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Concierto

poema de Ricardo Güiraldes
 

Bajo el calderón de la melena el rostro del violinista es una blanca.
Nosotros los del público admiramos desde nuestra posición que no vale una negra.
Privilegio de aquella pelambre que es como el acento del genio del compositor.
Un momento de espera.
Sobre la cuerda, sensible alma que despierta al conjuro de aquel mago, llora el dolor.
Llora el dolor, acostado en vibración espasmódica sobre una lamentable tripa convertida en congoja.
Los misterios del pentagrama se hacen verdad en el alucinado cerebro de la caja de resonancia, que en fibras de sonido revuelve la melodía de un pobre cuento sentimental impracticable.
¡Oh, vénganos la realidad para tanta capacidad amatoria, volcada en ese tarro de sonidos!
VIDA, nube de nuestros vagidos, ese grande hombre a quien tanto realza el estar de pie no debe haberte poseído y sentimos que hubiera sido capaz de sublime.
ENSUEÑO... vete y deja de deshilacharnos el alma con esas plañideras agonías que lloran, lloran, lloran, en el pequeño féretro con caderas que un hombre por demás sensible hace vibrar sobre su corazón.
Y vosotros, los que sois sus amigos, pedidle que deje el violín y cortadle la melena, si no queréis verlo un día morir, con todos nosotros pobres filisteos.

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