que conocían el
socialismo. Difícilmente se podía estructurar una educación con ideología
socialista en un país capitalista.
No obstante, las intenciones de socializar al país a través de la
educación, los resultados se vieron menguados por las mismas
contradicciones del sistema.
Para
la época de Bassols, 1925, el educando ya no es el individuo ni la
comunidad limitada, sino la
región misma, la que conforma una circunscripción territorial, basada en
cierta homogeneidad de sus elementos étnicos, sociales, económicos, agrícolas,
etc. Dentro de la complejidad que necesariamente
ofrecen los grupos humanos y la agencia escolar, representativa de
esta concepción, es la escuela regional campesina.
Bassols
concibe al maestro como un planificador económico que toma a su encargo
una región para
transformarla productivamente. Lo individual y lo social pasan a un
segundo plano para adquirir relevancia lo meramente económico.
Bassols
compartía la idea de los dirigentes del país de que el desarrollo de México,
estaba supeditado a las posibilidades de la agricultura; por lo mismo
consideraba que la obra educativa y específicamente la escuela rural debían
tener un fin esencialmente económico.
Introducir
en los sistemas de producción y transformación de la riqueza todos los
conocimientos y medios de la técnica moderna, decía que debemos
modificar los sistemas de distribución y consumo y desterrar viejos e
inadecuados sistemas de producción, para lograr el desarrollo económico
de la región campesina, de la unidad socioeconómica en su conjunto. La
intención es educar pueblos enteros, indígenas y mestizos directamente,
sobre el núcleo de la población en su totalidad.
Capacitar
al campesino para incrementar la productividad de su trabajo, interesarlo
en las ventajas que habrá de traerle su mejoramiento económico y
suministrarle las enseñanzas prácticas que son indispensables para
obtener ese incremento en la productividad, en el rendimiento de su
esfuerzo, es tarea de la escuela.
Coincidían
en que la instrucción
sola no basta, la incorporación a la vida civilizada tampoco, y
que si al fin y al
cabo si se lograba incorporar al indígena,
con ello no se habrá conseguido más que ponerlo en condiciones idénticas
a las que guardan los campesinos de otros países y en esta situación
es esencial para él encontrarse dotado de los medios de lucha económica
que le permitan subsistir de una mejor manera.
Ramírez
acepta la tesis de Bassols
que reconoce, “como fundamento de la transformación de las condiciones
del campesino, el factor económico, sólo en la medida en que las
condiciones económicas del campo mejoren como resultado paralelo, será
posible obtener una transformación social provechosa.”[19]
Ello
no implica el abandono de la tesis incorporativa que permanece en Ramírez como una idea fija, ni la
inutilidad de la obra educativa. Simplemente puntualiza el alcance máximo
que puede pedírsele y subraya la relación que indudablemente existe
entre las costumbres de un pueblo, sus instituciones, sus formas de vida y
su economía.
Para
Ramírez, “La educación de la población rural mexicana es tarea
complicada. Cada región, por su diverso nivel cultural requiere un tipo
de educación distinto, ideado y hecho a su medida con una filosofía
social que influya de manera determinante en la conceptualización de
su pensamiento, con rasgos eminentemente humanistas.”[20]
México
en la época del profesor Ramírez tenía
una estructura racial compleja; el 35 por ciento de su población
era indígena y eran más de cuarenta los grandes grupos étnicos.
Desplazados de su primitivo asiento por los blancos y mestizos, los indios
eran obligados a vivir en las remontadas faldas y crestas de la serranía.
Mencionaba
Ramírez que desde la conquista estos grupos han
venido siendo
despojados, vejados y embrutecidos. La tarea ha de consistir en
castellanizarlos y en incorporarlos al grupo “civilizado”, a fin de
que no existiera en México, más que una lengua.
La
escuela rural, considerada como polo de desarrollo económico - cultural,
cristaliza en dos instituciones fugaces: los centros de educación indígena
y las escuelas regionales campesinas.
Los
primeros nacen en 1926 como casa del estudiante indígena, agencia
establecida en la capital de la República cuyas finalidades manifiestas
fueron la de demostrar objetivamente la capacidad intelectual de los
indios, extraídos de los más diversos grupos étnicos, y adiestrarlos
como maestros líderes de sus
comunidades de origen, una vez que hubiesen experimentado el proceso de
incorporación a la cultura occidental.
Los
segundos eran centros escolares que agrupaban a toda una región campesina
dándole prioridad al desarrollo económico, capacitándolos sobre la
productividad agrícola, sin dejar las actividades escolares.
Bassols
puso los fundamentos de la nueva institución y Ramírez la llevó a la práctica
en seis regiones indígenas en el país.
Bien
visto, las influencias radicales en la vida y la obra de Ramírez solo
afirman tendencias que originalmente se encuentran presentes en su primera
obra y en las que escribió en los años veinte. Años en que su
pensamiento y su actividad alcanzan su esplendor intelectual.
Rafael
Ramírez es de principio a fin un maestro revolucionario, que sigue al pie
de la letra los postulados de la llamada corriente anárquica, que influyó
en el movimiento social de 1910.
En
su criterio, “mediante la abolición de la autoridad se puede crear una
autoridad justa, basada en la bondad innata del hombre y su voluntad de
cooperar pacíficamente con el resto de la sociedad, la tierra y todos sus
recursos son patrimonio universal y, por tanto, su destino debe ir
encaminado a la satisfacción de las necesidades de todos los seres vivos
por igual. No se puede ser
libre en un mundo que perpetúa la injusticia social, donde unos viven en
la opulencia mientras la mayoría permanece en la miseria.
A
la hora de organizar una sociedad, ésta deberá ser lo más interactiva
posible. La reflexión, decisión y acción han de ser participativas y
descentralizadoras, siendo de esta forma completamente ajenas a prácticas
elitistas y piramidales.
Una
organización o sociedad libertaria es una entidad totalmente
descentralizada en donde cada comunidad o grupo se autogobierna procurando
su autosuficiencia hasta los límites de lo posible en cada momento y
lugar.
En
la realidad esta consiste en la resolución de los problemas por los
propios afectados sin interferencias externas ni mediadores. Los métodos
usados dependen del contexto político y de los objetivos considerados, así
como del grado de participación en la lucha concreta.
Querer
abarcar más, es pura hipocresía y de nada sirve nuestra ideología si
no somos coherentes en el día a día, con el binomio del pensar
con el actuar.
De nada sirve estar en contra del estado Y la burocracia si nuestras relaciones personales son autoritarias; es inútil manifestarnos contra la sociedad de consumo y la destrucción de la naturaleza, si no somos capaces de cuestionar nuestra forma de vida.
En
resumen, debemos tener en cuenta que nadie debe ser nuestro libertador,
sino que cada persona debe ser responsable y tomar las riendas de su vida,
participando directamente en todo lo que le afecte, intentando siempre
mejorar su propio actuar.”[21]
Nótese
claramente cómo en su filosofía, la crítica a la realidad social y
política de México es empíricamente registrable. Aboga porque cada
hombre o mujer construya su vida, su mundo, al margen de la autoridad y
las convenciones. Se trata de una filosofía que parte de las raíces.
En
su viaje a los Estados Unidos en el año de 1928, conoció la filosofía
de las escuelas Martha Berry, escuela Penn y la escuela Piney Woods, de
forma directa las actividades que se
desempeñaban, generando en él una cosmovisión social que le permite a
la postre su identificación con ellas, aplicándola en su vida
profesional, pero sin perder el sello de la realidad mexicana. Hay
electivismo en su filosofía educativa. Siempre consideraba necesario
partir de las raíces con vocación universal.
La
Escuela Martha Berry, nace como una escuela dominical de tipo religioso,
dirigida por Martha Berry, en el pequeño poblado de Rome, en el Estado de
Georgia. Su primer edificio
estuvo construido por materiales rústicos y el número de alumnos no
rebasaba a los cuatro, pero su incansable dedicación, logro el interés,
rápidamente demás adeptos sobre todo de los humildes, incursionando en
los lugares más apartados de la montaña.
Martha
Berry era de familia económicamente acomodada, su padre al ver el
entusiasmo de su hija, le da una dotación de terreno donde se construye,
el primer edificio y se contrata al primer maestro: The Berry School surgió
a la vida.
La
historia de los diez años siguientes es la historia del trabajo de una
gran mujer que resolvió problemas de finanzas, se hizo líder y se dio
por entero al trabajo. Cuidó con el corazón agradecido y manos ocupadas,
cuidando siempre los detalles del progreso de su escuela.
La
escuela formal inicia con el nivel de educación primaria para niños,
pronto consideró la gran necesidad de extenderla a las mujeres y aumentar
el nivel de educación a secundaria, beneficiando de esta manera a los jóvenes
de las poblaciones más alejadas que carecían de estas oportunidades.
La
escuela se caracterizaba por su labor educativa, que no consistía únicamente
en el aspecto académico. Su trabajo fundamental era de carácter social,
vinculando a los alumnos con la producción, convirtiéndola en una
escuela sustentable.
Se forma a los alumnos de manera autosuficiente creándoles un sentido de colaboración a través de la realización de los trabajos que desempeñaban; en los talleres de carpintería, de su propia imprenta, lavandería, realizaban labores de ganadería, agricultura, contaban con su propia planta de luz, entre otras actividades.
La
institución logró con el tiempo crecer en forma vertical y horizontal en
infraestructura y nivel académico, contó con un kindergarden y una
Facultad para los que querían formarse como maestros,
en los niveles de kindergarden y primaria, los futuros maestros
realizaban sus prácticas profesionales.
El
propósito fundamental de la escuela Berry era educar a los jóvenes
de ambos sexos para llevar una vida rural completamente satisfactoria.
Buscaba también hacer de cada educando un líder promotor del
mejoramiento de la comunidad. Su principal
corriente filosófica era el cristianismo por ello mantenían dentro de
sus acciones diarias, la obligatoriedad de realizar dos plegarias al día
una antes de comer y otra al final de la jornada. La institución no era
sectaria, pero sí intensamente cristiana. Educaba a los estudiantes con
la filosofía humanista, al terminar sus estudios e incorporarse a la
labor docente, esta se fundamentaba en el compromiso social que adquirían
con la comunidad, al convertirse en agente social de la misma.
Está
claro que en el desarrollo profesional del Profesor Rafael Ramírez, fue
una influencia filosófica determinante, en su forma de pensar y actuar
identificándose de forma inmediata, para posteriormente aplicarlas en la
escuela rural mexicana. Siendo fundamental en su formación social por
considerarlas de un alto valor social, por estar comprometidas
con el apoyo educativo y económico a los niños más desprotegidos
a quienes se les brindaba una oportunidad de desarrollo e incorporación
a la vida económica, productiva y cultural de su comunidad.
La
escuela de Penn, fue otra de las entidades educativas que dejaron una
semilla de conocimiento, que el profesor Ramírez supo abonar con su
amplio criterio educativo para que esta germinara en distinto suelo
cultural. La filosofía principal de esta escuela estaba tomada de la
cotidianidad, en las relaciones que deben existir entre la asociación de
padres de familia y maestros, donde juntos buscaban entrelazar sus
actividades para despertar un espíritu solidario y colaborativo. El éxito
de esta vinculación era la identificación plena de un mismo frente común
con el objetivo principal de integrar al educando a una participación
compartida; la escuela, familia y sociedad, son sin duda elementos
insoslayables, que deben unificarse con la sinergia necesaria, porque
cada una de ella, tiene injerencia directa entre sí y logrando con
ello, que el ideal de unificación de criterio educativo se convierta en
una realidad.
En
uno de sus últimos recorridos por la Unión Americana Ramírez visitó la
Escuela de Piney Woods ubicada en Braxton Miss. En esta escuela
fundamentalmente, su principal objetivo era el de redimir a la clase negra
rural del abandono, la miseria económica y social en la que vivían,
involucrarlos a la vida social y cultural, a través del trabajo
comunitario e integrarlos de forma eficaz a la nueva concepción de
sociedad que se requería, respetando sus usos y costumbres, brindándoles
las herramientas necesarias para ello. La escuela era el centro de
desarrollo cultural, buscando la emancipación de pensamiento, adquiriendo
con esto la plena seguridad de reclamar sus derechos que por tantos años
fueron opacados, logrando un mejor bienestar social de índole individual
y comunitaria, elevando así su dignidad humana.
La
influencia de esta corriente en Ramírez le permite comprender la
necesidad de crear un
concepto claro educativo: la necesidad de conceptualizar un programa que
inserte la complejidad de la vida con las grandes necesidades de los indígenas
mexicanos, que también sufrían de vejaciones y olvido del gobierno y la
sociedad mexicana.
Ramírez,
aplicó en la escuela rural mexicana, los conocimientos adquiridos en
estas escuelas Americanas, pero desde luego, incluyendo su
propio pensamiento, el que estaba ya categóricamente influido por
otros pensamientos filosóficos, que concretó en su actuar y en su praxis
total. Buscando siempre sembrar en los jóvenes, una esperanza que los
impulsara a la anhelada libertad de pensamiento, que sería la guía
rectora para revolucionar el pensamiento de los jóvenes rurales, y de
esta manera prepararlos para una vida digna con un mejor bienestar social.
Se
puede afirmar, que entre las varias influencias y su recepción creativa,
la que más huella dejó en
Ramírez, en su vida profesional, es sin duda el pensamiento y la praxis
de Moisés Sáenz, y su imagen del mundo como predestinación, interés
apostólico y misión edificante.
Esto
contribuyó a que el Maestro Ramírez, sin dejar de ser positivista
totalmente, su positivismo no lo condujera a un cientificismo abstracto,
sino todo lo contrario, pues su humanismo lo orienta a unir ciencia y
conciencia, conocimiento y valor.
Sencillamente,
como hombre de pensamiento y acción, asumió críticamente las fuentes y
extrajo de ellas lo que consideró útil. Su electivismo, fundado en una
cosmovisión humanista, siguiendo la tradición de nuestra América,
vislumbró nuevos horizontes a la educación mexicana. 2 La cosmovisión humanista y sus determinaciones educativas
La cosmovisión humanista del Maestro Ramírez, en tanto concepción del mundo en relación con el hombre, integra en síntesis concreta la herencia del pensamiento humanista universal, y particularmente el legado de Nuestra América. Su humanismo está alumbrado por los grandes filósofos y maestros que hicieron de la educación un baluarte para la formación humana del hombre latinoamericano, donde Martí, constituye un paradigma insoslayable.
El
profesor Ramírez, fue un hombre que se forjó en plena efervescencia
posrevolucionaria, por lo tanto tenía la experiencia desde su infancia de
la dictadura del porfiriato. Sufrió las vejaciones, y las necesidades paupérrimas en la
que vivió su familia.
Es
por ello, que en su vida profesional, desde un principio se identificó
con las necesidades primarias que requería la población, las grandes
masas, compenetrándose de
manera activa en “la
cruzada vasconcelista”, de donde tomó sus principios ideológicos, que
le dieron sustento posteriormente a sus actividades docentes. Consideraba
a la educación como recurso fundamental para alcanzar la identidad
nacional, y para la formación cívica del hombre latinoamericano.
Rafael
Ramírez, quien desde su infancia se caracterizó por una intensa
preocupación humanista, estaba convencido de que la educación constituía
un elemento de liberación humana y que, a su vez, generaba la libertad de
creencias. Pluralista por convicción, cualquier pensamiento monolítico,
único, le resultaba reduccionista. Hombre hiperactivo, concebía al
individuo propenso a la acción y, por lo tanto, como un ente que no
requería de estímulos externos utilitaristas para actuar, sino los
propios llamados de la conciencia. A
partir de estas consideraciones, para Ramírez educar significaba enseñar
los valores humanos con los cuales la actividad conduce a la superación:
“Su
proyecto educativo rescataba al pueblo de la inacción intelectual,
generada a lo largo de los años de humillación en los que habían sido
obligados a actuar. Buscaba que lograran una liberación de pensamiento,
que les permitiera aumentar su confianza e identidad, mediante el orden y
la disciplina.”[22]
Como
muchos de nuestros intelectuales, Rafael Ramírez fue amante del libre
pensamiento, sabía que a partir del libre ejercicio intelectual se
recuperarían nuestras raíces y se descubriría la esencia de nuestra
identidad nacional.
Para
él, la fuerza del país estaba en su origen, en la cultura y no en sus
afanes guerreristas, no en las armas. La educación debía fomentar los vínculos
sociales, y servir como instrumento para fortalecer la solidaridad entre
los mexicanos; veía a la industrialización sólo como un medio para
promover el bienestar social. Por eso hizo de la ciencia, la cultura y la tecnología una
herramienta para consolidar la Nación.
La
escuela como resumen de la humanidad era, para Ramírez, la instancia
donde la educación se orientaba hacia el saber, no tanto para descubrir y
ascender al poder, sino un instrumento para que el hombre lo pudiera
hacer.
Alcanzar
esta meta era posible gracias a que el conocimiento es la conciencia del
ser. Cada generación se levantaba en los hombros del conocimiento que le
aporta la generación anterior y el saber enriquece conciencias, activa
virtudes y cultiva amor, si está bien encauzado.
Sin
embargo, para lograr esta síntesis humana no podía improvisarse, el
individuo debía aprender con disciplina e imaginación a partir del
conocimiento de las grandes preocupaciones sociales de la humanidad.
La
labor institucional de Rafael Ramírez, concentró los esfuerzos
educativos de la Revolución y les dio una orientación reconstructora.
En su concepción:
“La
educación debía ir a los marginados, estar guiada por preocupaciones
democráticas. Su deber ser, consistía en formar hombres con confianza en
sí mismos, que emplearan su energía sobrante en el bien de los demás.”[23]
Para
la visión de Ramírez, la pobreza y la ignorancia son los mayores
enemigos del progreso, resolverlos precisaba de la educación. Para
subsanar tan grandes males, la educación no debía ser sólo una ciencia,
había tener un carácter
normativo, de ahí sus semejanzas con la ética o la política. Al igual
que éstas, consideraba que exigía una relación racional entre fines y
medios para lograr un vínculo entre el ideal y su consecución.
Para
ello, era necesario combatir la opresión que durante siglos había pesado
sobre el mexicano, porque le impedía cristalizar sus esfuerzos en favor
de la actividad productiva e imaginativa un uso placentero de su ocio que
evitara su hundimiento en la pereza.
La
escuela bajo la concepción de
Rafael Ramírez, guiada por valores de equidad y de distribución de la
riqueza, era un instrumento de liberación humana para todos y no como
prerrogativa exclusiva de una minoría. Con
esta convicción el maestro pugnaba por vincular el plantel escolar con la
vida; promover desde este sitio el desarrollo pleno de la población; en
fin, esta institución educativa era el centro del desarrollo cultural de
una sociedad en busca de su integración como Nación.
La
visión de Rafael Ramírez se fundamentaba en “una concepción universal
de la naturaleza humana y en una teoría educativa normativa amparada en
una noción plural del conocimiento, como medio y no como un fin
en sí mismo para la satisfacción de las necesidades humanas.
Para
Ramírez era imperativo alimentar la identidad nacional del México
revolucionario, para hacerlo democrático
con una mejor justicia social.”[24]
En
resumen la importancia del proyecto de educación rural estriba en la idea
de que la educación debe consolidar a la Nación e incrementar los lazos
de solidaridad entre los mexicanos.
Si
bien en México ha prevalecido una injusta distribución de la riqueza y
del ingreso, resultaban más lastimoso y lamentable que existiera una
exagerada concentración del conocimiento en unas cuantas cabezas. Así,
con la educación como herramienta, Ramírez y sus contemporáneos sentarían
las bases para el desarrollo ulterior del México revolucionario.
Como
titular del departamento de educación rural se caracterizó por la prisa
para educar. Para ello, movió a la sociedad campesina e indígena, los
involucró con las actividades propias de la comunidad, hizo de cada
maestro un misionero cultural, un apóstol de la nueva palabra educativa,
un protagonista de la integración nacional del país que, en la práctica,
conocía y sembraba la semilla de una nueva conciencia nacional.
El
pensamiento filosófico y cultural de Rafael
Ramírez, se concreta en la
concepción de escuela que tenía, propiciaba
que ésta rompiera con los cánones tradicionales, buscaba una
agencia educativa que formara y transformara el
propio pensamiento, así como su entorno económico y social, para
ello decía que:
“Era
necesario que la escuela saliera a la calle y a las tierras de labranza;
que tomara como sujeto de estudio al niño y al adulto, al hombre y
a la mujer , como elementos indisolubles en la estructura de la
comunidad, considerada como un todo; y que el maestro que le sirviera,
además de cumplir con el rol de enseñante, se convirtiera en procurador
de pueblos , líder del lugar, promotor del cambio revolucionario,
gestor de sus reivindicaciones agrarias y políticas y
eslabón de enlace entre el campo y la ciudad.”[25]
Buscaba
fervientemente incorporar al
campesino y al indio (autóctono) a la civilización, para la escuela de
Ramírez significa de vital importancia integrarlos a la herencia cultural de la
humanidad y la comunidad de
habla nacional, de ahí que Ramírez escribe el libro de cómo dar a México
un idioma.
En
esta época la población era
eminentemente rural (1921) el censo establecía una cifra de habitantes de
14 300 000 en toda la República, el cincuenta por ciento vivían
en el campo 4 200 000 eran
clasificados como indios y 8
000 000 como gente cuyo nivel
es primitivo; el
65% se estimaban analfabetas y en este porcentaje se incluían a
tres millones de personas que no entendían el idioma nacional , por lo
que Ramírez a través de
esta agencia educativa buscaba
formar en ellos una
conciencia de clase proletaria que les llevara a participar críticamente
en la redistribución de la tierra, el status y el poder, y en la lucha de
la liberación colonial y antiimperialista.
Educar
al indio y al campesino, decía, era enfrentarlo a la realidad
de estos, crearle condiciones de apreciar por sí mismo el estado
de dependencia y subordinación en que se encontraban y capacitarlo para
que generaran su propia liberación. Señalaba que
al incorporarlos a la vida moderna, significaba
forzarlos a transformar radicalmente su economía, de responder a
la hostilidad violenta de quienes los afectan, los dueños de latifundios.
“En
este idealista, se aprecia el interés de fomentar un pensamiento nuevo a
la gente del campo, para ello estaba
convencido que la escuela tenía que cambiar su papel y el docente
transformar su propia ideología.
Aunque para esto había que cuestionarse en que condiciones se encontraban
los propios maestros, ya que su situación laboral no era precisamente la
más idónea.”[26]
Un carácter excepcional y una fortaleza de ánimo fuera de lo común, son necesarios para poner en práctica los postulados revolucionarios y mantenerlos sin desmayo frente a los embates de fuerzas contrarias que cuentan con apoyo dentro y fuera del país.
Sólo la entereza de Ramírez es capaz de sostener en pie la escuela rural, difundirla y defenderla contra propios y extraños. La personalidad del maestro: seria, severa, solemne e intransigentemente honesta, fruto de la formación axiológica, donde se le fomentaron y desarrollaron; la honradez, el decoro, la verdad, la bondad, la justicia e igualdad entre los seres, y la parte espiritual que tuvo, forjada en el rigor del pensamiento ideológico de Vasconcelos, se ajusta admirablemente a la tarea que se impone. Él,
sin embargo, juzga con humildad el destacado papel que le toca desempeñar.
Hace de sí mismo un balance exento
del arrojo que en todo momento manifiesta
su actuación y con ello intenta ocultar, sin conseguirlo, la interna
fortaleza de su ser. Era un hombre sencillo, un buscador de sentido
para el bien del hombre y el país.
Decía:
“Soy un viejo trabajador de la educación rural de mi país. Desde antes
que estallara la revolución ya venia ocupándome en tareas de tal
naturaleza, tanto en el pensamiento como en la acción práctica. Durante
la tormenta revolucionaria siempre trabajé en escuelas de población
culturalmente atrasada y económicamente desvalida. Durante esa época,
desde mis pobres capacidades procure siempre arrimar mi piedra y mi
grano de arena a fin de que el edificio que se levantaba llegara a ser no
solamente sólido, sino también útil
y, además, bello he dicho lo anterior
no para hacer sentir en el animo del lector la idea de que la gran
pasión de toda mi vida ha sido la educación rural. Digo que ha sido la
gran pasión de toda mi vida,
porque habiendo rebasado ya con mucho los linderos de la vejez, en la cual
se amortiguan todas las pasiones, aquella mía de la educación rural
sigue todavía tan viva y vigorosa como cuando estaba en su plena
madurez.”[27]
Indiscutiblemente,
que este comentario encierra toda una filosofía humanista, de cómo
percibía él la vida de los
indígenas, su sufrimiento, el abandono en que se encontraban, la
inequidad y toda la serie de necesidades que tenían, y cual debería ser
la posición del maestro con
vocación, interesado en buscar la superación de los campesinos en las
diferentes áreas de su vida.
También
se resalta su humildad y sencillez, que todo ser humano justo y noble debe
ser, la transparencia de su alma, sellada por el dolor y la injusticia que
padecían sus semejantes. Es muy difícil poder encontrar como en
él, a un filósofo, que nunca buscó que se le viera como tal. Pero es
muy fácil comprender su pensamiento filosófico humanista, reflejado en
todos sus actos educativos. Su praxis y teoría, en correspondencia con su
cosmovisión humanista, devinieron
cauce de realización verdaderamente humana.
Toda
su pasión fue la educación rural mexicana, la que necesitaban los
desprotegidos, los humillados ante los poderosos, los que menos economía
tenían, aunque en ellos
existiera toda una carga cultural en sus hombres,
ya que representaban, a los auténticos herederos de la cultura,
Tolteca y Azteca, representantes de Tláloc-Quetzalcóatl.
Su
pensamiento y actuar demostraron tener una idea profunda sobre lo que es y
debía de ser una filosofía social, encaminada al desarrollo íntegro del
ser humano en todas las esferas de su vida. Es allí donde encuentro desde
mi punto de vista a un personaje cargado de un humanismo muy pragmático,
pero sin el
utilitarismo, con un pensamiento social, justo y equitativo. Un
pensamiento forjado durante
su trabajo comunitario y alimentado de su
vivencia cotidiana con los campesinos, los más desamparados en su
época.
Su
actuar estuvo impregnado de
una rica subjetividad humana, buscando la verdad, porque siempre estuvo
interesado en su entorno
social, usos, costumbres y cultura de los campesinos. De ellos aprendió,
la verdad, el significado de libertad, la bondad, la belleza, la armonía
y el amor a la vida entre los seres humanos que profesaban su mismo
sentir. Su filosofía se nota que
estuvo inspirada y fundada en un humanismo real que busca la esencia
gnoseológica y ontológica de su propio ser.
Lo
expuesto anteriormente confirma
el siguiente comentario
expresado por el profesor Ramírez:
“Dejemos
a los filósofos, hacer filosofía, decía en su empeñoso y constante afán
de despejar la incógnita de la felicidad humana y pensemos que en todas
épocas ha sido aspiración suprema de los hombres el mejoramiento económico
y social. ¿ por qué ahora se pregunta el
pueblo ignorante, hambriento, andrajoso y oprimido, este pueblo
abnegado que sufre todas las
cargas, que soporta todos los martirios, que paga sólo todos los
tributos, por qué no fundar para él escuelas apropiadas, que les ayuden
a lograr tal fin¡?. Para elevar el nivel intelectual y desarrollar y
educar las aptitudes manuales de las clases
inferiores, para satisfacer la más
urgente reivindicación social, la escuela se debe ver como
un acto de amor hacia el campesino, pero también de reflexión y
voluntad.”[28]
Si
esta redención no se consigue por la escuela, seguramente no se conseguirá por ningún otro medio. Para ello se debe
reformar los programas. Donde las escuelas, les ayuden a fortalecer su
cultura general que sacuda y despierte sus inteligencias adormecidas, que
les provea de un conocimiento e ideas fundamentales y les inculque ideales
y aspiraciones, que eduque sus pensamientos y sus manos se desenvuelvan en
él, la mayor suma de aptitudes constructivas, para mejorar su cultura agrícola,
que esté en relación estrecha con la localidad en que se funde la
escuela. Se trata de formar una cultura de resistencia y de lucha, o
de revelarla, a través de
una educación que vaya a la esencia de los problemas del momento, a la raíz
de los males que subyugan y envilecen.
Aquí
se refleja la esencia de su pensamiento y se manifiesta que nunca se
consideró filósofo, sin embargo, en sus comentarios se expresa,
profundamente un humanismo filosófico, como núcleo
de una filosofía social que se avala en todo su pensamiento y
actuar cotidiano que efectuó
durante su vida profesional, volcando su entusiasmo y pasión por
el desarrollo de la escuela rural mexicana.
El
interés de Ramírez por la escuela rural era permanente e inalterable, no
pensaba en una escuela cuadrangular, porque para el la escuela era toda la
comunidad. No era un encierro de tabique o de cristal, era el ambiente
saturado del olor de las montañas o de la música de los arroyuelos
cantarines. Para Ramírez la escuela rural era un crisol de libertades que
orientaba el camino de la libertad de pensamiento para hacerlos libres de
acción.
Como
pensador sensible, no soslayó el naturalismo, propio de los grandes, al
contrario, lo cultivaba.
En
la doctrina de la escuela rural se plasmaban los principios fundamentales
que le dio sustento a la revolución mexicana: hecho, palabra accesible y
acción fecunda en beneficio del pueblo. Era la justa interpretación del
movimiento emancipador. Era la forma sencilla de llevar la sabiduría más
útil hasta la conciencia de los hombres del campo.
3. Especificidad de su pensamiento filosófico
El
pensamiento filosófico de Ramírez Castañeda aparece diseminado en su
diversa obra. No existe un trabajo sistematizado sobre su obra filosófica.
No fue un filósofo profesional sistemático. Hizo filosofía educativa,
apremiado por las circunstancias. Más que como oficio, como misión práctica
para resolver problemas. Fue un filósofo- misionero del deber.
Esto,
naturalmente, no lo desmerita. Todo lo contrario, su filosofía educativa,
expuesta en discursos, artículos, ensayos y libros, posee alto vuelo
aprehensivo, por su sentido cultural y complejo. Sabe ir a las raíces de
los problemas y plantear preguntas para resolver tareas vitales. Su
pensamiento no es sólo profundo desde el punto de vista racional e
intelectivo, sino además, pivoteado por
alta sensibilidad para despertar semillas dormidas, cazar utopías,
y dirigirse al deber ser.
Su
primer trabajo que realizado, al culminar sus estudios en la Normal, fue
en la hacienda de Palo
Blanco, donde enseñaba a los hijos de los hacendados. Durante más de dos
años, Rafael Ramírez trabajó en escuelas del Estado de Veracruz. Luego,
aceptó la dirección de una escuela en el Estado de Durango, y poco después aprovechando la
oportunidad que le brindó uno de sus antiguos maestros de Xalapa,
Veracruz, fue a trabajar con él a la Ciudad de México en una escuela
industrial.
Allí
lo sorprendió, en 1910, el estallido de la Revolución mexicana
encabezada por don Francisco I. Madero, movimiento armado en el que se
lanzan los mexicanos, con la esperanza de cambiar las condiciones de
injusticia, ignorancia y miseria en que vivía la gran mayoría de la
población. En esta lucha
justiciera también participó un hermano de Rafael Ramírez y otros
familiares.
El
Maestro, continuó posteriormente trabajando en la Escuela Industrial.
“El
trabajo eficiente del maestro Rafael Ramírez en aquella escuela primaria
industrial se hizo notar y pronto le solicitaron las autoridades
educativas su colaboración para reorganizar la escuela industrial de huérfanos.
A partir de ese momento se dedica con toda su voluntad y empeño a
difundir este tipo de educación en el país, y para ello escribe el libro
la educación industrial, que habría de ser el primero de los muchos y
valiosos libros que escribió para la educación del pueblo mexicano.[29]
En
poco tiempo, ya es catedrático en la escuela normal
primaria y funcionario en la Secretaría de Educación Pública.
Por el año de 1923, debido a que se planeó un nuevo sistema para educar
a los mexicanos, Rafael Ramírez formó parte de una primera misión
cultural, cuyo propósito era el de fomentar la educación en las
comunidades rurales indígenas. Allí se da cuenta de los grandes
problemas que vive la gente en el campo y esto lo marca para toda su vida,
y revoluciona su pensamiento humanista. Utilizando una filosofía social,
que decide utilizar con toda su voluntad y capacidad para ayudar a
resolverlos, por medio de la escuela y sus actividades encaminadas
directamente con la comunidad rural, apoyándose creativamente en las
ideas de grandes pensadores extranjeros como John Dewey y los nacionales,
José Vasconcelos, Moisés
Sáenz, Narciso Bassols y
el filósofo Gabino Barreda,
quién trajo a México el positivismo, con su propia interpretación de
acuerdo a las condiciones de nuestro país. También se apoya en sus
propias ideas y experiencias obtenidas en las comunidades rurales donde
trabajó.
El
Maestro Ramírez va creando poco a poco su filosofía de la educación, es
decir, la forma en que debían trabajar los maestros en las escuelas del
campo y explicando el por qué
de ese trabajo.
Así
al paso de unos cuantos años, se formó todo un sistema escolar, conocido
como la Escuela rural mexicana, una creación revolucionaria para ayudar a
liberar al pueblo y para formar a los hombres que la triunfante revolución
exigía.
La
proyección filosófico – educativa del Maestro Ramírez, posee un
extraordinario alcance. En su visión: “la
escuela rural no solo debía servir para que los niños de la comunidad
aprendieran lo que es necesario aprender, sino que la escuela debía
funcionar como una verdadera casa de pueblo donde también los adultos,
hombres y mujeres, asistieran a ella con el fin de aprender cosas útiles
para mejorar sus condiciones de vida.”[30]
Poco
a poco, el territorio de nuestra patria se fue cubriendo de escuelas
rurales, casas del pueblo hechas por el pueblo y para el pueblo, bajo la
influencia de una filosofía educativa que hacía de la escuela un
microcosmo de la sociedad. En las escuelas, estaba siempre presente y
dispuesto al trabajo el maestro, el profesor rural, humilde, pero siempre
digno, siempre respetado y apreciado por la gente. Claro que esta obra tan
grande no fue producto únicamente del pensamiento y del trabajo del
maestro Rafael Ramírez, sino
que en ella participaron otros grandes maestros, y sobre todo, los
sufridos profesores rurales que con muchos sacrificios y extraordinaria
dedicación hicieron realidad la escuela rural mexicana.
Puede
considerarse que la escuela rural mexicana, como sistema y como forma de
acción educativa y social, se inició aproximadamente por el año de
1921. Tuvo gran apoyo del
gobierno y alcanzó su mayor auge entre 1930 y 1945 a partir de allí,
comenzó a declinar debido a que el gobierno de la República cambió la
orientación de la educación, decidiendo que en el país las escuelas
trabajaran y educaran de otro modo.
Aunque
los planteles y los profesores rurales permanecieron en las comunidades,
el trabajo escolar y sus resultados ya no fueron como antes. La escuela
rural dejó de ser la casa del pueblo y se dedicó a enseñar únicamente
a los niños, tal como lo hace cualquier otra escuela primaria común y
corriente.
“El
maestro don Rafael Ramírez, escribió más de veinte libros. En 1915 escribe su primer libro
titulado LA ESCUELA
INDUSTRIAL el primero de su extensa, bibliografía. En él compara la enseñanza
técnica de México con los Estados Unidos y Europa.
En
los años de mayor actividad edita libros y folletos, entre
los que sobresalen los siguientes: La escuela de la acción dentro
de la enseñanza rural (1924), Cómo
dar a todo México un idioma (1928);La educación en los Estados Unidos
(1928); La enseñanza de escritura (1929); la serie, El sembrador, de
libros de lectura para las escuelas rurales; el primero (1929), el segundo
(1931), tercero (1931) y cuarto (1931); El cuento y la expresión dramática
(1930); La escuela proletaria:
cuatro pláticas acerca de la educación socialista
(1935); Formación y
capacidad de los maestros rurales para hacer eficaz la acción de la
escuela en los pueblos indígenas (1935). La serie, plan sexenal infantil,
de lecturas para el ciclo inferior, intermedio y superior (1937), Curso de
educación rural (1938), manuales didácticos: la enseñanza de la
ortografía (1938), la comunidad, la natural y auténtica institución
educadora de sí misma (1940); Supervisión de la educaron rural (1945);
Organización y administración de las escuelas rurales ( 1947); La enseñanza
del lenguaje (1949); La enseñanza de la historia (1949);La enseñanza dé
la geografía (1949); La enseñanza del civismo (1950); La educación
normal y la formación de los maestros rurales que México necesita
(1954), Las tareas sociales de los ciudadanos del porvenir
(1955).”[31]
Ángel
Hermida recopiló la obra de RAFAEL RAMÍREZ y la publicó como Obras
completas en la biblioteca del maestro veracruzano, Xalapa (1968), en 11
volúmenes. Toda esta obra está permeada de sentido filosófico –
educativo, con fundamentos culturales que parten de las raíces con vocación
universalizadora. Hay una intención filosófica constante: Unir la
escuela rural con la vida, como único modo de obtener frutos genuinos,
tanto para la escuela, como para la nación mexicana.
Como
si su producción escrita no fuese bastante para ganarle un lugar
destacado en la historia de la Filosofía pedagógica y su filosofía
social mexicana, Ramírez se da tiempo para hacer aún más: redacta
circulares, dicta conferencias, pronuncia discursos, comenta informes,
inspecciona escuelas, enseña en la vida y en la cátedra, encabeza el
departamento de escuelas rurales e incorporación cultural indígena,
asesora a quienes le sustituyen en las responsabilidades de la
administración escolar, y cargado de años, pero con un profundo interés
aún por la suerte del campesino y el indio, desde el retiro de su casa en
Coyoacán, sigue atento al destino de la institución que ayuda a nacer,
conduce en el crecimiento y acompaña en su declinar cuando, después de
1945, otros vientos cambian el curso de la educación en México.
Rafael
Ramírez no está solo en la manufactura de la invención social de la
cual es el principal artífice. Muchos
son los maestros distinguidos que concurren a dar forma, contenido y
significado a la escuela rural, prefigurada y proyectada por él; agencia
educativa, legítimamente mexicana, nueva en su concepción y en su manera
de adaptarse a las condiciones del campo, que sin dejar de ser genuina,
acepta y reinterpreta las ideas y patrones de acción procedentes del
exterior para mantenerse fresca
y auténtica, al calor de las profundas transformaciones que se dieron por
la Revolución Mexicana, de índole económica, política y social. En los
años veinte y treinta, la escuela rural es, sin duda, la herramienta más
eficaz que logra la transformación campesina y, con ella, la redistribución
de la salud, los recursos, el conocimiento y la dignidad entre las
masas para la cual se hace la revolución.
El
Profesor Ramírez dedicó su vida al campo educativo de la escuela rural
mexicana, y es aquí donde se ostenta la evolución de su pensamiento y la
obra educativa que se conforma como uno de los resultados de la justicia
social de la revolución.
Ramírez,
concibe una escuela completa y vital para los campos
de México, es decir,
la escuela rural mexicana que emerge de la revolución, es una institución
genuinamente revolucionaria, que busca romper en las comunidades rurales
los problemas de miseria, apatía, de ignorancia, de fanatismo, de
superstición de abandono y de injusticia social.
Un
pensamiento filosófico profundo se refleja cuando señala que:
“La
escuela debe impulsar el desarrollo completo de la comunidad, es fecundo
porque pone a operar las fuerza humanas directoras de la vida superior, de
ahí que la escuela rural mexicana es revolucionaria porque toma a la
comunidad por entero y no una mínima parte de ella, y comienza a enseñarla,
no a leer y a escribir, sino a vivir,
considera a la comunidad de
manera integral en su totalidad, con todo y todo, tal cual es, como sujeto
activo de la educación.”[32]
Profunda
idea: una educación que enseñe a vivir, es decir, que prepare para el
trabajo creador y la vida con sentido, no sólo en el recinto escolar,
sino también a la comunidad donde está ubicada. Realmente, se trata de
una filosofía educativa de alto vuelo.
“Aludía
que la escuela rural toma las cosas como debe de ser, ennoblece y eleva el
ambiente social comunal, primero, ya que ese ambiente es la fuerza dinámica
impulsora, y de este modo, la máquina humana entera empieza a caminar
sobre la vía de su mejoramiento y rehabilitación"[33]
En
este pensamiento podemos constatar cómo se preocupaba porque existiera
una sinergia al integrar a la
gente en verdaderos grupos sociales con alma y vida colectiva, dándonos
cuenta de su nobleza espiritual
y grandeza intelectual.
La
formación de su espíritu crítico se remota a su niñez, principalmente
en su adolescencia cuando estalla la revolución mexicana. Lee el primer
capítulo escrito con el dolor del campesino, la hacienda, la tienda de
raya, el analfabetismo, el peonaje, la miseria, la insalubridad y la
injusticia social. Son acontecimientos que se prenden
fuertemente en la conciencia del joven, en su cosmovisión, para
transformarse en rebeldía y en anhelo de libertad y de justicia, dándole
a su vida personal el orgullo de su origen campesino, dejándole una
huella imborrable, que años más tarde se tradujo en un pensamiento filosófico
educativo orientado hacia la equidad social y en una acción fecunda a favor de una
escuela que diera dignidad al campesino.
Siempre
buscó igualar su pensamiento a su conducta, mantuvo su fidelidad hacia sí
mismo, que para mi punto de vista, esa es una de las mejores y más justas
cualidades que debe de tener el ser humano, mantenerse fiel a sus
principios.
Es
considerado el profesor Ramírez, como uno de los fundadores de la escuela
rural mexicana contemporánea, con una filosofía educativa, social y
humanista, con capacidad
transformadora de su realidad, pone en la más alta cumbre de sus propósitos
a la dignidad humana, como preciada meta que generaría una autoestima en
cada individuo, para defender con derecho y orgullo sus ideales.
Dando
con esto un carácter más elevado a
las ocupaciones habituales, dignificando a la familia y al hogar
campesino, alfabetizando a las grandes masas populares, propiciando la
creación y el goce estéticos, multiplicando escuelas y haciendo, en
suma, que el hombre disfrutara de la alegría de vivir.
La
democracia educativa y la justicia social eran sus líneas rectoras que
condensaba, a menudo, en estas palabras:
“La
revolución Mexicana la hicieron en el campo, es preciso que el campo
reciba también los beneficios de la revolución. Es por eso que en México
es muy común escuchar, hasta que me hizo justicia la revolución, cuando
se le trata con justicia.”[34]
De
que allí que su ideal que tenía sobre lo que debía
ser la educación en el campo, le permitió establecer las bases
fundamentales filosóficas y principios ideológicos para desarrollar toda
una filosofía social, que le permitiera acrecentar
su espiritualidad.
Se
caracterizó por su vehemente pasión por ayudar siempre a sus semejantes,
sus conocimientos, su amplia experiencia y su extraordinaria autoridad
moral, dieron relieve a la formación de sus ideales, sobre la educación
rural y su fundamento filosófico humanista,
que concebía de la siguiente manera:
“La
educación como un proceso social, condicionado por el desarrollo económico
y político de los pueblos, para que un grupo humano transmitiera a las
nuevas generaciones su cultura e ideales….
la educación rural mexicana, es la transmisión sucesiva de la
cultura, creencias, sentimientos y emociones que le dieron vida al pueblo
de México.”[35]
A
través de su devenir histórico, se afirman sus hábitos democráticos
porque buscaba una mejor equidad entre la sociedad en general, sin
distinción de clase social, y porque se preocupa de un modo especial por
los sectores olvidados en épocas pasadas, cabe aclarar que estas
afirmaciones de la educación correspondía a la educación rural
mexicana, en su época de esplendor (1920
– 1945). Su
antiimperialismo es evidente, consideraba que:
“La educación rural es antiimperialista,
porque pugna por la independencia económica de la nación mexicana y por
el mejor aprovechamiento de los recursos naturales en beneficio del
pueblo. Antifeudalista, porque lucha por la conquista de la tierra y está
vinculada con el impulso de la consumación de la reforma agraria.
Progresista, porque busca el mejoramiento de la población campesina, por
su elevación a planos superiores de la vida y la forma de su desarrollo
que se refleja en su bienestar social, en la convivencia con otras
sociedades del mundo, a través de la propia educación, la ciencia y la
cultura, conservando su fisonomía peculiar de nuestro país, rechazando
cualquier penetración que pretenda deformarla, planteaba la necesidad de
que la comunidad se integrara sobre la base de la exaltación de su propia
tradición cultural y de los valores étnicos, éticos y estéticos.[36]
En
esto se refleja su cosmovisión social, que tenía en su propia
conceptualización y constructo, sobre las acciones concretas que se tenían
que realizar en beneficio de los campesinos y transformar la
realidad de su contexto social.
Su
ideal era que la educación rural debía ver a la comunidad en su conjunto
y contribuyera a elevar las condiciones de vida del pueblo y del educando
campesino, de su evolución a planos más satisfactorios.
Los
conocimientos que esta imparta se fundan en la experiencia del educando
frente a la naturaleza y a la sociedad que le rodea.
Proclamaba
el principio de actividad como origen de toda técnica de enseñanza, de
todo propósito educativo y de toda labor de orden social. Reconocía el
hecho de la unidad de todos los conocimientos humanos como
motivación de la actividad del educando, donde el maestro debe ser
un activo agente de mejoramiento social.
Que
propiciara el desenvolvimiento de la personalidad humana, con fines de
servicio social, afirmando el espíritu cívico y fortalecer la unidad
nacional, encauzándola, con miras de superación en la vida social rural.
Dicha educación permite mejorar las condiciones de la vida doméstica, la salud y la salubridad en las áreas rurales del país. Así mismo elevar las formas de recreación como actividades de mejoramiento cultural, moral, social y económico, elementos fundamentales de la cultura, para lograr la paz, la democracia y la justicia social.
Ramírez
era partidario de la vitalización de la escuela, es decir, que reflejara
la vida de la comunidad en todas sus facetas, que fuese siempre un
ambiente agradable para los educadores, que aprendieran a hermanarse
todos, que impulsara la recreación y que abriera la comunidad a todos los
caminos rumbo a la solidaridad.
Rafael
Ramírez Castañeda, fue un hombre con un pensamiento revolucionario,
lleno de ideas liberales y una visión humanista, sobre todo con la gente
del campo, donde percibió y compartió las necesidades más apremiantes.
Lloró y gozó, junto a ellos los momentos de triunfo y fracaso. Eso lo
hace un ser especial con un espíritu solidario hacia los más
desprotegidos.
Ramírez
hombre de libre pensamiento, nunca se consideró filósofo porque esa
tarea requería de un trabajo analítico y sensibilidad especial, y el
dominio pleno de las diferentes corrientes filosóficas.
No
obstante a pesar de su auto-descalcificación como tal, sus trabajos
escritos y sobre todo su actuar, lo ubican desde mi percepción como un
profundo filósofo, aunque ciertamente no realizó estudios propiamente
filosóficos ni hizo una filosofía sistematizada.
Sin
embargo, en Ramírez se encuentra la esencia de una filosofía humanista
con riqueza espiritual, donde predomina su carácter axiológico. Esto se
aprecia en sus discursos y en su aspecto vivencial en su peregrinar pedagógico
por los senderos del campo mexicano el que se convirtió en su santuario
educativo, enseñando siempre con su ejemplo la fortaleza y la esperanza
de un mundo mejor, con un corazón lleno de ilusión, donde predominara
una igualdad social, que engrandeciera toda actividad humana y lograr con
esto una consagración social.
Cierto es que tuvo que enfrentar muchas odiseas adversas a causa del sistema político imperante. Debido a ello varios programas y actividades le fueron rechazados porque éstas daban una mayor amplitud y diversidad de pensamiento, despejando la nube de la ignorancia e incitando a buscar la mejora social.
Ramírez, hombre de pensamiento crítico, reflexivo y progresivo, fue un luchador social incansable. Se caracterizó por buscar siempre otras alternativas que le permitieran crear un modo de pensar y actuar de manera humana. Tal modo de pensar existe y es conocido como humanismo cívico, el cual asume como premisa básica los parámetros éticos de la sociedad. “Esta propuesta filosófico-política, que tiene claras raíces aristotélicas, en la actualidad ha sido rehabilitada por el filósofo español Alejandro Llano.
Rafael
Ramírez, nunca utilizó el término humanismo cívico, pero él
reflexionaba sobre el humanismo, que este debería ser social, porque era
hecho por, y para el hombre en su contexto social.
El
humanismo social del que nos habla Ramírez, constituye una propuesta
teórico - práctica. Cuenta
con elementos doctrinales suficientes que la apartan del peligro de
reducirse a una pura actividad teórica y viceversa.
Su filosofía de la
educación, se funda en principios ético- culturales e históricos
fuertes.
Fomenta
la responsabilidad y la participación de las personas y comunidades
ciudadanas en la orientación y desarrollo de la vida política de estas.
Condición que equivale a potenciar las virtudes sociales como referentes
radicales de todo incremento cualitativo de humanidad.
La
dinámica pública, el protagonismo de los ciudadanos para convertirse en
gestores, de la problemática social de sus propias comunidades, teniendo
con ello una relevancia para el despliegue de sus propias libertades
sociales.
Era
uno de los principios que promovía Ramírez a través de un humanismo
social, que confiaba en los seres
humanos y en sus recursos espirituales inagotables que les confiere competencia
intelectual y ética para deliberar acerca de aquellas necesidades y
tareas de cuya dilucidación prudente depende el destino de los pueblos.
En el ámbito de la cultura, cultiva las capacidades personales y comunitarias para configurar un
modo de vida que acaba por tener decisivas repercusiones políticas y económicas
en las comunidades más desprotegidas.
El
humanismo, que promovía Ramírez, por ser una invitación a la esperanza,
es una filosofía realista y, a la vez, magnánima. Sí, lo que define,
efectivamente, a una actitud magnánima es la elección y el empeño en
alcanzar metas grandes, es decir, dignas del ser humano, Y
propone ni más ni menos la
transformación de la sociedad, a partir de la transformación de nosotros
mismos, los legítimos agentes sociales.
El
humanismo es la actitud que fomenta la responsabilidad de las personas y
las comunidades ciudadanas en la orientación y desarrollo de la vida
comunitaria, lo cual equivale a potenciar las virtudes sociales como
referentes radicales de todo incremento cualitativo de la dinámica
ciudadana. No se trata de un nuevo llamamiento
al refuerzo moral, como antídoto de la corrupción o complemento de una
burocracia esclerotizada y un mercantilismo miope. Se trata, más bien, de
una apelación a la activa libertad social de los ciudadanos. Es el temple
ético e intelectual de un pueblo, sólo alcanzable sobre la base de una
educación humanística, priorizando la libertad como núcleo de un nuevo
modo de pensar de la sociedad.
Precisamente,
esos destellos de verdad, bondad y belleza resplandecen en el humanismo, y
le confieren la fuerza innovadora de un modo de pensar que no se resigna a
pactar con el letargo conformista de una sociedad vacía y falta de
sentido.
Se
puede afirmar que la invitación de su humanismo, fundado en los intereses
del pueblo, se resume así: Volvamos a lo personal, es decir,
redescubramos su valor sagrado y desde él retomemos el verdadero
significado de todas las realidades humanas–sociales, culturales, políticas-;
realidades que sólo a la luz del hombre esencial reciben plenitud y
sentido.
Ramírez
tuvo como fundamento el paradigma antropológico humanista: es el del
hombre real, espíritu encarnado, animal racional con sentimiento, y político.
Constitutivamente vulnerable y abierto a lo infinito, cuyo ser personal
puede potenciarse hasta lo óptimo, gracias al cultivo de los hábitos
intelectuales
y prácticos, desde
una perspectiva desenajenadora.
Pero
la ética propia de su pensamiento está ligada con la ética de la
virtud, ya que es una ética inclusiva: en ella se armonizan el papel de
la virtud, de los bienes y de las normas morales como componentes
imprescindibles de la vida buena. Un puesto privilegiado lo ocuparán las
virtudes sociales, pues, el humanismo que practicaba Ramírez, se definía
como una concepción que concede relevancia pública a las virtudes
ciudadanas.
Todo esto dentro del marco de una teoría general de la acción humana de raíz aristotélica que es precisamente la ética y una noción de libertad entendida como liberación de sí mismo o libertad emocional, a cuya lógica pertenece el abrirse a horizontes más amplios y comprometerse con valores que nos sobrepasan y nos afectan.
Es la libertad social o fuerza activa de
participación en el bien común de
la sociedad.
Es
el paradigma ético de la comunidad social que procede de la tradición
aristotélica. En esta comunidad cívica se dan las condiciones de
intensificación vital y densidad ética en las que la personalidad de los
individuos puede madurar moral e intelectualmente y progresar hacia la
responsabilidad y el compromiso serio con el bien común.
La
formación ciudadana: la nueva ciudadanía, postulada por
Ramírez, es el resultado de una mentalidad y de una actitud
humanista. Aquí cumple un papel central la educación, y los ambientes
propicios que son principalmente la familia y los ámbitos educativos.
No
se debe olvidar que es allí donde
se aprende el oficio de la ciudadanía. Su proyección práctica alienta
una aspiración fundamental: la de redescubrir y, al mismo tiempo,
construir entre todos las condiciones sociales en las que se potencie la
optimización humana o, lo que es lo mismo: el humanismo social, como modo
de pensar y de actuar. Apuesta por el cultivo intelectual y afectivo de
una nueva ciudadanía capaz de poner las bases para lograr un hombre mejor
en una sociedad más justa, contrariamente al ideal positivista.
Ramírez,
enemigo de la desigualdad social, no se limita a lamentarla en sus
efectos, sino que quiso combatirla en sus causas, por eso opinaba del
siguiente modo:
“La
educación tiene urgencia de elaborar un nuevo concepto de hombre: mejor
en sus relaciones, mayor en sus aspiraciones sociales, promotor de
generaciones nuevas con más y mejores posibilidades de vida, y superior
en analizar su realidad para transformar su sociedad. No hay esfuerzo
humano, por pequeño que nos parezca, que resulte inútil en el
consenso general de construir en mejores condiciones el mundo en que
vivimos.
Forjemos
al hombre nuevo de espíritu, con sabiduría, tolerante pero critico,
apasionado por el
bienestar propio, y de los demás, dispuesto a dar lo mejor de sí,
integro, justo y leal a sus principios, que se conviertan en su eje rector
que ilumine su actuar bajo el sustento filosófico del humanismo. Logrando
así el bienestar social que le da la satisfacción de servir a su
semejante.”[38]
Llegando a la cúspide que todo ser humano debe aspirar, la realización plena como individuo, se alcanza sólo priorizando al ser en su justa dimensión, el ser y deber ser, como principio fundamental de la filosofía para la formación humana, Permite lograr una vida a plenitud y con decoro que nos lleva al fin supremo del ser humano, alcanzar su aspiración máxima: LA FELICIDAD. He ahí la esencia de su filosofía de la educación humanista y las cualidades que la determinan como filosofía del hombre y para el hombre, con sentido cultural y razón utópica realista.
Referencias:
[1] Ver, Vitier, Medardo- Valoraciones I. Departamento Relaciones Culturales. Universidad Central de Las Villas, 1960, p. 246.
[2]
Pupo, R. Tradición,
historia y cultura. En El ensayo como búsqueda y creación.
Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco, México, p. 57.
[3]
Educación. Órgano de la dirección general de Educación
popular del Estado de Veracruz 1968: No.15 México. Dedicado a
recordar a Ramírez, es la fuente de donde: se tomaron los datos biográficos.
[4]
Terreno no cultivado, de uso común, situado en el linde de una
población, pero que, en el caso mexicano, hace referencia a la
propiedad rural de carácter colectivo, de suma importancia en su
historia agraria. En
lo que respecta al virreinato de Nueva España, su normativa legal
data del 1 de diciembre de 1573, cuando el rey Felipe II señaló la
disposición que correspondía a cada asentamiento poblacional, y fijó
la ubicación de los respectivos ejidos. Pero es a partir de la
independencia mexicana cuando el ejido comenzó a tener una influencia
directa en el devenir político de la nueva nación. El 25 de junio de
1856, el gobierno presidido por Ignacio Comonfort promulgó la Ley de
Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas (conocida como Ley
Lerdo, por ser entonces secretario de Hacienda Miguel Lerdo de Tejada)
que habría de transformar la propia existencia de los ejidos, al
convertirlos en parcelas de propiedad privada de cada uno de los
vecinos de la población correspondiente. La mayoría de ellas
acabaron en manos de los grandes terratenientes.
A
partir de la Revolución Mexicana, las nuevas leyes de reforma agraria
pretendieron devolver a las comunidades rurales la propiedad de los
terrenos todavía denominados ejidos. El 6 de enero de 1915, el
gobierno de Venustiano Carranza promulgó la ley agraria que reformaba
el carácter de la propiedad ejidal, ratificada por la Constitución
de 1917, según la cual la propiedad rural volvería a ser comunal y
pasaría a ser explotada en lotes individuales ajenos al mercado. A
finales de 1920, el gobierno presidido por Álvaro Obregón aprobó la
Ley de Ejidos que habría de reglamentar su uso. Desde entonces, el
proceso de reforma agraria se extendió paulatinamente, no sin
altibajos. Fueron las presidencias de Lázaro Cárdenas (1934-1940) y
Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) las que procedieron con mayor
rigor a acelerar su transformación en propiedad comunal.
[5]
Castillo, Isidro. La escuela rural
mexicana y su evolución, Ediciones Diana. México 1965, p. 86
[6]
Serie de ascendientes o
antecesores de alguien. || 2. Origen,
procedencia de algo. Influencia.
[7] William, Raat. El positivismo durante el porfiriato 1975. sep-setentas. México. PP. 132-158.
[8]
Ibíd.pág. 176-177.
[9]
Además, tal y como plante Pablo Guadarrama: “
Como casi en todos los países
de América Latina, México, aún después de la independencia, no había
cambiado mucho su
estructura económica y social, pues no se habían producido en él las
aceleraciones necesarias
para tales transformaciones.
Si
bien la agricultura había tenido algunos adelantos, seguía siendo
una economía cuasifeudal, patriarcal, con un desarrollo muy pobre de
su industria y otras formas productivas, así como mantenía un
comercio exterior supeditado a lo que antes eran
metrópolis coloniales y paulatinamente se convertían en
neocoloniales e imperialistas.
México
sufrió un intento de ser conquistado por los franceses a mediados del
siglo pasado, y concluyó con la caída del Imperio de Maximiliano en
1867. Esa
pretensión de afrancesamiento de la cultura hispanoamericana
y de la vida política de la parte no sajona de América, dio
lugar a que se propiciase
la utilización del concepto de América Latina.
Los franceses para justificar su dominación, en
vez de una América Hispánica introdujeron el término de América
Latina, también con cierto derecho a tener poder hegemónico
sobre lo que en su lugar Martí enfatizaría como nuestra América. México
desarrolla una serie de transformaciones a fines del siglo XIX, con el
proceso de la Reforma que lleva a cabo Benito Juárez, en un intento
por acelerar las transformaciones burguesas nacionales, con la
aspiración de lograr un desarrollo capitalista acelerado y una
incorporación plena a la modernidad.
En
medio de ese ambiente de ideas liberales que invocaba el positivismo
como proclama hacia una sociedad más democrática, y hacia una
sociedad de mayor participación económica, civil y política, es que
el positivismo toma auge en ese
país a través de dos figuras principales: Gabino Barreda y Justo Sierra.
Con
anterioridad se manejaba el término de hombres positivos,
como por 1833 denominaba
José María Luis Mora a aquellos emprendedores cultivadores de la
ciencia y el progreso industrial. A estos les encargaba la tarea de
transformar la educación mexicana. Pero, en verdad, la filosofía
positivista como tal tomó arraigo en ese país durante el último
tercio del pasado siglo. Alrededor
de Barreda se creó una
elite intelectual, denominada de los científicos, que en cierta forma
se vinculó ideológicamente a la dictadura de Porfirio Díaz.
Esto da lugar a
que se considere
injustamente que en ese
país el positivismo de
manera absoluta tuvo un papel reaccionario, por haber sido la
justificación ideológica de un régimen dictatorial. No se toman en
cuenta otros factores dignos de atención. En primer lugar, no
es absolutamente cierto que apuntalara del todo al Porfiriato, ni que
pudiera identificarse de
manera integral a aquel
numeroso grupo superior a
una veintena con el
positivismo pues en muchos aspectos discrepaban incluso
del gobierno de Díaz. Del mismo modo, “el dictador
cuidó siempre en
una forma exquisita el conservar buenas relaciones con los científicos,
pero les puso un hasta aquí cuantas veces pretendieron entrar en pláticas
con él sobre cuestiones de orden público”(Guadarrama, P.
Positivismo y antipositivismo en América Latina. Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 2004, pp. 43 – 45)
[10]
“Gabino Barreda cultiva sus
ideas de corte positivista comtiano, dirige la Escuela Nacional
Preparatoria que puede considerarse como una especie de cuartel
general del positivismo mexicano. Las escuelas normales y las escuelas
públicas que se fueron creando bajo la influencia del positivismo
dieron lugar a que estas ideas contribuyeran en cierta forma a indicar
cuáles debían ser los caminos del progreso mexicano.
Barreda
modificó la consigna
comtiana de amor, orden y progreso, al plantear “que en lo adelante
sea nuestra divisa LIBERTAD, ORDEN Y PROGRESO; la libertad como
MEDIO, el orden como BASE y el progreso como FIN (…) Que en lo
sucesivo una plena
libertad de conciencia , una absoluta libertad de exposición y de
discusión dando espacio a todas las ideas y campo a todas las
inspiraciones , deje esparcir la luz por todas partes y haga
innecesaria e imposible
toda conmoción que no sea puramente espiritual, toda revolución que
no sea meramente intelectual. Aquí dejaba
explícita Barreda su preocupación por que las revoluciones
fuesen solamente en el
pensamiento pero no en la vida socioeconómica y política.
A
la vez a la consigna de
orden y progreso, en
lugar del amor, le agregaba
la libertad, idea
esta que no mantuvo
consecuentemente en los años finales de su vida. La
consigna de libertad era heredada de la ilustración. Sin embargo,
Gabino Barreda se dio cuenta de que en la filosofía de Comte no podía
encontrar todos y cada uno de los elementos que él buscaba. Tal
consigna que Comte había
concebido muy a tono con su ideología burguesa sobre el progreso,
dentro del orden, esto es, sin cambiar el orden.
El
positivista mexicano empezó a encontrar en Spencer y
en Stuart Mill, mejor formuladas algunas de las ideas
evolucionistas, dado que Barreda, había sido alumno de Comte en París,
así había conocido directamente las obras del filósofo francés, no
resultaba fácil desarraigar su influencia. Las ideas comtianas de
Gabino Barreda se fueron articulando a la vida ideológica, pedagógica,
política y sobre todo, a la lucha contra el dominio de la Iglesia,
que era muy fuerte y que sufrió un golpe violento con la Revolución
Mexicana de inicios del siglo XX[10].
(Ibídem, pp. 46 – 47)
[11]Ramírez,
Rafael, El sistema de escuelas rurales en México. Talleres gráficos
de la nación México, 1972.1927.pp. 223
[12]
Ramírez Rafael, Obras completas, 1968. México, tomo VIII. Pp.85-99.
de aquí en adelante se mencionará así: Ramírez VIII, P.
Significa la referencia del autor, volumen y pagina. Debido a
lo difícil de la bibliografía. Sólo existe una edición de las obras
completas del Profesor Rafael Ramírez Castañeda, recopilada por: Ángel
Hermida y la publicó como Obras completas en la Biblioteca del
Maestro Veracruzano, Xalapa, México, en 11 volúmenes. El mismo
Hermida escribió sobre la vida del maestro e igualmente lo hicieron
Isidro Castillo, Luis Álvarez Barnet,
[13]
Ramírez Rafael. El sembrador, libro de lectura, para escuelas
rurales, edit. Secretaria de educación, México, 1929.
[14]
Ramírez, Castañeda, R. III,
pp., 70-72.
[15]
Sindicato nacional de maestros, la educación en la historia de México.
Lecturas de historia, de México. Colegio de México. México. D.F.
1955. pp. 62-71
[16] Gonzalvo Aizpuru, Pilar. El humanismo y la educación en México. México, 1985. pp. 179-187.
[17] Ramírez, Rafael. Las tareas sociales de los ciudadanos del porvenir. Edit. Talleres gráficos de la nación México. 1955.
[18]
Ramírez Rafael. Al servicio
de la escuela popular, México.1927. pp. 33-56, como jefe de
departamento de educación y cultura indígena redacta las bases que
norman el funcionamiento de la casa del pueblo 15 de abril de 1923
recibieron el nombre de casa del pueblo, sin que ello hubiese influido
snobismo impertinente sino la conveniencia de sugerir en expresión
concisa y comprensiva el pensamiento sustancial de una escuela
estrechamente vinculada, con el pueblo
y celosamente preocupada por rebasar sus tradicionales linderos
en busca ascenso comunal.
[19]
Ramírez; III. PP. 79.
[20]
Ramírez; III. PP.83.
[21]
Ramírez, Rafael. La escuela proletaria: cuatro pláticas acerca de la educación
socialista, 1930. México, ediciones caballito.
[22]
Fuentes Molinar, Olac. Educación Publica y sociedad, en Pablo Gonzáles
Casanova, México hoy, Siglo XXI, México,
1981, Editores pp.230-231.
[23] Ramírez, Rafael. La escuela proletaria. Cuatro platicas acerca de la educación socialista. Edit. Caballito, México. 1935.
[24] Ver Ramírez, Rafael. La comunidad, natural y auténtica institución educadora de sí misma. Edit. Caballito. México, 1940.
[25]
Mejía Zúñiga Raúl, Rafael Ramírez en la vida de México, Edit.
Escuela normal de México, 1972, México pp.109-110.
[26]
Ibíd. pp.121-122.
[27]
Ramírez, Ramírez. La educación normal y la formación de los
maestros rurales que México necesita. Talleres gráficos de la nación,
México. 1949. pp.145-174.
[28] Álvarez Barred, Luis. La obra educativa de don Rafael Ramírez Castañeda, Ediciones Caballito, México, 1959.pp.107-108.
[29]
Ibíd., Pág., 7-8.
[30]
Ramírez, Rafael. Organización y administración de las escuelas
rurales. Edit. talleres gráficos de la nación. Mexico, 1947, p. 46.
[31]
Secretaría de Educación. La escuela rural mexicana, editorial.
Talleres, gráficos de la Nación. México, 1982.pp.7-11
[32] Ramírez, Rafael. La escuela proletaria, cuatro pláticas acerca de la educación socialista. Edit. Caballito. México, 1935.
[33]
Cerna, Manuel. Don Rafael Ramírez y el pueblo de México, México
1975, editorial caballito s.e.p.. pp. 202.
[34] Ramírez, Rafael. Los grandes problemas sociales y las tareas nacionales de los ciudadanos del porvenir, talleres gráficos de la nación, México.1937. p. 271.
[35]
Ramírez, Rafael. Los grandes problemas sociales y las tareas
nacionales de los ciudadanos del porvenir, talleres gráficos de la
nación, México. 1937.
[36]
Ramírez, Rafael. La comunidad, la natural y autentica institución
educadora de si misma. Talleres gráficos de la nación. México.
1940. pp. 75-79.
[37]
Perteneciente a ese ámbito del saber, el humanismo cívico se
presenta como un modelo socio-político cimentado sobre bases teóricas
rigurosas que le permiten someter a examen los parámetros políticos
y culturales dominantes. Esto con el fin de explorar posibilidades de
convivencia social más humanas y justas.
Su
esfuerzo teórico y practico lo sitúa a mucha distancia del
positivismo social esto es, un modo de pensar la realidad socio-política
a partir del método no valorativo de las ciencias exactas y,
por lo mismo, puramente descriptivo y acrítico. Cabe resaltar en este
sentido que precisamente la exclusión de la filosofía política es
uno de los factores que mas ha influido en la deshumanización de la
teoría y de la praxis política.
[38]
Ramírez, Rafael. Formación y capacidad de los maestros rurales, para
hacer eficaz la acción de la escuela en los pueblos indígenas. Edit.
talleres gráficos de la nación. México. 1935, p. 65. |
por
Dr. Santos Hernández Medina
santos_arturo@hotmail.com
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Rafael Ramírez Castañeda en Letras Uruguay
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