Fermín Valdés Domínguez:
el Amigo del Alma de José Martí
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1.
Resumen
2.
Introducción
3.
Orígenes
4.
España, deportación y
estudios ResumenEl
13 de junio de 2010 se cumplió el centenario de muerte
del Dr. Fermín Valdés Domínguez, uno de los patricios cubanos más
polémicos en la historia de Cuba, al que se le reconocen extraordinarios
méritos personales en las luchas por la independencia de Cuba, amigo
desde la infancia de José Martí Pérez, el Héroe Nacional Cubano
e intelectual de reconocida obra en el periodismo cubano de su época,
político y autor de dos obras históricas que bastarían para hacer de su
nombre una cita imprescindible a la hora de historiar a Cuba: «27 de
noviembre de 1871» y «Diario del Soldado». Su biografía llena de
errores y vacíos trata de ser recontada en esta monografía, basada en
documentación inédita de los fondos del Museo Casa Natal de José Martí. IntroducciónFermín
Valdés Domínguez es una de las figuras más polémicas y desconocidas de
la Historia de Cuba, amigo de José Martí desde
la niñez, fue un hombre de azarosa biografía, pero con quien el
Apóstol compartió una amistad que duró toda la vida. Pese a esta cercanía
fraternal e ideológica y tal
vez por esta misma razón, la figura de Fermín no ha sido suficientemente
tratada por la historiografía cubana, que se limita a vincularlo a los
primeros años de José Martí y a otros episodios de la historia colonial
y de la guerra de independencia cubana, pero sin ahondar en su vida y su
obra de modo integral. En
los últimos años los estudiosos de la historia de la medicina cubana se
han acercado más a la figura de Valdés Domínguez, por
su modesta contribución a la medicina preventiva en Cuba y sus
estudios breves pero certeros sobre algunas patologías puntuales. Fue un
médico del pueblo, sencillo y trabajador, que tuvo en el servicio
a su patria la vocación mayor, pero que ejerció con dignidad
y gusto la medicina. Algunos autores, como Hiram Duputey y Luís Le Roy, le han dedicado
un mayor estudio vinculado básicamente a su vida estudiantil, los sucesos
del 27 de noviembre de 1871 y su participación en la guerra por la
independencia, pero quedan muchas lagunas por llenar dentro de la biografía
de este hombre, cuya historia ha
sido tergiversada por quienes de modo intencional o no, le niegan valor a
sus ideas y criterios, surgidos al calor del momento histórico que vivió,
expresados con temeraria
sinceridad, pero sin carga ninguna de envidia o maledicencia. Fermín
Valdés Domínguez es conocido como el amigo de José Martí, tras esta
afirmación se ha mantenido en silencio una biografía digna de ser
conocida por todos, mas cuando su personalidad es vista como en un claro
oscuro propio del misterio y el desconocimiento, provocado por su carácter
y su actitud viril y resuelta para denunciar mezquindades y prejuicios. Con
él se cumple aquello, muy común en las síntesis biográficas, de llenar
con generalizaciones vagas los vacíos historiográficos que rodean
a la personalidad. Es por esto que consideramos una necesidad escribir
sobre el impetuoso amigo del Apóstol, aquel que fue testigo y
protagonista de varios momentos
excepcionales de la historia patria: la detención y juicio del joven Martí,
el amañado proceso a los estudiantes del primer año de medicina
en 1871, grupo del que formó parte; la constituyente de Jimaguayú
en 1895 y su viril defensa del legado martiano en los primeros años
de la república. Al
buscar referencias sobre la vida de Valdés Domínguez hemos encontrado
abundantes menciones relacionadas con su adolescencia, vinculadas todas
con José Martí, en los libros que se han dedicado a la vida de este.
Estos mismos estudiosos retoman a Fermín, como principal testimoniante de
la vida estudiantil en España del Apóstol, para hacer luego breves
menciones de él durante el período
habanero que vive Martí tras el Pacto del Zanjón y el posterior
reencuentro de ambos en Nueva York en el año 1894. Notas
biográficas sobre Fermín acompañan las sucesivas ediciones de su único
libro conocido, “El
27 de noviembre de 1871” y algunos artículos en periódicos y
revistas cubanos, casi todos con errores de fecha en su cronología de
vida y copiados unos de otros sin hacer el correspondiente cotejo e
investigación documental
sobre su vida. Con la aparición de Internet su nombre tiene abundantes
entradas a ponencias, monografías médicas, artículos relacionados con
José Martí, los sucesos del 27 de noviembre de 1871 y su modesta
contribución a las investigaciones sobre el hombre primitivo en Cuba. Alrededor
de este hombre se ha ido tejiendo una leyenda negra de deslealtad a sus
compañeros de armas, que no es más que el fruto de su vertical actitud
ante los integristas, racistas y politiqueros que olvidaron los sueños de
José Martí para hacerse cómplices de aquel ambiente de “concordia
nacional”, terreno fértil
para la frustración generalizada que dominó tras la intervención
norteamericana. Fermín es fiel al legado de su amigo y compañero de
lucha, a Cuba y a las ideas superiores de dignidad humana que siempre
sostuvo; fue el clásico ejemplo de revolucionario desilusionado por el
resultado de la revolución independentista, sufrió
el aislamiento y la calumnia de sus detractores y murió amargado y
triste pero hasta el último momento defendiendo de modo consecuente las
ideas que siempre profesó. Para
la preparación de esta biografía, el autor ha trabajado con el Archivo
Personal de Fermín Valdés Domínguez, bajo custodia del Museo Casa Natal
de José Martí, en el que
sobresale la colección facticia con recortes de casi todos los trabajos
periodísticos de Fermín publicados
en la prensa cubana, así como la papelería acerca del biografiado y de
otras personalidades con las que se relacionó. Otra
importantísima fuente documental se encuentra en el Archivo Nacional de
Cuba, que complementa la antes citada colección de la Casa Natal de José
Martí y donde aparecen los “famosos cuadernillos manuscritos” sobre
sus memorias de la guerra y que fueran parcialmente publicados por la
Universidad de La Habana en cuatro tomos, como “El Diario de Soldado”,
satanizados por muchos, citados por pocos y mirados con desconfianza, por
razones de acomodamiento y sacralización de personalidades que Fermín
juzga por sus actuaciones durante la contienda, no años después sino en
los momentos en que estaban ocurriendo los acontecimientos. Estas
memorias fueron dedicadas a su prometida Asunción Castillo, a quien fue
haciendo llegar estas notas, pero la minuciosa lectura de ellas denotan el
sentido histórico que su autor le va dando, añadiendo al hecho su opinión
personal nacida al calor de sus convicciones y del conocimiento de la política
que se desarrollaba en el campo insurreccional. El
conocimiento de estos fondos ha permitido estudiar más ampliamente las
actividades políticas y sociales de Fermín durante el período
1876-1910, que coincide con la etapa de entre guerra, con los momentos en
los que él transita desde un patriotismo autonomista militante e
influyente en La Habana, a una radicalidad independentista disimulada y
necesaria en la indómita región de Baracoa; su reencuentro con José
Martí en los Estados Unidos, su importante participación en la guerra,
desde cargos que le permiten tener una clara visión de lo que ocurre en
ella y la frustración republicana, con la decepcionante confabulación de
exmambises y partidarios de España para repartirse las migajas que le dejó
el intervensionismo yanqui. La
documentación, casi toda inédita, dan fe de su amargura tras la salida
de España y la entronización de la bandera de las “barras y las
estrellas”; su rebeldía innata, fidelidad a las ideas martianas y la
digna postura ante los corruptos y entreguistas. Desde su pobreza y el
ostracismo al que lo someten sus “compañeros de armas”, levanta su
voz para denunciar y advertir en una actitud
que atemoriza a muchos, aún después de muerto. Para
poner en su justo lugar a este hombre que mereció la amistad de José
Martí, es esta monografía que pretende rehacer el perfil humano y político
de un cubano de innegables méritos. OrígenesJosé
Mariano Domínguez Salvajauregui llega a Cuba desde la tierra firme de
Hispanoamérica cuando la sacudida viril de los pueblos latinoamericanos
dejó fuera a España de sus dominios coloniales.
Capellán del Ejército Español decide establecerse en Cuba en la
década del veinte del siglo XIX y gracias a sus habilidades para los
negocios y su dominio de la
contabilidad logró una rápida inserción en la sociedad criolla de la
isla, ganando amigos, haciendo negocios, prestigio y una modesta fortuna
que le permite una asegurada vejez tras su retiro como capellán militar
el 9 de mayo de 1867 cuando servía en el Castillo del Príncipe. José
Mariano era natural de San Salvador de Guatemala ciudad en la que nació
en 1785, de padre español, Fernando Domínguez y madre guatemalteca, Rita
Salvajauregui. De familia venida a menos no heredó mucho de ellos a no
ser la voluntad de hacerlo estudiar la carrera eclesiástica y una
inteligencia natural que lo ayudó mucho en la vida. No conocemos en el
momento en que se enrola en el ejército español como capellán, ni sus
servicios prestados en tierra firme, pero si que vino a Cuba con los ejércitos
españoles evacuados tras la independencia. En el Archivo Nacional de Cuba se encuentran muchos documentos
relacionados con sus gestiones administrativas de los bienes de los
Conventos de Santa Catalina del Sena y de Belén los más antiguos de
ellos de la década del veinte del siglo XIX, lo que habla de sus
habilidades no solo contables sino en leyes al aparecer en algunos de
estos papeles en litigios de cobro, reclamación de tierras y fincas
urbanas. En estos trajines fomenta
su propia fortuna basada en los negocios hipotecarios, compraventa de
fincas urbanas, préstamos y adquisición de acciones en compañía de
ferrocarriles en Cuba, etc. En
su último testamento, fechado en febrero de 1877 en La Habana, “Declara que nada heredó de sus padres y que sus bienes los adquirió con
su trabajo personal”[1].
Había llegado pobre a Cuba pero al testar en esa fecha declara una
modesta fortuna que lega a
sus dos hijos adoptivos: Eusebio Valdés Domínguez y Fermín Valdés Domínguez,
expósitos de la Real Casa de Beneficencia de La Habana. Por
este documento testamentario también conocemos que había traído a vivir
a su casa a una media hermana, Refugio Domínguez, con retraso mental severo,
que él había mandado a buscar a Guatemala en la década del 40 del siglo
XIX cuando su mejoría económica le permitió tenerla bajo su abrigo y
que en Guatemala había tenido otros cuatro medios hermanos, ya fallecidos
en el momento del testamento. Este documento arroja luz sobre una de las incógnitas más
discutidas de la vida de Fermín Valdés Domínguez, su origen: “Un Décima: Nombra como únicos y universales herederos del remate de
sus bienes, derechos y acciones, por mitad al Doctor Don Eusebio Hipólito
María Valdés Domínguez expósito de la Real Casa de Maternidad de la
Habana que acostumbra firmar Eusebio V. Domínguez; y al Licenciado Don
Fermín José Valdés Domínguez, expósito de esa Real Casa, que
acostumbra firmar Fermín Valdés Domínguez, cumple el testador con esta
institución con deber y cariño y de costumbre y cuando entraba en edad
provecta, sintió natural impulso de hacer el bien a los hombres en pago a
los beneficios que de los hombres había recibido; y poseedor de un caudal
estimable, y sin naturales herederos que por su consagrado carácter
estabanle vedados; recogió en su casa como a hijos a estos dos expósitos
de la Real Casa de Maternidad, puso en ellos el afecto que en sus propios
hijos hubiese puesto cuidó de su infancia y de su juventud como ellos
cuidan de su vejez y creería faltar a su deber de conciencia, sino dejase
a sus dos protegidos en posición de bastar dignamente a la vida para que
el mismo los tiene preparados: así complace a sus afectos y goza acabando
el bien que comenzó a hacer el testador.”[2] Es
Refugio la persona que aparece adoptando a los expósitos y no Mariano,
algo que legalmente no podía hacer pues no estaba en el dominio de sus
cabales. Debió ser su hermano el que la puso como adoptante, porque su
condición eclesiástica le impedía tener hijo, ni aún en estas
circunstancias de adopción, por eso el Domínguez aparece como segundo
apellido detrás del consabido “Valdés” de los hijos de la Casa de
Beneficencia de La Habana. La
tradición familiar de los Valdés Domínguez y la documentación de la
Casa de Beneficencia recoge que ambos fueron adoptados juntos en el año
1853 a los pocos días de nacido Fermín depositado en el torno de esa
institución con una nota prendida a su pañal que indicaba su fecha de
nacimiento como el 10 de julio de ese año, aunque años después Fermín
solía afirmar que su santo y cumpleaños eran el 7 de julio, día de San
Fermín; también adoptó a otro niño seis años mayor que Fermín,
Eusebio, ambos fueron criados
como hermanos por este hombre que los quiso como sus propios hijos. En
la casa de don Mariano Domínguez había
otra persona que por bondad y entrega se gana el afecto de todos,
era una humilde camagüeyana, contratada como dama de compañía de la
hermana enferma y que se convirtió en la persona de mayor confianza en su
hogar: Merced Quintanó Brenes. Los dos niños expósitos no conocieron
otra madre y a ella se refirieron con respeto y devoción. Ninguno
de los dos desconoció su origen, pero la reacción ante su condición
social de “expósito” y la presión social por ese origen fue distinta
en ambos: Eusebio, adoptado ya con seis años, crece como una persona
retraída, de pocos amigos, estudioso e inteligente, con una evidente vergüenza
de su origen, al firmar Eusebio V. Domínguez. Fermín
más amoldado a la presencia familiar de los que le rodean, se forma con
un carácter más extrovertido, mimado en su hogar y con una disciplina
condescendiente que le permite gozar de su infancia y su juventud. Públicamente
solía hablar de su origen de expósito y creció en sus estudios
desarrollando sus dotes de escritor y de orador, apasionado hasta la
imprudencia, en ocasiones sin medir las consecuencias. Solía firmar Fermín
Valdés Domínguez. Fermín
fue uno de los miles de niños abandonados en la Real Casa de Beneficencia
de La Habana a lo largo de su existencia como institución de caridad para
socorrer a esas criaturas que las convenciones sociales, los prejuicios o
las dificultades económicas no permitieron crecer con sus padres. Llega
al torno a los ocho días de nacido dejado con una breve nota que consigna
su nacimiento el 10 de julio de 1853 y la advertencia de que no estaba
bautizado. El propio Fermín en conversaciones con amigos dice haber
nacido el 7 de julio, Día de San Fermín, pero en realidad su fe de
bautismo señala el 10 como día de su nacimiento. Ese mismo documento señala
como su madrina a doña
Refugio Domínguez, la media hermana de Mariano Domínguez Salvajauregui,
a la que ya hemos citado.[3] En
la casa los niños fueron criados por Merced Quintanó quien les dedicó
todo el amor necesario para que crecieran seguros y felices, por esta razón
ellos la reconocen como madre, aunque sabían que ellos procedían de la
Beneficencia. Esto ha levantado rumores acerca de la paternidad real de
José Mariano y Merced y ha llevado a algunos historiadores agregarle a
ambos, sobre todo a Fermín, un tercer apellido, Quintanó, que no
llevaron y que no aparece en ningún documento importante, salvo en el de
defunción de Fermín, agregado por razones obvias, sin el consentimiento
de él. La
familia de los Domínguez vive en la calle Industria Nº 110, luego 122,
casi esquina a San Miguel, barrio extramuros muy cercano al Paseo del
Prado, al Parque Isabel II y a la zona de mayor florecimiento en esta
segunda mitad del siglo XIX. En
aquel hogar habanero crece Fermín, teniendo como legados morales más
valiosos, la bondad, el desprendimiento material, la honradez y la ética
cristiana de su padre adoptivo y de la noble Merced Quintanó, devota a la
Virgen del Cobre. Los
muchachos recibieron una educación liberal hogareña, en la que su
inteligente padre se ocupó que no faltaran buenas lecturas que
completaran el trabajo de sus maestros en los colegios criollos habaneros
en los que fueron alumnos. En
el caso de Fermín hizo la primaria en el Colegio San Anacleto, dirigido
por el habanero Sixto Casado Alayeto[4],
una buena escuela que sobresale por las novedades que introduce su
director al agregar al programa el estudio de las ciencias, de idiomas
modernos (inglés y francés) e incluso la instalación de un pequeño
telescopio para las observaciones astronómicas, con el objetivo de lograr
una educación más completa de
sus educandos. San Anacleto es una escuela criolla de tendencia liberal de
pocos rezos y más ciencias, que entrenó la mente de sus discípulos para
asimilar ideas nuevas A
este colegio llega Fermín en 1863 y termina
la enseñanza primaria en 1865, durante ese período tiene como
condiscípulo al niño José Julián Martí Pérez, al que poco a poco le
fue uniendo una sólida amistad. En
marzo de 1865 Fermín Valdés Domínguez inicia sus estudios en la Escuela
Primaria Superior de Varones, cita en Prado esquina a la calle Ánimas Nº
66 en La Habana, dirigida por el maestro y poeta Rafael María de Mendive[5].
En su clase también han matriculado
a su amigo José Martí. La
adolescencia de estos dos amigos está influida por el magisterio de
Mendive, cultivador de almas, en
su colegio desarrolla en sus educandos el ansia de saber y las
posibilidades de buscar más allá de aula, extendiendo su educación a
sus tertulias y conversaciones a través de las cuales va llevando a los
inquietos jóvenes el sentir de su generación y su compromiso social. Hombre
de gran cultura, discípulo de José de la Luz y Caballero, poeta de
vocación, patriota de convicción, no ocultó a sus alumnos sus simpatías
por los anhelos independentistas de Cuba. Sus inquietudes pedagógicas lo
llevan a elevar el nivel del centro de enseñanza que dirige y subversiona
el gobierno, convirtiéndolo en 1867 en el Colegio San Pablo para varones,
privado y con una plantilla de destacados intelectuales en sus clases,
entre los que recuerda Fermín a : Anselmo Suárez y Romero, profesor de
latín; Claudio Vermay y José Ramón Carballo,
enseñando el griego; Ambrosio Aparicio, inglés; Alejandro María
López y Manuel Sellén, Gramática Castellana, Roberto Escobar y José
del Álamo Millet, Matemáticas; Ramón Zambrana,
moral; el presbítero Manuel Pina, religión y el señor Mendive
enseñaba historia y literatura.[6] “(...) Éramos ya íntimos amigos,
cuando fuimos al Instituto de segunda Enseñanza de La Habana. Pero en el
año 1867 nos unimos Martí y yo en el más leal afecto, y como hermanos,
nos buscábamos en las horas de estudio y en las aulas del Colegio “San
Pablo (...)”[7] El
10 de octubre de 1868 en su ingenio Demajagua, Carlos Manuel de Céspedes
inicia la revolución emancipadora cubana, que va acompañada por el noble
y valiente gesto de dar la libertad a sus esclavos. La insurrección se
extiende por toda la zona oriental, mientras en La Habana las noticias del
alzamiento inquieta a los ricos criollos, las autoridades y la comunidad
española de la ciudad. Entre
las clases populares y los jóvenes criollos, el pronunciamiento es
acogido no solo con simpatías,
sino con abiertas manifestaciones de aprobación que se incrementan a
partir de la entrada en vigor de la Ley de
libertad de imprenta en Cuba, el 9 de enero de 1869, y que trae por
consecuencia una avalancha de propaganda impresa, que en su mayoría
atacaba al régimen colonial. Uno
de aquellos impresos fue El Diablo Cojuelo, costeado por Fermín
Valdés Domínguez y en el que aparecen los primeros escritos políticos
de José Martí. El compromiso con la independencia de la patria, que
ambos jóvenes compartía, afianza una amistad crecida en medio de estos días
agitados, en los que la represión a las manifestaciones separatistas corre a cargo de un grupo
paramilitar formado por los españoles más fanáticos e integristas: El
Cuerpo de Voluntarios. El
22 de enero de 1869, estos Voluntarios asaltan el teatro Villanueva,
cercano al Paseo del Prado Isabel II, cuando se representaba la obra bufa,
Perro Huevero, pieza teatral en la que se hacían críticas y
burlas al régimen español. El sangriento acontecimiento inicia una
cruenta represión en La Habana que afecta a Rafael María de Mendive,
cuya familia es dueña del teatro Villanueva. El resultado será la
deportación del maestro y el cierre de su Colegio San Pablo. Los
alumnos del colegio de Mendive son distribuidos en otros centros de enseñanza,
pero la rebeldía juvenil y la maduración del compromiso político hacen
que Martí no acuda con regularidad al Instituto de Segunda Enseñanza de
La Habana, escuela que se le asignó para continuar sus estudios, y cuando
acude va más en son de conspirador que de estudiante. Su
refugio será la casa de Fermín, lugar que se hará
sitio de convergencia de algunos discípulos de Mendive, los amigos
de Eusebio y otras personas que comparten los temas de actualidad cultural
y política de Cuba. Las simpatías por las ideas independentistas
encuentran en aquel hogar la tolerancia de José Mariano. La
biblioteca familiar de los
Valdés Domínguez se convierte en lugar de refugio de los dos jóvenes.
Según el testimonio del propio Fermín
se encerraban en ella y al poco rato de lectura se interrumpían
mutuamente para compartir impresiones vehementes sobre lo leído. Recuerda
él que en aquella biblioteca había libros de Rousseau, Voltaire y Montesquiu; libros y
revistas de autores cubanos que trataban de literatura, ciencias naturales
y temas generales de la isla, entre las que no faltaba una colección de Revista
Bimestre Cubano de José Antonio Saco,
escritos que les ayudaban al conocimiento de la isla y sus problemáticas. Señala también Fermín que en las estanterías de la biblioteca
de su casa, no faltaron libros de Víctor Hugo, Byron, Longfellon, Emerson,
la Historia Natural de Buffon, la Historia de la Revolución
Francesa de Lamartine y el Facundo de Domingo Sarmiento, entre
otros muchos libros.[8] Estos
momentos de lectura e intercambio de impresiones resultan decisivos en la
formación intelectual y humana de ambos muchachos, en el acrecentamiento
de la amistad, el conocimiento mutuo y la consolidación de las
convicciones que ya le dan sentido a sus vidas: una vocación humanista y
revolucionaria, unida al compromiso de luchar por la independencia patria. Muchos
años después José Martí recordará aquellos tiempos de su juventud y
escribe: “(...) porque aborrecemos con el mismo fuego la arrogancia y
la codicia que dividen a los hombres, porque derramamos con la misma pasión
la amistad que los calma y congrega, porque en la vida nublada perseguimos
la misma estrella doliente y adorable, impone a mis labios el silencio en
el instante en que desbordarían de ellos el entusiasmo y la ternura”[9] La
situación política en La Habana provoca el encarcelamiento y el éxodo
de cientos de cubanos, simpatizantes o no de la independencia, un régimen
de terror se impone en la ciudad. Víctima de ese ambiente represivo será la familia Valdés Domínguez,
al ser allanada su casa el 4 de octubre de 1869. El pretexto era baladí,
al retirarse de unos de sus frecuentes desfiles amedrentadores de la
población civil, una compañía de Voluntarios, creyó escuchar voces y
risas, que consideraron una burla, desde la casa situada en Industria 122. Horas
después irrumpen en la casa y efectúan un minucioso registro, requisan
documentos y detienen de inmediato a los jóvenes
que estaban en el lugar: Eusebio y Fermín; Santiago Balvín y
Manuel Sellén, amigos de la familia y el profesor de francés Atanasio
Fortier, que se encontraba impartiendo sus clases. En sus memorias de
aquel día, Fermín escribe sobre la violencia de estos hombres al
maltratar de palabras a los
presente, incluyendo a su anciano padre, que trató de interceder por
ellos. Las
averiguaciones de las autoridades españolas iban dirigidas a buscar algún
indicio para procesar a estos jóvenes, por lo que sus pesquisas se
hicieron minuciosas en las cartas encontradas en la casa. Días después y
debido a la lectura de una carta encontrada, es detenido José Martí, que
no estaba en el lugar en el momento de los hechos. Se le acusa de firmar,
una carta donde se amenazaba de muerte a un miembro del Cuerpo de
Voluntarios. La
famosa carta está dirigida a Carlos de Castro, un ex alumno de Mendive
que se había alistado a las fuerzas de los Voluntarios al que preguntaban
si conocía la pena que daban los antiguos a los “apóstata”, que no
era otra que la ejecución, por lo que el oficial investigador consideró
tal documento como una amenaza de muerte. El
4 de marzo de 1870 se celebra la vista oral a ambos jóvenes por el delito
de infidencia. En el juicio el tribunal militar trató de establecer quien
era el autor de la carta que
ambos se atribuían, tratando cada uno de salvar al amigo. Según
testimonio del propio Fermín, la vehemencia de José Martí fue el
principal elemento probatorio contra él, aunque es muy probable que no
fuera esta solo la causa, sino también las pesquisas llevadas a cabo por
las autoridades coloniales acerca de las actividades del joven, que había
dado prueba de ser un comprometido defensor de la causa independentista.
La
condena de seis años de prisión con trabajo forzado aplicada a Martí,
abre un nuevo capítulo en su vida, marcado por sus convicciones
libertarias que lo acompañarían hasta la muerte. Junto a él, admirado y
respetuoso estaba Fermín Valdés Domínguez, quien fuera condenado a seis
meses de cárcel. El 31 de marzo de 1870 Fermín es trasladado al Castillo de
San Carlos de la Cabaña para cumplir la condena de seis meses de prisión
mayor. Al ser excarcelado termina sus estudios de bachillerato en el
Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana y solicita el ingreso en la
facultad de Medicina de la Universidad de La Habana. Graduado de bachiller en artes
el 28 de octubre de 1870, después cumplir su condena, matricula la
carrera de medicina en la Real y Literaria Universidad de La Habana para
el curso de 1870-1871. El plan de estudios vigente entonces en Cuba para
dicha carrera era el de 1863 y contaba tres etapas: la de premédico o
curso de ampliación, de un año; la de bachillerato en medicina de
cuatro; de licenciatura en medicina de dos y la de doctorado, en un año
final. Por lo tanto de haber seguido normalmente sus estudios debió
graduarse en 1877 de licenciado y en 1878 de doctor en medicina.
En
junio de 1871 aprueba las tres asignaturas del curso de premédico: Química
General, Física Experimental e Historia Natural (Zoología, Botánica,
Mineralogía y Geología) y comienza el primer año de la carrera médica
en octubre del mismo año con las asignaturas de:
Anatomía Descriptiva, 1er. Curso, Ejercicios de Disección, 1er. Curso y
Ejercicios de Osteología. Recién
comenzado el curso, Fermín se ve envuelto en los acontecimientos
que involucran a toda la clase de primer año de Medicina al ser
acusados por el Cuerpo de Voluntarios de profanar la tumba del periodista
español Gonzalo de Castañón en el cementerio Espada, contiguo al
edificio donde estos recibían las clases de Anatomía. Tras
un proceso sumario, con un marcado carácter político y parcializado, los
extremistas integristas impusieron un injusto veredicto de culpabilidad
que condenó a muerte a ocho de aquellos jóvenes y
encarceló al resto de la clase, a modo de ejemplarizante
represalia a un pueblo que lo enfrentaba de modo resuelto. Aquel
acontecimiento marcó la vida de los cubanos y en particular al joven Fermín,
que se trazó el firme propósito de denunciar el crimen, demostrar la
inocencia de sus condiscípulos y rendirle el tributo que merecían como mártires
de la patria. Condenado
a seis años de prisión junto a otros de aquellos estudiantes, son
encerrado inicialmente en la Real Cárcel de La Habana y posteriormente
asignado al servicio de limpieza y mantenimiento de la Quinta de los
Molinos, residencia veraniega de los Capitanes Generales de la Isla, hasta
que la fuga de uno de ellos determinó el regreso a la cárcel, luego se
produjo el indulto real y posteriormente fueron deportados a España. Muchos
años después, en 1908, Fermín escribe en el periódico habanero El
Triunfo, un artículo titulado “Senda
de Amor” en el que narra ese momento en que fueron excarcelados y
casi clandestinos llevados a la fragata “Nautilus”
un grupo de jóvenes, entre los que estaba él, para ser deportados a España: “En
la madrugada sombría del día doce de mayo de mil ochocientos setenta y
dos salían del Presidio Departamental de La Habana más de cien hombres;
(...) Entre aquellos presidiarios, enfermos y abatidos por el palo y la
mala alimentación y los horrores de las Canteras de San Lázaro, iban
treinta adolescentes a los que la pasión y la mentira criminalmente
consentida y apoyada por los hombres del gobierno, les había puesto al
pie una cadena, después de asesinar a ocho de sus compañeros. “Como uno de los presidiarios, y entre los estudiantes
encausados el 27 de noviembre de 1871, iba el que estas líneas
escribe (...) “Aquel día, que la gratitud guarda amorosa en nuestros corazones, nos
ofrecieron los marinos un fraternal almuerzo. Aquel banquete fue la
primera protesta de hombres dignos que entonces nos alentó en nuestra
vida de ultrajes: (...). Y días después a bordo ya del vapor correo español
que nos llevaba a España, cuando la chusma que nos acusó nos despedía
desde la Cortina de Valdés con gritos insultantes, los marinos españoles
de la fragata “Zaragoza” nos saludaban con hurras cariñosos desde la
lancha de vapor en la que nos acompañaron hasta el Morro.”[10] De
forma secreta, para evitar la ira de los furibundos integristas salieron
rumbo a Cádiz el 30 de mayo de 1872 en el vapor “Isla de Cuba”. España, deportación y estudiosEn
Madrid lo espera el amigo de siempre José Martí, que vive en la capital
española desde hace algunos meses. Hasta él han llegado las noticias de
los sucesos del 27 de noviembre de 1871 y sabe que Fermín está
implicado, teme por su vida y su angustia crece con las noticias
inquietantes del desbordamiento de la soldadesca, finalmente se
encuentran: “Pena
grande fue la mía al encontrarlo en España enfermo y pobre en una
buhardilla y comiendo gracias a unas clases en casa de Don Leandro Álvarez
y de la señora viuda del general Ravenet”[11] Así
recordará Fermín el reencuentro con Martí, enfermo y pobre en un país
extraño. Su llegada reanima aquel espíritu encendido. Juntos recorren
teatros, cafés y tertulias del Madrid culto e indiferente, tratando de
levantar en aquella gente la preocupación por los problemas de su isla
lejana Con
Martí de compañía podrá Fermín disfrutar de sus años mozos en
fortuitas aventuras de amor que los inician en este modo de ver la vida a
través de sus pocos años, poeta el uno, apasionados ambos, en un país
reconocible a través de su temperamento, voluptuosidad y entrega. Patria
y amor, deber y convicciones grabadas por el sufrimiento de la cárcel, se
entrecruzan con la necesidad de la edad y los deslumbramientos propios de
los años mozos. La
vida de ambos jóvenes se enriquece
con la llegada de Fermín, cuenta este en sus memorias como compartían
sus noches entre el estudio, el esparcimiento y la iniciación en los
ritos de la masonería. En
Madrid, llevado por sus amigos José Martí Pérez y Francisco Solano
Ramos, inspirado tal vez por las ideas de igualdad y fraternidad, acordes
con sus anhelos libertarios, comienza a frecuentarlas reuniones de la
Logia Armonía 52 presididas por el general Pierrad o por el músico
Max Marchal, compartiendo anhelos y sueños con otros jóvenes cubanos
residentes en Madrid[12]
|
Se
refiere Fermín en sus notas sobre la estancia en España junto a José
Martí en la época estudiantil, de las actividades filantrópicas que
desarrolla aquella Logia en ayuda para los deportado cubanos en el enclave
norafricano español de Ceuta; la apertura de una escuela para niños
cubanos, dirigida por el profesor Amelio Ruiz y Vila de los Reyes y la
participación de ellos junto al grupo de jóvenes estudiantes cubanos en
Madrid. Algunas
noches eran para visitar los teatros, principalmente el Real y el de
Variedades; los cafés de artistas, los salones de tertulias del Madrid
bohemio, donde se codearon con intelectuales, artistas y políticos. “(...) hablamos con afecto al
eminente Don José Echegaray en el saloncillo de El español, y eran
nuestros amigos, Calvo y Teodora Lamadrid, y Burón y la Boldún –nos
complacía charlar en la cervecería Inglesa- con Marcos Zapata, el aragonés
genial y talentoso. De esa vida entre hombres inteligentes, no pudimos
nunca olvidarnos.”[13] Recuerda
con afecto su presencia en las reuniones de la cubana Barbarita Echeverría,
viuda del General Ravenet, quien tomó mucho afecto a Martí y “(...)
trataba de borrar de su frente aquella triste sombra que parecían
oscurecer las grandezas de su genio. Siempre hablaba Martí de estas
reuniones con afecto, con entusiasmo”[14] España
no es solo la oportunidad de estudios, sino también la del ejercicio político
que le está vedado en su lejana patria, la ocasión de denunciar la
situación colonial de la isla. Por eso no dejan pasar el primer
aniversario del fusilamiento de los estudiantes, sin denunciar el
abominable hecho en una proclama escrita por Martí y firmada por Fermín
y por Pedro J. de la Torre, sobrevivientes ambos del aquel acontecimiento.
Ambos
jóvenes vivían en la casa de huéspedes de la calle Desengaño Nº 10,
quintuplicado, segundo derecha esquina a Barco, regentada por Doña
Antonia, allí se reunía casi a diario la noble muchachada estudiantil
criolla, a suspirar por Cuba, hablar de sus recuerdos y sus cosas. Otro
punto de reunión, según el testimoniante era el hogar del joven cubano
Francisco Solano Ramos en la que eran acogidos como hijos estos cubanos añorantes
y rebeldes, que leían la prensa insurrecta que desde Nueva York llegaba y
se aventuraban en animosas discusiones y tertulias de política o muchos
otros temas, dando rienda suelta a sus energías juveniles. Cuba y sus sueños
de libertad los unía. A
casa de Solano llegaban las noticias que desde La Habana les remitía
Eduardo F. Pla, recortes de periódicos cubanos, noticias rumoradas en la
ciudad y el testimonio del vivir diario en la capital de la isla. Con este
material elaboraba José Martí y otros de los estudiantes cubanos, artículos
y comentarios para los periódicos madrileños y de otros puntos de
Europa. En
Madrid vivirán la alegría popular por la proclamación de la República
(1873) y abrigan la esperanza de que los liberales pudieran entender la
causa de Cuba y hacer justicia. Con entusiasmo José Martí escribe su
folleto, “La República Española
ante la Revolución Cubana”, y aquella corte de levantiscos cubanos
apoyó su iniciativa de darlo a conocer a las autoridades liberales en el
poder. La
desilusión ante la posición integrista de los republicanos españoles
afianza en ellos los ideales independentistas y la convicción de que España
nunca daría la libertad a Cuba. Admirado
del amigo dirá José Martí:“(...) Antes que el placer de Madrid,
maleante y faldero, se dio todo, por sobre censuras y amenazas, a la tarea
de proclamar la inocencia de las víctimas y clavó el marchamo en la
frente de la nación culpable”[15] Se
refiere Martí al empeño que puso Fermín para publicar su testimonio
sobre los hechos que habían llevado a sus compañeros estudiantes a la muerte y
el apoyo que el mismo le brindó revisando sus borradores y agregando un
poema suyo en homenajes a los mártires. El libro de 148 páginas, apareció
en los primeros meses de 1873 en Madrid bajo el título: “Los
voluntarios en La Habana en el acontecimiento de los estudiantes de
medicina”, y de él se hicieron dos ediciones en España. “Mucho gozó Martí
cuando terminé mi libro sobre los tristes sucesos del 27 de noviembre del
71 que me llevaron a presidio. Al leer la relación de mis dolores recordó
él los suyos tristísimos, al esperar en su pobre cama de enfermo el
telegrama que le dijera si era yo uno de los vilmente asesinados (...) “Y
escribió unos versos para mi libro: al insertarlos al final de él escribí
yo: “Libro que empieza el martirio debe cerrarlo la poesía”[16] En
junio de 1872 matricula en la Universidad Central de Madrid, por la enseñanza
libre, las asignaturas del curso de primer año y también dos asignaturas
del siguiente, Anatomía Descriptiva y Ejercicios de Disección, ambas del
segundo curso. En diciembre de 1872 Fermín Valdés-Domínguez
se presenta a exámenes extraordinarios
por la enseñanza libre y
aprueba la asignatura de
anatomía. Los
días madrileños de los dos amigos terminan al trasladarse ambos a
Zaragoza (mayo de 1873), los motivos son varios: el clima, una vida menos
cara y mejores posibilidades de estudio. Fermín escribirá sobre este
asunto en el “Diario del Soldado”: “Mi
grave enfermedad del estómago, que en ningún clima encontraba alivio, y
por lo tanto no me dejaba pensar en una pronta curación, nos hizo ir a
Zaragoza. ¡Y allá llegué con mi enojosa dolencia! ¡Triste y fatal
recuerdo de las Canteras de San Lázaro y de mi trabajo como presidiario
en La Quinta de los Molinos!”[17] Luego apunta Fermín sus recuerdos de Zaragoza, ciudad de la
que tiene memorias imborrables, siempre junto a Martí, sus estudios y las
correrías bohemias, desde el Palco
13 del Teatro Principal hasta las reuniones de estudiantes e intelectuales
en las que eran bien acogidos los “insurrectos”, “(...)en
Zaragoza jamás nos creímos deportados, ni en tierra extraña”[18] En
Zaragoza ambos amigos se alojan en pensión humilde pero adecuada, en la
calle de la Manifestación, en casa de Félix Sanz, a quien Fermín
denomina “patrón valiente” tratando de estirar los pocos recursos que
le llegan de casa. Reanudan
sus estudios en la Universidad Literaria de Zaragoza y se integran a la
vida apacible y culta de esta amable ciudad española, se hacen querer
aquellos dos jóvenes cubanos, Fermín
más abierto y alegre, Martí retraído y sereno, como hombre de edad que
no tiene. No disimulan sus tendencias políticas, ni su amor a la patria
cubana. Pulsan la temperatura política de España y son testigo de la caída
de la República Española (enero, 1874) y de la sublevación del pueblo
aragonés, reprimido por las fuerzas monárquicas. “¡Oh, la
barricada! Nada más tristemente hermoso que aquel valor del hombre
republicano de Aragón contra la ferocidad del general Burgos que con sus
cañones Krupp, y por buscar un entorchado más, asesinó hombres, niños
y mujeres”[19]. En cuanto a sus estudios de medicina Fermín se revela como un estudiante aventajado, por lo que
hizo un irregular e intenso programa de estudio que lo lleva a ganar casi
dos años en su carrera para graduarse como médico.
En
el curso 1872-1873, matricula,
siempre por enseñanza libre, en la Universidad de Zaragoza la asignatura
que le queda del segundo año, Fisiología Humana y las tres del tercero:
Higiene Privada, Patología General y Anatomía Patológica y Anatomía
Quirúrgica, Apósitos y Vendajes. Para aprobar las tres primeras en
Zaragoza y la cuarta en Valladolid.
En
el siguiente curso 1873-1874, matriculó todas las asignaturas que le
faltaban para graduarse de licenciado en medicina y cirugía, cinco en
Zaragoza y seis en Madrid. En la primera aprobó: Terapéutica, Materia Médica
y Arte de Recetar y Obstetricia y Patología General de la Mujer y de los
Niños. En la segunda no examinó, sino en Valladolid, donde aprobó nada
menos que: Patología Médica, Patología Quirúrgica, Clínica de
Obstetricia, Clínica Médica 1er Curso, Clínica Quirúrgica 1er Curso,
Higiene Pública y Medicina Legal y Toxicología y le quedaron pendientes
solamente los segundos cursos de Clínica Médica y Clínica Quirúrgica.[20]
En
los dos años académicos de 1872 a 1874 Valdés-Domínguez al cursar las
asignaturas de Higiene Pública y Privada entra en contacto con la gran
Escuela de Higienistas de Cataluña, en pleno apogeo desde años antes,
que influirá en su vocación por la medicina preventiva de la que fue
pleno defensor y divulgar en artículos periodísticos y estudios que
distinguen su trabajo como médico.
A
fines de 1874 José Martí termina sus estudios y embarca rumbo a América,
Fermín queda en España para terminar sus estudios de medicina. Le quedan
pendientes dos asignaturas para obtener el título de licenciado en
medicina: Clínica Médica y Clínica Quirúrgica segundos cursos, que
aprueba en Zaragoza (1874-1875), posteriormente realiza y aprueba los
ejercicios del grado de licenciado en medicina y cirugía el 26 de
noviembre de 1875, en la Universidad Central de Madrid. Durante
el siguiente curso, 1875-1876, matriculó en la Universidad Central de
Madrid, las asignaturas del año del doctorado: Historia de las Ciencias Médicas,
Análisis Químicos aplicados a las Ciencias Médicas y Ampliación de la
Histología Normal y Patológicas, pero la nostalgia y la soledad son más
fuertes y sin terminar estos estudios regresa a Cuba. Regreso a La HabanaEl
2 de enero de 1876 llega a La Habana
procedente de Cádiz, su familia vive aún en la calle Industria
122, esquina a San Miguel. Su padre es un venerable anciano, lúcido e
inteligente, preocupado por la felicidad de estos dos hijos adquiridos que
llenan sus últimos años con el orgullo de verlos encaminados. Eusebio
tiene un bufete en la propia
casa y la familia añora ver establecido a Fermín como un respetable médico
habanero. Por
esta razón el 22 de abril de 1876, Fermín
solicita al rector de la Universidad de La Habana que se le autorice a
ejercer como médico, mientras espera por sus correspondientes títulos de
diplomado en medicina y cirugía. Esta petición no fue autorizada por
faltar en el expediente universitario de Fermín el título de Bachiller.
Más de dos años tardó en ser autorizado a ejercer, luego de zanjado estos trámites
recibiendo el título el 29 de abril de 1878. El 25 de febrero de 1876 contrae matrimonio en la Iglesia de
Monserrate con Consuelo
Quintanó Ramos, sobrina de su madre adoptiva. El joven matrimonio
permanece en la casa paterna mientras esperan la autorización para que
Fermín pueda establecerse como médico en la ciudad. En
medio de esta bonanza y felicidad personal que le da el matrimonio,
intercambia correspondencia con el joven Martí, radicado en México junto
a su familia. A la distancia continua el entrañable afecto nacido en los
difíciles momentos de su primera juventud, cuando incomprensiones
familiares y compromisos políticos, hicieron de Martí, un muchacho
triste que solo encontró entendimiento al lado de su maestro Mendive y
del “amigo del alma”, con quien compartió ideas con respecto a la
patria esclava y la sociedad colonial enferma. En
febrero de 1877 le sorprende la llegada a su casa de José Martí, está
en Cuba de incógnito bajo el nombre de Julián Pérez, viene de México
por pocos días y su razón más importante es hacerse de algunas cartas
de recomendación de Don José Mariano Domínguez para personas que él
conociera en Guatemala, país donde pensaba establecerse
Martí y encontrar ayuda económica para poder traer a su padre y
hermanas de México para que se reúnan con doña Leonor y el resto de la
familia que hacía varios meses ya estaban en La Habana. En el seno del
hogar de los Domínguez encontró el apoyo que buscaba, tanto para traer y
acomodar humildemente a su familia como las cartas que inquiriera de Don
José Mariano para amigos en
Guatemala. La alta estima que tenía Martí por esta familia va más allá
de su amistad con Fermín y Eusebio, está en el aprecio que le tienen a
él, los otros miembros de la
familia y muy especialmente José Mariano quien le pide sirva de testigo
en su acto testamentario, llevado a cabo
ante el notario público Andrés
Monzón el 8 de febrero de 1877 y firmado
valientemente por José Martí con su nombre completo pese a su
delicado status de ilegal en la isla. En
La Habana Fermín continua su intensa vida social, el
4 de septiembre de 1877 fue propuesto y admitido como miembro de número
de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba y reanuda su militancia
masónica en la Logia Fe Nº 6 que estaba bajo la jurisdicción de la Gran
Logia de la Isla de Cuba, el 21 de diciembre de 1877 fue elegido
“Orador” y por estos días
fue nombrado Comisionado por la Logia Perseverancia Nº 13 de Cárdenas,
ante la Gran Logia. La
ascendencia de Fermín dentro de la masonería habanera de estos años
queda demostrada con su nombramiento dentro de la Comisión que estudia el
Proyecto de Unidad con los demás cuerpos masónicos, junto con Enrique H.
Licerff, Juan de la Caridad Pérez y Bernardo Castaley.[21] Mientras
los cubanos y principalmente los habaneros, viven momentos de inquietudes
políticas en los que las esperanzas de cambios en la isla van
reencontrando una vía reformista, más moderada, que le permita a los
sectores pudientes, de clase media y a los intelectuales, atemperarse a la
opción de libertad sin violencia y a la petición “magnánima a España”
de cambios dentro de la monarquía, o sea sin independencia. La
política conciliadora del Capitán General Arsenio Martínez Campos
encuentra eco en esos sectores, principalmente entre la burguesía
criolla, interesada en terminar la guerra. El
resultado de estos cabildeos fue el acuerdo del Zanjón en febrero de
1878, firmado por la fracción más conservadora de los insurrectos y que
pese a la viril protesta del Mayor General Antonio Maceo al frente de los
combativos orientales, terminó con la insurrección de los cubanos. A
estas corrientes autonomistas fortalecidas tras el “Pacto del Zanjón”
se unieron muchos cubanos de buena fe, esperanzados en alcanzar de España
al menos el mismo status que las provincias peninsulares. Ser autonomista
en 1878 no suponía una traición al patriotismo cubano, era por el
contrario una forma de afirmar y continuar el sentimiento nacionalista y
la forma de hacer patria dentro del período. Fermín
Valdés Domínguez forma parte de los que se unen al autonomismo y su
labor como la de otros intelectuales de su época hizo posible que los
problemas de Cuba dejaran de tratarse en círculos cerrados, para ser del
dominio público a través del lenguaje moderado de la prensa autonomista. En
agosto de 1878 regresa a La Habana, José Martí, encuentra los brazos
abiertos del amigo y su familia, durante varios días convive en la casa
de Industria 122. Sus esposas están embarazadas y paren casi simultáneamente:
Carmen y Martí tendrán un varón, José Francisco Martí Zayas Bazán,
nacido el 22 de noviembre de 1878, pocos días antes, Consuelo y Fermín,
tienen una niña, Consuelo Amparo de
las Mercedes, nacida el 9 de noviembre de 1878. El
6 de diciembre de 1878 muere el venerable José Mariano Domínguez
Salvajauregui, tenía 93 años y deja a sus hijos una moderada fortuna
administrada por Eusebio, quien al contrario de su padre no supo manejar
bien los fondos familiares y pierden
la herencia paterna. Pese
a la permanencia en La Habana durante algo más de un año, llama la
atención la falta de referencia a José Martí en la documentación de
Fermín Valdés Domínguez y el silencio que sobre el amigo mantiene Martí
en el período. Viven
en la misma ciudad durante estos meses de agitación política, en los que
Martí se empeña en dejar bien claro su posición independentista en
discursos, conferencias y brindis de ocasión, en tanto que no hay
testimonio de que Fermín frecuente los mismos círculos que su
joven amigo, tal vez sean las diferentes posiciones
dentro del panorama político cubano lo que hace este silencio. Dos
cartas de Rafael María de Mendive que se conservan en los fondos de Fermín
Valdés Domínguez del Museo Casa Natal de José Martí, dejan muchas
interrogantes sobre las relaciones de Fermín y Martí en esta etapa. Ambas
misivas están fechadas a finales de 1879 y dirigidas por el maestro de
ambos a Fermín. En la primera (28 de septiembre de 1879), Mendive le da
el pésame a Fermín por la muerte de su hija y no hay una sola referencia
a la deportación de Martí ocurrida el 25 de ese mes, un día antes de la
muerte de la hija de Fermín, hecho muy conocido en los círculos
habaneros del momento. La
segunda (7 de octubre de 1879) reitera la ausencia de comentarios sobre la
salida de Martí de La Habana, un hecho que atañe
a ambos y que ha tenido repercusión en los grupos intelectuales de
la ciudad. Mendive en esta carta se presenta como un anciano derrotado por
la vida, fracasado, que le cuenta al ex discípulo sus penurias económicas,
su soledad y le reitera el pésame por la hija muerta. Las
diferencias de posiciones políticas de José Martí con sus dos más
caros afectos de la primera juventud, parecen ser el motivo de este
silencio que durará hasta 1887 cuando Martí vuelve a escribirle a Fermín
Valdés Domínguez. José
Martí es un independentista, no cree en España y pese a que embrida sus
ideas, se desboca la libertad a cada paso y en cuanto tiene oportunidad
contacta con los patriotas que siguen creyendo en la independencia. Fermín
milita en el Partido Liberal Autonomista, no es un simple miembro de
filas, redacta y escribe para la prensa de los cubanos que creen en España,
aunque su moderada posición política, no enfriará sus ardores patrióticos,
su amor a Cuba y sus simpatías por los humildes. A
finales de 1879 Fermín reside en la barriada del Cerro, su estado anímico
está muy quebrantado por las muertes del padre y la hija, y las
desavenencias con Eusebio, dado el carácter uraño y la inclinación mística
de este, que hace desaparecer la fortuna familiar en donativos a la
Iglesia, mala administración y los caprichos de su lunático hermano de
crianza. También
hay que tener en cuenta que como médico general no ha podido
hacerse de una clientela estable, prosperar y mantener un consultorio. Su
altruismo por un lado y sus múltiples ocupaciones sociales por otro, no
hacen de él un médico triunfador, con entradas seguras y clientes
solventes, a la usanza de la época. Por
esta razón tiene que aceptar un cargo de médico municipal en Santiago de
las Vegas, con sueldo fijo pagado por el estado, radicándose en aquel
poblado desde 1879 hasta 1885., donde desarrolló una encomiable labor
como profesional y ganó las simpatías de los trabajadores de esa
localidad en cuya compañía conoció de las ideas
y reivindicaciones sociales que estos defendía y por la cual fue
sintiendo una simpatía natural que se conjugaba con su postura de
luchados por la independencia de Cuba. Fermín
estuvo entre los impulsores de la creación del Centro de Instrucción y
Recreo de Santiago de Las Vegas junto al destacado sindicalista y luchador
social Enrique Roig de San Martín, y otras personas destacadas en la vida
social y cultural de aquella población. El 5 de febrero de 1882 se crea
esta institución presidida por Roig de San Martín, y completando la
directiva estaban el Dr. Fermín Valdés Domínguez, el Lic. Fina Mauri, el
abogado José Filomeno González y los señores Pedro Lima, José María Pérez,
Carlos del Amo, Manuel Hernández, Rafael Bravo, Manuel Morera, Juan Díaz
Muro, Juan Garbalosa, Pedro Díaz Lazo, Carlos Cayro y Modesto Morales.
Como Secretario, Félix León. Luego de una breve estancia en La Habana Fermín se radica
durante varios meses en el ingenio “Agüica” en la zona de Colón,
provincia de Matanzas, en igual responsabilidad de médico municipal hasta
julio de 1885 en que vuelve a La Habana. De
ese período son las publicaciones más antiguas que hemos encontrado de
Valdés Domínguez, correspondiente a sus colaboraciones con el periódico
“El Liberal de Colón”, donde aparece su artículo, “El primer
beso y los primeros dolores”(mayo, 1884), en el que hace gala de sus
conocimientos clínicos de higiene y epidemiología pediátrica: “Misión de
consuelo es la medicina; nadie como la madre sabe apreciar lo que esta le
brinda, y es esto así porque en ellos ven asegurado algo que estiman más
que a sus vidas: la de sus hijos. A ellas pues dedico los pobres esfuerzos
de mi escasa inteligencia”[22] Luego
reseña las enfermedades más comunes entre los niños y su tratamiento
preventivo según cuadro clínico, con un lenguaje apropia para las
personas a quien va dirigido. Otros
trabajos suyos sobre temas pediátricos fueron: “La madre y el médico”,
“Un caso de tétano infantil” y ”El cuarto del niño enfermo”,
entre otros. De regreso a La Habana a finales de 1885 desarrolla una activa
colaboración con la prensa de la ciudad, primero como divulgador científico,
destacándose como higienista y admisión en clubes y sociedades
públicas: En marzo de 1886 el Nuevo Liceo lo cuenta entre sus
socios y el 24 de mayo de 1886 la Sociedad Económica de Amigos del País
le concede su membresía. Se hace muy activa su participación dentro del Partido
Autonomista, gozando de la amistad de Rafael Montoro y José de Armas y Cárdenas,
connotadas figuras del Partido. En la prensa de la ciudad se publican sus trabajos científicos
referidos a las enfermedades que más afecta a los obreros tabacaleros: “Causa
de algunas enfermedades de los obreros elaboradores del tabaco” y
“Contribución al estudio de la etiología de la tuberculosis” Este
último trabajo le valió su admisión como miembro titular de la Sociedad
de Estudios Clínicos de La Habana (1886) y su nombramiento como miembro
del Consejo de Redacción de la Revista Crónica Médico-Quirúrgica de
La Habana. Estos artículo son considerados
por los especialistas cubanos precursores de los estudios sobre higiene
del trabajo en Cuba, dado el conocimiento que tenía de los principios
defendidos por la escuela de
Higienistas Catalanes, una de las precursoras en el mundo de estos
estudios en el siglo XIX y la que conoció durante sus estudios en España. En
su artículo sobre las enfermedades más comunes de los tabaqueros, Fermín
revela una franca simpatía por los trabajadores manuales: “No se esconden
para el médico los dolores y las miserias que sufren nuestros nobles
obreros, esos hijos del trabajo que son los mantenedores del progreso y el
bienestar de los pueblos que viven triste vida de penas físicas y morales
y mueren como héroes cambiando sus débiles cuerpos por un pedazo de pan
con que alimentar a sus pobres hijos.”[23] Describe
además los efectos de la nicotina sobre los fumadores: faringitis y
amigdalitis crónicas, cáncer de los labios, la lengua y el estómago,
este último por la costumbre de mascar tabaco, ateniéndose a estudios de
médicos higienistas españoles seguidores de los precursores catalanes en
esta especialidad.
En ese mismo artículo se pregunta “¿Podrá dudarse de que
una atmósfera saturada por las emanaciones de las hojas del tabaco por la
maceración para ser torcidas sea la causa de profundos trastornos en el
organismo de los que tienen que trabajar durante todo el día bajo su
venenosa acción?"[24]
El 8 de julio de 1886 presenta su trabajo de ingreso como
miembro titular de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana "Contribución
al estudio de la etiología de la tuberculosis", que aparece en
el libro 3ro. de actas de la Sociedad, a folio 29. En este trabajo Valdés
Domínguez abunda sobre sus planteamientos hechos en el artículo anterior
y trata de probar que la posición forzada que son obligados a adoptar los
obreros tabacaleros es una de las causas predisponentes más importantes
de la tuberculosis pulmonar en ellos.[25]
El
autor se fija sobre todo en la actitud viciosa que toma el cuerpo, que a
largo plazo produce semiatrofia de ciertos músculos torácicos por
inmovilidad y como consecuencia compresión pulmonar. Incluye cuatro de
sus observaciones clínicas y finaliza proponiendo la modificación de las
mesas de trabajo[26]
El 2 de septiembre de 1886 aparece un nuevo trabajo de Fermín
dirigido esta vez a exponer el resultado de tratamiento del tétano
infantil: "Tétanos infantil. Curación. Apuntes para una observación
clínica", en el que expone los alentadores resultados obtenidos en
la curación de una enfermedad por lo general mortal en niños recién
nacido y provocado por la infección del ombligo. Como es de notar el trabajo médico del doctor Fermín Valdés
Domínguez se dirige a desarrollar una cultura de la higiene como premisa
para una buena salud, principios que aplica tanto en el tratamiento pediátrico
como a la higiene del trabajo, basado a su conocimientos y los estudios de
los higienistas catalanes precursores
de esta rama de la salud humana.
En la sesión solemne del 14 de octubre de 1886 presenta Valdés-Domínguez
su último trabajo ante la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, a
la que sin embargo seguirá perteneciendo hasta el 20 de agosto de 1899.
Este estudio titulado "Enfermedades de origen bacteriano"
que se publica en la revista Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana,
es un estudio de mucha importancia pues se sitúa entre los primeros
trabajos sobre bacteriología
en Cuba.
En
su investigación defiende la
teoría bacteriana del origen de enfermedades infecciosas en contra de los
que creían que los fenómenos
químicos de la fermentación eran la causa de estas epidemias, colocándose
entre los precursores de estas ideas en Cuba. En su ponencia Fermín
demuestra tener un amplio conocimiento del estado de los estudios de
bacteriología en el mundo citando fuentes y autores, además de
citar a los investigadores que en Cuba habían trabajado esta
especialidad, aún antes de los estudios significativos de Carlos Juan
Finlay.
Como muestra su activa participación como miembro de la
Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana Fermín Valdés Domínguez
estuvo muy al tanto de lo que se investigaba en su medio en cuanto a lo
relacionado a las enfermedades infecciosas, estudios sobre higiene y la
prevención, a más de sus incursiones en las enfermedades profesionales
de los tabaqueros, sector que conocía muy bien por su acercamiento
a ellos no solo como pacientes, sino desde el punto de vista de
afinidad clasista. La
sección “Folletín” del diario “El País” publicó muchas
colaboraciones de Fermín Valdés Domínguez, entre 1885 y 1886, en ellas
escribe de variados temas, critica literaria, cultura y ciencias, muchas
de estas colaboraciones reproducidas
por los periódicos Diario de Matanzas y Liberal, de Colón,
lugares donde era conocido por su trabajo como médico. Algunos de estos
trabajos en la sección “Folletín” están referidos a sus maestros,
Rafael María de Mendive y Anselmo Suárez y Romero, en los que además de
la alta valoración literaria de ellos hay una nostálgica evocación de
su juventud en el colegio San Pablo. Bajo
el seudónimo de “Abdallach”, Fermín reseña
actividades del Nuevo Liceo, en alguna de las cuales habló a
pedido de los socios, el 20 de octubre de 1885 en una de estas veladas se
refiere al tema de la libertad y el valor de la instrucción para la mejoría
humana terminando su discurso con el poema de Mendive, “Los Dormidos”. En octubre de 1885 Fermín critica las actividades del poeta José Fornaris, por lo que el cree
es una falta de patriotismo y causa de desinterés de la juventud cubana
por las cosas “serias”. Lo acusa de ser el instigador del “Círculo
Habanero”, institución de educación y recreo que define como lugar de
“juegos y de bailes” Colaboró
con el Diario de la Tarde, en 1886, con un artículo sobre Tristán
Medina y una crónica titulada “Montoro en Jesús del Monte”.
Ese mismo año aparece en el periódico La Unión su crónica
homenaje a Rosalía de Castro Murguis, eminente poetisa gallega y la reseña
del acto de homenaje que se le rindió en La Habana en el que se leyeron
poemas de Rafael María de Mendive y
usó de la palabra Rafael Montoro Fiel
a la línea política del autonomismo Fermín puso sus mejores empeños en
divulgar y defender el programa de este,
destacándose como orador, publicista y político militante. Su
momento más alto dentro de la política en la isla ocurre a mediados de
1887 al aspirar a la candidatura a diputado por la Junta Provincial
Autonomista de Matanzas, pretensión que se vio frustrada por la oposición
de Carlos Eugenio Orbis, presidente de dicha junta. La
reacción de Fermín fue violenta y desmesurada, dejándose llevar por el
carácter impulsivo que más de una vez lo conducirá a situaciones
similares. Ya en 1886 había tenido igual reacción con el Doctor Raimundo
de Castro, por atender a un paciente de este y en septiembre del propio
1887 se bate a pistola con el director del diario integrista habanero “La
Iberia”, Andrés de la Cruz Prieto, por llamarlo cobarde.
Posteriormente tendrá varios incidentes parecidos que marcarán no solo
su vida, sino sus escritos siempre prestos a la respuesta tajante, el
juicio imprudente y sin medias tintas, que le ganó no pocos enemigos. La
llegada a La Habana en enero de 1887 de Fernando de Castañón, hijo del
reaccionario periodista español Gonzalo de Castañón, muerto en Cayo
Hueso en duelo con un cubano, fue aprovechada por Fermín Valdés Domínguez
para tratar de reivindicar la inocencia de sus compañeros fusilados en
1871 y acusados de profanar la tumba de dicho personaje. Aquellos
jóvenes aún permanecían en una fosa común en las afueras del
cementerio de Colón, llevando el baldón de la calumnia, sin que se le
hubiera hecho justicia. Esta
era la intención de Fermín Valdés Domínguez, condiscípulo de
los jóvenes mártires, juzgado él también con el resto de la
clase de primer año, quien no había olvidado el agravio y se disponía a
enmendar el “error político” que le costó la vida a sus hermanos: “Señor
Castañón: No en nombre de los que como yo sobrevivimos a los sucesos del 27
de noviembre de 1871, sino en memoria de mis compañeros muertos, vengo a
suplicarle que tenga la bondad de darme una carta en donde conste que ha
encontrado Ud. sano el cristal y sana la lápida que cubre el nicho de su
señor padre, desmintiendo este hecho el estigma de profanadores que llevó
a la muerte a niños inocentes”[27] La
respuesta de Castañón confirma lo que ya había dicho oralmente a Fermín
cuando este se personó en el cementerio Espada con la misma petición,
que no se observan ni en el cristal ni en la lápida, signo de violencia y
que hacía esta declaración no para hacer de ella tema de lucha política,
sino para reparar un hecho que pertenecía a la historia. Con
estas declaraciones en sus manos Fermín solicita al periódico La
Lucha( 19 de enero de 1887), la publicación de los
testimonios de Fernando Castañón y del periodista José F. Triay[28],
en el que afirman que la tumba de Gonzalo
de Castañón no había sido profanada y por consiguiente los jóvenes
eran inocentes. La
noticia trasciende a la sociedad habanera que se conmueve y admira ante la
audacia de Fermín, por publicar lo que todos sabían pero que nadie se
había atrevido a publicar en dieciséis años. Una ola de simpatías por
Fermín y las opiniones encontradas de los habaneros, reavivaron en el
pueblo la necesidad de rendir homenaje aquellos mártires. Fermín
no se detuvo en esto sino que propuso exhumar los restos de los fusilados
ese día. Por ese motivo el 7 de febrero de 1887 reunió en su casa a
varios de los sobrevivientes de aquellos sucesos para coordinar el modo de
trasladar los restos de sus compañeros al cementerio de Colón, ya que
estos permanecían sepultados en fosa común en una zona aledaña al mismo
conocida como San Antonio Chiquito. Se
creó una Comisión presidida por Fermín y compuesta además por
Guillermo del Cristo, secretario y Miguel Franca Mazorra, tesorero. El
primer acuerdo fue solicitar autorización a la familia para la exhumación
y traslado de los restos y al obizpado de La Habana dueño del cementerio
para que diera su permiso para efectuar este acto. El
8 de marzo de ese año se inició la exhumación de los estudiantes
fusilados, acto tristísimo al que acudió Fermín junto con otros
familiares y compañeros de los muchachos sacrificados. Los restos fueron
encontrados el día 9 tras un penoso y largo esfuerzo, pues el tiempo, la
humedad y el hecho de haber sido sepultados directamente en tierra
aceleraron la descomposición de los restos. Finalmente
fueron trasladados al panteón de la familia Álvarez de la Campa,
en espera de la construcción de un panteón para ellos. Realizada
la exhumación, la Comisión presidida por Fermín procedió a una
suscripción pública, apoyada por algunos medios de prensa habaneros,
para levantar una tumba monumental digna de los jóvenes inocentes.
Cientos de contribuyentes colectivos e individuales, de prestigiosas
instituciones sociales y culturales o de humildes talleres de tabaquería
fueron aportando dinero para tan noble causa. Es
asombroso constatar lo hondo que caló en el pueblo cubano este
acontecimiento, reflejado en los documentos que conservó Fermín[29]
en los que se encuentran listas de contribuyentes de La Habana, de
ciudades del interior de Cuba y la entusiasta contribución de los
combativos y patrióticos emigrados cubanos de Tampa y Cayo Hueso, en la
Florida, Estados Unidos El
mismo Fermín preparó una nueva versión del libro que sobre los hechos
había publicado en España, ahora bajo el título, “El 27 de
noviembre de 1871”, en una edición de cuatro mil ejemplares salida
en marzo de 1887 y agotada rápidamente. Todo lo recaudado por ese
concepto fue dedicado a erigir el Mausoleo. En mayo de ese propio se hizo
una segunda edición, con nuevos capítulos agotada también con rapidez. Esta
labor reinvindicadora fue atentamente seguida por José Martí desde los
Estados Unidos que ve en la misma un factor de unidad de todos los
patriotas en Cuba y fuera de ella, que podría tener una repercusión en
los futuros planes independentistas que ya el gestaba. En
febrero de 1887 José Martí, tras un largo silencio de nueve años se
comunica con el amigo en carta larga
y sentida en la que comunica en primer lugar la muerte de su padre
Mariano Martí para dar paso luego a su opinión sobre la actitud de Fermín
en los acontecimientos reinvindicadores de los estudiantes de medicina
fusilados en 1871: “(...) Mi dolor
Fermín, es verdadero y grande; pero la bravura y nobleza que acabas de
dar muestra han podido consolarlo. Hace tiempo que nonos escribimos; pero
acabo de leer tus cartas en La Lucha y la relación de lo que vale más
que ellas, el acto tuyo que las provoca, -y no puedo reprimir el deseo de
apretarte en mis brazos. “Tú
has hecho con singular elevación, lo que acaso nadie más que tú se
hubiera determinado a hacer. Lo has hecho sin pompa y sin odio como se
hacen cosas verdaderamente grandes (...)¡Oh! Si por desdicha hubiésemos
estado en guerra, podría decirse, Fermín que tú solo has vencido a
muchos batallones”[30] La
carta llega a Fermín en un difícil momento familiar, empeñado en cuerpo
y alma en la exoneración de sus compañeros, está sin empleo, enfermo,
pobre y enemistado con su hermano Eusebio: “Cuando
dos hermanos han dejado de verse y se encuentran en la vida atraídos por
la fuerza amorosa de sus almas, enmudecen los labios y lloran; (...) te
juro que ningún aplauso ha sonado en mis oídos con más gusto para mi
que tu carta cariñosísima que he leído y releído con toda mi alma. “Y
esto sin embargo hoy tranquilo. Sigo mi misión o mejor dicho cumplo mi
deber y ¡adelante!”[31] A partir de este momento se restablece entre ellos una fluida
comunicación en la que Martí alienta a Fermín a continuar la obra
emprendida en la creación de un monumento a los estudiantes fusilados y
sigue al amigo en su esfuerzo por hacer justicia. En
este empeño hecho público contará con el apoyo de la opinión pública
cubana, tanto en la isla como en la emigración y contacta con el escultor
cubano más importante del momento José Vilalta y Saavedra, residente en
Italia para que se hiciera cargo de la ejecución de la tumba. El 8 de
mayo de 1887 el joven escultor cubano le escribe a Fermín desde Carrara,
Italia donde estudia en la Regia Academia de Bellas Artes: “(...)
he pensado enseguida en hacer y mandarle mi boceto en dibujos del
Monumento basándome en el punto de vista filosófico histórico de los
sucedido, pero sin hacer ninguna alusión política (...)[32] A petición de Fermín José
Martí escribe un artículo para el periódico La Lucha (9 de abril
de 1887): “Desde Nueva York.- Fermín Valdés Domínguez, por José
Martí”, de gran repercusión entre los cubanos. En el mismo Martí recuenta los sucesos del 27 de noviembre de
1871, con mucho cuidado y moderación, pero sin dejar de señalar el ciego
odio que llevó a los hechos: “¡El
hierro no se ha calentado todavía a fuego bastante intenso para marcar
como fuera debido la frente del primer infame!. “(...)¡Día
radioso será para Fermín Valdés Domínguez y digno de su carácter y su
gloria, cuando al entregar a la patria el mausoleo de los muertos
vindicados por su esfuerzo, alcance a ver, en el silencio religioso del
gentío, a los mal aconsejados que nos los arrebataron, desceñidas las
armas y con las cabezas descubiertas”[33] La
obra reinvindicadora de Fermín lo hacen una persona muy conocida y
popular en los medios intelectuales habaneros, donde se le solicita con más
asiduidad para dictar conferencias, usar de la palabra, presidir actos de
beneficencia, políticos y de otra índole. En medio de estas actividades
los autonomistas ayudan a Fermín a fundar un nuevo periódico junto con
Antonio Zambrana, desde el cual se hace eco de las ideas del partido
ganando adeptos y simpatizantes entre las clases medias y más humildes. La
línea editorial de este vespertino era la defensa de las ideas
autonomistas, las virtudes
del cubano para el autogobierno dentro de la monarquía y la exaltación
patriótica de los méritos nacionales. Hay en el periódico una marcada
simpatía por los trabajadores manuales. El
Cubano, que es el nombre de este periódico, defiende y
divulga las buenas costumbres del criollo, sus aptitudes para el
autogobierno y las virtudes de los habitantes de la isla. Desde sus páginas
Fermín critica al poeta José
Fornaris al considerar que su recién fundado Liceo alienta a los cubanos
al entretenimiento ligero y menos instructivo; desde su diario arremete
contra el danzón, considerándolo
baile indecente, al tiempo
que resalta las virtudes de ilustres cubanos como
Anselmo Suárez y Romero, José de la Luz y Caballero, José Joaquín
Palma, Felipe Poey y su maestro Rafael María de Mendive, a quien llega a
calificar como “el mejor poeta vivo” de la isla; todo esto en
artículos escritos con vehemencia como
era su característica al defender lo que creer justo. Tras unos meses al frente de este periódico
Fermín comienza a notar la actitud colaboracionista de la cúpula
del Partido Liberal Autonomista, y la pasividad de los diputados a Corte
por este partido al plegarse a las presiones del Ministro de Ultramar y la
bancada integrista en cuanto a las aspiraciones de reforma de los
autonomistas. Ante esta situación decide
renunciar a la dirección del periódico El Cubano. En
carta dirigida a Ricardo del Monte, director del principal diario
autonomista de la isla, El País y fechada el 2 de julio de 1888 le
expresa sus razones: “Dr.
Sr. Ricardo del Monte, director de “El País”= distinguido amigo
correligionario:= A dicho V. A mi amigo el Sr. José Varela Zequeira que
yo inspiraba los artículos que se publicaban en “El Cubano”; Y esta
afirmación de Ud. me obliga a tomar la pluma para negarla públicamente
porque envuelve una ofensa(...) Como autonomista dije al país –con mi
último artículo- lo que sentía, lo que siento, lo que me apena como
cubano.= Ante la oprobiosa situación, que nos degrada, no bastan las
protestas aisladas, ni publicar alguna vez artículos gallardamente
escritos y sentidos con el más amargo pesimismo: es necesario algo más(...);
pero la Junta Central se opuso al retraimiento, y lo condenó “El País”,
y se piensa que toda la ilegalidad del Bando ha desaparecido, gracias a un
acuerdo entre un ministro y uno de nuestros diputados; y lo que han dado
representación a los miembros de la Central, o han permitido que estos la
den a otros, nada dicen: (...) ante esta situación ridícula y anti-patriótica
entendí que debía callar y dejé la dirección en “El Cubano”(...) (...)Yo
no quise romper con los hombres de mi partido y dejé la dirección de mi
diario esperando el día en que mis predicaciones se vean cumplidas, y en
que todos escribamos inspirados tan solo en el amor de nuestra patria y
sin sujetarnos a la voluntad de los ministros españoles: muy dados a
ofrecer, pero nunca dispuestos a salvar nuestra angustiosa vida política
económica (...)”[34] Fermín
está decepcionado de los rejuegos politiqueros de los autonomista y se
separa del mismo en los momento en que ya tiene un prestigio en la
sociedad habanera, tanto por su periodismo, como por su esfuerzo al frente
de la Comisión para reivindicar a los estudiantes de medicina fusilado en
1871. El
6 de junio de 1888, El Cubano publica un editorial firmado por La
Dirección que por el estilo en que esta escrito parece obra de Fermín,
ya formalmente alejado de la dirección del diario, en el que critica a la
Junta Central del Partido Autonomista por dar la callada por respuesta
ante la renuncia de Fermín a la dirección del periódico en protesta por
la política del partido autonomista. Discretamente
se hace a un lado y prefiere regresar a su humilde puesto como médico
municipal a convertirse en cómplice del colaboracionismo con la metrópoli.
Se aparta discretamente de la vida pública habanera y decide marchar a la
lejana ciudad de Baracoa donde se establece como médico a partir de
noviembre de 1888. La década de los ochenta del siglo XIX
es el período de madurez intelectual de Fermín Valdés Domínguez,
por su amplia participación social en el debate intelectual de la época
con sus colaboraciones para la prensa habanera, su presencia en
prestigiosa instituciones criollas de la época y sus escritos de carácter
médico, principalmente en el tema de la higiene y la prevención dada su
experiencia como médico municipal. En ocasiones su ímpetu y ardor parece dominar su prosa directa,
pero en otros momentos la mesura trae elegancia a su manera
de decir las cosas, reflejando un espíritu inquieto, batallador y
curioso, en ocasiones pesimista e inconstante en la consecución de sus
objetivos. En
sus momentos más brillantes de este período no le falta el aliento y
consejo de su gran amigo José Martí, quien lo conoce bien y sabe influir
con mucho tacto en aquella alma gemela de la suya. Su
renuncia a una vida capitalina y la mesura de su actuación en la ciudad
de Baracoa, deja entrever la posible influencia de la frecuente comunicación
con Martí reanudada en 1887 y que permite al Apóstol seguir al amigo,
apoyarlo en sus propósitos, que son comunes y convertirlo de hecho en un
corresponsal confiable sobre la situación en una región
que Martí sabe determinante en la reanudación de la guerra por la
independencia: Oriente. En
lo personal, se reduce cada vez más su pequeña familia, el 14 de
diciembre de 1887 muere su hermano de crianza Eusebio Valdés Domínguez,
el mismo que avergonzado de su condición de expósito esconde el Valdés
tras un V y que había convertido su vida en un amargo ejercicio de
expiación y soledad, tal vez llevado por su carácter uraño y el fracaso
de sus aspiraciones. En los últimos años no se veían mucho y un gran
rencor había crecido entre ambos, dado el egoísmo y la mala administración
que hizo Eusebio de la herencia común. Murió en Industria 122, en la
cual ya no vivía Merced Quintanó, la madre adoptiva de los dos, quien
meses después muere en una
casa de la calle San Nicolás, el 1º de marzo de 1888. Estancia en BaracoaEl
3 de noviembre de 1888 le da la bienvenida a la Ciudad Primada de Cuba el
periódico “El Baracoano”: “Bienvenida: Cordialmente se las damos al inteligente y distinguido Doctor en
Medicina D. Fermín Valdés Domínguez, autor del bien escrito folleto
“El 27 de noviembre”, quien tantas simpatías se ha captado en esta
isla por sus generosos sentimientos al depurar y señalar ante las
conciencias honradas los funestos resultados que ocasionan las pasiones
bastardas cuando se albergan en pensamientos extraviados. “El
Sr. Valdés Domínguez como médico es también bastante conocido por sus
trabajos en La Habana en la Asociación de Estudios Clínicos, en la Junta
Central de Vacunas, en la Academia y Sociedad Antropológica, así como
por sus actividades como Médico Municipal tanto en La Habana como en
Santiago de las Vegas, en donde entre otros cargos desempeñó la plaza de
médico del Centro de Instrucción, mereciendo un honroso atestado por el
tratamiento de la fiebre amarilla”[35] La
llegada de Fermín a Baracoa fue un momento importante en su vida, pues
como el mismo dice le permitió conocer a muchas personas nobles que “(...)
no se enervaban en los vicios que quitan fuerza al brazo y nobleza al
alma”[36] Durante
su permanencia en Baracoa, que duró hasta 1893, recorrió con mucha
frecuencia la serranía que circunda la villa y pudo conocer las
condiciones de vida de los campesinos de la zona, su disposición patriótica
y adentrarse un poco en la cultura de los primitivos pueblos que habitaron
la región: “Entre
aquellos hombres estudié el insecto que destruía los cocales y por ellos
pude coleccionar valiosos recuerdos de la triste vida de los indios. “Lloré
en las solitarias márgenes del río Ovando de oscuras y sombrías aguas,
-al conjuro de la crueldad con que fueron allí perseguidos los indios por
el déspota español (...) “¡Oh!
Cuántas veces detuve mi caballo en las “ Murallas de Pueblo Viejo”
–lugar en donde(...) tuvieron los indios un caserío y en el que se
encuentran restos de ollas de barro y los instrumentos de sílice que le
servían para trabajar la piedra y a los que se le da equivocadamente el
nombre de “piedra de rayo”[37] En Baracoa Fermín se adapta a la sociedad pueblerina que lo
admira y abre sus salones, sociedades y periódicos para incorporarlo de
modo significativo y sincero. Desde
los primeros momentos colabora con los periódicos, El Baracoano y El
Pueblo, desarrollando temas de perfil médico y de interés público,
impulsando desde su puesto como médico municipal y forense la creación
del Hospital de la Caridad, la vacunación contra enfermedades
infecciosas, entre ellas la tuberculosis, para lo cual utiliza la linfa
del vacilo de Koch, adquirida con su propio dinero y suministrada a los
pacientes pobres de forma gratuita. Viaja constantemente no importa lo
intrincado del lugar, para asistir a todos los que le necesitaban. Desde hacía varios años la región era asolada por una plaga que
afectaba a los cocoteros de la región, causando graves perjuicio a una de
las producciones mayores de Baracoa. Se desconocía a ciencia cierta que
provocaba la enfermedad en los cocoteros, por lo que en
agosto de 1890 se trasladó a la zona el Doctor Carlos de la Torre
y Huerta dispuesto a encontrar la causa del mal, para emprender las
investigaciones contó con la ayuda de Fermín Valdés Domínguez y entre
ambos encontraron que la plaga era producida por un insecto hemíptero
de la familia de los Cóccidos (Cochinilias o Güagüas) Este resultado científico tuvo una repercusión grande en los
medios científico de la isla dado el valor económico de los nueces de
coco de Baracoa y el Doctor Carlos de la Torre reconoció en la prensa
habanera el protagonismo de Fermín en este hallazgo. En
octubre de 1891 el gobierno municipal de Baracoa lo nombra subdelegado de
medicina y Cirugía, cargo que ratifica el prestigio ganado entre los
pobladores del lugar. También fue nombrado médico de la Compañía
Norteamericana de Seguro “La Equitativa” en la comarca (23 de junio de
1892) Como
político Fermín se incorpora al trabajo del Partido Liberal Autonomista,
en la Ciudad Primada, que en junio de 1889 lo elige director del Círculo
Autonomista de Baracoa, cargo desde el cual organiza a los patriotas de la
zona, tanteando sus verdaderas aspiraciones en cuanto a la independencia
plena de Cuba. Desde
esta labor como político autonomista, Fermín cumple un valioso servicio
a la causa de la libertad de Cuba al contactar a los que llegado el
momento estaban dispuestos a luchar por la independencia “Para mis amigos
autonomistas era solamente el delegado en Baracoa; pero yo no olvidaba que
ante todo –era el delegado en Baracoa del Partido Revolucionario
Cubano”[38] El
31 de diciembre de 1892 había recibido una breve visita de Gerardo
Castellano, quien llegó a Baracoa en el vapor Herrera, para entregarle
cartas e instrucciones de José Martí nombrándolo delegado del Partido
Revolucionario Cubano en la villa. Martí
no desconocía la actividad revolucionaria que promovía Fermín en la
zona, ni sus contactos con los revolucionarios de la misma, entre ellos el
Félix Ruenes, líder independentista de Baracoa. En
artículo aparecido en el periódico “El Triunfo” de Santiago
de Cuba Fermín explica cual era la situación política de la región: “Aquí andan
retraídos los conservadores: todos son derechistas. Y los que de buen
grado, secundarían los patrióticos empeños de los reformistas, no se
atreven a manifestar públicamente sus deseos (...) –y no está lejos el
día- en que pierdan el miedo y cumplan lo que sus principios y deseos les
obligan a defender”[39]
El
análisis, aunque dirigido a las posiciones autonomistas de los baracoanos,
viniendo de él se hace extensivo a las ideas independentistas que él
representa. En octubre de 1893 Fermín es elegido delegado por Baracoa a la
Junta Provincial Autonomista que sesionó en Santiago de Cuba, lo acompañaban
también como delegados José Minés y Luis A. Columbié. En
la capital oriental contacta con Guillermón
Moncada, un legendario caudillo de la Guerra Grande, ya muy enfermo pero
de gran prestigio entre los revolucionarios orientales, quienes lo
consideraban su líder: “Encontré
en él al jefe resuelto a ir a ocupar su puesto y a morir en el campo por
lo que cree su deber. “Allí
estaba sin ambiciones y sin impaciencia, esperando el momento de la
lucha”[40] También
contactó con Eduardo Yero, el delegado del PRC en Santiago de Cuba y con
otros muchos patriotas santiagueros, entre los que encontró la disposición
de incorporarse a la guerra en cuanto se diera la orden de alzamiento. Terminada
la Junta Autonomista, quiso Fermín realizar una visita al Santuario de la
Virgen de la Caridad del Cobre, recorrido que emprende acompañado por sus
compatriotas de Baracoa el 9 de octubre de 1893. De aquella visita queda
un testimonio emocionado que permite conocer el estado de ánimo entre la
población humilde de la zona oriental del país, en vísperas del
reinicio de la guerra por la independencia de Cuba. En
su relato cuenta su encuentro por el camino del Cobre con un grupo de
mujeres vestidas de negro y de diferentes edades. Al indagar el motivo de
la peregrinación, una de las mujeres, la más anciana respondió: “Este
año no vamos solas. Tú y tus amigos, nos acompañarán. Es preciso que
los hombres vengan con nosotras para que la Virgen vea que hay patriotismo
en los cubanos: para que oiga más que gustosa nuestros ruegos. “Llegamos
a la Ermita, de rodillas elevaron sollozando, nuestras compatriotas y
hermanas (...) la más triste y patriótica plegaria. La esposa recordaba
los heroísmos del esposo, la madre al hijo de sus entrañas, y todas a
los que cayeron como hombres en el combate sangriento. “-No
nos deje morir esclavas, madre mía de la Caridad; da fuerzas a los
cubanos para que arranquen al español esta tierra que es nuestra, y
puedan gozar, los que supieron morir, la dicha perdurable de descansar en
tierra libre”[41] Así
resumía Fermín la decisión de una buena parte de los cubanos ante la
alternativa de reiniciar la lucha, la resolución que contactó en las
comarcas orientales y que pudo trasmitir a Martí al reencontrarse con
este. Ya
de regreso a Baracoa Fermín y sus compañeros de viaje hacen una breve
escala en Guantánamo donde son recibidos por los miembros de la Junta del
Partido Autonomista en la villa y de forma más discreta Fermín contacta
con algunos de los conspiradores revolucionarios, de los muchos que
esperan por la hora de reiniciar la lucha por la independencia. Poco
era el tiempo que le queda en Baracoa, las amarguras de la separación de
su esposa hicieron muy incómoda su presencia en la Ciudad Primada, por lo
que apuró el arreglo de asuntos pendientes para alejarse de esta villa
que le había proporcionado momentos muy gratos en lo personal. A mediados
del mes de diciembre de 1893 abandona Baracoa.
Dejaba al frente del Partido Revolucionario Cubano
a Félix Ruenes, el patriota de mayor ascendencia entre los
independentistas de la zona “En
la más hermosa tarde de los últimos días del mes de diciembre del año
mil ochocientos noventa y tres, dejé La Habana en el vapor Panamá”[42]. Marchaba
a Caracas, Venezuela llevando
algunos ejemplares de objetos indios encontrados en la región de Baracoa,
“(...) antes y después de mis excursiones por sus montes con el
naturalista Dr. Carlos de la Torre y el antropólogo Dr. Luis Montané”[43],
país donde contactaría con estudiosos venezolanos para comprobar
la autenticidad de aquellas piezas
de arqueología aborigen. Llevaba
cartas de presentación de los antes mencionados para el embajador francés
en Caracas, Marqués de Vilmer y otra de su amiga la poetisa puertorriqueña
Lola Tio para Arístides Rojas, una autoridad en arqueología aborigen en
el Caribe. Le muestra las piezas que trae y este le confirma el origen
arahuaco de las mismas. Su relación con el profesor Rojas le permite
conocer la estimación de los caraqueños y en particular él, por José
Martí, a quien recordaban muy bien desde aquella breve estancia entre
ellos en el año 1881. “El
fue quien me hizo conocer cómo en su patria se estimaba a Martí, como
maestro, en derecho, ciencias, historia y literatura, como genio de
nuestra política y como el primero de nuestros oradores”[44] La
prensa venezolana se hace eco de su presencia en tierras bolivariana,
resaltando su condición de reinvindicador de los estudiantes fusilado en
1871 por el colonialismo español en La Habana, su labor periodística y
su amistad con Martí. Cumplida
su misión en Venezuela Fermín parte del puerto de La Guiara en el vapor
“Caracas” rumbo a Nueva York, ciudad a la que llega en la noche
del 27 de enero, sin avisar. Al
medio día del 28 de enero sale en busca de la oficina de Martí, muy
cercanas al puerto. En el trayecto se encuentra con Benjamín Guerra,
Tesorero del Partido Revolucionario Cubano, quien lleva el mismo rumbo y
le pide a Fermín que se esconda para darle la sorpresa a Martí.
Al entrar a la habitación Guerra le dice al Apóstol: “-Martí le
traigo a un hermano que ha venido a la fiesta. “-Ese
es Fermín –contestó Martí. “Durante
algunos minutos estuvimos abrazados y sin hablar: lo hicieron por nosotros
nuestras lágrimas. “Te
esperaba –me dijo besándome cariñosamente- sabía que en Caracas te
trataban bien; pero estaba seguro de que no te habrías de detener allí más
que el tiempo necesario”[45] En
manuscritos conservados en el Archivo Nacional de Cuba Fermín
relata sus impresiones sobre este Martí
maduro que encuentra en Nueva York, algo más grueso de mirada triste, más
severo, siempre activo y amoroso. Relata su constante actividad en su
despacho, el “divino reguero” de aquel sitio lleno de objetos que le
recuerdan a la patria y los amigos y la constante presencia de sus libros.
Reseña su despreocupación por su salud y como a pesar de padecer de
anemia, solo se interesaba por su trabajo en servicio de Cuba. José
Martí lo lleva consigo a la casa de huésped de Carmen Miyares, allí
continuarán las conversaciones íntimas y
ese deseo grande de fortalecerse mutuamente después de muchos años
de separación y sufrimiento. Los días en que permaneció en Nueva York,
Fermín compartió la habitación con el amigo, que no permitió que se
mudara para otro cuarto. Días después organiza Martí entre los emigrados cubanos
de Nueva York una velada para homenajear a Fermín en el salón Jaeger’s
donde resalta no solo al
amigo sino al patriota cubano que ha tenido el valor de desafiar a España
reivindicando a sus compañeros fusilados el 27 de noviembre de 1871. Ese
día las palabras del Apóstol sirven para exaltar los valores patrióticos
de Fermín, al tiempo que se enorgullece de su amistad cierta: “Juntos gustamos por primera vez la lealtad de los amigos
que es la almohada(...) Juntos descubrimos en nuestra naturaleza el fuego
escondido de la cólera patria, que enseña y ordena, desde el sigilo del
corazón y nos juramos a la única esposa a quien se le perdona las
ingratitudes y el deshonor(...) Y juntos probablemente, moriremos en el
combate necesario para la conquista de la libertad, o en la pelea con los
justos y desdichados del mundo se ha de mantener contra los soberbios para
asegurarla”[46] En ese discurso Martí también exalta los trabajos médicos y
de investigación y las publicaciones hechas por el amigo.
Fermín es desde entonces un colaborador del periódico “Patria”
pero ya se le notaba la diversidad de pensamiento en cuanto a la política
a seguir en la nueva Cuba, en la Cuba después de su liberación porque
Fermín era partidario de las ideas socialistas, ya presente entre las
clases trabajadoras de Cuba y la emigración Estando
en Nueva York Fermín escribe dos artículos para el periódico Patria que
aparecieron en las ediciones del 3 y el 16 de febrero: “Mi Cuba” y
“Lo que infama y lo que enaltece”. A pesar de su activa presencia
junto al Apóstol, Fermín no se siente a gusto en esta ciudad, el frío y
las características de la emigración cubana en ella lo hace añorar estar más cerca de los emigrados de
Cayo Hueso, gente de extracción humilde, a los cuales ya conoce desde los
días de recaudación de fondo para el Monumento de los estudiantes de
Medicina. Conoce de su combatividad y patriotismo y junto a ellos quiere
estar. |
Martí hace lo imposible por retenerlo a su lado en esos días de
intenso bregar político, pero finalmente accede al pedido del amigo y se
separa de él. Al despedirse Fermín le obsequia
algunos objetos de los aborígenes cubanos que ha traído desde
Baracoa y en su despacho, sobre el escritorio junto a la foto de Don
Mariano y el grillete quedan aquellas reliquias cubanas. A cambio Martí
le da su cartera, un pequeño peine y otros objetos que acompañan al
amigo. “(...)
Allá le va el corazón, y allí quiere estar él. Lo que tenga que
esperar será allí o donde el cayo vaya (...) a Fermín le es precisa la
vida criolla (...) va pues, por lo mismo que le quiero tanto, y ya tuvo a
mi lado sus vacaciones –no lo quiero retener” [47] El
día 3 de abril de 1994 Fermín Valdés Domínguez marcha a Cayo Hueso, le
acompaña Manuel, el hijo mayor de Carmen Miyares. Lleva el encargo de
contribuir a levantar los ánimos entre los emigrados cubanos del Cayo. |
“Al despedirme de
la afectuosa y buena señora de Mantilla y de sus hijas, le dije cariñosamente
a María: “-¡Hasta
que vuelva de la guerra! “Y
Martí terminó mi frase: “-¡Si
volvemos!”[48] Al
llegar a este lugar, lo recibe el Cuerpo de Consejo del Partido
Revolucionario Cubano y muchos emigrados que expresan su cariño y
admiración, los cubanos le conocen por el gallardo gesto de reivindicar a
los estudiantes de medicina y le tienden la mano solidaria para que se
sienta bien entre ellos. Reside
en la calle Duval en la que instala una modesta consulta de médico, al
tiempo que se une a los grupos revolucionarios en los preparativos para la
lucha por la libertad de Cuba y mantiene una colaboración muy amplia con
la prensa revolucionaria de los cubanos, colabora con el periódico Patria
y se le ve con mucha frecuencia en mítines y veladas para recaudar
fondos y hacer propaganda a
favor de la Revolución que se avecina. El
5 de abril de 1894 publicó “Patria”: “Camino de Key West, Fermín
Valdés Domínguez salió antier (...) va el noble médico donde lo llaman
(...) pero “Patria” no dirá adiós a Valdés Domínguez.”[49] Desde
su llegada a Cayo Hueso Fermín se integra al movimiento revolucionario,
colabora con a prensa cubana de la emigración, principalmente con El
Yara y sostiene una fluida correspondencia con otras personalidades
independentistas, Máximo Gómez, Enrique
Loynaz del Castillo, Sotero Figueroa, Juan Fraga, Gonzalo de Quesada y
por supuesto José Martí que está muy al tanto del amigo y compañero
de causa. En
Cayo Hueso conoce a la jovencita Asunción Castillo y Camus[50], hija de emigrantes
cubanos con la que inicia una hermosa relación amorosa que solo terminará
con la muerte. En
el Cayo entra en contacto con las ideas anarco-sindicalistas y se delinea
mejor sus simpatías por el movimiento obrero, sus reivindicaciones y propósitos
clasistas, aunque no hay evidencias
de su militancia en partidos o asociaciones obreras. Existe
una carta que José Martí le dirige a Fermín en la que le celebra en
principio su simpatía a “(...) los cubanos que por ahí buscan
sinceramente, con este nombre o aquel, un poco más de orden cordial, y de
equilibrio indispensable, en la administración de las cosas de este
mundo” (...)[51],
para luego hacer un interesante juicio en la que deja en claro su posición
en cuanto a las ideas socialistas de su época: “(...)
Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: -el de las
lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, -y el de la soberbia y
rabia disimulada de los ambiciosos (...)
Pero en nuestro pueblo no es tanto el riesgo, como en
sociedades más iracundas, y de menos claridad natural: explicar será
nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados
o excesivos de pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los
errores de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de
su defensa"[52] Desde
su regreso a La Habana, después de graduarse en España, Fermín mostró
una simpatía por los trabajadores manuales cuya situación fue conociendo
mucho mejor desde su condición de médico municipal en Santiago de Las
Vegas y posterior, supo de las condiciones de trabajo y en artículos que
publicó en esa época denunció como estas influían para la aparición
de enfermedades, y mal formaciones que afectaban a esta humilde gente. Sus
simpatías lo llevaron a codearse con los trabajadores tabacaleros,
conocer sus ideas y aspiraciones, que no dejó de reflejar en sus artículos
publicados en la capital de la colonia. Ahora
en Cayo Hueso, tiene una vida social muy activa
y mientras hace propaganda a favor de la independencia, habla en mítines
obreros y contribuye a la recaudación de fondos para el Partido
Revolucionario Cubano, va conociendo las ideas anarco-sindicalista que
circulan entre los obreros en los Estados Unidos. Ya están juntos ambos amigos poniendo el hombro para
avanzar en el logro de los objetivos por los que tantos sacrificios
han afrontado durante largos años, juntos o separados, manteniendo una
amistas que los enorgullece y que no se ocultan para proclamarla: “(...)
hay un hombre a quien quiero yo, porque es bueno, porque es valiente,
porque es generoso, como si fuera de mis entrañas”[53],
así dirá José Martí a Paulina Pedroso de Fermín. “Y
aún me parece –en mi dolor- que no honro bastante la memoria del hombre
que más ha vivido y vive en mi alma”[54].
Reflexiona Fermín sobre su amigo. A
fines de 1894 Fermín se traslada a Tampa y se radica en la comunidad
cubana de West Tampa se
relaciona con muchos cubanos, ejerce la medicina y mantiene una activa
militancia revolucionaria en la recaudación de fondos, la propaganda
independentista y una constante comunicación con José Martí, Gonzalo de
Quesada y Benjamín Guerra. En
esta ciudad conoce a la jovencita Asunción Castillo, con la que se
compromete a casarse después de la guerra. Es una joven cubana hija de
una familia de emigrados revolucionarios incorporados, como la mayoría a
la causa por la independencia. Entre ellos se establece una hermosa relación
testimoniada por la amplia e intensa correspondencia de Fermín Valdés
Domínguez hacia ella, primero desde la misma Tampa y luego desde la Cuba
insurrecta. Su apasionamiento casi infantil reflejan la inseguridad de una
hombre solitario y decepcionado en temas de amores que busca confianza en
una muchacha que se convierte en depositaria de los testimonios y
reflexiones más agudas, polémicas y sinceras sobre el movimiento
revolucionario independentista y el decurso de la guerra. Al
producirse el fracaso de la Fernandina en enero de 1895 se encuentra entre
los primeros que se alistan para salir
rumbo a Cuba razón por la cual contacta con Serafín Sánchez y
Carlos Roloff, según sus propias palabras Gonzalo de Quesada le
recomienda que no vaya en esta primera partida, petición que él rechaza
por considerar que era en Cuba su lugar tras el comienzo de la contienda
libertaria. La Guerra NecesariaEl inicio de la guerra de
independencia el 24 de febrero de 1895 es el momento culminante de todos
los esfuerzos de los cubanos independentistas liderados por José Martí y
el Partido Revolucionario Cubano. Desde la clarinada de ese día para los
emigrados cubanos no había mayor preocupación que la recaudación de
fondos y la incorporación a la contienda que se desarrollaba en Cuba.
José Martí desembarca junto con el general Máximo Gómez el 11
de abril de 1895 por Playitas de Cajobabo, pocos días antes, el 1 de
abril ha llegado el General Antonio Maceo. Los difíciles primeros
momentos en la manigua cubana lo compensan la dicha de estar en Cuba, el
contacto con la naturaleza y su gente. En estos momentos importantes para
su vida viene el recuerdo de su amigo Fermín: “(...)
¿Y Fermín? ¡Ah, si Fermín pudiese caer en su Baracoa! Pero no, el
gordazo, a andar como: se nos acaba (...)”[55]
Será
la última referencia escrita al amigo que se esfuerza en los Estados
Unidos por unirse lo más pronto posible al Ejército Libertador en Cuba.
Luego de muchas dificultades para alistarse en una expedición, dada la
persecución y vigilancia de las autoridades norteamericanas, Fermín se
alista en una expedición que sale el 6 de junio de 1895 de Cayo Hueso con
un grupo de patriotas comandados por Carlos Roloff y Serafín Sánchez. El
grupo permaneció en un cayo desierto (Pine Key) cercano a la Florida por
más de un mes, esperando un vapor que los trajera en Cuba, algunos
desistieron del propósito por las difíciles condiciones en que tuvieron
que sobrevivir, escondidos en los manglares de aquel islote inhóspito. Es
allí donde decide Fermín escribir
sus notas sobre sus peripecias y reflexiones que conformarían luego su
“Diario de Soldado”[56].
En principio su objetivo fue irle contando a su novia todas las
incidencias relevantes de la vida en campaña, pero poco a poco el
contenido de sus manuscritos va alcanzando mayor relevancia, al relatar no
solo aquellos aspectos de su vida personal, sino acontecimientos de
interés histórico, tomas de decisiones importantes, conductas de
personalidades de la guerra y la revolución y sobre todo, el criterio
objetivo a veces, apasionado muchas, pero que permite tener un testimonio
valiente de primera mano de las interioridades de la vida en las filas
mambisas. En
medio de estos preparativos conoce la
muerte de Martí, fue para él un duro golpe que
en lo personal acrecentaba
la voluntad de cumplir con su deber de cubano: “(...)Me impuse
ese sacrificio más y esperé y aquí estoy dispuesto a todos los
sacrificios: pero con el corazón despedazado. Sin Martí(...)[57] Finalmente el grupo fue recogido por el vapor “James Woodal” el
8 de julio, iniciando una larga y peligrosa travesía hasta un lugar en la
costa sur de la actual provincia de Sancti Espíritu, en el que
desembarcan el 24 de julio de 1895: “Punta
del Caney” es el nombre del lugar en donde desembarcamos (...), la
marcha del veinticinco fue para mí y para todos una de las más alegres
de nuestra vida. Era una mañana en Cuba, una mañana en la patria después
de tantos tristes días de angustias, de sufrimiento en la emigración”[58] Desde su llegada Fermín solicita ser destinado al servicio de
campaña, en el que pudiera enfrentar al enemigo cara a cara, pero la gran
necesidad de organizar el servicio sanitario en la zona de Las Villas lo
llevará al cargo de Jefe de Sanidad del 4to Cuerpo de Ejército
Libertador con los grados de coronel, bajo el mando del general Carlos
Roloff, no obstante participó en numerosos combates y escaramuzas. La
llegada de la expedición comandada por Serafín Sánchez y Roloff dio un
impulso a la Revolución en la provincia de Las Villas, que había
permanecido al margen de la contienda, pero ahora comenzaba a sentirse en
todo el territorio con la destrucción de medios de comunicación, asalto
a fortines y pueblos, a más de la organización civil de la retaguardia
mambisa. Fermín
desanda los caminos intrincado
de la manigua del Escambray y
las Ciénagas de Zapata supervisando los hospitales de sangre y rancherías
donde se recuperaban los heridos del Ejército Libertador. Su presencia en
la Ciénaga fue de mucho valor, por el trabajo sanitario que desarrollo
con los heridos y enfermos que se encontraban en la intrincada cueva de
Matagas, lugar insalubre donde era frecuente el paludismo y la presencia
de las patrullas de contraguerrilleros. Él mismo enferma de fiebres palúdicas,
estuvo a punto de caer prisionero de los españoles y fue levemente herido
en una pierna. La
necesidad de dar coherencia a la Revolución independentista que se había
iniciado en Cuba, inspirada por José Martí, impulsa un proceso para
elegir los representantes de mambisado a la Asamblea Constituyente en la
que se elaborará una Constitución y se eligieran las autoridades de la
República en Armas, dichas elecciones se realizaron por los Cuerpos de Ejército
en que estaba dividido el territorio insurrecto. El
13 de septiembre de 1895 se reunieron en el potrero de Jimaguayú, lugar
donde había caído en combate el Mayor General Ignacio Agramonte en 1873,
los representantes electos, entre los que se encontraba Fermín Valdés
Domínguez, elegido por Camaguey. La
Asamblea se inicia con la presentación por el joven abogado Rafael María
Portuondo Tamayo del 3er Cuerpo de Ejercito, de un Proyecto de
Constitución, cuyo punto más polémico fue su artículo 13 en el que se
proponía que el Presidente y el Vice-Presidente de la Junta de Gobierno
fueran el General en Jefe del Ejército Libertador y su Lugarteniente
General, respectivamente. Terminada
la propuesta, Fermín pidió la palabra para exponer su desacuerdo
por el peligro que representaba para la futura república. Alegó
que apoyaba en sentido general el proyecto presentado por lo orientales,
pero que se oponía rotundamente al nombramiento de Presidente y vice-presidente
a los cargos de General en Jefe y Lugarteniente General. La polémica en torno al tema fue la sustancia básica de la
Asamblea y Fermín junto a Enrique Loynaz del Castillo se erigen en líderes
y defensores del Gobierno Civil como garantía contra el caudillismo. Al
siguiente día el propio Fermín, preocupado porque la intensa discusión
creara la división en las filas independentistas y conocedor del criterio
Martí al respecto, pidió a la minoría que presentara una propuesta que
condujera al logro de un consenso sobre el tema. Finalmente
se llegó a un acuerdo basado en el principio martiano de: “El ejército
libre y el país como país, y con toda su dignidad representado”[59]
y el 16 de septiembre se aprueba la Carta Magna De aquellos días en la Asamblea Constituyente de Jimaguayú,
escribirá nuestro
biografiado: “Si
yo pudiera en pocas frases, pintar el patriotismo y la fe conque se
reunieron, y el tesón conque discutieron los hombres de la Asamblea
Constituyente, yo me impondría esa tarea(...)Queda en mi corazón, como
en una urna santa, la alegría y la honra de haber puesto mi nombre
humilde, al pie de la constitución de mi patria; de haber sido electo dos
veces diputado para aquella Asamblea y que mis compañeros me confiaran la
misión de llevar al ilustre Gómez, al genio de nuestra guerra, el
mensaje anunciándole que había sido electo por aclamación, Generalísimo
de nuestra fuerza”[60] En
el sexto día de la reunión se eligió el Consejo de Gobierno, presidido
por Salvador Cisnero
Betancourt como presidente y Bartolomé Masó como vicepresidente; Fermín
Valdés Domínguez fue designado Sub-Secretario del Exterior. “Terminados
mis trabajos como diputado, dejé al Camaguey, y volví al Cuartel General
del General Roloff, y de allí por orden de este emprendí el viaje –de
nuevo-con el objetivo de organizar el Cuerpo de Sanidad en la Segunda
Brigada del Cuarto Cuerpo del Ejército (...)”[61] De
regreso a la región de Las Villas, Fermín tuvo oportunidad de compartir
con las fuerzas invasoras de Máximo Gómez y Antonio Maceo, participando
en numerosos combates al paso de dichas fuerza por su territorio. “Ya
la fuerza de Gómez y Maceo estaban en Las Villas. Ya había llegado hasta
mí, la noticia de las victorias que habían conseguido en la marcha
siempre triunfal. Con 20 hombres de la fuerza del simpático comandante
Robau, atravesé la línea de los españoles con fuego, y temores sin
cuento, hasta que llegamos a Manicaragua. El fuego del enemigo nos impidió
incorporarnos a la columna del Mayor Gómez. Esperamos y después de ver
desde lo alto de las lomas los combates de Casa de Tejas y Boca del Toro,
seguimos el rastro de los nuestro, y allá por el ingenio de Santa Teresa,
en Mal Tiempo, nos incorporamos, después de haber saludado al valiente
Brigadier Zayas”[62] Unido
a las fuerzas invasoras participa en la batalla de Mal Tiempo, el 17 de
diciembre de 1895, de la cual deja sus impresiones de primera mano: “(...)
Tres columnas, compuestas de más de mil hombres, parapetadas tras
cercas de malla y de alambre, nos atacaban por distintos puntos y solo
doscientos hombres de la escolta de Maceo y Gómez, y algunos villareños,
defendían al machete nuestras malas posiciones. A las tres horas,
quedamos dueños del campo (...) Más de ciento cincuenta hombres cayeron
al filo de nuestros machetes. Recogimos la bandera que decía “Batallón
de Canarias”, cuatro mulas de parque, otra con el botiquín, y vimos que
llevaba el enemigo más de cien heridos (...)[63] Con
el Cuerpo Invasor el coronel Fermín Valdés Domínguez llega hasta la
provincia de Matanzas, separándose de estas fuerzas al no ser nombrado
Jefe de Sanidad de 5to Cuerpo de Ejército, por la oposición
del Mayor General Antonio Maceo. Según
testimonia Fermín en el Diario de Soldado sus relaciones con Antonio
Maceo no fueron nada buenas, debido a su oposición al proyecto de
Portuondo en la Asamblea de Jimaguayú, lo que le impidió ocupar la
vacante que como Jefe de Sanidad tenía el Quinto Cuerpo de Ejército,
acción que le disgustó mucho y le hizo pedir al Generalísimo su
traslado a Oriente bajo el mando del General José Maceo, como Jefe de
Sanidad del Primer Cuerpo de Ejército. En
la carta que el Generalísimo dirige a José Maceo, le dice entre otras
cosas: “El Dr. va nombrado Jefe de Sanidad Militar del 1er
Cuerpo de Ejército y por lo tanto, como mi particular amigo, se lo
recomiendo muy mucho. El le será de bastante ayuda, no solamente en el
desempeño de sus funciones, sino también con su influencia política y
social, sobre todo en la comarca de Baracoa”[64] Por
estos mismos días de enero de 1896 el Gobierno de la República en Armas
llama a Fermín Valdés Domínguez para que se ocupe de la Secretaría del
Exterior, por vacante de su titular en su condición de
Sub-Secretario de esa cartera. Desde el 13 de enero permanece junto
al gobierno, misión que no le resulta nada grata, por la inactividad
combativa y las intrigas y habladurías que descubre en el seno de aquel
grupo de patriotas llamados a conducir la política de la República en
Armas. Lo
más significativo de esta breve estancia de Fermín en la Junta de
Gobierno fue su oposición a la Ley Orgánica Militar que pretendía pasar
el presidente Salvador Cisnero Betancourt y su Secretario de Guerra Carlos
Roloff. En ella se creaba una jefatura para toda la región oriental,
ignorando el liderazgo de José Maceo e inmiscuyéndose en asuntos
militares que solo eran competencia del General en Jefe. Fermín
intervino en la discusión para señalar la inconstitucionalidad de tales
actos pues la Constitución no autoriza
al Ministro de la Guerra a dictar órdenes, ni hacer modificaciones
que solo eran prerrogativas del jefe del Ejército Libertador. Se
iniciaba una larga disputa entre el Mayor General José Maceo, Jefe del
Primer Cuerpo de Ejército y el Gobierno, dispuesto a imponerle la
subordinación a un Jefe de Oriente, que abarcara los dos Cuerpo de Ejército
de Oriente y el de Camaguey. En
este problema la posición de Fermín fue de principio, siempre al lado de
José Maceo, no solo por considerar que era anticonstitucional aquel acto
del gobierno, sino por lo méritos patrióticos de este insigne caudillo
al que tuvo tiempo de conocer durante el período que tuvo bajo su mando. Es
digno de comentar el interés del cónsul norteamericano en Santiago de
Cuba de contacta con él en
su condición de Secretario Interino del Exterior en el Gobierno de la República
de Cuba en Armas; las razones de este diplomático era sondear la posición
de Fermín en caso de una intervención yanqui en la guerra de
independencia cubana, por esos días anota en su diario: “No
me han dicho los americanos nada nuevo sobre nuestros asuntos y solo tenía
por objeto la llamada, preguntarme –en nombre del cónsul de los Estados
Unidos en Santiago de Cuba- si los cubanos aceptarían la intervención de
los Estados Unidos en nuestros asuntos revolucionarios, a lo que contesté
de acuerdo con la Constitución, por base de la independencia, sí; de
otro modo, no. Les pareció buena mi respuesta y me dijeron que enseguida
la pondrían en conocimiento del Cónsul. Querían mi opinión como
Ministro de Exterior y como tal la di. Ahora solo comunicarle esto al
gobierno”[65] Por
varios meses Fermín acompañó al Gobierno por la zona de operaciones del
general José Maceo, con lo que pudo conocer al hermano de Antonio,
combatir a sus órdenes, saber de sus profundas convicciones y dotes
militares. Al
enterarse de la muerte del General José, el 5 de junio de 1896 escribe en
su diario: “Si esto en cierto, la Patria esta de duelo, porque Maceo
es insustituible. No quiero creer esta noticia, aunque sospecho que es
cierta, y recuerdo con tristeza al hombre honrado y leal y al guerrero
generoso”[66] Su
aguda visión política lo hacen oponerse a
la manera de conducir el Gobierno y la Guerra de algunas figuras
relevantes del mambisado, que no han dejado a un lado los favoritismos,
tendencias regionalistas y racistas que tanto combatió José Martí y que
siguen vivas en medio del
proceso independentista. Fermín
continua siendo el eterno inconforme, el hombre apegado a una línea de
conducta alejada de maniobras políticas y de intereses personales que él
conoció durante su permanencia junto al Gobierno de la República en
Armas, se hacían más frecuente sus discrepancias y críticas al
presidente, por las constantes intromisiones del Marqués de Santa Lucía
en los asuntos de la guerra, que correspondían al General en Jefe,
entorpeciendo el desarrollo de la campaña con decisiones imprudentes y en
ocasiones mal intencionadas, que tendían a romper la tan necesaria unidad
revolucionaria. José Maceo fue una de las víctimas de esta actitud, al
negarle el Presidente sus méritos para ocupar la Jefatura del territorio
oriental, cuando sobrados méritos hacían de él el candidato idóneo. “Entre otra
muchas que me guardo, dos razones son las que me inducen a irme de aquí.
Es la primera, mi deseo de no tomar parte alguna –ni directa ni
indirectamente- en la obra de la desunión. Aquí todos viven de la
murmuración, todos critican los actos del compañero, y cada uno se cree
un genio. Yo entiendo que todos debíamos tener como nuestras, las faltas
de los que a nuestro lado están, y que el que hace algo por la desunión
es un traidor y un infame”[67] Por
todos estos motivos Fermín renuncia a sus responsabilidades en el
gobierno el 13 de julio de 1896 y decide marchar junto al Ejército
Libertador y su General en Jefe Máximo Gómez, el hombre a quien había
aprendido admirar por su integridad personal, su capacidad militar y su
entrega sin limite a la causa de Cuba. (Poner
fragmentos de su carta renuncia) En
el Estado Mayor de Máximo Gómez Fermín se desempeña como Jefe de
Despacho del Generalísimo y desde este puesto mantiene una actitud crítica
que se refleja en su “Diario de Soldado”. Derrotada
España y establecida ya en Cuba la ocupación norteamericana, Fermín
permanece durante un tiempo junto
a Máximo Gómez en el central Narcisa, como parte de su Estado Mayor, es
un duro momento para el movimiento revolucionario cubano, porque las
fuerzas insurrectas y sus instituciones legales permanecen sin ser
reconocidas por el gobierno interventor, quien actúa
como si tales mecanismos del mambisado cubano no existieran, el
gobierno de la República en Armas, aislado en Santa Cruz del Sur y Máximo
Gómez con sus fuerzas acampados en el central Narcisa, mientras los
ocupantes negocian con figuras aisladas de la insurrección, llamando a su
lado para formar parte del gobierno de la isla ocupada a gente del país
pero a título personal. En
medio de esta confusión premeditada se debilita día a día el Ejército
Libertador que a pesar de no haberse desmovilizado oficialmente se ve poco
a poco disminuido por las deserciones de
sus filas formadas por gente del pueblo que lo habían dejado todo
para pelear por la independencia pero que terminadas las hostilidades y
ante la incertidumbre de qué
iba a pasar en el futuro, la falta de noticias sobre su familia abandonada
a su suerte en medio de la guerra y la desorientación ideológica de los
líderes del movimiento independentistas, deciden volver junto a los suyos
a ocuparse del sostén de su familia. En
tales circunstancias sale Fermín Valdés Domínguez rumbo a La Habana
donde obtiene su divorcio de Consuelo Quintanó y de ahí a Tampa para
casarse en segundas nupcias con su prometida Asunción Castillo Camus, su
querida Asuntica, hija de emigrados cubanos, casi una niña que
desde 1894 mantiene una hermosa relación que la convierte en la
corresponsal de sus inquietudes y la
inspiración personal para la lucha. El 26 de diciembre de 1898 formalizan
el matrimonio y regresan a Cuba a donde le esperan amargos días de
decepción. Regresa a Cuba,
y se establece en Viñales como médico municipal en el año 1900,
manteniendo una activa participación pública en esa localidad y en La
Habana donde permaneció al tanto de los pormenores del traslado de los
restos de Capdevila para el panteón de los estudiantes fusilados el 27 de
noviembre de 1871, en el cementerio de Colón, participó en las gestiones
para el mantenimiento de un fragmento de los barracones frente a los
cuales fueron fusilados estos jóvenes y gestionó ayuda a muchos
compatriotas empobrecidos y olvidados al término de la guerra. Durante la ocupación norteamericana le embarga la tristeza de ver
terminada la guerra sin que se hubiesen logrados los sueños de su amigo
José Martí, se radica nuevamente en La Habana a partir de 1904 dados sus
problemas de salud. Junto a su nueva esposa Asunción Castillo de apenas
19 años, trata de reorganizar su vida y no deja de estar atento a los
destinos de Cuba. Se niega a tomar parte en la política de concordia de
los interventores en la que son olvidados los crímenes de los defendieron
la causa colonialista Retoma
con celo la tarea de guardar la memoria de los jóvenes estudiantes
sacrificados en 1871 organizando actos en su memoria y sosteniendo en 1899
una disputa pública con la Compañía norteamericana Havana Electric
Railway Cia. que intentaba destruir completamente el muro en el que
fueron fusilados estos jóvenes para hacer pasar por esa zona el tranvía.
Gracias a su gestión el Gobernado Militar de la Isla, Leonardo Wood
ordena que se respetara un trozo del muro como monumento. También
está Fermín entre los gestores de la colocación de una tarja en la casa
natal de José Martí para perpetuar su memoria. Hecho que se produce el
28 de enero de 1899. El 22 de octubre de 1901, el Gobierno interventor lo nombra médico
forense para asistir a los reos condenados a muerte en la Cárcel Nacional
de La Habana, desde un primer momento se escandaliza por el infamante método
de muerte que era el “garrote vil”, que él considera una
supervivencia de la colonia, puesto que desempeña por muy poco tiempo. Por
esa razón encontró fuerza para encabezar una campaña de prensa para
sensibilizar a la opinión pública con este problema, denunciando lo
arcaico y cruel de este método, al tiempo que se basaba en criterios médico
para rebatir las supuestas ventajas humanitarias para el condenado a
muerte. El
28 de octubre de 1901[68]
aparece en el periódico La Discusión su artículo “¡Piedad!”,
en el que condena la pena de muerte por inhumana y más si se utiliza para
ello el “garrote vil”, días después aparece otro trabajo suyo sobre
el tema en el diario El Mundo, “Horas Tristes”[69]
y otros muchos trabajos durante estos primeros años del siglo XX tratando
de hacer conciencia en el tema. La batalla de Fermín por eliminar el
garrote vil, lo lleva a pronunciarse en su contra en donde quiera que le
oyeran o le permitieran publicar: “Yo
pedí que –por inhumano y por español- se confinara el aparato de
tortura inquisitorial en un museo, pero no era –al parecer- entonces
oportuno mi dicho: aquí todo obedece a utilidad periodística o personal
(...)” [70] Fiel
a su costumbre coleccionó todos estos trabajos[71] , aparecidos en La
Discusión, El Mundo y otros diarios habaneros, hasta 1904 en que
aparecen los últimos, tal vez convencido de la inutilidad de sus
protestas en una sociedad que se mostraba decepcionada e insensible,
dominada por una clase política ambiciosa e interesada en hacer carrera
con la República. Fermín
se convierte por su sinceridad, que va más allá de su diario, en una
figura molesta para este pro-hombre, como un “amargado resentido”, lo
califican y lo atacaron por su carácter y personalidad apasionada,
siempre presto a la polémica y a la defensa de sus ideas. La
República lo encontrará decepcionado y triste al comprobar el fracaso de
las ideas martianas, traicionadas por los mismos que dijeron defenderlas
frente a España. Su actitud desafiante y acusadora lo aisló, viviendo de
su trabajo como médico de la Cárcel de La Habana en la que pudo
comprobar lo poco que había cambiado desde los años que cumplió sanción
por oponerse a la colonia. Vuelve a ejercer su profesión,
pobre y honestamente, como lo había hecho siempre, al apartado pueblo de
Viñales, en la provincia de Pinar del Río, donde escribió numerosos artículos
en la prensa local. Muy enfermo, regresó
a La Habana, donde vivía en 1905, para fallecer en ella el 13 de junio de
1910. Pero
no es esa su única preocupación, en carta abierta al General Bernabé
Boza, fechada el 18 de julio de 1902
y publicada en el periódico El Mundo, Fermín denuncia la
convivencia entre los que pelearon contra la independencia y los que
lucharon por ella. Sin odio, pero con firmeza en sus palabras en esta
carta queda reflejada la frustración y la amargura de este cubano que
consideró que en aquel contubernio se traicionaban los ideales de Martí
y por esa razón da su criterio sincero y desafiante
en estos párrafos que reproducimos: “Mi
compañero allá y mi hermano siempre: “Enfermo,
desde hace ya días, solo dejo mi rancho para atender a mi destino de Médico
Forense, porque como no procedo de la “Junta de Defensa” tengo que
andarme con cuidado en esta época de concordia típica. “La
historia tiene sus páginas grandiosas y guarda – también-
tristezas y cobardías y miserias que no se sabe cuándo podrán
liquidarse para bien de todos: pero lo que ahora importa es que la
protesta honrada se levante, a pesar de las fáciles argucias de los que
en el Olimpo se sienten señores y amo de un pueblo humilde pero noble y
digno. “La campaña de
los conservadores -a la española (de los godos de toda la América
Latina)- es hoy la más triste y podría decirse -pensando en
transacciones inútiles,- que es remedo de vilezas pasadas que la dignidad
no olvida ni Cuba borra de su libro de amores, porque en él sus páginas
se han escrito con lágrimas y sangre. “Ancha
y grande es la puerta de nuestra República (...): todos tienen entrada en
ella (...) “Pero
los manchados con la traición y la infamia: los cobardes que se vendieron
por miedo o por dinero al enemigo-inhumano y cruel- los denunciantes: los
que
vistieron-con orgullo- el traje del voluntario o fueron-como
guerrilleros. A defender la bandera española, y se gozaron en el
asesinato (...) para esos la ancha puerta está cerrada. “A
la ley, dijo Martí, no se le niega el corazón sino a la forma importuna
de la ley. “Y, además de
esto, las leyes no pueden servir de bautizo salvador a los miserables. Es
imposible que el que sienta aún en su mejilla la bofetada cobarde se
presente sin rubor, a oponerse a la justa protesta de la madre infamada o
del padre que aún tiene lágrimas para llorar al hijo asesinado. “¿Vamos,
acaso, a la unión y a la concordia olvidando a nuestros héroes y a
nuestros pobres? “¡Vergüenza
para los enfermos del alma que así piensen!”[72] El
hombre que así escribe no pide un puesto dentro del gobierno, ni los
honores a los que tiene derecho. Está denunciando la complicidad de los
privilegiados para adueñarse del poder olvidando el pasado siempre y
cuando se respeten sus intereses. Sus reflexiones no tuvieron ecos, eran
parte de las airadas y decepcionadas voces de los que fueron a la manigua
por la libertad de Cuba y por alcanzar una República martiana en el que
la divisa máxima fuera la sociedad “con todos y para el bien de
todos” “Honranse
las páginas de BOHEMIA publicar el retrato de Fermín Valdés Domínguez
de quien dijo el general Loynaz del Castillo en la oración que pronunció
en el acto de su sepelio que con él bajaban a la tumba jirones de nuestra
historia. “Así es: el
luchador tenaz, el amigo personal de la mayor confianza del general Máximo
Gómez, actor principalísimo y eficaz cooperador de grandes sucesos, es
en nuestra historia, algo íntimamente ligado a ella. “Un
rato de conversación con el Doctor Valdés Domínguez, como ella recayera
en el pasado agitadísimo de nuestra vida política, era una lección
provechosa que confortaba el ánimo. “Ha
bajado a la tumba esa que fue página viviente del libro de nuestra
historia, no dado de prestigio y consideración general. “El
gobierno, atento a honrar a los grandes que desaparecen, acordó que el
acto del entierro revistiera la mayor solemnidad. Solemnidad que fue mayor
por el concurso del pueblo que acompañó el cadáver hasta su última
morada (...) “Flores muchas
flores, cubrieron el ataúd: en un ramo se halló la siguiente poesía de
nuestra muy distinguida colaboradora Lola Rodríguez de Tió[73]: Ofrenda ¡Qué
menos, ay, qué menos Pueden
darte las almas generosas Los
corazones buenos, Que
un puñado de rosas Que
no turben tu sueño, silenciosas. No
han de faltarte, espero Ni
lágrimas, ni flores, ni cariño “Duerme”,
dice la patria al compañero De
tanto mártir niño Yo
abriré para ti un ala de armiño!”[74] BIBLIOGRAFÍA
Documentos Fondos
de Fermín Valdés Domínguez. Museo Casa Natal de José Martí:
Archivo
Nacional de Cuba:
Notas: [1]
Testamento de Don Mariano Domínguez Salvajauregui. Notaría Pública
de Andrés Mazón. Protocolos Notariales. Índice de Protocolo. Leg.73,
Nº 533. Archivo Nacional
de Cuba [2]
Ídem [3]
Partida de Bautismo de Fermín Valdés Domínguez. Arquidiócesis de
La Habana. Leg, 23. Folio: 89 vuelto. Nº 533 [4]
Rafael Sixto Casado Alayeto (1834-1870). Comenzó la carrera eclesiástica
que abandonó para dedicarse al magisterio, graduándose en Francia en
1862 y de licenciado en filosofía en 1869 en La Habana, carrera que
estudiaba a la par que atendía su colegio San Anacleto. [5]
Rafael Mª de Mendive Daumy (1821-1886). Nacido en La Habana, cursa
estudios de filosofía y derecho en el Seminario San Carlos a partir
de 1843, en 1848 embarca para Europa. En 1864 fue nombrado director de
la escuela Municipal de Varones y en 1867 se le autorizó a abrir su
Colegio San Pablo Desde
los diez años publica en la prensa habanera, en 1860 da a concer una
compilación de su obra lírica traducida al inglés y al francés.
Tradujo a Víctor Hugo y Tomás Moore. [6]
Fermín Valdés Domínguez. Diario de Soldado. La Habana, 1972. Tomo I,
pág. 11 [7]
Ídem [8]
Fulgor de Martí. Mauricio Magdaleno., p. 36 y 37. México, 1940 [9]
Martí,
José: Obras Completas. Tomo IV, p. 325. La Habana, 1972 [10]
Periódico El Triunfo, 26 de junio de 1908 [13]
Ídem, pág. 19 [16]
Valdés
Domínguez, Fermín: Obra citada, Pág. 10 [17]
Ídem.
Pág. 22 [18]
Ídem. [19]
Ídem. [20]
Trabajo leído en Mesa Redonda *"Valdés-Domínguez,
hombre de ciencias y posibles influencias mutuas con José Martí
", Centro de
Estudios Martianos. La Habana, noviembre 20 de 1993. Material PDF
“Dr. Fermín Valdés Domínguez”, Pág. 2 [21]
Sobre estas actividades de Fermín en la masonería habanera se
conservan algunos documentos en la colección del Museo Casa Natal de
José Martí. [22]
Valdés
Domínguez, Fermín: Colección facticia. Legajo 5. Exp. 1. Museo Casa
Natal de José Martí. [23]
Idem [24]
Ídem [25]
El doctor Fermín Valdés-Domínguez, hombre de ciencias y su posible
influencia recíproca con José Martí. Material Digital. Pág. 5 [28]
José
Triay fue uno de los tres periodistas que a través de sus artículos
en la prensa habanera que acusaba a los jóvenes estudiantes de
profanadores de tumba. [29]
Fondos
de Fermín Valdés Domínguez. Museo Casa Natal de José Martí [30]
Martí,
José: Obras Completas. Tomo XX, p. 321. La Hab., 1972 [31]
Destinatario
José Martí. Luis García Pascual (compilador). pág.144. La Habana,
1999 [32]
Fondos de Fermín Valdés Domínguez. Museo Casa Natal de José Martí.
[33]
Martí,
José: Obras Completas. Tomo IV, p.355. La Habana, 1972 [34]
Fondos
de Fermín Valdés Domínguez. Leg. 3, Exp.5. Museo Casa Natal de José
Martí. [35]
Fondos
Donativos. Leg. 416. Archivo Nacional de Cuba [36]
Ídem [37]
Fondo
Donativo: Leg. 416, Nº de Orden 1A, Archivo Nacional de Cuba [38]
Valdés
Domínguez, Fermín: Desde Baracoa, en El Triunfo. Santiago de Cuba,
13/Oct./1893 [39]
Fondo
Donativo. Leg. 416, Nº 1. Archivo Nacional de Cuba. [42] Ídem [45]
Martí,
José: Obras Completas. Tomo IV, p. 325. La Habana, 1972 [46]
Martí,
José: Obras Completas. Tomo III, p. La Habana, 1972 [47]
Fondo
Donativo: Leg. 416, Nº de Orden 1B, Archivo Nacional de Cuba [48]
Ídem [49]
Periódico
Patria [50]
Asunción
Castillo, Asunta con solía llamarla él en sus cartas, nació en Cayo Hueso en 1879 y se casa con Fermín en
octubre de 1898, al terminar la guerra. Murió en La Habana en 1934.
[51]
Nueva York, Mayo de 1894 en “José Martí Epistolario” Tomo IV, Pág.
128 [52]
Ídem [53]
Martí, José: Obras Completas. Tomo XXII , Pág.232 La Habana, 1972 [54]
Valdés Domínguez, Fermín. Artículo per. El Mundo, 26/5/1902.
Colección Facticia. Museo Casa Natal de José Martí. [55]
Carta a Gonzalo de Quesada. Guantánamo 30/4/1895. Obras Completas
de José Martí. Tomo IV, pág. 133. La Habana, 1972. [56]
Documento que abarca desde el 6 de junio de 1895 hasta el 18 de
diciembre de 1898 [57]
Carta a su esposa Asunción Castillo. 11/7/1895. Fondos Doc. Fermín
Valdés Domínguez. Museo Casa Natal de José Martí. [58]
Valdés Domínguez, Fermín: Diario del Soldado. Tomo I. Pág. 71,
La Habana, 1972 [59]
José Martí: Carta a Gonzalo de Quesada. Obras Completas,
Tomo III Pág.172 La Habana, 1972 [60]
Ídem al 41 [61]
Ídem al 41, Pág. 80 [65]
Ídem al 41, Pág. [66]
Diario de Soldado, Tomo I, Pág.3, 1972 [67]
Ídem. Pág. 4 [68]
Colección Facticia de Fermín Valdés Domínguez.
Museo Casa Natal de José Martí [69]
Ídem [70]
Ídem [71]
En grandes libretas de cuentas donde fue pegando estos artículos [72]
Periódico El Mundo. La Habana, 18/7/1902. Colección Facticia de
Fermín Valdés Domínguez, Museo Casa Natal de José Martí. [73]
Lola Rodríguez de Tió, poetisa puertorriqueña radicada en La Habana [74] Revista Bohemia, Junio, 1910. |
por Ramón Guerra Díaz
nataljmarti@bp.patrimonio.ohc.cu
Gentileza del blog "Martí Otra Visión" - Publicado el 9 de Octubre de 2010
http://blogs.monografias.com/marti-otra-vision
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