María Meleck Vivanco: el misterio y lo maravilloso |
Todo
el deslumbramiento y la fascinación que despertara inicialmente en mi la
poesía surrealista francesa parte no de aquel encuentro fortuito del
paraguas y la maquina de cocer sobre la mesa de disección del Conde de
Lautréamont, sino de la lectura de La
lectura de Dicha
perspectiva panorámica nos permite de igual modo acercarnos a la poesía
de María Meleck Vivanco, musa e inspiradora de ese primer grupo argentino
que Pellegrini conformara a mediados
del siglo pasado, con poetas de la importancia de Enrique Molina,
Francisco Madariaga, Carlos Latorre, Juan Antonio Vasco, Juan José
Ceselli y Julio Llinás. Es cierto
que en ese conjunto de altísimos poetas todavía por darse a a ver
a la generalidad de los lectores hispanoamericanos, la poesía de María
Meleck brilla en un tono menor, a la sombra recatada
de la violeta y no a la plena luz de la rosa, nos dice Marco Denevi…
Pero no por menos luminosa y resplandeciente, sino por la distancia
remota que recorre su luz a lo largo de toda una vida, cuya suerte
en repetidas ocasiones se ha mostrado adversa y poco favorable al estro poético
de la autora. A
través de sus siete libros publicados y otros tantos inéditos, María
Meleck, -que en turco significa ángel o reina,
nombre que le pondría su padre en homenaje a cierto personaje femenino de
Las Desencantadas de Pierre Loti- ha perseverado
en el ejercicio de la escritura automática en la que Breton
veía encarnarse todo lo mediúmnico o alucinatorio del primer surrealismo
y que - no sobra volverlo a repetir- definiera de una
vez por todas como aquel “automatismo psíquico puro por cuyo medio
se intenta expresar tanto verbalmente como por escrito o de cualquier otro
modo, el funcionamiento real del pensamiento (…) con
exclusión de todo control ejercido por la razón y al margen de cualquier
preocupación estética o moral”. Pero
nos engañaríamos al pensar que para la poetisa cordobesa el automatismo
poético en algún momento se constituye en acto deliberado o programado
con antelación, porque en ella -que escribe en
cualquier momento, sin un tema puntual, y que jamás se priva de de
incorporar en su escritura las travesuras que le dicta el inconciente
total, como sucede en otros poetas surrealistas más ortodoxos,
la escritura automática se confunde con la inspiración, una
inspiración de la más clara impronta romántico alemana …
Movimiento poético y literario decimonónico que en muchos
aspectos y posturas se adelanta al movimiento francés de entreguerras. Es
en este sentido -contrariando la opinión de la misma poeta y varios de
sus críticos- que en razón del esclarecimiento de su poesía nos negamos
a hablar de misterio, ese ingrediente muchas
veces ficticio o decorativo del que tanto abusa en la actualidad una New
Age voluntariamente mistificadora; porque lo que
aflora en las aguas veladas y aterciopeladas de su Balanza de
Ceremonias o en Las Alucinaciones del Azar , es ese maravilloso
puramente surrealista, regido por los código
del amor, como nos lo recuerda oportunamente el autor de Lo
maravilloso contra el misterio: El
misterio buscado por sí mismo, introducido voluntariamente –a todo
trance- en el arte como en la vida, no sólo no podría tener más que un
valor irrisorio, sino que además aparece como la confesión de una
debilidad, de un desfallecimiento. El simbolismo sólo se sobrevive a sí
mismo en la medida en que, al romper con la mediocridad de tales cálculos
llega a hacerse una ley del abandono puro y simple a
lo maravilloso, por residir en este abandono la
única fuente de comunicación eterna entre los hombres. (
André Breton, Puertas
al campo. Página 14) No
resulta entonces exagerado afirmar que en su obra poética tardía,
poblada de corazones de viudas y restos coralinos, de aves desaladas y
reyes oscuros, de jardines donde florece una rosa blanca y púrpura.
María Meleck Vivanco consigue ya ese abandono a lo maravilloso que
nos dictaran las leyes del corazón. Y a semejanza de los poetas y
pintores Zen, chinos y japoneses, persigue ahora en su
escritura sólo el camino de la corriente de agua
que -nos asegura
Alan Watts- jamás comete errores de estética.
Por fin, María parece lograr lo imposible: hacer un
ombú de un bonsái… Reconciliar el arte y la naturaleza.
Nota: Prólogo de la proxima "Antología" de su poesía Referencias: [1] Aldo Pellegrini entrevistado por Stefan Baciu: Vida pasión y muerte del surrealismo argentino. Surrealismo Latinoamericano / Preguntas y respuestas. Cruz del Sur. Valparaíso. Chile. 1979. |
Raúl Henao
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