La deontología en Emanuel Kant y Max Scheler
por
Dr. Feliciano Hernández Cruz
Max Scheler |
Emanuel Kant |
Introducción El
tema abordado por los dos grandes pensadores alemanes nos remite a su
concepción etimológica, por lo que el término deontología viene del
griego δέον:
debido + λόγος:
tratado. Fue introducido por Bentham
en su obra Deontology or the Science of Morality, en el año 1834;
hace referencia a la rama de la ética, como parte de la filosofía que
trata de la moral y de las obligaciones del hombre, cuyo objeto de estudio
son los fundamentos del deber y
de las normas morales. Se refiere a un conjunto ordenado de deberes y
obligaciones morales que tienen los profesionales de una determinada
materia. La deontología es conocida también bajo el nombre de Teoría
del deber y junto con la axiología es una de las dos ramas
principales de la Ética
normativa.[1] Es
permitido hablar de una deontología
aplicada, cuyo caso no se está ya ante una ética
normativa sino descriptiva e incluso prescriptiva. La deontología
aplicada al estudio de los derechos y deberes, particularmente enfocados
al ejercicio de una profesión, es el caso de la deontología
profesional. Para su aplicación se elaboran códigos
deontológicos, los cuales reglamentan, de manera
estricta o bien a modo de orientación, las cuestiones relativas al deber, de los miembros de una determinada profesión. La deontología
se nutre por un lado del marco jurídico, y por otro del marco moral.[2]
Su concepto básico es que obrar de acuerdo
a la ética corresponde con obrar de acuerdo a un código predefinido.
Un apartamiento de una norma previamente definida, en general por escrito,
constituye una actitud o un comportamiento no-ético. Por tanto, hablamos
del argumento supremo que ha de orientar cualquier conducta. Por el
contrario, existe otra rama, denominada Teleología,
que define el obrar éticamente como aquella actitud o comportamiento que
contempla el bien para la mayoría, determinando qué es correcto y qué
no lo es en función del resultado a alcanzar. Además
de conocer el origen de los términos y su evolución en el contexto en
que se desarrolla, a través
de los tiempos, es importante adentrarse al ser y quehacer del pensador
que lo aborda como novedad o complementación del saber científico,
porque nos proporciona elementos importante para comprender su cosmovisión. Por
eso hacemos un preámbulo para saber
que Emanuel Kant, es alemán, nace en 1724 y muere en 1804. Vivió una vida
excepcionalmente tranquila, porque vivía rutinariamente, tenía muchos
amigos, nunca se casó y nunca se aventuró a salir más de 60 Km. de Königsberg,
Prusia Oriental, la ciudad de su nacimiento y de su muerte. El escritor
alemán Heine, ha inmortalizado a Kant al presentarlo como un autómata:
Levantarse, tomar café, escribir, dar clases, cenar, caminar: todo tenía
su tiempo prefijado. Y cuando Kant, en su abrigo gris, bastón en mano,
aparecía a la puerta de su casa, y caminaba hacia la pequeña avenida
bordeada de tilos que aún se llama La
caminata del filósofo, los vecinos sabían que eran exactamente las
tres y media en su reloj. La
familia Kant pertenecía a la clase media baja y era muy religiosa. En
reconocimiento de la habilidad académica de su hijo y por las
convicciones religiosas de la familia, el padre de Immanuel lo envió al
colegio pietista local a prepararse para el ministerio. Immanuel continúo
sus estudios en la Universidad de Königsberg, y se interesó mucho en las
ciencias naturales y en la filosofía. Entre 1746 y 1755 fue maestro
privado de varias familias de su ciudad. Luego fue nombrado instructor en
su universidad y finalmente, en 1770, obtuvo la cátedra. Kant fue un
maestro muy popular y exitoso. Tal vez pueda sorprender que alguien tan
riguroso en su propia forma de pensar, diera el siguiente consejo pedagógico:
“atiende a los estudiantes de
mediana habilidad; a los tontos es imposible ayudarles, y los genios se
ayudan a sí mismos”. Se interesó mucho en la revolución francesa
y americana. La fachada conservadora de Kant ocultaba al verdadero Kant. Los
escritos de Kant son lectura obligatoria para todo aquel que desee
comprender el pensamiento de los siglos XIX y XX. I.
El deber en Kant. Kant
define el deber como “la necesidad de una acción por respeto a la
ley”. Las
acciones pueden ser hechas por inclinación (mediata o inmediata), o por
deber. Son hechas por inclinación cuando las hacemos porque nos parece
que con ellas podemos obtener un bien relacionado con nuestra felicidad:
en el caso de las que se buscan por inclinación inmediata porque la acción
misma produce inmediatamente satisfacción (ver una película, por
ejemplo); en el caso de las que hacemos por inclinación mediata porque
con dichas acciones conseguimos una situación, hecho o circunstancia que
produce satisfacción o ausencia de dolor (ir al dentista, por ejemplo).
Sin embargo, las acciones hechas por deber se hacen con independencia de
su relación con nuestra felicidad o desdicha, y con independencia de la
felicidad o desdicha de las personas queridas por nosotros, se hacen
porque la conciencia moral nos dicta que deben ser hechas[3].
1)
Deber y personalidad “Las inclinaciones mismas, como fuentes de las necesidades, están tan
lejos de tener un valor absoluto para desearlas, que más bien debe ser el
deseo general de todo ser racional el librarse enteramente de ellas.”
–Fundamentación de la metafísica de las costumbres.[4] La
ley moral, ya se dijo, es para nuestra voluntad una ley de deber, de
compulsión moral. Pero ¿cuál es la raíz del deber? ¿Qué es lo que le
permite al hombre actuar independientemente de sus inclinaciones y deseos?
Kant
piensa que la raíz del deber es la personalidad, es decir, la
libertad e independencia del mecanismo de toda la naturaleza. Libertad,
sin embargo como facultad de un ser que está sometido a leyes puras prácticas
peculiares, es decir, dadas por su propia razón. El hombre se revela así,
como persona, en tanto pertenece al mundo de los sentidos, pero al
mismo tiempo sometido a su personalidad, en tanto pertenece al
mundo inteligible. El hombre está lejos de la santidad, pero la humanidad
(personalidad, naturaleza racional) en su persona tiene que serle santa.
Toda la creación, continúa Kant, puede emplearse como medio; sólo el
hombre es fin en sí mismo. En otros términos, el hombre tiene dignidad,
no precio. Este
apartado, con el que Kant cierra el tema de los motores de la razón práctica,
trae nuevamente a la consideración la segunda formulación del imperativo
categórico: Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu
persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mis
mo tiempoy nunca solamente como un medio (Fundamentación,
429). Tal vez lo más relevante del párrafo que estamos comentado de la Crítica
de la Razón Práctica, a propósito de este principio, sea la
distinción tan marcada que hace Kant entre persona y personalidad
(humanidad). ¿Son dos realidades distintas? ¿Qué es lo que constituye
al hombre como fin en sí mismo? ¿Su persona? ¿Su personalidad? ¿Qué
debemos entender por estas nociones? La
literatura sobre este tema es abundante y, sin duda, seguirá siendo
motivo de discusión a la luz de las concepciones éticas y políticas
contemporáneas, que de una u otra forma se inspiran en este imperativo
kantiano. Para los propósitos del tema, quiero concluir estos comentarios
haciendo mención de cuatro interpretaciones del principio, no muy
alejadas entre sí, y que pueden echar luz sobre la idea de personalidad
como raíz del deber. Por comodidad, las ordenaré en orden cronológico[5].
Paton
(1947) afirma que el valor moral de un ser racional depende de la posesión
de una buena voluntad. Un fin en sí mismo debe ser un fin existente
en sí mismo, no algo producido por nosotros, y ese fin existente en sí
mismo es la buena voluntad, presente en todo agente racional. La tesis de
Paton da a entender que es posible poseer una voluntad racional aun cuando
ésta no se ejerza. Lo anterior se confirma, por ejemplo, con un pasaje de
la Critica delJuicio citado por el autor: "una buena voluntad
es aquello por lo cual la existencia humana puede poseer un valor
absoluto" (443). La buena voluntad, entonces, es algo dado
naturalmente al hombre y no algo adquirido. Con esa interpretación,
Paton abría una nueva vía para comprender la moral kantiana, más
cercana a un planteamiento metafísico que a uno psicológico. La pregunta
que surgía, inmediatamente, era la de cómo hacer compatible la idea de
posesión de la voluntad racional, independientemente de su ejercicio, con
la negación del yo como sustancia sostenida en la Crítica de la Razón
Pura. En
1967 Beck comenta que, mientras que en la Crítica de la Razón Pura
Kant señaló la imposibilidad de una demostración del alma como
substancia e hizo del yo sólo una apariencia, en la Crífica de la Razón
Práctica efectúa una transición hacia una interpretación más
metafísica del yo. La interpretación fenoménica del yo, como doctrina
oficial kantiana, muestra signos de ser trascendida por un personalismo y
un activismo metafísicos. No se trata de una metafísica teórica, sino
práctica. Desde este punto de vista, la personalidad según Beck no es
una categoría sino una Idea de la razón. Somos personas, pero
ningún ser finito está totalmente adecuado a la Idea de personalidad. En
la naturaleza humana, considerada empíricamente, encontrarnos a lo sumo sólo
una predisposición a la personalidad, que consiste en la capacidad
de respetar la ley moral y hacerla un incentivo suficiente para la
voluntad. Si no entiendo mal a Beck, esta predisposición no es algo
adquirido sino algo dado. Una suerte de tendencia referida a un objeto que
es la Idea de personalidad. Posteriormente,
Murphy critica la postura de Paton y propone una solución novedosa.
Murphy piensa que si Paton tuviera razón, el principio de personalidad
tendría que enunciarse: "trata a todas las personas, que poseen
una buena voluntad, como fines y nunca sólo como medios''. Pero este
enunciado sería contrario a las reiteradas afirmaciones kantianas de que
nunca podremos conocer si otra persona tiene una buena voluntad, o bien,
que una buena voluntad racional no se puede observar ni se puede
demostrar. Para Murphy, el valor moral de un ser racional no depende de la
posesión de una buena voluntad, sino de aquello que hace posible a un
hombre el ser moral: su libertad y el valor que surge de ella, la
dignidad. Murphy
sin embargo está consciente de que Kant no es diáfano en este punto, por
ejemplo, cuando se refiere al origen de la dignidad, Kant afirma que es el
resultado de la capacidad del hombre de ser moral, con lo cual se
ve en un círculo: el hombre es digno porque tiene la capacidad de ser
moral, y es capaz de ser moral por su libertad, que se expresa en el valor
dignidad. Para romper este círculo Murphy distingue, con Kant, entre el término
Willkür, que significa la libertad de escoger o la actividad
espontánea de las personas, y el término Wille que es la autonomía
o el actuar por motivo de la ley moral. Si la dignidad del hombre derivara
de Wille, no se rompería el círculo, pero Murphy piensa que, en
efecto, el hombre es digno, posee dignidad, es fin en sí mismo, por su
libertad entendida como Willkür. Por
último, Atwell (1986) piensa que el principio de personalidad tiene que
ver con la buena voluntad, pero se pregunta si en verdad puede un hombre
poseer una buena voluntad, incluso bajo el supuesto de no ejercitarla.
Para responder a este planteamiento, el autor echa mano de su distinción
entre respeto pasivo y respeto activo. Lo que es dado naturalmente
al hombre y que lo hace un fin en sí mismo, es el respeto pasivo por la
ley moral, o mejor aún, una disposición o predilección hacia la total
posesión de una buena voluntad. La buena voluntad, por otra parte, no es
algo dado al hombre naturalmente, sino que se adquiere a través del
respeto activo a la ley moral. Si
nos apegamos estrictamente al texto de la Crítica de la Razón Práctica,
la interpretación de Murphy es la correcta. La personalidad no es sino la
libertad o independencia del mecanismo de toda la naturaleza. Personalidad
es autonomía y ésta es la raíz última del deber. De esta manera, la
segunda formulación del imperativo categórico debe comprenderse más
como un límite a la interferencia de otros individuos o del mismo Estado
en la voluntad o autonomía de cada sujeto, que como un valor moral
positivo o un Ideal. Cabe,
sin embargo, hacer otra lectura de Kant en la que las ideas de
"posesión", "predisposición" o "disposición"
ocupen un lugar relevante. Este segunda lectura de la Crítica de la
Razón Práctica se hace a través del lente de la Crítica del
Juicio y de la Metafísica de la Virtud, dos obras revaloradas por los
críticos contemporáneos de Kant que, como esperamos haber mostrado,
suaviza la rígida interpretación formalista de su ética[6].
II.
Scheler
Nace
en 1928 y muere en 1919, hijo de padre protestante y madre judía;
pertenece a la corriente fenomenológica de Husserl. En una primera etapa
criticó la ética formalista kantiana desde la tesis de que todo juicio
moral se basa en una asunción intuitiva de valores materiales que no se
puede traducir a una regla racional. Su obra más representativa de este
período es El formalismo en ética y ética material de los valores
(1916). Justificó su posterior conversión al catolicismo en De lo eterno
en el hombre (1921). Más adelante, derivó hacia planteamientos de mayor
alcance ontológico, desde una perspectiva romántica cercana al panteísmo
y bajo la influencia del pragmatismo estadounidense. Así, en El puesto
del hombre en el cosmos (1928) concibió el universo como resultado del
enfrentamiento de dos principios, el espíritu (Geist) y el impulso vital
(Drang). Fue un verdadero conocedor de la
filosofía de Kant y se mantenía crítico ante ella e insistía mucho
sobre el aspecto religioso del hombre, se oponía al positivismo, era un
gran admirador de San Agustín, su filosofía, en resumen, era una especie
de vitalismo espiritual, Fue un
brillante pensador, un genio en el campo de la ética,
de las relaciones intersubjetivas y de la fenomenología de la religión y
ha sido llamado "el Nietzsche católico" Desarrolla una ética con cinco características: 1.
La moral es autónoma, independiente de la metafísica y de la teodicea. Más
aún, que los grandes problemas filosóficos nacen en el campo de la
moral. 2.
La presenta como objetiva y absoluta.
3.
Las fuentes de toda actividad ética deben ser la alegría y el amor, en
vez del vacío heroísmo del deber (Kant) o del trabajo (Marx). 4.
Personalismo muy pronunciado. 5.
Aversión a todo individualismo exagerado, pues la persona es
esencialmente abierta. Según
Abbagnano, toda su ética está orientada hacia la persona y esta a su vez
está centrada en su teoría de la comprensión interpersonal (Sobre todo
en su obra "Wesen und Formen der Sympathie"). La ética de Scheler se estructura y se
desarrolla en cinco apartados: 1)
Ética Material En
su ética Material distingue tres términos importantes para la construcción
de su cosmovisión del deber moral por lo que el primero es el ethos
que significa vivencia concreta de los valores de la esfera ética y la ética
como el estudio cuyo objeto es traducir en juicios justificados el ethos
auténtico, absoluto y válido
para todos los hombres; el obrar ético
que es seguir las normas del ethos y material
es porque tiene un contenido, en oposición al formalismo
kantiano. 2)
Intuición emocional Esta
segunda parte aborda dos elementos esenciales de la emoción partiendo de
la intuición emocional objetiva, que
en
Kant sólo hay una razón y sentimiento subjetivo. Según Scheler es
porque acepta el prejuicio de que sólo hay razón y sensibilidad (todo lo
demás, todo lo que no es razón), Sin embargo Scheler, admite que algunos
sentimientos son subjetivos, otros intencionales y objetivos porque su
postura se inspira en el pensamiento de Pascal y San Agustín. El segundo
elemento es la intuición
emocional que
su función es percibir, preferir los valores. Los
valores dan la idea de un mundo platónico, aunque son independientes de
los espíritus concretos, no son independientes del espíritu en cuanto
tal; aquí aparece una característica de la fenomenología. La relación
entre valor y ser no aparece clara, porque rechaza el voluntarismo: la
voluntad quiere porque en el objeto hay un valor y no hay un valor porque
la voluntad lo quiere, no excluye el deber de Kant, pero tampoco le da el
primer lugar; para él el deber depende del valor y no al revés; hay un
deber ser ideal que es igual el valor de los valores, y un deber ético
(que es el kantiano) que depende del anterior fundamento: la raíz del
sentir emocional es el amor. La
concepción del amor no está muy clara, pero parece que es el movimiento
fundamental dirigido hacia la persona. Es importante señalar que no es
cognoscitivo ni intuitivo de los valores, sino el substratum de la
contemplación de estos. 3)
La jerarquía de los valores Dentro
de la organización del deber la primera modalidad que presenta es que los
valores de la cualidad de agradable y de lo desagradable se dan de dos
maneras: en modos como son los de gozar y sufrir,
y en estado como son los de placer y dolor sensitivo. La
distinción entre lo agradable y lo desagradable, y el preferir el
agradable al desagradable es una cosa absoluta que no nos consta por
inducción sino por la esencia de estos mismos valores. Scheler
presenta una segunda modalidad que le denomina valores vitales: cualidades
comprendidas entre lo noble y lo vulgar. Los percibimos mediante el sentir
emocional vital. Los estados emocionales son la exaltación, depresión,
sentimiento de salud, enfermedad, juventud, vejez… Los valores
consecutivos son prolongados por los valores secundarios del bienestar.
Los valores vitales forman una modalidad autónoma y no pueden
reducirse a los valores de lo agradable y lo desagradable, ni a los
espirituales Una
tercera modalidad lo constituyen los valores espirituales (Geistige Werte) Estos,
son independientes de los estados corpóreos como son los de la especie:
valores estéticos es igual a bello y feo; valores
jurídicos es igual a justo e injusto pero distintos del legítimo
y del ilegítimo. Valores del conocimiento desinteresado de la verdad como
son lo verdadero y falso. Además, están los estados emocionales como son la alegría,
tristeza, placer (todos espirituales). Luego están los valores
consecutivos: valores culturales (Kulturwerte) La
cuarta modalidad son valores
del sacro y del profano: Aparecen solamente en objetos que nos sean dados
intencionalmente como absolutos. Y por estos no se entiende una particular
clase de objetos sino, por principio, cualquier objeto en cuanto sea dado
en la esfera de lo absoluto. En esta modalidad los estados emocionales
tienen a la bienaventuranza o desesperación, que son determinadas por
nuestra proximidad vivida al Absoluto. El acto fundamental con que los
percibimos es el amor . 4)
La estimación de los valores Scheler
hace la estimación de los valores desde la visión ideal y de hecho. Lo
ideal son todos los valores estimados y preferidos según el orden ya
expuesto anteriormente. Este es el "ordo amoris", determinado
por la proximidad a la persona. Este
orden no nos parece claro y para percibirlo debemos usar criterios que se
trata ya de una percepción refleja, pues la estimación de la graduación
es emocional y espontánea): Relativa independencia del organismo,
profundidad de la satisfacción, más bien que intensidad, relativa
independencia de otros valores y de indivisibilidad: o todo o nada,
participado al mismo tiempo por muchos. Los de hecho corresponde a la la
transmutación de los valores. Esta jerarquía da la preferencia a los
valores del último grado. Se da de acuerdo a
resentimiento. Somos conscientes del ideal de los valores que
debemos alcanzar y por experiencia nos damos cuenta que es imposible
alcanzarlo. 5)
Los valores éticos Los
valores éticos caen fuera de esta escala de valores (de acuerdo con Kant),
porque une los valores éticos a los valores materiales. Van a caballo
sobre los otros valores (en esto se separa de Kant). El
bien y el mal no son cualidades determinadas. Kant tiene
razón al negar que se pueda dar una materia de la voluntad
que encarne la bondad, puesto que como materia de la voluntad
pueden intervenir todos los valores, excepto los morales. Estos últimos
se realizan con la preferencia o posposición que nosotros manifestamos
acerca de los otros valores cualitativos. Esta jerarquía es a priori,
resulta una ética universal y absoluta. 6)
Sujeto
y valores Uno de los elementos fundamentales de este apartado es la intención,
entendida como lo que está cerca del centro de la persona; es la apertura
ética propia de cada sujeto; es una especie de mentalidad práctica.
Esto, es lo que da el sentido ético a la acción; Los actos no se deben
juzgar por separados, sino que hay que juzgarlo a la luz de esta intención
fundamental. Esta instancia, será radicalizada por la ética de la
situación. Un segundo elemento es la acción. Este
aspecto no lo tuvo en cuenta Kant. Scheler en cambio dice que la acción
puede añadir algo al valor ético de la intención. Puede suceder que la
acción lleve un determinado valor, aún cuando este valor esté fuera de
nuestra intención. ¿Cómo se podría juzgar de la sinceridad de la intención si no es a
partir de la acción? Parece que Max Scheler no ha hecho una ética de situación, pero ha
insistido mucho sobre dos puntos que, unidos, nos pueden conducir a
ella: ● Los valores éticos están dirigidos a la persona y a su
autorrealización ● La persona es algo absolutamente original y por tanto también
su autorrealización 2.
Visión crítica de su pensamiento La
filosofia del ser y deber de Scheler ha
contribuido al saber ético, ha
permitido la apertura del hombre hacia los valores, da una visión
distinta a la visión ética kantiana y de la empirista, contribuye a
desarrollar una ética del amor y una ética concretizada en el mundo y
sus aportes ha permitido que el mundo ético esté en una constante
renovación, pero es importante puntualizar que en ocasiones su posición
sea muy radica entre valores y ser. No aclara la relación que existe
entre ambas dimensiones. Se nota un malestar interno en su sistema: no
aclara cómo pueden convivir el aspecto estático de su moral y el aspecto
dinámico, que considera a la persona casi como un puro
obrar, admite que algunos sentimientos son subjetivos y otros
intencionales y objetivos, se inspira en Pascal y en San Agustín.
III.
La visión de Kant y Scheler Para Kant toda ética
material es una ética de bienes y fines, tiene un valor de inducción empírica
y es subjetiva, una ética del éxito o de la eficacia (Erfolgsethic), es
necesariamente un hedonismo, es necesariamente heterónoma, conduce a un
puro legalismo en el obrar, somete a la persona a deseos que no son típicamente
personales y funda sus juicios de valor en el egoísmo pasional
Para
Scheler se opone en su obra
"Der Formalismus in der Ethik", cuyos temas son: Distinción
entre ética material de los valores y ética material de bienes y fines,
distinción entre formalismo y apriorismo, ¿Toda ética material es
pragmatista?, Ética de los valores y ética del deber, Ética
de los valores y hedonismo, y Formalismo y persona Scheler
afirma que está de acuerdo con Kant en que no se puede admitir una ética
material de bienes y fines; una ética de bienes
es la que parte del problema ¿cuál es el mayor bien para mí?
Entendemos por bienes cosas portadoras de valores, esta ética sería
relativista y se opondría a la conciencia moral común (que juzga como óptimos
éticamente a los que se han opuesto a las consecuencias de tal ética). Ética
de fines, sería por ejemplo: es bueno aquello que nos ayuda a realizar la
finalidad de la historia (sociedad ideal marxista, contemplación de
Dios...).Esta ética también le parece a Scheler inadmisible.
Me opongo a Kant porque identifica bienes - fines y valores a priori y formal a priori y racional, todo lo cual me parece incorrecto, en cambio, me parece que es válida una ética de valores (material ) a priori ( absoluta) emocional (no racional). Referencias [2]
Idem [3]
Estudios, Filosofía-historia-letras Invierno 1991-1992 [4] Immanuel
Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Capítulo
Segundo [5]
Idem [6] Javier Echegoyen Olleta, Historia de la Filosofía, Volumen 2: Filosofía Medieval y Moderna, Editorial Edinumen, Madrid, 1996. |
por Dr. Feliciano Hernández Cruz
Ver, además:
José Vasconcelos en Letras Uruguay
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