De su número 39 (julio,
2011) traigo una opinión de actualidad sobre el Reguetón, ese
ritmo que suena y suena en todo el Caribe y por supuesto en
Cuba, a fuerza de transgresiones. Fueron las palabras de Orlando
Vistel, presidente del Instituto de
la Música del Ministerio de Cultura de Cuba
durante una audiencia parlamentaria de
la Comisión
de Atención a la juventud, la niñez y la igualdad de derechos de
la mujer del Parlamento Cubano, donde se debatía sobre la imagen
denigrante que sobre la mujer y los jóvenes en general ofrecían
algunos videos clip de reguetón:
«Es
un tema de máxima actualidad y la máxima responsabilidad nos
toca a los de Cultura, porque en el fondo estamos hablando de la
cultura que nos identifica y nos define. En la medida en que nos
apartemos de ciertos prepuestos culturales elementales, estamos
arriesgando mucho; y a veces perdemos el pulso de la identidad
en nuestro proyecto social.
«Solo
podremos avanzar si cada uno asume el pedacito de socialismo que
le toca en esta tarea. Es una responsabilidad cultural.
«Todo el
mundo dice “yo no tengo nada en contra del reguetón”; yo si
tengo cosas en contra del reguetón: en primer lugar en contra
del modo de vida reguetonero, de sus modos de conducta, de
vestir, de tatuarse y agujerearse en cuerpo.
«Y yo soy
músico además de presidente del Instituto de
la Música, y puedo afirmar que no estamos
hablando de un género, sino de un producto hecho en laboratorio
para todo esto mismo que hemos hablando. Ha sido elaborado gota
a gota para buscar un esquema rítmico de fácil elaboración y
reiteración, que permita fijarlo. También con poca elaboración
armónica, que la armonía es un segundo nivel del pensamiento
musical, lo primero es el ritmo, la armonía es el revestimiento.
Una armonía complicada es más difícil de fijar, por tanto, esta
es elemental: y la melodía, de muy fácil reiteración, ayudada
por textos con temas que no llevan a pensar, y tienen ganchos
elementales, desprovistos de imágenes profundas y que tienden al
populismo.
«Si a
esto le ponemos un celofán con elementos tímbricos de
contemporaneidad, lo convertimos en un producto de fácil y
rápida comercialización. Y así el reguetón desplazó a la salsa
del mercado.
«El
reguetón llega hoy con la tecnología del mp3, mp4, y se ha
convertido en un boom artístico en el mercado cultural, algo
entre una intención de la industria del ocio y de las grandes
transnacionales, que elimina hasta al disco.
«O sea,
que no es un fenómeno ni tan sano ni tan rudimentario, sino
políticamente guiado, dirigido a nuestras repúblicas
centroamericanas. En Europa se oye menos y está hecho para
nuestro pobre tercer mundo, para convertirlo en cuarto mundo.
Porque cuando se ve el modo de vida que proponen, está más abajo
del tercer mundo: droga, sexo, violencia…
«Tengo
tanto en contra del reguetón, como tengo a favor de la música
cubana»