Pregunta:
“«La República martiana es el misterio que acompaña toda experiencia
política cubana», esta frase atribuida en esos términos a José Lezama
Lima ha sido llevada y traída por años. ¿Podría definir su alcance?
Respuesta:
“Unas veces se ha dicho que, en la frase de Lezama, «el misterio» se
refiere a la república, y otras que se refiere a Martí mismo.
Efectivamente es cierto que Martí nunca reveló cómo concebía en la práctica
nuestro futuro sistema republicano. Para mi es evidente que no iría a
calcar en Cuba el sistema yanqui que después de quince años, llegó a
conocer tan a fondo hasta su entraña imperialista, ni tampoco las ya
desmoralizadas repúblicas que conoció en México, Guatemala y Venezuela,
de las que tuvo que huir. Los principios básicos de la nueva república
ideal están, sin duda en textos como el discurso “Con todos y para el
bien de todos”, el “Manifiesto de Montecristi”, la última carta a
Mercado. Llama la atención también la carta a Fermín Valdés Domínguez
sobre la celebración del Primero de Mayo de 1884. Fermín ya era entonces
socialista utópico, y hoy sabemos que, a la larga no ha habido otro. Del
socialismo como utopía pues, habla allí Martí con reparos ante las «lecturas
extranjerizas, confusas e incompletas», más también, con esperanza, y
le dice a Fermín que la tarea de ambos era en la nueva República sería
explicar, liso y hondo. ¿Explicar qué? ¿La democracia representativa de
Norteamérica, Hispanoamérica y Europa? Martí no dice «sanear» sino «explicar».
Solo hay que explicar algo «nuevo». Presumo que está pensando en un
nuevo tipo de República. Esa novedad histórica y política, esa creación
martiana que se estaba fraguando en silencio con categórico cimiento
antimperialista, sigue siendo, sin duda, un misterio. No menor lo es el
mismo Martí, pero en su persona, misterio totalmente revelado, misterio
de luz y en la luz.
“Aunque Martí tiene fama de visionario, de poeta en el sentido iluso,
era verdaderamente un realista. Sin llegar jamás a fundar una república
socialista en medio del Caribe, algo nuevo iría introduciendo. Y el
horizonte es claro: «con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte
echar», o lo que dice a propósito de la gesta bolivariana en Nuestra América:
«Con los oprimidos había que hacer causa común para afianzar el sistema
opuesto a los intereses y hábitos de los opresores»
“El nunca fue amigo de la lucha de clases, aunque también llegó a
darse cuenta de su inevitabilidad. Cuando habla de Marx dice: «no hace
bien el que señala el daño, y arde en ansias generosas de ponerle
remedio, sino el que enseña el remedio blando al daño» ¿Qué «remedio
blando»-podría preguntarse alguien- si el estaba preparando una guerra?
Pero no es lo mismo la lucha social que la liberación política. El nunca
fue partidario de lanzar una clase contra otra, precisamente porque su móvil
era la unidad patriótica. La logró en el exilio con los dueños de fábricas
de tabaco. Con los «ricos benévolos», quienes contribuyeron a la causa
común, junto a los obreros. Sin embargo, en el manifiesto que envía a
The New Herald y en la última carta a Mercado, el dice que ante la
posibilidad de una nueva alianza de la oligarquía criolla con el
imperialismo norteamericano, había que identificarse con «la masa
pujante, -la masa mestiza, hábil y conmovedora del país,- la masa
inteligente y creadora de blancos y de negros. De aquí que nos se puedan
tomar al pie de la letra los reparos que hizo a Kart Marx, ha muerto,
porque la lucha de clases podía no ser lo deseable pero si lo inevitable.
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