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La resistencia de los aborígenes de Cuba a la conquista
Ramón Guerra Díaz
guerradiazramn1@gmail.com

 

 

Aborígenes de Cuba. Grabado de 1558

La conquista de la isla de Cuba por los colonizadores españoles fue iniciada a fines de 1510 con la llegada del Adelantado Diego Velázquez y su contingente de gente ambiciosa y aventurera que venían a enriquecerse en las tierras de América con el fin de volver ricos a España.

Para lograr sus objetivos lo primero fue someter a la población autóctona de la isla conformada por una numerosa población de origen arahuaco que  en oleadas permanente se había asentado en la feraz isla de Cuba.

El pretexto fue someterlos al régimen de Encomienda para “civilizarlos y enseñarles la religión católica”, a cambio de lo cual servirían en servidumbre a los aventureros que en un principio los utilizaron en los lavaderos de oro, la agricultura y los servicios domésticos.

Tal medida casi exterminó a la población originaria de Cuba, diezmada además por las enfermedades desconocidas, el maltrato y la asimilación forzosa a una cultura tecnológicamente superior que los sometió e hizo todo lo posible por no dejar rastro de  su presencia en la historia de la isla.

Diego Velázquez estuvo facultado por el rey como “repartidor de indios”[1] y posteriormente para conceder “mercedes de tierra”[2], junto con otras medidas tendiente a estimular la colonización de la Isla.  Posteriormente los Cabildo continuaron otorgando las mercedes de tierra, facultad refrendada por el Oidor de Santo Domingo, Alonso de Cáceres en 1573.

En 1517 el gobernador de Cuba Diego Velázquez patrocina con sus propios recursos y sin permiso del Rey, una expedición de exploración a las costa de la península de Yucatán y sus inmediaciones a cargo de Hernando de Córdoba y una segunda con el mismo destino en 1518  dirigida por su sobrino Juan de Grijalva.

Con las noticias recopiladas en ambos viajes y el aliento de un gran botín, Diego Velázquez organiza una tercera expedición capitaneada por Hernán Cortés (1518), quien lo traiciona y rompe los vínculos con él, dirigiendo la célebre expedición que comenzó la conquista de México.

El éxito de Cortés provocó una estampida de los españoles asentados en Cuba, más de dos mil abandonaron la isla en busca de oro y fortuna fácil, pero lo peor fue que se puso al servicio de estas expediciones el capital necesario para el desarrollo de la colonia. En 1526 el Rey de España prohibió el abandono de la isla sin autorización, bajo pena de muerte y confiscación de bienes, era una medida tardía.

La total pacificación de la isla nunca fue una realidad para la colonia en el siglo XVI. En los documentos de la época se habla con frecuencia de “provincias indias”, territorios intrincados habitados por grupos de aborígenes que no se sometieron a la encomienda. Estos mantuvieron una latente rebeldía que por momento se hizo intensa y atrevida, llegando en algunas etapas a poner en peligro el trabajo de los lavaderos de oro, las haciendas y hasta las mismas villas.

No era un movimiento coordinado, sino la expresión natural y espontánea a la explotación y los desmanes del conquistador. La prueba de la magnitud que alcanzan estas incursiones punitivas de los naturales del país es la carta que le hace el Adelantado Velázquez a Rodrigo de Tamayo, en ella además de designarlo para dirigir las fuerzas para sofocar la rebelión lo instruye en los siguientes términos: “(...) por la presente en nombre de sus majestades e por virtud de sus poderes Reales que tengo os doy licencia pa q podays y con la gente q vierds ser necesaria de españoles contra los idhos indios cayos a los qles podays dar guerra hiriéndolos e prendiéndolos e a lo q se os defendieren los podays matar por mano q los demás indios cayos escarmienten de cometer lo semejantes delitos(...)[3].

Con la muerte de Velázquez (1524) y la isla casi abandonada por los colonos españoles se reavivaron las rebeldías indígenas. Se incrementan los ataques de hacienda, apalencamiento[4] de indios encomendados y esclavos; y asaltos a españoles aislados. La rebeldía de los nativos se hace el mayor problema político de la colonia.

Ya desde inicio de la década del veinte del siglo XVI hay un incremento de apalencamiento de los aborígenes, que a lo largo de estos años han ido asimilando técnicas europeas, manejo de armas, monta de caballos, conocimiento de su idioma y tácticas guerrilleras que hicieron muy difícil la situación de los minoritarios núcleos de españoles en las villas.

Con  la intensificación de la rebeldía el asunto llega hasta el Consejo de Indias y hasta el mismo rey Carlos I ordena medidas muy drásticas contra los sublevados: ”Hazelles heis guerra como contra vasallos nros. questan alçados y rebelados contra nro. Servio y fidelidad para que cualquier persona los pueda matar y prender y hazer todo el  que quieran syn por ello caher ni incurrir en pena alguna (...)[5].

Manuel de Rojas, sucesor de Velázquez en el gobierno de la isla, organiza cuadrillas para perseguirlos, pero sin éxito. La colonia pasa por su peor momento para los europeos, que se ven acorralados en sus haciendas y villas casi deshabitadas. El estado de rebeldía es tal que los nativos atacan y queman las villas de Baracoa y Puerto Príncipe.

El cacique taíno Guamá

Uno de los líderes de esta rebelión generalizada es el cacique taíno Guamá, que desde las montañas de Baracoa causó fuerte dolores de cabeza a los colonizadores durante unos diez años, hasta su muerte en 1532. La muerte de Guamá y la epidemia de viruela que se produjo en 1533 y mató a miles de aborígenes provocó una recaída de la insurrección que poco después, 1538, recobra fuerza con la salida de la expedición de Hernando de Soto para La Florida.

La rebeldía se mantuvo latente hasta la década del cincuenta de ese siglo cuando se aplicó la Ordenanza de la abolición de la Encomienda, promulgada en 1542 y suspendida por la negativa de los poderosos encomenderos españoles.

Con la disminución de la población aborigen, la rebeldía latente de los que no estaban sometidos al régimen de encomienda, la casi nula producción de oro y el paso gradual a una economía de servicio en función de la conquista de las ricas colonias del continente, la institución de la Encomienda perdió su importancia en Cuba, esto unido al conocimiento gradual por los aborígenes de que esta había sido abolida por el rey, determinó la disolución de las encomiendas que quedaban.

La población autóctona del país estaba muy reducida, pero aún era mayoría a mediados del siglo XVI, algunos cientos de ellos sobrevivían en intrincados parajes de la isla y otros tantos vivían, asimilados o no, de forma pacífica en las villas y haciendas españolas, mestizándose con los españoles y los negros africanos, cuya introducción ya había comenzado de forma lenta pero gradual. Se crearon los pueblos de indios para agrupar a los aborígenes pacificados, de ellos los más conocidos son los pueblos de Guanabacoa, Jiguaní y El Caney. El primero en los alrededores de La Habana y los dos restantes en la zona oriental del país.

[1] Real Orden del 8 de marzo de 1513.
[2] Real Orden de 1514.
[3] Citado por Jorge Ibarra en “Las grandes sublevaciones Indias desde 1520 hasta 1540, y la abolición de la Encomienda” en Aproximaciones a Clío. 1979: 9. Se respeta la ortografía de la época.
[4] Se escapan del dominio de sus amos y forman pequeños pueblos (palenques) en medios de bosques y montañas intrincados.
[5] Ídem: 12.

 

Ramón Guerra Díaz
Museólogo Especialista 
Museo Casa Natal de José Martí

guerradiazramn1@gmail.com
  


Publicado, originalmente, en el  blog del Grupo Kaweiro http://www.grupokweiro.netai.net/index.php/  el 29 de abril de 2015

Link del artículo: http://www.grupokweiro.netai.net/index.php/112-art-resistencia-aborigenes-cuba-conquista-es

Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

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