La filosofía y su vinculación de la educación con la vida y la sociedad por Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal |
Justo Sierra fue un innovador por excelencia. Si ciertamente al inicio de su formación asumió críticamente el positivismo comtiano de Gabino Barreda, no transcurrió mucho tiempo en superarlo y pasar hacia el positivismo evolucionista spenceriano, pero también con reservas críticas, sin seguirlo en su cosmovisión general, ni en su espíritu. Más que todo, sus resonancias se registran en su método general, pero también sin perder su discurso el sello propio de un Maestro que siente las necesidades de su pueblo como suyas. Con razón algunos notan heterodoxia positivista en el Maestro de América, que abrió cauces nuevos a sus discípulos para inaugurar el antipositivismo radical que caracterizó a la intelectualidad mexicana del siglo XX. “El sustrato teórico-metodológico de la
concepción pedagógica de Sierra se encuentra de forma esencial en la
filosofía positivista, y más exactamente en el método que dicha
corriente de pensamiento propugnaba. El pensador mexicano sostuvo, toda su
vida, la convicción de que era necesario un sistema de enseñanza que en
líneas generales se erigiera sobre el orden científico del positivismo.
Pero, al desarrollar sus ideas acerca de la educación y la instrucción,
Sierra introdujo algunas modificaciones a ese orden científico las cuales
rompieron en notable medida la cadena del sistema positivista de raigambre
comtiano introducido por Gabino Barreda en la Escuela Nacional
Preparatoria. Entre tales cambios, pueden citarse como ejemplos, la
sustitución de la disciplina sociológica por la historia en el plan de
los estudios secundarios. En su artículo « La enseñanza de la historia»,
refutó la idea de subsumir el estudio de la historia en el de la sociología
e incluso llegó a cuestionarse la posibilidad real de mantener la enseñanza
de la última- considerada por él una seudociencia, dado el estado de
desarrollo de las investigaciones. Sierra planteó que confundir estas dos
ciencias-la historia y la sociología- era seguir el camino contrario de
la naturaleza en general y del movimiento
científico en particular, ya que ha marchado siempre de lo homogéneo a
lo especifico, «y aplicando la admirable ley de la división del trabajo,
encontrada por la economía política y utilizada por las ciencias
naturales, ha hallado el secreto del adelanto de las ciencias de observación
en la producción constante de ramas diversas entre sí,»” De ahí, que
sea el de la historia un estudio forzosamente anterior al sociológico.
Sierra llegaba al punto de cuestionarse, incluso, el valor científico de
la ley de los tres estados formulada por Augusto Comte”[1]. Además,
es capaz de revelar las consecuencias nefastas del positivismo para
la educación. “Crear en derredor del alumno una atmósfera especial,
decirle magistralmente que la metafísica no sirve para nada, es, en último
análisis, ejercer una presión despótica sobre los cerebros, contra la
que se subleva todo lo que hay de independencia y de dignidad en el alma. Es este un monopolio que no se aviene ni
con la conciencia humana, ni con el espíritu de nuestras instituciones”[2] En su visión del mundo en relación con el
ser humano, Sierra otorga un papel importante a la educación; sin
embargo, a pesar de su cosmovisión positivista evolucionista, no cree que
el positivismo a la usanza sirva de base teórico – metodológica y práctica
a la formación humana. Su condición de maestro lo conduce a
buscar nuevas vías educativas, pues hay que defender la independencia y
la dignidad en el alma. Sencillamente las teorías objetivistas e
impersonales no se avienen ni con la conciencia humana, ni con el espíritu
de nuestras instituciones. Hay que
buscar otros caminos, donde no se separen la escuela, la vida y la
sociedad y se reconozca el valor del pensamiento teórico filosófico y
cultural para encauzar la educación con sentido creador y flexible, y no
con “presión despótica sobre los cerebros”. Estos caminos los perfiló
Justo Sierra y los continuaron sus discípulos, particularmente José Vasconcelos,
Antonio Caso y otros. En la intelección ilustrada y nacionalista
de Justo Sierra la educación está llamada a salvar a México y a América
Latina de la ignorancia, y preparar los cambios necesarios para integrarse
al concierto de las naciones con propia personalidad. Además, para
defenderse del asedio del enemigo vecino: los Estados Unidos. Al mismo tiempo, no es posible asumir el
pensar y accionar formativo del Maestro de América, sin tener en cuenta
que Sierra fue también, por la proyección general de su pensamiento, con
independencia de las contradicciones que emanan de sus mismas ideas,
precisamente el ideólogo de esa facción de la clase burguesa: llamada
burguesía nacional preterida por el
régimen, y abocada por ley de la historia a un cambio social
estructural capaz de liquidar de una vez, la envoltura feudal
retrasante… Justo Sierra representa quizás a pesar suyo, el enlace
obligado entre dos, épocas: una vencida ya por las propias leyes del
desarrollo social, y la nueva, medularmente burguesa, cuyos objetivos
democráticos y antiimperialistas sólo tomarían cuerpo definitivo en México
con el advenimiento al poder, en el año 1934, del General Lázaro Cárdenas. En estrecho nexo con lo antes expuesto, es
necesario insistir en la distancia que separa a Justo Sierra del grupo
oligárquico que desde la primera década del nuevo siglo dio su
incondicional respaldo práctico y teórico a Porfirio Díaz. Entre los
aspectos que validan esta separación se encuentran no sólo las críticas
de Sierra al porfiriato que no por cautas resultaron menos reveladoras, en
el sentido que ellas pusieron de relieve muchas de sus contradicciones,
proyectando a Sierra como figura que no fue, en modo alguno, fuerza de
perfecto ajuste para el régimen; sus posiciones teóricas independientes,
calificadas por muchos autores de “heterodoxia
positivista”; su gestión como gran pedagogo e ideólogo de la política
educativa en México, cuyo resultado le valió los honrosos títulos de
Maestro en su patria y de Maestro de América, a solicitud de la
Universidad de La Habana al cumplirse, en 1948, el primer centenario de su
nacimiento[3];
su modesta forma de vida que contrastó con las fortunas amasadas por los
llamados “científicos”, y que le hizo contraer deudas y abandonar la
residencia que ocupaba al ser depuesto del cargo de Ministro; su posición
frente al imperialismo y sobre todo frente al estadounidense; su aguda
visión de los problemas internacionales de su época; su constante
preocupación por el destino de los pueblos latinoamericanos; su obra
científica y literaria recorrida de principio a fin, de un hondo
sentimiento patriótico, y su posición ante el racismo, las ideas
racistas y ante el problema indígena.... y la jactancia con que Don Justo
declara su origen popular, plebeyo…”[4] Este fragmento, aunque algo extenso resulta
imprescindible, pues realmente muestra cómo Justo Sierra fue un fundador,
un Maestro de América, en la medida que echó suerte con su pueblo, y en
medio del tránsito de dos épocas, su obra contribuye eficazmente a
insertar a México, y a su sistema educativo y cultural, a la modernidad
latinoamericana con plena independencia y soberanía existenciales. Como pedagogo, brilló y sentó pautas para
el futuro de México y América. Vio en la educación un baluarte fuerte
para la formación humana, pero una educación vinculada con la vida y la
sociedad. Para el Maestro Sierra, una educación
separada de la vida y la sociedad no fructifica, es estéril, pues el
hombre es un ser individual, pero su esencia, es social. Se forma en el
trabajo, en la vida, en la familia, en la calle, en fin, en todo un
entorno histórico cultural que hace de la persona un ser social. Un ser
social, que en su visión positivista evolucionista, se constituye en el
organismo social (sociedad) y responde a sus leyes de funcionamiento
evolutivo. En función de esto, escribió Compendio
de historia de la antigüedad que salió publicada, como era entonces
costumbre generalizada, por “entregas”. Esta obra es un testimonio del
pensamiento histórico, filosófico y educativo de Sierra. La escribe
orientado por la influencia de Spencer y de Darwin, lo cual dio origen a
fuertes críticas de parte del grupo católico mexicano. La obra es un
testimonio, muy valioso, del concepto de la historia y del método histórico-lógico
seguido por el Maestro de América.
En el “Preámbulo” señala que: “(...) desde el momento en que se marca la preponderancia de una fracción
de la especie humana sobre las otras, dar a aquella el primer papel y
consagrar a éstas una atención proporcionada a su importancia (...) La
ciencia de la historia consiste en la investigación de los hechos humanos
que se han sucedido en el curso de los siglos y de las leyes generales que
los rigen (...) La historia es una de las ciencias sociológicas en vía
de formación (...) para construir el edificio de la ciencia, es
indispensable la investigación constante de las causas de los hechos, es
decir, buscar cuáles sean los hechos generales que comprendan las
relaciones de los fenómenos entre sí. Esto es, llegando a ciertas
generalizaciones superiores, lo que se ha llamado filosofía de las
ciencias (...) En la historia estas generalizaciones superiores pueden
reducirse a la ley del progreso y a la de la evolución”.[5]
Estas ideas evolucionistas
de una forma u otra se reflejan en su obra educativa, pero llenas
de espíritu cultural, en función de la formación humana. Por eso tienen
nuevos matices en su aplicación práctica, en su vinculación con la
realidad. Sin una visión profunda del hombre y su
decursar histórico, es imposible comprender la relación de la educación
con la vida y la sociedad. Desde
los enfoques de la complejidad, y según Denise
Najmanovich “El hombre no
es meramente un individuo, es decir un átomo social, ni una sumatoria de
células que forman un aparato mecánico, sino que es una “unidad
heterogénea” y abierta al intercambio. El hombre no es una
sumatoria de capacidades, propiedades o constituyentes elementales, es una
organización emergente. El hombre sólo adviene como tal en la
trama relacional de su sociedad.”[6] Según
el Dr. Pupo, siguiendo un
enfoque marxista “(…) el ser determina a la conciencia. La conciencia
es reflejo mediado por múltiples determinaciones y condicionamientos del
ser social. La conciencia es el ser consciente. El modo en que el hombre
refleja la realidad. Es decir, que la reproduce a través de imágenes
subjetivas. Por tanto, la conciencia no es otra cosa que el ser consciente
y el ser de los hombres, en el decir de Marx, es un producto de su vida
real y práctica. Además agrega que: Hombre es una categoría filosófica
que designa la realidad humana en su expresión genérica. Es una
abstracción que refiere a un ser racional que construye instrumento y
anticipa los resultados porque posee conciencia. Como abstracción de máxima
generalización, se correlaciona siempre con el mundo. Esta relación
encuentra concreción en la relación sujeto- objeto y sujeto- sujeto, que
es realmente donde el hombre actúa y hace historia y cultura, en comunión
con la naturaleza”.[7] En esta dirección, con todas las
diferencias que puedan mediar, el Maestro Justo Sierra[8],
al igual que toda una pléyade de filósofos pedagogos del momento histórico
que le correspondió vivir, reconoce la necesidad de revelar el
condicionamiento social del hombre, así como vincular la educación a la
vida y a la sociedad. Esta visión la encauza al mismo tiempo su
patriotismo. Él considera que la educación debe contribuir a través de
la historia y la cultura al desarrollo del amor a la patria, pues sin
sentido de identidad patriótica, no hay desarrollo humano. Tanto en su
prosa como en su verso su filosofía educativa, vinculada a la vida y a la
sociedad mexicana, está presente Todo en él – escribe Martí - es hermoso
y análogo; su figura es severa y robusta, como son valientes, altos,
bellos y enérgicos sus versos. Leyó sencillamente; él sabe que la
sencillez es la grandeza. La poesía de Justo tuvo un mérito raro.
Era aquélla la fiesta de la razón y del derecho, la fiesta serena de la
inteligencia, no la del vuelo soberbio de la loca y vigorosa imaginación.
Y sus versos, altamente poéticos, fueron, sin embargo, naturales en
aquella fiesta tranquila, en que todo arranque vulgar hubiera contrastado
sensiblemente; y toda poesía frívola hubiera roto aquel conjunto hermoso
de serenidad y de razón. Es que la frente de este hombre se calienta
en el sol de la raza virgen; es que justo Sierra pertenece a la
generación nueva de poetas; es que como a los bardos modernos, la fantasía
no le sirve más que para engrandecer y hermosear la razón. La poesía no es el canto débil de la
naturaleza plástica; ésta es la poesía de los pueblos esclavos y
cobardes. La poesía de las naciones libres, la de los
pueblos dueños, la de nuestra tierra americana, es la que desentraña y
ahonda, en el hombre las razones de la vida, en la tierra los gérmenes
del ser. Lo pequeño adora; lo grande arranca y
busca. ¿Quién no sabe que es Justo Sierra honra
de la patria mexicana? Necio fuera aquí ya todo comentario mío”[9]. ¡Cuántas bellas palabras dice Martí, de
Justo Sierra! Pero las palabras exegéticas sobre Sierra, en la inauguración
de las clases orales del colegio de abogados, están precedidas de unas
ideas martianas, coincidentes con el pensamiento educativo de Sierra:
“Versos de Justo Sierra (…) cumplido el acto de progreso; iniciada una
vía del saber; alzada cátedra pública a la enseñanza del derecho y del
deber: todo esto unido, y sentido esto en todos, hubo en la sesión
inaugural del hermoso colegio que con la nueva obra entra ahora en camino
de solidez y de bien público. Deben tener los hombres conciencia plena de
sí mismos: como el dominio del monarca necesita el púlpito misterioso
del Espíritu Santo - lo irracional buscando apoyo en lo maravilloso,- el
pueblo de hombres libres ha menester que las cátedras se multipliquen y
difundan, y sobre ellos tienda sus alas el Espíritu Santo del derecho, la
paloma blanca de la libertad y la justicia. Un pueblo no es una masa de criaturas
miserables y regidas: no tiene el derecho de ser respetado hasta que no
tenga la conciencia de ser regente: edúquense en los hombres los
conceptos de independencia y propia dignidad: es el organismo humano
compendio del organismo nacional: así no habrá luego menester estímulo
para la defensa de la dignidad y de la independencia de la patria. Un pueblo no es independiente cuando ha
sacudido las cadenas de sus amos; empieza a serlo cuando se ha arrancado
de su ser los vicios de la vencida esclavitud, y para patria y vivir
nuevos, alza e informa conceptos de vida radicalmente opuestos a la
costumbre de servilismo pasado, a las memorias de debilidad y de lisonja
que las dominaciones despóticas usan como elementos de dominio sobre los
pueblos esclavos. Tienden las clases orales a un altísimo
fin: las Repúblicas se hacen de hombres: ser hombre es en la tierra
dificilísima y pocas veces lograda carrera”[10].
Precisamente la filosofía de la educación
de Justo Sierra se centra en la formación del hombre mexicano, sin
distinción de raza y credos. Una educación donde todos tengan acceso, y
puedan desarrollar sus capacidades intelectuales y prácticas. Veía
la escuela como un microcosmos, unida a la vida y dentro de la
sociedad y la naturaleza (macrocosmos). Por eso, en materia educativa “(…)
propugnó por la autonomía de los Jardines de Niños, el progreso del
magisterio y a nivel superior, la reorganización de las carreras de
Medicina, Jurisprudencia, Ingeniería, Bellas artes y Música, así como
la promoción de la Arqueología, de un sistema de universidades en
provincia, de una universidad para maestros, el otorgamiento de desayunos
escolares y un sistema de becas para los alumnos destacados. Se esforzó
por que el método educativo a aplicar enseñara a pensar y no a
memorizar. En su criterio es la educación la que genera mejores
condiciones de justicia, educar evita la necesidad de castigar"[11]. Su tarea esencial se dirigió a la reforma educativa. En ella produce extraordinarios cambios revolucionarios que Ana Verónica Ávila sintetiza en su ensayo homónimo[12]. Se trata de reformas no sólo formales, sino esenciales, pues van a las raíces de los problemas educacionales y de la cultura en general. Estas reformas, de una forma u otra prepararon condiciones para la realización de la Revolución mexicana. Además, hacen de la educación el núcleo central de la nación, pero una educación vinculada a la vida y a la sociedad. He ahí la esencia de la reforma educativa de Justo Sierra. Incluye los elementos esenciales para la formación humana, tanto en su aspecto teórico como en el práctico. ”Interesado
en la educación – escribe Verónica Ávila -
colaboró con Joaquín Baranda y Justino Fernández, ambos
ministros del entonces Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, el
primero de 1882 a 1901, y el segundo de 1901 a 1904, profesó la filosofía
positivista hasta por lo menos 1910; propició la fundación del Ateneo de
la Juventud a principios del siglo XX, proclamó el papel de la ciencia
como factor de bienestar de pueblo. Justo Sierra tenía desde sus inicios
como funcionario porfiriano la idea de la autonomía en la administración
de la educación pública. Fue hasta 1905 en que Porfirio Díaz aceptó
separar del Ministerio de Justicia el ramo de la instrucción pública
para hacer una nueva Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes,
cuya titularidad estuvo a cargo de Sierra del 1º. de julio de 1905 al 24
de marzo de 1911. Este cambio significó para Sierra que el
presidente Díaz había comprendido que la educación pública en el país
era tan importante como la transformación económica. La asignación
presupuestal fue mayor cada año, pero mínima comparada con lo asignado
al Ministerio de Guerra, que acaparaba la cuarta parte del presupuesto
total. En este año, del total de mexicanos, el 85% de la población era
analfabeta”[13]. Un dato interesante, si queremos conocer el
estado educacional en dicho momento histórico, lo facilita Ávila[14],
a saber: “De acuerdo con registros, para 1910, México
tenía 15.2 millones de habitantes, el 71 por ciento vivía en zonas
rurales; el 58 por ciento tenía 14 años o menos, y 81.5 por ciento de la
población adulta era analfabeta. Al hacerse cargo del ministerio, Sierra se
propuso realizar dos cosas: la primera, consistía en transformar la
escuela primaria, de simplemente instructiva, en esencialmente educativa
con la participación directa del Estado, en un organismo destinado, no a
enseñar a leer, escribir y contar, como se pretendía antes, sino a
pensar, a sentir y a desarrollar en el niño al hombre. La segunda era la
de organizar los estudios superiores. En la ley de 1908 se promulgó de una manera más
concreta y fundamentada su pensamiento educativo y con ella pretendía
alcanzar el primero de sus objetivos: la idea de que la educación oficial
sería esencialmente educativa; la instrucción se consideraría como
medio de educación, y declaraba obligatoria la educación primaria[15].
El argumento empleado por Sierra para
justificar la transformación a una escuela primaria educativa con la
participación del Estado, fue “...el estado debe encargarse de buscar
en el niño al hombre físico, moral e intelectual, debe procurar el
desarrollo armónico de sus facultades, de estos tres modos de ser, y añadir
otro, el modo estético, es decir, educar la facultad de concebir lo bello
y formar el gusto”[16].
En este programa se buscaba principalmente desarrollar en los educandos el
amor a la patria, a sus instituciones y contribuir al progreso del país.
El perfeccionamiento de sus habitantes sería integral, es decir, tendería
a producir simultáneamente el desenvolvimiento moral, físico,
intelectual y estético de los escolares. Además la educación debería
ser laica, absteniéndose de enseñar, defender, o atacar ninguna de las
religiones y, además, sería gratuita[17]. La gran obra moral de la escuela laica
consiste en inculcar la verdad, infundiendo en la niñez los hábitos de
amor a la verdad que son, la clave de toda educación moral. En el artículo
4º. de la Ley de 1908 se incluyen preceptos que pueden llamarse de orden
pedagógico. El maestro Justo Sierra, consideraba que la
educación moral ayudaría a la formación del carácter por medio de la
obediencia y disciplina, así como por el constante y racional ejercicio
de sentimientos, resoluciones y actos encaminados a producir el respeto a
sí mismo y el amor a la familia, a la escuela, a la patria y a los demás.
La educación física, obtenida por las medidas de profilaxis
indispensable, los ejercicios corporales apropiados y por la formación
de hábitos de higiene. La cultura intelectual, el que se alcanzará por
el ejercicio gradual y metódico de los sentimientos y la atención, el
desarrollo del lenguaje, la disciplina de la imaginación y la progresiva
aproximación a la exactitud del juicio. Y por último, la educación estética,
que se efectuará promoviendo la iniciación del buen gusto y
proporcionando los educandos nociones de arte adecuadas a su edad[18].
Se trata de que la escuela proporcione una
educación integral, que permita al pueblo tener acceso a la cultura y así
también contribuir al desarrollo social. En su visión de la educación
nunca separa lo individual de lo social. Justo Sierra consideraba que era
imprescindible que la educación fuera laica, conforme su declaración:
“estamos obligados a no herir esta delicadísima fibra del corazón
humano, que se llama el amor por la fe que se profesa, y que es
precisamente la que pulsa la Iglesia para mantener vivo, sin lograrlo, por
fortuna, el odio de la mayoría de la población de la República hacia
nuestras libres instituciones... Toca al escritor, al filósofo, el
historiador, combatir la doctrina con la doctrina y denunciar y refutar
las ideas que desde la cátedra católica niegan la legitimidad de cuanto
constituye las condiciones de vida de la sociedad actual. Pero esto no lo
puede hacer el Estado, no puede convertirse en sectario, porque representa
la totalidad nacional y de lo contrario rebajaría su papel al nivel de
los odios religiosos y su misión de justicia quedaría fundamentalmente
adulterada por esta suerte. En cambio debe no sólo reprimir, sino
prevenir el mal y combatir resueltamente, y para ello es la escuela un
instrumento maravilloso, cuando a transformar a las generaciones venideras
en enemigas de las teorías sobre las que se basan la sociedad y el estado
mismo”[19]. También reformó a siete los años de
escolaridad, es decir, cinco para la educación primaria elemental y dos años
de educación primaria superior. Esto motivado por las diferentes
circunstancias sociales prevalecientes en la época en el país, lo que en
muchas ocasiones originaba que la mitad de la población usuaria únicamente
cursara algunos primeros años, por lo que las materias eran las mismas
que las de la primaria elemental sólo que vistas con mayor amplitud. Al respecto declaró: “Un niño no educado
no puede ser un buen mexicano. La educación de cuatro a cinco años
comprende al niño de seis a catorce años. La educación primaria
elemental para llegar a su completo desarrollo, necesitará cinco años en
vez de cuatro”[20].
En el artículo 5º. de la Ley de 1908 se
intenta alejar al niño del campo de lo abstracto. Primero por el
abstracto y después por el terreno de lo concreto. “Es necesario que
vea los objetos, que palpe las cosas, que conozca las cosas, que conozca
la naturaleza en sus funciones más sensibles, para poder llegar
después a la concepción de las ideas generales, que propiamente se
llaman ideas abstractas y que se llaman así porque abstraen de las cosas
las ideas[21]”.
Como parte de las innovaciones que trajo esta reforma educativa se
enlistan a continuación las siguientes: 1. La enseñanza obligatoria de los
trabajos manuales. Justo Sierra consideraba que “El
trabajo manual ha sido considerado, como un medio especial de fomentar en
el niño aptitudes y facultades especiales que, desarrollando su destreza
manual, desarrollan su destreza óptica, y contribuyen también a
facilitar la formación de sus ideas, cultivando en él las aptitudes de
invención y creación que constituyen un modo importantísimo del
desarrollo intelectual”[22]. 2. En cuanto a la economía política,
los elementos de teneduría de libros y las nociones de topografía fueron
suprimidas. Además, implantó el uso del libro de texto basados con la
ideología del contenido científico en la educación. Fue autor del texto
“Historia patria” para primaria e “Historia General” para
preparatoria[23].
3. El impulso a las escuelas de adultos,
es decir, de los niños que han pasado ya de la edad escolar, o de los
hombres que forman parte de las clases obreras, y que no han podido
recibir la educación elemental primaria o no han podido completarla.
Aunque ya existían eran necesario transformarlas, porque se quiere la
educación del obrero como se quiere la educación del niño[24] 4. Fundación de las escuelas para niños
deficientes, niños que no pueden llegar al mismo tiempo de que los otros
a un desarrollo suficiente para poder aprovechar de los elementos
educativos. Problema de especial estudio por alemanes y de Estados Unidos,
en el que una vez que el niño ha recibido el trato y enseñanza especial,
deberá ser reintegrado a las escuelas normales[25].
5. La obligatoriedad de la instrucción
primaria. Quedando como encargada de su cumplimiento a la autoridad política.
Sierra consideraba que la capital del país era la zona más difícil de
hacer cumplir la ley, porque en ella había mayor cantidad de recursos
para eludir la obligación. Por otra parte, en abril de 1910 se promulga
la Ley Constitutiva de la Escuela Nacional de Altos Estudios,
perfeccionando en ella los estudios que se hicieran en las escuelas
nacionales preparatorias y en las escuelas de jurisprudencia, Medicina,
Ingenieros y Bellas Artes, así como desarrollar investigación científica
y formar profesores para escuelas secundarias y profesional. El 22 de
septiembre de ese mismo año, se inaugura la Universidad Nacional de México,
proyecto prominente de Sierra, y reclamando su autonomía, pero no es
hasta 1929 que le es concedida. Sierra pensó que en una universidad de tipo
moderno, una agrupación orgánica de institutos, docentes y de
investigación no pretendió exhumar el tipo de universidad colonial, pero
la naciente no podía tener la estructura de la otra. En suma, se puede afirmar que el Positivismo[26],
aunque tuvo diferentes enfoques, fue fundamental en la construcción política
mexicana, una vez finalizados los tiempos de guerra y descontento social,
que prevaleció durante tanto tiempo. Contribuyó con fuertes conceptos y
valiosa ideología que permitió cimentar las condiciones de un cambio de
vida e incluso más parcial, en todo el país. Por otra parte, la reforma educativa tuvo
tanto impulso y aprobación que es latente aún en nuestros días, y con
base en ésta, mucha de la gente pobre que vive en el país, ha podido
tener acceso a la escuela, aunque no se sabe, a ciencia cierta si esto
sucedió porque se volvió obligatoria la instrucción, pero lo cierto es
que generó una importante disminución en el analfabetismo entre la
población mexicana[27]. Naturalmente no todo el programa de Justo
Sierra se llevó a la práctica, tal y como él lo concibió. No todos
tienen verdadero acceso a las distintas enseñanzas, particularmente en la
Preparatoria y Universitaria. Pero sentó nuevas ideas y premisas que aún
hoy siguen viviendo y sirven de base de resistencia y de lucha para lograr
una educación con acceso para todos y vinculada a la vida y a la
sociedad. El sentido filosófico – cultural de su discurso educativo con apoyatura utópica y realista, le aporta a toda su obra cualidad humanista, porque la cultura, tal y como enfatiza el Dr. Pupo, es producción verdaderamente humana y medida de ascensión[28]. Referencias: [1]
Rivero, D, Rojas, I. Justo Sierra y la Filosofía positivista en México.
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, pp. 71 – 72. [4]
Rivero, D, Rojas, I. Justo Sierra y la Filosofía positivista en México.
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, pp. 66 – 67. [5]
Sierra, 1977; Vol. X:
15). [6]
Najmanovich Denise
(2005) Pensar la subjetividad. Complejidad, vínculos y emergencia
Utopía y Praxis Latinoamericana. Año 6, No. 14 (2001), pp. 106-111. [7]
Pupo R. (2006),
Prontuario Filosófico cátedra de Filosofía de la Educación. [8]
Justo Sierra se encuentra
entre los creadores de la tradición hispanoamericana, junto a
hombres como Bello, Sarmiento, Montalvo, Hostos y Martí, para quienes
pensar y escribir fue una forma de bien social y la belleza una manera
de educación para el pueblo. Por su gestión como educador y su
visión como historiador, Justo Sierra puede ser considerado como un
precursor de la Revolución Mexicana en el ámbito educativo y
cultural. [9]
Martí, J. Colegio de abogados… México. Obras completas. Tomo 6.
Editorial Nacional de
Cuba, La Habana, 1963, p. 211. [10]
Ibídem, p. 209. [11]
¿Que acciones hizo
Justo Sierra en beneficio de la educación en México en el siglo XIX?
El Positivismo en México; Leopoldo Zea_archivos\¿Qué acciones hizo
Justo Sierra en beneficio de la educación en México en el siglo XIX
- Respuestas.htm [12]
Ver Verónica Ávila, Ana.
Reforma educativa de Justo Sierra. http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm. [15]
Ver Verónica Ávila, Ana.
Reforma educativa de Justo Sierra.
http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm. [17]
Ver Prawda, Juan. “Desarrollo del sistema educativo mexicano,
pasado, presente y futuro”. Curiel, Martha, et. al. en México,
setenta y cinco años de Revolución. T.I. México: F.C.E., 1988,
p. 61. [18]
Ver Bazant, Milda. Historia
de la educación durante el Porfiriato. México: El Colegio de
México, 1993, p. 43. [19]
Ver Sierra, Justo. “Sobre el laicismo en la educación” en Debate
pedagógico durante el Porfiriato. Antología preparada por
Milda Bazant. México: El Caballito, SEP. 1985b, p. 23. [20]
Sierra,
Justo.
“Reformas legales a la educación primaria” en Debate pedagógico durante el Porfiriato.
Antología preparada por Milda
Bazant.
México: El Caballito, SEP. 1985ª, p. 23. [21]
Ibídem, p. 28 [22]
Ver Bazant, Milda Historia
de la educación durante el Porfiriato. México: El Colegio de
México. 1993, p. 45. [23]
Ver Bazant, Milda Historia
de la educación durante el Porfiriato. México: El Colegio de
México. 1993, p. 45. [24]
Sierra,
Justo.
“Reformas legales a la educación primaria” en Debate pedagógico durante el Porfiriato.
Antología preparada por Milda
Bazant.
México: El Caballito, SEP. 1985ª, p. 43. [25]
Ibídem. [26]
Por supuesto con el carácter sui géneris que tuvo en México y
particularmente los matices que le aporta, principalmente en su etapa
final Justo Sierra. [27]
[27]
Verónica Ávila, Ana.
Reforma educativa de Justo Sierra. http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm. |
por Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal
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