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Las bases de la cultura criolla en la isla de Cuba (1762-1834) (Primera
Parte)[1] |
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1. La Sociedad Patriótica de la Habana 2. El pensamiento político y filosófico del período 3. Mejoramiento de la enseñanza de las clases dominantes e interés por la educación popular En el período comprendido entre 1762 y 1834 estamos en presencia de uno de los cambios más radicales y vertiginosos que se han producido en la sociedad colonial de la isla de Cuba que pasa de una pobre factoría económica con una débil economía de subsistencia a una rica colonia de plantación mono productora de azúcar y mantenida por millares de esclavos africanos traídos durante este período para sostener el enriquecimiento de una oligarquía criolla, una clase comercial española en la isla y en la península y un estado monárquico que encontró buena parte de su recuperación tras la invasión napoleónica apoyando el proyecto plantacionista de la “Siempre Fiel Isla de Cuba”. La génesis de este proceso es una joya de inteligencia y manejos políticos de la oligarquía criolla, principalmente la habanera que se erigió en la más poderosa clase política y económica de América Latina, pero obligada a la fidelidad a España precisamente cuando toda Hispanoamérica ensayaba los primeros pasos de su independencia política y a uncido a la monarquía por los intereses de mantener el sistema esclavista, base de su enriquecimiento. Ese fue su dilema y su suicidio como clase. La Sociedad Patriótica de la HabanaEsta institución fue muy propia del reinado de los primeros monarcas Borbones en España y de su política de “despotismo ilustrado” caracterizado por la máxima de “todo para el pueblo pero sin el pueblo”. Las primeras Sociedades de Amigos del País se fundaron en la península y agruparon en su membresía a destacados científicos, intelectuales, políticos y ricos miembros de la sociedad española. Tenía como objetivo principal ayudar a resolver los problemas fundamentales de la comunidad en la que eran fundadas, tanto en la esfera de lo económico como de lo social y cultural, incluyendo la educación y la salubridad, temas en los que hicieron importantes aportes para la solución y adelanto de ciudades y regiones. |
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Las Sociedades Económicas pretendían ser las impulsoras de las medidas pragmáticas que emprendía el gobierno de la monarquía española para modernizar el país y ponerlo a la par de los más adelantados de su tiempo. La primera de estas instituciones que surgió en Cuba se funda en la ciudad de Santiago de Cuba el 13 de septiembre de 1787, apoyada por las autoridades y teniendo como miembros a sesenta notables figuras de la región oriental. Su labor aunque valiosa, no pudo ir más allá de los cinco años debido al pobre desarrollo y poco poder económico de la burguesía criolla de esta parte del país. Aunque tuvo un segundo momento de gestión a partir de 1825. “Las primeras sesiones de la Sociedad Patriótica se celebraban en el seminario San Basilio, y fue la educación una de sus mayores preocupaciones al punto de promover la elección de un aula financiada por sus miembros”[2] En 1791, veintisiete influyentes habaneros firmaron una petición a la Corona para que se fundara en La Habana una Sociedad Económica tal y como ya se habían constituido en la península, recibieron de inmediato el apoyo del Capitán General Luís de las Casas y algunos meses después se recibe el Real Decreto de Carlos IV de 6 de junio de 1792, autorizando la creación de la Real Sociedad Patriótica de La Havana[3] instalada el 9 de enero de 1793 y apoyada por la oligarquía criolla que se sirvió de ella como vehículo de transformación del occidente del país. |
Esta institución contaba con las Secciones de Ciencias, Economía, Agricultura, Comercio e Industria Popular y Hermosura de Pueblos. En 1816 creó la sección de educación y en 1830 la Comisión Permanente de Literatura, ese mismo año se reúne por vez primera la Sección de Historia, fundada en 1794. El primer Presidente Honorario y Socio Protector de la Sociedad fue el propio Capitán General Luís de las Casas, auspiciador durante sus seis años de gobierno de todo aquello que contribuyera al mejoramiento y desarrollo de La Habana. Pertenecían a la institución los más relevantes miembros de la sociedad habanera, encabezados por Francisco de Arango y Parreño, abogado y economista, líder del grupo de los ilustrados criollos; Tomás Romay, médico, investigador y escritor; José Agustín Caballero, sacerdote, maestro, reformador de la enseñanza; Luís Peñalver, arzobispo de Guatemala, quien fuera su primer presidente; Félix Fernández Veranes, sacerdote, orador sagrado y publicista; José María y Nicolás Calvo, estudiosos y emprendedores de reformas; Antonio Robredo, fundador de la primera biblioteca pública de la isla, Francisco Joseph Basabe, Juan Manuel 0'Farrill, Ignacio Montalvo y Albulodi, primer Conde de Casa Montalvo, José Arango y Castillo y Diego de la Barrera, entre otros.
Es importante destacar la labor de los clérigos en la Sociedad Patriótica, hecho que es consecuente con la identificación de los mismos con la causa de la aristocracia criolla, de la que muchos de ellos formaban parte. Junto a la figura de Luís Peñalver, su primer director y el presbítero José Agustín Caballero, se unen las figuras de Félix Varela, Juan Bernardo O´Gavan y el obispo Espada quien fue director de la institución durante ocho años y otros clérigos que en su conjunto sumaron la cifra de 22 en los dos primeros años de trabajo activo por el desarrollo de la sociedad colonial[4]. La Sociedad Patriótica de La Habana se propuso dar solución a los problemas que afectaban al desarrollo de la industria, la agricultura y el comercio, apoyando cuantas reformas e iniciativas se presentan para mejorar estos sectores económicos. En lo cultural, jugó un papel muy activo al fundar la primera biblioteca pública, preocuparse por la educación general y en particular de las mujeres, inspeccionar el estado de la enseñanza primaria, fomentar la enseñanza de la química y de la economía política; crear la Academia de Música Santa Cecilia, la de Pintura y Dibujo San Alejandro y escuelas primarias; fundar el Jardín Botánico y patrocinar proyectos de investigaciones científicas y prácticas. A partir del año 1813 la Sociedad Patriótica de La Habana crea “Diputaciones Económicas” en varias villas del interior de la isla con el fin de ayudarlas a resolver diversos problemas dentro de sus comunidades que le permitieran progresar acorde con los tiempos. Las primeras de estas diputaciones fueron en Puerto Príncipe (1813), Trinidad (1827) y Santa Clara (1829), posteriormente se crearon otras. Desde 1793 y hasta mediados del siglo XIX, la Sociedad Económica de Amigos del País fue la institución más influyente de la colonia, impulsora del programa de desarrollo de la burguesía criolla. Era una organización de carácter privado, sostenida por las donaciones de los ricos socios habaneros. La pérdida de influencia de esta institución dentro de la sociedad colonial va aparejada al estancamiento y decadencia de la poderosa oligarquía criolla, que a lo largo del siglo XIX va perdiendo su preponderancia en la toma de decisiones políticas y al entrar en crisis el sistema de plantación pierde también su poder económico. Otra importantísima institución criolla del período lo fue el Real Consulado de Agricultura, Industria y Comercio fundado en 1795 por el Capitán General Luís de las Casas a instancias de Arango y Parreño, quien fue nombrado su primer síndico. Esta institución fue el mecanismo dinamizador de los cambios que requerían los ricos hacendados criollos de occidente tales como el desestanco del tabaco, la libertad de comercio y los estudios sobre las riquezas del país, mejoras de vías de comunicación y el estudio e introducción de nuevos cultivos que resultaren productivos en estas tierras.
Surgido al amparo del
Real Reglamento de Libre Comercio (1778) de España los consulados
jugaron un papel muy influyente en las colonias americanas al
convertirse “no sólo en instituciones dedicadas a la defensa de los
intereses corporativos y al fomento general de la producción en su área
de influencia, sino también en centros de producción de literatura
económica y (de impulso a la) enseñanza técnica a partir de la
creación de numerosas escuelas de matemáticas, dibujo y náutica, entre
las especialidades más frecuentes.”[5] Los grandes cambios que se producen en el país desde finales del siglo XVIII tienen necesariamente que influir en el desarrollo del pensamiento político y filosófico de Cuba, prácticamente inexistente durante los primeros siglos de colonización. El primero en rebelarse contra el dogmatismo escolástico y la rigidez de la ideología predominante fue el presbítero José Agustín Caballero (1762-1825), criollo formado en la isla en medio de la cultura inquieta del “Siglo de las Luces” y primero en expresar un pensamiento liberal en la sociedad habanera. Como profesor del Seminario San Carlos introdujo cambios en la enseñanza de la filosofía, enfrentándose a los anquilosados dogmas de la escolástica aristotélica, superada en Europa, pero vigente en el sistema de enseñanza de la isla dominado por la Iglesia. En 1797 el presbítero Caballero rebate en las clases de filosofía, la rutina, combatiendo la enseñanza memorística al tiempo que introducía las novedosas ideas de Descartes y los materialistas ingleses a través de un texto redactado por el mismo, Filosofía electiva, escrito en latín y que es el primer tratado de filosofía escrito en Cuba[6]. Todo eso sin renunciar a los dogmas de la fe cristiana. En su obra el padre Caballero sitúa a Dios como creador de la naturaleza, la que a su vez es el objeto de estudio de la filosofía, por lo que el estudio de esta debía llevar al conocimiento de Dios. Esta armonización entre Dios y la filosofía lo llevó a la defensa del estudio de las ciencias experimentales y de la naturaleza y con ello la modernización de concepciones que permitieran los avances que se producían en la isla. Fue uno de los primeros animadores de los cambios que se producían en el país, miembro destacado de la Sociedad Patriótica habanera, propagador de ideas en el “Papel Periódico” y precursor de la política reformista en la isla. Resumiendo los valores intelectuales y éticos de este precursor del pensamiento cubano, José Martí escribe, “(…) el sublime Caballero, padre de los pobres y de nuestra filosofía, había declarado, más por consejo de su mente que por el ejemplo de los enciclopedistas, campo propio y cimiento de la ciencia del mundo el estudio de las leyes naturales (…)”[7] En 1811 aprovechando la convocatoria a las Cortes de Cádiz escribe un proyecto de reformas para el gobierno colonial en Cuba que en pocos artículos proponía la creación de un Consejo Provincial que colaboraría con el Capitán General en la administración de la colonia, tanto en lo político como en lo económico y la administración pública. Tendría veinte miembros y no podría funcionar sin la presencia al menos de doce de ellos como mínimo, en tanto que el Capitán General tendría que contar con el Consejo para las decisiones fundamentales, lo que de hecho limitaba sus facultades absolutas. El proyecto no aspira a la separación de Cuba de España, sino al reconocimiento jurídico de la sociedad de la isla. En la práctica este proyecto nunca fue presentado a las Cortes. La figura más influyente y representativa de la burguesía criolla en estos años fue el abogado habanero Francisco de Arango y Parreño (1765-1837), estadista de primera línea que supo conducir los asuntos e intereses de su clase ante las Cortes y el Rey, convirtiéndose en el vocero de los hacendados y alcanzando importantes concesiones de la Corona para esta clase. Nombrado Apoderado del Ayuntamiento de La Habana (15/julio/1788) ante las Cortes, Arango y Parreño declaró: “Toda la atención del Apoderado debe ocuparse y fomentar la felicidad de su patria. Con este solo principio consultará sus ideas y por él dirigirá sus apoderaciones”[8] De esta forma se condujo al aprovechar la situación política internacional para proponerle al Rey Fernando VII una serie de medidas tendientes a convertir a Cuba en la colonia más próspera del mundo. En su “Discurso sobre la agricultura en La Habana y medios de fomentarla” (1791), expone las causas del atraso económico de la isla y las medidas para aprovechar el momento y ocupar los mercados de productos tropicales vacantes desde la Revolución de Haití. Arango propició cambios prácticos para el país, dando a conocer adelantos industriales y agrícolas que había visto en otros países, además de otras ideas que había visto en otras partes y que consideró beneficiosa para la isla. Defendió la esclavitud como insustituible base de la economía azucarera, combatiendo más adelante la trata por ser un negocio que iba en contra de los intereses de los productores criollos. En sus escritos de los últimos años hizo críticas veladas al sistema de esclavitud, aunque nunca la combatió por considerarla un “mal necesario”. Sostuvo que era una necesidad futura la desaparición de la raza negra de la nación cubana, no por la expulsión de estas personas sino por las mezclas raciales con la población de origen europeo. En cuanto al status del país, fue partidario de reformas que dieran una mayor participación política al criollo en los asuntos internos pero no fue partidario de la independencia por la escasa población de la isla y sus extensas y desguarnecidas costas. Al terminar su amplia y fructífera carrera como Apoderado del Ayuntamiento de La Habana escribe: “Esta ha sido mi profesión de fe; defender con todo vigor los derechos de la isla y sostener al mismo su unión con la madre patria” [9] En sus escritos están las ideas más novedosas de la nueva ciencia económica que conoció en sus viajes a las colonias inglesa del Caribe y de los Estados Unidos; fue el introductor principal de los grandes cambios en la economía de la colonia, de la Revolución Industrial, el sistema de plantación y la masiva introducción de esclavos africanos para su uso intensivo en la producción, conocía a conciencia sus riesgos y ganancias, pero lideró a la oligarquía criolla en las transformaciones económicas y sociales que revolucionaron la isla y los hicieron la oligarquía más rica y poderosa de América Latina. Como pensador político fue una figura de transición en la que se expresa el pensamiento de la doble nacionalidad (cubano-española). Su vida está ligada al desarrollo económico y social del país, durante más de tres décadas ocupa importantes cargos en el Real Consulado de Agricultura y Comercio y la Sociedad Patriótica. Pese a sus grandes méritos se negó a aceptar títulos nobiliarios, a pesar de los reiterados ofrecimientos para los mismos. En 1802 llega a Cuba el Obispo Espada[10] a encargarse de la mitra del obispado de La Habana, hombre de ideas liberales y de formación ilustrada se incorpora con su influencia y entusiasmo a la tarea reformadora emprendida por los criollos. “Durante su obispado llevó a cabo una labor social, humanista, cultural, religiosa y política, tan vasta y multifacético que lo sitúa en el centro del proceso de formación de nuestra nacionalidad. Su obra mayor estuvo vinculada al amplio movimiento intelectual que superó la escolástica y forjó los cimientos de nuestra cultura”[11] Aunque fue un hombre de la ilustración no fue un incondicional de la oligarquía criolla con la que tuvo serios enfrentamiento por sus ideas liberales en diversos asuntos del reordenamiento social de la colonia. Por estas ideas Espada obtuvo el apoyo de la clase media criolla, de inquietudes liberales y aliada de la oligarquía criolla en temas medulares, pero más radical en cuanto al tema de la política colonial, Félix Varela fue su representante más sobresaliente. A principios del siglo XIX se consolida en el Seminario San Carlos una tendencia reformadora en el pensamiento filosófico. Estas reformas se caracterizan por la incorporación y conocimiento de nuevas materia científica al currículo de estudio (química, física, botánica, anatomía, economía política, etc.), desplazando el interés de los estudios de lo religioso a lo filosófico, sin abandonar del todo lo primero; se produce la introducción de la filosofía moderna mediante el estudio de la obra de seguidores españoles y americanos de los principales filósofos de la modernidad(Bacón, Locke, Descartes) y manteniendo una parte importante del pensamiento escolástico y teológico, sin pretender terminar con la influencia del pensamiento aristotélico. El padre Félix Varela (1787-1853) es el introductor de la filosofía moderna en Cuba, desde su Cátedra del Seminario San Carlos, infunde una mayor radicalidad al reformismo filosófico del siglo decimonónico. Su llegada a la cátedra (1811) apoyado por el obispo Espada, significó un importante cambio en la enseñanza de esta asignatura y a la educación en general: eliminó la escolástica como sistema de enseñanza, sustituyó el método irreflexivo de memorización por el explicativo; cambió el latín por el español para la enseñanza y otras novedades que revolucionaron el pensamiento filosófico en Cuba. En Varela se mezclan los postulados idealistas con los materialistas, compartiendo por igual ideas de sensualismo materialista y el nominalismo escolástico. Sostiene que los conocimientos los adquiere el hombre por medio de los sentidos, con la particularidad de que primero se conoce la cosa concreta, que los conceptos generales, que no son independientes en su existencia, sino abstracciones lógicas. En cuanto a la relación entre el alma y el cuerpo, Varela resuelve de modo materialista la cuestión, al plantear que las funciones vitales del organismo no dependen del alma, sino de las funciones del organismo vivo. Considera que no existe relación entre la teoría científica de la psiquis y la doctrina religiosa del alma. Varela reconoce la existencia de Dios y estima superflua toda discusión sobre el tema. “Félix Varela fue el primero en pensar la filosofía a partir de la realidad cubana, pensando en Cuba”[12] En teoría social es idealista considerando que la vida pública se desenvuelve de acuerdo a los deseos y aspiraciones de algunos hombres. Defendió la teoría del derecho natural, pero mezclado con algunas consideraciones religiosas. En 1820 al restaurarse la Constitución Española de 1812 la isla se ve envuelta en los acontecimientos provocados por esta creciente liberal en la península. Por presiones de la burguesía criolla el obispo Espada abre la Cátedra de Constitución en el Seminario San Carlos (1821), para enseñar en el país el derecho constitucional burgués, y fue nombrado para explicarla el más destacado y joven de los profesores del Seminario, Félix Varela, la mente más clara y liberal del país en esa época. La Constitución liberal española explicada por Varela derivó en un movimiento ideológico a pesar del poco tiempo de su vigencia. Era un status novedoso para Cuba y el efecto de su enseñanza a pesar de su moderación, estaba muy lejos de ser conservadora. Sus conferencias fueron muy seguidas por la intelectualidad habanera fundamentalmente los jóvenes, convirtiéndose en un acontecimiento cultural y político al que acudía mucho público, que abarrotaba el recinto donde se impartía. Al ser electo Varela diputado a Cortes, la cátedra quedó a cargo de Nicolás Escobedo (1795-1840) quien continuó la línea de Varela basándose en un texto escrito por este, “Observaciones sobre la Constitución Política de la Monarquía Española” (1821) Félix Varela, definido por José de la Luz y Caballero como quien “(…) nos enseñó en pensar primero”[13], avivó los intereses políticos y filosóficos de la burguesía criolla, influyendo de manera determinante en los primeros momentos formativos de la conciencia nacional. Desde su cátedra Varela enseñó las ideas del individualismo burgués, donde lo principal es asegurar los derechos humanos. No eran ideas nuevas en Cuba, pues desde 1818 las enseñaba Justo Vélez en su cátedra de economía del Seminario San Carlos. En las Cortes, Varela continuó su tendencia liberal y reformista que lo lleva a presentar un proyecto de Estatuto Autonómico para Cuba (1823), que levantó desconfianza entre muchos diputados y fue secundado por muy pocos. En ese estatuto se critica el mando arbitrario de los Capitanes Generales a quien se pretende mantener a raya con su “Proyecto de Instrucción para el Gobierno Económico y Político de las Provincias de Ultramar” (1823), en el que pormenoriza las funciones y obligaciones de los ayuntamientos, los alcaldes, las diputaciones provinciales y los jefes políticos. Con la caída del gobierno liberal se disolvieron las Cortes y fueron condenados a muerte los diputados que votaron la incapacidad del rey, entre ellos Félix Varela. Varela pasó a vivir a los Estados Unidos y en 1824 comienza a publicar su periódico “El Habanero”, en el primer número escribe el artículo, “Consideraciones sobre el estado actual de la isla de Cuba” donde aparecen por primera vez sus ideas independentistas. En otros números del periódico la idea de la independencia va madurando, declarándose partidario de que la obtención de la misma sea por el esfuerzo de los cubanos. La influencia del pensamiento de Varela en la sociedad cubana disminuye, no solo por su alejamiento de la isla, sino por su rápida radicalización hacia posiciones independentistas que lo adelanten a su tiempo histórico y a los intereses de los ricos criollos, la clase más politizada en el país. Otra figura que marca pauta en el pensamiento de la sociedad criolla fue José Antonio Saco (1757-1879), hombre de espíritu liberal y práctico, discípulo de Varela y formado en medio de los cambios que se están produciendo en el país. El se da cuenta de los problemas que aquejan a la sociedad de la isla y comienza un profuso trabajo de divulgación y crítica desde la prensa habanera. No tenía compromiso con ninguna tendencia política, ni ocupó cargos oficiales, considerándose él mismo un hombre libre, sin la obligación de moderar lenguaje, lo que junto a sus consideraciones de defender los intereses de la isla, le ganó poderosos enemigos. Para José Antonio Saco, la existencia de la nacionalidad cubana era un hecho y reconocía su deber de servirla y agradecerla. Sus ideas eran en esencia separatistas, aunque creyó impracticable la independencia por la sujeción que tenía el país a la esclavitud como base de su economía y a los poderosos intereses extranjeros que ambicionaban apoderarse de ella. Su reconocimiento público como vocero de la burguesía y la intelectualidad criolla le llega a partir de 1829 a partir de una polémica que sostiene con el científico español Ramón de la Sagra, en defensa del poeta cubano José María Heredia. En sus ensayos maneja con profusión cifras y datos como apoyo a sus argumentos, maneja bien la prosa, sobre todo al exponer y argumentar sus razones, lo que lo hace un polemista temido. En 1830 escribe su conocido ensayo, “Memoria sobre la vagancia en la Isla de Cuba”, premiada por la Sociedad Patriótica. En ella aborda los males provocados en el país por la extensión de la esclavitud, la aberración del trabajo como forma de progreso humano y la extensión del juego, el vicio más extendido en Cuba, desbaratando la imagen idílica que se tenía de la colonia. En 1832 dirige la Revista Bimestre Cubana, tribuna liberal de la intelectualidad criolla, allí se vio envuelto en una nueva polémica sobre el derecho a formar una Academia de Literatura Cubana en la que se enfrentó a la poderosa Sociedad Patriótica y a las autoridades coloniales. Su deportación en 1834 por el Capitán General Miguel Tacón, marcó el inicio del divorcio del poder político español y la oligarquía criolla. Establecido en España, José Antonio Saco siguió prestando valiosos servicios al país, no solo defendiendo los intereses de la burguesía criolla, sino oponiéndose a estos cuando coquetearon con la anexión a los Estados Unidos. Mejoramiento de la enseñanza de las clases dominantes e interés por la educación popularJunto con el mejoramiento económico comenzó a perfilarse un progreso en la vida cultural, de la isla. En la enseñanza superior se reorganiza el Seminario de San Ambrosio (1773) tras la expulsión de los jesuitas del reino español y pasa a llamarse ahora Real Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Esta institución aparece en momentos de consolidación del espíritu criollo y de auge de la ilustración lo que hace que sus programas de estudios sean más avanzados que los de la Universidad de San Jerónimo en La Habana. Allí se estudia Gramática, Retórica, Metafísica y Física Experimental y Superior. Terminado sus estudios de filosofía el alumno podía optar por ingresar en una de las facultades mayores: Teología, Derecho o Matemática. El Seminario de San Carlos es la institución educacional más importante e influyente del período, de sus aulas egresaron los hombres que impulsaron las reformas de finales del siglo XVIII y principios del XIX: José Agustín Caballero, Félix Varela y Francisco de Arango y Parreño son apenas tres nombres que confirman esta afirmación. El magisterio de José Agustín Caballero desde su cátedra de Filosofía fue el impulso renovador que estas inquietudes intelectuales criollas necesitaban, al renovar la enseñanza de esta disciplina social y arremeter contra los métodos y postulados de la escolástica, él sentó las bases para los mayores cambios que desde esta misma cátedra hará el joven presbítero Félix Varela apoyado por el obispo Espada. Los mayores cambios en la educación de la isla ocurrieron en la educación superior, impulsados por las reformas que los criollos de la parte occidental del país introdujeron en la más prestigiosa institución educacional de la isla, el Seminario de San Carlos. Se dieron avances importantes de la mano del obispo de La Habana, Juan José Díaz de Espada y Fernández durante su largo mitrado de 1802 a 1832. Impulsó las reformas educacionales que se estaban haciendo, principalmente en el Colegio San Carlos, aprovechó los estatus liberales del Colegio y fundo las cátedras de Derecho Real y Matemática (1807); más tarde con apoyo de la Sociedad Patriótica crea la cátedra de Economía Política y la de Constitución; con su propio dinero compró el equipamiento de un gabinete de física para el uso de la cátedra de filosofía y apoyó los cambios introducidos en la cátedra de filosofía en época de Félix Varela. Por el Seminario pasaron los más eminentes profesores criollos imbuidos de la necesidad de cambios, haciendo de esta institución la más avanzada en cuanto al desarrollo educacional y formadora de la vanguardia intelectual de la Ilustración liberal criolla. Estas primeras décadas del siglo XIX fueron de fuerte influencia del Seminario San Carlos como formador de seglares, en la medida que avance el siglo y se agudicen las contradicciones entre colonia y metrópoli y disminuía el poder económico de la burguesía criolla, el Seminario fue perdiendo (…) “prestigio dentro del ambiente de progreso de la cultura y de la ciencia”[14]. En 1874 ya no cumplía los requisitos para la enseñanza general y en 1886 se convirtió en un centro formador de sacerdotes exclusivamente. Las propuestas para mejorar la enseñanza superior fueron constante, casi todas salidas de la Sociedad Patriótica, apoyada en muchos casos por el Real Consulado de Agricultura y Comercio en la figura de Francisco de Arango y Parreño que durante estos primeros años del siglo XIX presidía ambas instituciones. Él estaba empeñado en introducir y desarrollar las ciencias experimentales en el país, como base para el mejoramiento de la isla, principalmente en el renglón azucarero, pilar fundamental de la economía de Cuba. Arango y Parreño ve con claridad la necesidad urgente de introducir la educación científico técnica en el país, “(…)no es menester pasearse por los campos de la Habana para saber que en ellos son forasteros absolutamente desconocidos, hasta por sus nombres, los útiles conocimientos de Física, de Química y de Botánica”[15] Al nombrársele Síndico del Real Consulado propone fomentar las artes prácticas de cultivo y elaboración para los jóvenes y la instrucción teórica “(…) para que también sepan los dueños de nuestras haciendas la teoría de aquellas artes, queremos decir las ciencias naturales”[16] Ya estando al frente de la Sociedad Patriótica Arango se dio a la tarea junto a Nicolás Calvo de crear un Plan de Estudio que propone un Instituto Habanero en el que se estudiara Matemática, Náutica, Química, Lengua y Dibujo con el fin de graduar pilotos navales, químicos agrícolas y los técnicos que necesitara el país, el plan fue aprobado y enviado a España, donde durmió el sueño burocrático y nunca se aprobó, ni rechazó. Nicolás Calvo O’ Farrill propuso en 1793 establecer una Escuela de Química, pensada para mejorar la formación de los “peritos azucareros”, y con ello la calidad de la misma, fue creada en 1819 luego de vencer múltiples dificultades y gracias al apoyo Alejandro Ramírez y a la Sociedad Patriótica. Su primer director fue el profesor José Tasso y tuvo su sede en Hospital de San Ambrosio. En 1794 la Sociedad Patriótica propuso al Rey un Plan de Enseñanza Secundaria que incluye las asignaturas de matemática, dibujo, física, química, historia natural, botánica y anatomía, el plan no fue aprobado, pero la Sociedad Patriótica introdujo las asignaturas en las escuelas ya existentes. Se fundó la Escuela Náutica de Regla (1812), primera de carácter técnico del país, en principio bajo la dirección del Comandante de la Marina de La Habana y luego del Real Consulado que quiso trasladarla a la ciudad e incluirla en un plan de mejoras y perfeccionamiento similar al Instituto Asturiano de Gijón, pero que al final languideció en Regla con pocos fondos y menos atención hasta mediados de la década del 40 del siglo XIX en que fue trasladada para el edificio del antiguo convento de San Isidro. Con la restauración liberal en España en 1820 se producen algunos hechos de importancia en la historia de la enseñanza de la isla, el nuevo gobierno español toma medidas para sacar del dominio escolástico y religioso de la Iglesia Católica a la enseñanza superior y las instituciones de salud y beneficencia pública: Se crea la Cátedra de Constitución en el Seminario San Carlos, impartida por Varela, apoyada por el obispo Espada y la Sociedad Patriótica y con una gran repercusión política y social en la ciudad de La Habana, la cátedra llegó a reunir más de 200 alumnos y muchos curiosos. La Universidad de La Habana, pese a su conservadurismo, se vio obligada también a abrir una Cátedra de Constitución que ejerció primero Prudencio Hechavarría y luego Evaristo Zayas. Se confisca la Capilla de la Tercera Orden de San Agustín, la Sociedad Patriótica propone crear en ella una Escuela Normal. Se obliga a los dominicos a renunciar al privilegio de nombrar rector, secretario y conciliadores en la Universidad. Félix Varela en su condición de Diputado por La Habana presentó a la Dirección General de Estudios en Madrid, una propuesta para reformar la enseñanza en Cuba, lamentando el bajo nivel de la Universidad de San Gerónimo y el monopolio de los religiosos de la orden de los dominicos en su plan de estudios y su administración. Agrega el informe de Varela los cambios introducidos en el Colegio San Carlos, su mejoría y la propuesta de que pasara la Universidad a dicho centro, porque “(…) si se reconcentraran pasando la Universidad al Colegio San Carlos (…) podría adquirir gran estímulos y fomento de la instrucción (…)”[17] El gobierno liberal español vio con simpatía la propuesta de Varela pero antes de que se pudiera poner en práctica se restableció el régimen absolutista en España y no se habló más de asunto. Abolido el régimen constitucional en España y sus dominios se revocaron todos los cambios hechos en su nombre. En 1825 a propuesta del Intendente de Haciendas Claudio Pinillo se crea en La Habana una Comisión para proponer un Plan de estudios para la isla de Cuba presidida por Francisco de Arango y Parreño. Esta fue el último gran servicio de Arango a su país y su clase, le tomó tres años, durante los cuales estudió ampliamente la situación de la educación superior y técnica en la isla y presentó su informe en 1828 donde la principal propuesta fue la eliminación de la Universidad de San Gerónimo por inoperante, proponiendo en su lugar una institución similar pero secular. “En la nueva Universidad, dice Arango y Parreño en el artículo 2 de su plan, se enseñará Gramática Latina y Castellana, Dibujo, Instituciones Filosóficas, Física Experimental, Química, Elementos de Historia Natural, Principios de Matemática, de Náutica, de Agrimensura, Geometría aplicada a las Artes, Teología, Leyes, Cánones, Medicina, Cirugía, Historia, Geografía y Cronología, enorme cantidad de materias que procede a organizar en un todo racional y económico”[18] El proyecto de Arango corrió la misma suerte de otros, trabado en el mecanismo burocrático de la metrópoli y el rejuego de los poderosos intereses que se movían en la isla y la península. La mejoría de la educación elemental en el país fue una preocupación constante de la Sociedad Patriótica de La Habana desde su fundación. Una de sus primeras preocupaciones fue encargar a Fray Félix González un informe sobre la situación de la enseñanza elemental (1793), el resultado fue conocer el total abandono de la educación en la colonia: en La Habana había 8 escuelas de varones y 32 de hembras. La matrícula de las primeras era de 552 niños de ellos 408 blancos y el resto pardos y morenos libres. En las escuelitas de hembras había 490 niñas a las que apenas se les enseñaba algo más que la preparación para sus funciones de madre y esposas. Para aliviar en algo la situación la Sociedad Patriótica abrió dos colegios gratuitos, uno para cada sexo y constituyeron una comisión para redactar el programa de estas escuelas[19]. En el programa se regula el sueldo del maestro, horario de clase, exámenes, inspección, condiciones del local y otros aspectos sobre la escuela. En 1801 La Habana contaba ya con 71 escuelas primarias y una matrícula de unos 2 000 alumnos, en su inmensa mayoría de familias blancas, pudientes o con algunos recursos. En el resto del país la enseñanza elemental era casi inexistente. En estos primeros años de su labor de fomento de la enseñanza primaria, la Sociedad Patriótica se encontró con la resistencia del obispo de La Habana, Felipe José de Trespalacios, negado a cooperar en estos planes educativos. Con la llegada del obispo Espada el respaldo de este prelado impulsó esta noble encomienda que se consolida con la creación de la Sección de Educación de la Sociedad Patriótica en 1816 por iniciativa del Intendente de Hacienda Alejandro Ramírez presidente de la Sociedad Patriótica en ese momento. Ese mismo año el Capitán General Ramón Cienfuegos dispone que los Ayuntamientos de la Isla dedicaran el 3 % de las recaudaciones municipales para el fomento de la enseñanza primaria. Los programa de estudio de las escuelas primarias diferían de acuerdo a si eran para niños blancos o de color; públicas o privadas: a los niños de color apenas se le enseñaba a leer, escribir y rezar; en tanto las escuelas para blancos agregaban la enseñanza de la gramática, castellana aritmética y en las mejores de ellas, por lo general privadas se añadían los estudios de música, caligrafía y lenguas extranjeras (Inglés y/o francés). La Sección de Educación de la Sociedad Patriótica tuvo dificultades a partir de 1825 cuando le fue recortado su presupuesto de 32 000 a menos de 7 000 pesos, con lo que tuvo que abandonar algunos proyectos de crear escuelas gratuitas y un año después cierra la Cátedra de Economía Política, en tanto la Academia de Pintura San Alejandro se mantiene por los esfuerzos de su fundador Alejandro Ramírez y por donativos privados. Una de las contribuciones culturales más importante de la Sociedad Patriótica de La Habana fue la creación de una biblioteca para los socios de la institución y hecha pública por deseo expreso del Capitán General Luís de las Casas al año siguiente de ser fundada. Fue nombrado como su director Antonio Robredo quien puso manos a la obra contando con el entusiasmo y la colaboración de los socios. Se inició con 77 volúmenes y al año de fundada tenía 1402 libros. Al hacerse pública su director redactó un Reglamento para la biblioteca que requería a quien la utilizara la petición de un permiso por escrito para servirse de ella. En 1813 la biblioteca fue trasladada al convento de San Francisco y se le encargo a Pablo Boloix y Mauricio Zúñiga redactar un índice de los libros de la misma para uso de la institución y su publicación para conocimiento público, en 1818 se acuerda que la documentación de la Sociedad Patriótica estuviera en la biblioteca para poder ser consultada por los socios, lo que puede ser considerado como el origen de los archivos público en Cuba[20]. Autor: Ramón Guerra Díaz
Notas:
[1] Es parte de una Monografía sobre la Cultura Cubana que iré publicando por parte en este espacio. [2] Olga Portuondo Zúñiga: Santiago de Cuba, desde la conquista hasta la Guerra de los Diez Años, Santiago de Cuba,1996: 97 [3] Esta Sociedad Patriótica tuvo diferentes nombres a lo largo de su existencia, pero desde 1898 adoptó el de Sociedad Económica de Amigos del País de la Habana (SEAP) con el que se conoce hasta la actualidad. [4] Rigoberto Segreo: De Compostela a Espada, 2000: 133 [5] Carlos Martínez Shaw: La Ilustración Oficial en Ultramar. Material Digital, 2007 [6] Ídem: 134 [7] José Martí: Obras Completas. T. 5: 145 [8] Francisco de Arango y Parreño: Obras, Vol. I : 35 [9] Ídem: 95 [10] Juan José Díaz Espada (1756-1832) [11] Rigoberto Segreo: De Compostela a Espada, 2000: 138 [12] Eduardo Torres Cuevas: Félix Varela: nadie puede caminar con pies ajenos” en rev. Revolución y Cultura Nº 8, 1989. [13] José de la Luz y Caballero: “Identificación filosófica con mi maestro”: Gaceta de Puerto Príncipe, 2/may/ 1840:23 [14] Julio Le Riverend: La Habana, 1996: 176 [15] Arango y Parreño citado por Renate Simpson en “Francisco de Arango y Parreño sus esfuerzos en pro de la educación científica y técnica en Cuba”, Revista Biblioteca Nacional, Sep-Dic, 1976:16 [16] Ídem: 18 [17] Félix Varela citado por Renate Simpson en “Francisco de Arango y Parreño sus esfuerzos en pro de la educación científica y técnica en Cuba”, Revista Biblioteca Nacional, Sep-Dic, 1976:22 [18] Ídem:31 [19] Formaron parte de esta comisión: José Agustín Caballero, Francisco Isla y Félix González [20] Apicultura Wiki: Pablo Valois, en http://es.beekeeping. wikia.com/ wiki/ Pablo_Boloix
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Ramón
Guerra Díaz
Museólogo Especialista
Museo Casa Natal de José Martí
guerradiazramn1@gmail.com
Gentileza del blog "Martí Otra Visión"
http://blogs.monografias.com/marti-otra-vision
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