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El río.
Aquí desata
su polvareda de metal y crines.
Sus cascos. Su pedrada:
el agua quiere irse.
Mi boca es un puñado de hojas duras.
Bajo el agua ha de abrirse
su breve hoguera, su herradura roja,
su fragor hosco y firme.
En el fondo, las piedras
como manos de muertos se derriten.
Las miro y las confieso:
las piedras quieren irse.
Mi frente pega al río
golpe de remo triste.
Mi frente quiere hundir sus brasas viejas.
No escucho lo que exige.
Peces curvos y rápidos
goteando se despiden.
Sus besos, sus burbujas:
los peces quieren irse.
Mi nariz contra el agua
sueña que se deslíe.
Perfumes la sospechan,
la descubren, la siguen.
Y la tarde: sandalias
d© errante sombra ciñe.
Su débil pie, su paso:
la tarde quiere irse.
Mi carne esta pensándose
a la deriva, tiburón y cisne.
Las costas lejos, lejos.
Cinturas y países.
Hasta aquí.
Río huyendo van caminos
con la distancia en ristre.
Hasta aquí.
Río huyendo Van olvidos.
Ah, yo no quiero irme. |