Desarrollo del pensamiento filosófico y especificidades
de su positivismo evolucionista por Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal |
Justo Sierra no hizo filosofía por regodeo
intelectualista ni interés propiamente academicista, sino apremiado por
la contradictoria realidad mexicana en sus varias esferas: política,
educativa, cultural, social, etc. Como liberal humanista siente las
necesidades de México como propias, y a ellas dirige su profundo
discurso. En filosofía lo acompañan sus credos positivistas, pero no de
tipo comtiano, sino spenceriano, pues encontró en éste mayores
posibilidades para dar realidad a sus programas políticos, educacionales,
y culturales, en fin[1]. Las ideas de la evolución creadora de
Spencer no sólo influyen en Bergson, sino en muchos filósofos e
intelectuales del mundo, incluyendo a Justo Sierra. Particularmente
impresiona sus ideas en torno a su programa, al que llama sistema de
filosofía sintética. Spencer fue estudiando las diferentes formas de
manifestarse la evolución en la biología, la psicología, la sociología
y la ética. En el terreno de la política y la moral, Spencer, que
consideraba que los principios de la ética tienen una base biológica
(tesis que estará en la base de las concepciones del darwinismo social),
defendió una forma extrema de liberalismo , y sostenía que el ser
humano, producto más perfecto de la evolución biológica, cultural y
espiritual, está organizado en sociedades cuya evolución superorgánica
conduce necesariamente al individualismo, que es manifestación de una
cualidad moral superior y, en dicho proceso evolutivo, la intervención
del Estado es perturbadora, razón por la cual aboga por dejar la sociedad
a la espontaneidad que rige su evolución, ya que el Estado, en cuanto que
no tiene conciencia propia, no es realmente un producto fiel al proceso
evolutivo. En una sociedad más desarrollada, sustentada en el
individualismo, habrá una perfecta concordancia entre egoísmo y
altruismo, ya que la evolución moral hace coincidir, cada vez más, la
satisfacción del individuo con el bienestar de los demás. Las verdades
que consideramos a priori, tales como las leyes matemáticas y lógicas,
las nociones de espacio, tiempo o causalidad, por ejemplo, así como los
valores morales, son fruto de una herencia transmitida por nuestros
antepasados, herencia de la especie que va mejorando en el curso de la
evolución[2]. Por supuesto, Justo Sierra no asume una
teoría evolucionista tan radical, pero la idea de la evolución moral, de
los valores, la herencia como continuidad en desarrollo que conduce al
progreso, le entusiasman y trata de aplicarlo a su programa. Pero se opone
a ver la evolución moral sólo como un proceso biológico, que excluya
los momentos socioculturales. En su visión del mundo cree como Spencer,
y a diferencia del positivismo comtiano, que no hay contradicción entre
ciencia, filosofía y religión, ya que ésta, en última instancia, se
limita a afirmar que la existencia del mundo y todo lo que nos rodea es un
misterio que siempre necesita ser interpretado (…), su misión es la de
manifestar el carácter inescrutable de lo absoluto. Si la tarea de la
ciencia es el conocimiento de los aspectos concretos de las diversas
formas de la evolución (conocimiento parcialmente unificado), la de la
filosofía es el conocimiento sintético de esta evolución. Como hombre de acción política y proyección
filosófica, en esta investigación el pensamiento de Justo Sierra es
analizado desde el prisma filosófico cultural,
y se toman primordialmente como base las obras suyas y algunos de
sus escritos periodísticos, se busca antes que todo, conocer otra de las
facetas de este gran pensador de fines del siglo XIX y constructor de la
modernidad en México. Ante la serie de desaciertos de la vida pública
y en particular del gobierno en turno, funda el periódico
El
Bien Público (1876),
desde donde va a desarrollar sus ideas sobre la vida pública y la acción
del gobierno y las cámaras y en general sobre acontecimientos que van
marcando y perfilando el desarrollo y sistematización de su pensamiento
filosófico. Desde su primer artículo en este diario,
lanza sus principios constitucionales que tienden a combatir la reelección
de Lerdo de Tejada y la decisión de las cámaras de otorgarle facultades
extraordinarias; pero lo más interesante viene cuando invoca los
principios liberales para rechazar esta tendencia impuesta desde el
Gobierno y en concreto desde el capricho reeleccionista presidencial.
Sierra inicia denunciando ante la opinión ciudadana el contubernio entre
los diputados y el presidente Lerdo; y sostiene que éste debe recordar
que es depositario de los principios constitucionales y que si no se
cumplen será un dictador “dueño de vidas y haciendas” de los ciudadanos.[3]
El
Bien Público,
periódico
que sirve para generar opinión pública en defensa de la Constitución de
1857 y contra los desvíos del poder gubernamental, estuvo redactado por
José María Castillo Velasco, Francisco G. Cosmes, Eduardo Garay, Jorge
Hammenken Mexia, Justo y Santiago Sierra y Francisco Sosa. Estos
escritores toman el concepto de
opinión pública y lo convierten en el mecanismo necesario para
combatir desde la tribuna y con la palabra, la razón y el texto las
injusticias que comete el gobierno o cualquiera de los poderes
establecidos. En este aspecto Sierra y sus colaboradores utilizan estas
armas y no los fusiles o pistolas como hizo la anterior generación de
liberales. Estos liberales
son más que nada civilistas y no militares, están contra la violencia
armada y se dedican a disuadir a la opinión pública de la importancia
que tienen la Constitución y las leyes establecidas, la importancia de
mantener las instituciones y el gobierno para todos. En este período
es derrocado Sebastián lerdo de Tejada, como se mencionó antes, e
intenta asumir la presidencia José Ma. Iglesias, quien es derrotado y
todo se trastoca; huyen todos los miembros del periódico y Sierra deja de
escribir hasta que funda otro medio impreso. Si bien desde
El
Federalista y el Bien Público Sierra ya desarrolla con agudeza los
asuntos de coyuntura, que son eminentemente políticos, el año que se
retira de la actividad periodística le permite reflexionar sobre su acción
como escritor público. Emerge con doble presencia, como escritor y
como político e incursiona en el ámbito filosófico como
hombre
de acción o de toma de decisiones para
usar un término acuñado en la sociología política de Max Weber. Su
experiencia personal lo lleva a decidir su acción, tanto en el diarismo
como en su carrera de abogado, y en las instituciones establecidas. Es a
partir de 1878 que surge con esta doble presencia en el ámbito de la élite
política del período en que Díaz se hace de la actividad directiva del
estado por medio de las armas. Junto a viejos y nuevos amigos funda
La
Libertad,
diario Liberal conservador. Lo acompañan en
esta empresa Francisco G. Cosmes, Eduardo Garay, Telésforo García y
Santiago Sierra. Si en el periódico
El Bien Público
se dedicó a atacar a la reelección de
Sebastián Lerdo de Tejada y presentó las tesis constitucionales contra
el presidente y el Poder Legislativo que aceptó la propuesta
presidencial; tomó la decisión de afiliarse al partido de Iglesias, y
después de que fueron combatidos y derrotados, tras un período de un año
regresó con nuevas ideas, lo cual indica una radicalización se su
pensamiento, fundamentalmente enfilado sobre las
cosas públicas. Es en
La
Libertad donde descarga
paulatinamente durante dos años y en diferentes artículos sus
convicciones civiles y su nueva ideología política, apegada a la
doctrina liberal; pero con ciertos cambios evidentes en sus textos. Se
dedica principalmente al análisis de coyuntura, tanto política como
sociofilosófica y económica, aspectos que aparecen en sus escritos como
un nuevo campo de acción pública, que los conduce y ejecuta a través
del periodismo. En este quehacer
político y filosófico, misión y oficio se articulan como procesos
alternativos y recíprocos y en su concepción del mundo y de la vida, la
historia es tratada de diferentes formas. Sus nuevas convicciones están
en la esfera del pensamiento científico y filosófico, porque ha bebido y
aplicado con creatividad y renovada agudeza gran parte de la obra humana
que en este campo del conocimiento y el saber le ha antecedido. La
sistematización creadora de su pensamiento filosófico da cuenta de ello.
Su obra refleja coherencia lógica y actitud crítica ante diversas
corrientes de pensamiento y doctrinas. Podemos
mencionar, sin temor a equivocarnos, que con el periodismo, Sierra empieza
a perfilar su pensamiento positivista liberal, pero que no se queda ahí,
sino, todo lo contrario, evoluciona: primero y, sobre todo, en el terreno
político y luego hacia la racionalidad filosófica. Entre sus escritos
encontramos varias evidencias de su nueva intención[4].
Nuevos conceptos, con matices distintos aparecen en su obra periodística. Hasta aquí se
ha presentado el análisis sobre los motivos que llevan a Sierra a fundar
dos periódicos, de suma importancia para la formación de la opinión
entre los miembros de la sociedad de entonces, pero dirigidos
principalmente a lo que conocemos hoy como clase política y su definición
filosófica. Además, el segundo de ellos es de suma importancia en los
inicios del sistema político fundado por Díaz, y donde este actor juega
preponderantemente un papel de escritor, pero más como político. La
Libertad
sirve, pues, al grupo de
Sierra para presentarse nuevamente ante la opinión pública con nuevas
ideas sobre la
esfera pública en México, le interesa sobre todo recuperar la
tendencia liberal y democrática que los movió un año antes a criticar
al régimen de la revolución tuxtepecana. En el
primer párrafo del texto inaugural, llamado “Programa” (5 de enero de
1878), expone su credo político y la nueva orientación en sus ideas que
sustentará hasta la muerte.[5]
La radicalización del pensamiento sociofilosófico
y político de Justo Sierra, encuentra expresión en sus propias palabras:
"Hace más de un año que abandonamos la arena periodística.
Entronizada la revolución en el poder (La batalla de Tecoac que dio el
triunfo a Díaz en 1877), rota la barca de la libertad, erigido en sistema
el capricho más tiránico, el periódico fundado entonces (El
Bien Público 1876)
con el fin de combatir la revuelta asentada en los escaños del gobierno y
en los campos de batalla (refiere a la decisión de los diputados de
aceptar la reelección de Sebastián Lerdo de Tejada y el respectivo
alzamiento de Porfirio Díaz), terminó su nobilísima misión bien quisto
de todos los hombres que entre nosotros aman sinceramente las
instituciones democráticas…”[6]
La
lucha, que después siguió en otro terreno, para derrocar casi sin
esfuerzo a un poder perdido indefectiblemente ante la opinión general,
puso frente a frente a las dos entidades que, si un sentimiento común se
habían opuesto al reinado de las arbitrariedades. Divergían, no
obstante, respecto a la forma que debiera revestir el poder público. Al
respecto declara “Nuestro campo en tal situación estaba bien
determinado: debíamos hallarnos y nos hallábamos desde luego al lado del
hombre, que la Constitución llamaba a la presidencia de la República
(José Ma. Iglesias). “(…) Los sucesos que han venido después (…)
nuestro vencimiento en el terreno de los hechos, la situación que se ha
ido creando poco a poco y que tiene toda la importancia de un acto histórico
indeleble, el asentimiento, en fin, de la nación a lo realizado en la
esfera pública desde el 20 de noviembre del año pasado (1877)
hasta hoy ( 5 de enero de 1878), es algo categórico que se nos ha
impuesto , en buena parte contra nuestra voluntad “(…) La derrota no
ha podido producirnos ningún despecho, porque no teníamos por punto de
mira el medro personal, y podíamos, como podemos desde luego, tomar fríamente
la actitud, no más conforme con nuestros deseos, sino con los grandes
intereses nacionales que están por encima de todo estrecho propósito”.[7]
Como podemos apreciar, su resumen de los
hechos es más de coyuntura política, que relatos históricos; lo que aquí nos trae es el método como
Sierra introduce su “nueva orientación política”, dentro de este artículo
que estamos reseñando al respecto, el conocido lema del régimen
encabezado por Porfirio Díaz: “Orden y progreso”, es similar al último
párrafo leído, que deja constancia de la nueva militancia de Sierra en
la filosofía positivista, por eso a lo largo de la vida del diario también
su lema de “liberal conservador” es similar en su estructura y
sentido. En este proceso la creación del diario
La
Libertad, obedece a una estrategia
política que Sierra y su equipo desarrollan para acercarse al público,
para formar opinión favorable al régimen de facto. Invocan los
principios de la ciencia y explican “su verdad” como irrefutable ante
los hechos sociales e históricos. Al respecto
escribió en uno de los artículos que conforman el
Programa de la
Libertad: “(…) fuera de que la
carta fundamental ha sido hasta ahora un verdadero capuz mortuum en manos
de todos los gobiernos anteriores; fuera de que dadas nuestras
instituciones democráticas, sitien la legalidad es un principio
incuestionable y necesario, en cambio la legitimidad, tal cual quieren
comprenderla algunos de sus partidarios, es una negación completa de la
soberanía nacional, el gobierno nacido de la revolución iniciada en
Tuxtepec, de este suelo, seco por la pólvora que hemos quemado (…)
“Nosotros reconocemos terminantemente este hecho y nos apercibimos a
seguir la conducta enunciada (…) “¿Vamos, no obstante, a poner
nuestras ideas y nuestros esfuerzos al servicio del poder? No: vamos a
procurar que la paz se conserve durante los años que nos faltan para
prepararnos, a que salga del sufragio una legalidad sin tacha…[8]
El Programa, de
corte liberal positivista para decirlo en forma sintética, menciona el
principio de la conciliación nacional a partir de la organización de los
partidos políticos; de la elección para puestos públicos de personas
aptas y honradas; de superar los males nacionales como la corrupción y la
arbitrariedad. Sin duda alguna su proyecto está claramente
manifiesto en este artículo
que viene a presentar un nuevo pensamiento político liberal de corte
civilista, contrario a la vieja guardia de combatientes. El punto final es
extraordinario, veamos su redacción: “(…) nosotros llegamos hoy a
poner nuestro humilde contingente al servicio de la libertad, del orden,
del derecho, que son la verdadera base conservadora de un estado social
admitido por la razón…”[9] En el mismo diario,
reafirmando su credo positivista evolucionista, el 3 de septiembre de
1879, publica lo siguiente: “Es para mí, fuera de duda que la
sociedad es un organismo, que aunque distinto de los demás, por lo
que Spencer le llama “superorganismo”, tiene sus
analogías innegables con todos los organismos
vivos (…) Lo que ya está fuera de debate (…) es que
la sociedad, como todo
organismo,
está sujeto a las leyes necesarias de la evolución (…) Es decir, que en todo
cuerpo, que en todo organismo, a medida que se unifica o se integra más,
sus partes más se diferencian, más se especializan, y en este doble
movimiento consiste el perfeccionamiento del organismo, lo que en las
sociedades se llama
progreso (…)[10]
En ese aspecto, Sierra considera al estado como un Leviatán[11]
que debe estar dotado de todas las armas para imponer el
orden necesario para proteger la libertad de los
individuos. Los redactores del periódico
ponen toda su experiencia en la formación del
interés público
y llevan a los lectores, en general, a debatir con ellos sus propuestas
que siempre están en
función de legitimar su
credo liberal y positivo. Ellos crearon un nuevo concepto de
espacio público
en torno a la discusión política de los intereses del régimen, su acción
fue más que literaria política, buscaron, antes que nada, generar
sentido positivo a favor de la tiranía vuelta gobierno, su instrumento
principal fue el análisis de
coyuntura. En
la coyuntura, fabricada por ellos en sus textos, introducen nuevos
elementos para la concepción de la realidad como lo cotidiano, se busca
la formación del presente como un “hecho natural y asimilado” por los
miembros de la sociedad sin buscar más allá del significado propuesto,
se apegan más al plano de la inmediatez, contrario al determinista y
tajante de los hechos históricos; estos últimos, explicados desde la
percepción científica de la sociedad y su régimen de gobierno. La presentación de los
hechos fue algo novedosa, casi noticiosa, sobre la vida del organismo
social, muy influenciado por Spencer, que presentó Sierra y su equipo en
las páginas de
La Libertad. Sobre todo buscaron previsión y medición
de consecuencias sobre su acción política, más que periodística. A la
acción ejecutada en el pensamiento de Sierra, le corresponde una decisión
introducida en la secuencia de relaciones históricas, justificadas desde
la teoría del valor personal, o bien desde la coyuntura. Por eso su
pensamiento en esta etapa de su vida pública es antes que nada político; su acción sirve para decantar los nuevos valores del
régimen político que ellos ayudaron a
construir. Por eso la insistencia de los redactores de
La
Libertad en mantener en boca de la
sociedad los conceptos gobierno, bien público, instituciones,
legitimidad, legalidad, soberanía y todo el aparato conceptual que el régimen
requería para presentarse ante el pueblo, más que acción política de
gobierno, deviene potencialmente, al decir de Antonio Gramsci, aprehensión
teórico-práctica de la realidad viviente. Esta actividad
de Sierra y sus grupos, es eminentemente político-filosófica; y sin ser
un partido, ni agrupación política, tuvieron la clara conciencia de
formar una nueva cultura política en México desde 1880, hecho que
perdura hasta el día de hoy. Por eso, antes de concluir, junto con uno de
sus biógrafos, Agustín Yáñez, podemos afirmar que Sierra traza
“(…) Rumbos nuevos: con la política científica. En la cátedra, en
la historia y, sobre todo, está claro su pensamiento riguroso…”[12]
Aunque, con el mismo autor, debemos decir que Justo Sierra y su grupo:
“Lléganse al Presidente Díaz, le hablan de sus proyectos y se
comprometen a ayudarlo contra las empresas revolucionarias que, tratando
de prorrogar la endemia de trastornos públicos, impidan el adelanto de México…”[13]
En su amplia hoja de servicios se destacan
hitos importantes, pero de acuerdo a nuestro objeto de estudio, nos
interesa resaltar su elan filosófico, donde no podemos perder de vista
que pronuncia significativas palabras en relación a la filosofía. En
ellas puede advertirse, ya, la evolución de su pensamiento, la lejanía
en relación a los postulados ortodoxos comtianos y la influencia
spenceriana: “Una figura de implorante vaga hace tiempo en derredor de
los templa serena de nuestra enseñanza oficial: la filosofía;
nada más respetable ni más bello (...) La verdad es que en el plano de
la enseñanza positiva la serie científica constituye una filosofía
fundamental (...) Las lucubraciones metafísicas que responden a un
invencible anhelo del espíritu una suerte de religión en el orden ideal,
no pueden ser materia de ciencia; son supremas síntesis que se ciernen
sobre ella y que frecuentemente pierden con ella el contacto...”[14] Añade que en la Escuela de Altos Estudios
una sección tratará de la filosofía, de la historia, “empezando por
las doctrinas modernas (...) hasta los días de Bergson y William James. Y
dejaremos libre, completamente libre el campo de la metafísica (...) al
monismo por manera igual que el pluralismo (...) mientras perseguimos la
visión pura de esas ideas eternas que aparecen y reaparecen sin cesar en
la corriente de la vida mental: un Dios distinto del universo, un Dios
inmanente en el universo, un universo sin Dios”. Sin embargo, afirma que
no se desea que en la Universidad “se adore a una Atenea sin ojos para
la humanidad y sin corazón para el pueblo (...) queremos (...) adorar a
Atenea promakos, a la ciencia que defienda a la patria”.[15] Ya desde 1889,
en México social y político puede advertirse en Sierra ciertas
tonalidades al interior de su pensamiento. El liberal, que nunca murió
en él, resurge a momentos, ¿acaso no vuelve, a veces, al concepto
“abstracto” de justicia y de derechos del hombre? La influencia de
Spencer, S. Mill y del liberalismo tradicional aparecen en su discurso político
en una sabia combinación (…,) discurso, por otra parte, pleno de
sinceridad en el que a momentos se hace patente una angustiosa autoacusación
en el plano político. Recordemos la alocución presentada en la Cámara
de Diputados el 12 de diciembre de 1893. En ella, recordando la frase evangélica
afirma: (...) el pueblo mexicano tiene hambre y sed de justicia (...) todo aquel
que tenga el honor de disponer de una pluma, de una tribuna o de una cátedra,
tiene la obligación de consultar la salud de la sociedad en que vive; y
yo cumpliendo con este deber, en esta sociedad que tiene en su base una
masa pasiva, que tiene en su cima un grupo de ambiciosos y de inquietos en
el bueno y en el mal sentido de la palabra, he creído que podría
resumirse su mal íntimo en estas palabras tomadas del predicador de la
montaña hambre y sed de justicia (...) la maravillosa máquina
preparada con tantos años de labor y de lágrimas y de sacrificios, si ha
podido producir el progreso, no ha podido producir la felicidad (...)
Pertenezco señores, a un grupo que no sabe, que no puede, que no debe
eludir responsabilidades.[16]
En el prólogo a
Peregrinaciones aconseja a Rubén Darío que vuelva a la humanidad, a su
padre, el pueblo. "Los poetas -le dice- deben servirse de su lira
para civilizar, para dominar monstruos, para llevarlos en pos suya hasta
la cima de la montaña santa en que se adora el Ideal.”[17]
De 1905 a 1911 desempeña la cartera de Instrucción Pública en el
gabinete del general Díaz, a quien sirve sin contradecir su estirpe ideológica
seguro de sus metas, sacrificando lo pasajero a lo permanente. Inaugura la
Universidad Nacional en 1910. El discurso que en esa ocasión pronuncia es
el más perfecto de sus discursos, no sólo por el contenido y por la
forma, sino por la emoción humana y patriótica que lo ilumina. La
Universidad ha de investigar, pero no a espaldas del pueblo, ha de crear
profesionistas, pero con sentido humano y con responsabilidad colectiva.
Crear el espíritu de sacrificio en favor de los intereses de la vida
social, no sólo producir ciencia, tal es la función de la Universidad,
dijo. “No se concibe
en los tiempos nuestros -agregó- que un organismo creado por una sociedad
que aspira a tomar parte cada vez más activa en el concierto humano, se
sienta desprendido del vínculo que lo uniera a las entrañas maternas
para formar parte de una patria ideal de almas sin patria; no será la
Universidad una persona destinada a no separar los ojos del telescopio o
del microscopio, aunque en torno de ella una nación se desorganice”[18]. Su positivismo evolucionista se hace sui géneris
y práctico, principalmente por sus ideales patrióticos y su magisterio
humanista. Quiere y lucha incansablemente por el desarrollo de México y
su pueblo. Hay una concepción de la historia, de la ciencia y de la
cultura misma, con espíritu evolucionista, pero desde la praxis y el
humanismo. Desde el momento en que se marca la preponderancia de una fracción de la
especie humana sobre las otras, dar a aquella el primer papel y consagrar
a éstas una atención proporcionada a su importancia... La ciencia de la
historia consiste en la investigación de los hechos humanos que se han
sucedido en el curso de los siglos y de las leyes generales que los
rigen... La historia es una de las ciencias sociológicas en vía de
formación... para construir el edificio de la ciencia, es indispensable
la investigación constante de las causas de los hechos, es decir, buscar
cuáles sean los hechos generales que comprendan las relaciones de los fenómenos
entre sí. Esto es, llegando a ciertas generalizaciones superiores, lo que
se ha llamado filosofía de las ciencias... En la historia estas
generalizaciones superiores pueden reducirse a la ley del progreso y a la
de la evolución”[19]
. Nótese con
claridad cómo la filosofía de Spencer
y Darwin palpitan en la visión del mundo y el hombre de Justo Sierra,
pero con sus diferencias y especificidades,
por el sentido cultural que le impregna. Por eso, la jerarquía católica
no estaba de acuerdo con las ideas y acciones de Sierra. “El grupo
católico mexicano al no aceptar los planteamientos de carácter
darwinista y spenceriano, realizados por Sierra en sus primeros pliegos,
ejerció tal presión que Sierra corrigió y suprimió, al parecer,
algunas de sus afirmaciones, aunque siguió en su línea evolucionista. Sierra
propuso siempre el laicismo en la enseñanza, advirtiendo que el concepto
de “laicismo” debía entenderse como “neutralidad” ante cualquier
credo religioso. Su crítica a la enseñanza religiosa-escolástica y al
poder de la Iglesia está presente en su obra:”[20].
Por eso
afirma: “...ahora la Iglesia reclama lo que se ha perdido; este
monopolio que quisiera para ella, cuando no lo puede obtener por entero,
lo quiere partir con el Estado... los miembros del partido ultramontano...
que quiere y lo está consiguiendo, deprimir la enseñanza científica
para levantar sobre ella la enseñanza eclesiástica; en una palabra,
quiere destruir el Estado laico y obtener en la escuela el campo que ha
perdido en el mundo de la acción En el apartado “1. La creación”, se
refiere a “Las hipótesis científicas sobre el origen del universo, que
respetables conocedores creen conciliables con el Génesis, se deben
principalmente a Kant, a Herschel y, sobre todo a Laplace”, continúa
afirmando, “Darwin y sus discípulos sostienen que la explicación científica
del origen del hombre, estriba en lo que se llama la transformación de
las especies”.”[21]
Naturalmente, no se trata de una visión
atea, sino de una comprensión donde
considera necesaria la educación laica. Sencillamente: “En el
pensamiento de Sierra puede descubrirse a momentos una inquietud y un
cierto romanticismo al relacionar la ciencia con la religión. En su
Discurso “Apología de la ciencia”, pronunciado en la Escuela Nacional
Preparatoria, el 8 de septiembre de 1877, después de realizar un panegírico
de la ciencia y de su tarea precisa, lanza esta acusación[22]: “Impíos los
que la llamáis irreligiosa (a la ciencia) ¡no la habéis comprendido!. A
medida que avanza, a medida que crece, se ensancha en torno suyo el
misterio supremo de la vida, sustancia íntima de la religión... Allí,
incognoscible, pero real lo absoluto, sin el cual lo relativo sería la
nada... si lo llamáis Dios, convenid conmigo en que el cielo narra la
gloria de Dios del salmista hebreo, jamás ha sido más solemne que cuando
al salir de los labios de la ciencia, ha tenido por eco el infinito”[23]
El
positivismo evolucionista se manifiesta
con fuerza también en
su pensamiento político. Si ciertamente defiende la filosofía, ahora
absolutiza lo relativo en detrimento de lo absoluto y abstracto. “
...para mí – enfatiza - no hay nada sino lo esencialmente relativo; yo
declaro que no entiendo lo que quisieron decir los diputados al Congreso
Constituyente cuando en alguno de los artículos de la Constitución
dijeron, por ejemplo: ‘Todo hombre es libre para abrazar la profesión
que le acomode’...Yo creo que los derechos de la sociedad y los derechos
del individuo son dos fases de la ley de la necesidad que precede al
desenvolvimiento del organismo social...Yo creo que no es la libertad ese
querubín bíblico que baja de los cielos en medio de los truenos y de los
rayos y sobre cuyas alas se para Jehová por en medio del firmamento
estremecido”[24] Las ideas generales del positivismo están
presentes en el discurso de Justo Sierra, independientemente
de sus especificidades evolucionistas, y su sui géneris aprehensión,
pues
el «espíritu
positivo» es fiel a unos principios orientativos o reglas, que se
mantienen en todas las filosofías positivas de las diversas épocas: la
regla ontológica del fenomenismo, según el cual la realidad se
manifiesta en los fenómenos, obliga a rechazar cualquier concepción de
una esencia oculta más allá de los fenómenos; la regla del nominalismo,
según la cual el saber abstracto no es saber de cosas en sí o
universales, sino de meras cosas individuales generalizadas; la regla que
obliga a renunciar a juicios de valor y a enunciados normativos, en cuanto
carentes de sentido cognoscitivo y, finalmente, la regla de la unidad del
método de la ciencia, según la cual cabe pensar en un solo ámbito del
saber, reducible a la observación y a la experiencia. Así con acento
spenceriano fuerte, señala en el “El Programa de La Libertad”
en relación al hombre y su evolución en la sociedad: “Si
el hombre no puede tener derechos absolutos, sí tiene que conformarse y
de hecho se conforma, a pesar de todas las declamaciones de los metafísicos,
a las necesidades del medio social en que vive, en cambio, su evolución a
través de la historia ha tenido estos dos caracteres: la tendencia de la
sociedad a organizarse mejor, la tendencia del individuo a ensanchar su
actividad: estos dos movimientos coinciden tan íntimamente que son como
dos fases de uno solo. La una fase es lo que llamamos los evolucionistas
la integración, la otra es la diferenciación”[25] Otra da cuenta de su visión positivista en
general, y evolucionista de corte spenceriano, en particular: “En 1878,
señala que “la Constitución de
57 es una generosa utopía liberal, pero destinada, por la prodigiosa
dosis de lirismo político que encierra, a no poderse realizar sino lenta
y dolorosamente”[26] En ella se había actuado
a ciegas aceptando “más o menos conscientemente la absurda teoría del
contrato social”. Respondiendo a la acusación de reaccionarios que El
Monitor había lanzado a su grupo, responde con cierta ironía, “si
quiere saber el colega por qué somos reaccionarios, se lo diremos...
Porque habiendo el pueblo mexicano avanzado tanto en el camino de la
democracia y de la libertad como la Constitución de 57 lo indica,
nosotros queremos hacerlo retroceder a las ideas de orden. ¡Orden: como
si eso no fuera mentar la soga en casa del ahorcado” [27]. Con razón
justificada la investigadora María
del Carmen Rovira[28],
especialista en el Maestro Sierra escribe: “La oposición a la
Constitución del 57 y en general al régimen liberal, la realiza desde
una posición spenceriana. “...marcha en el sentido del individualismo
en constante y creciente armonía con la sociedad... Es para mi fuera de
duda que la sociedad es un organismo, que aunque distintos de los demás,
por lo que Spencer le llama un superorganismo, tiene sus analogías
innegables con todos los órganos vivos. “Yo encuentro, señala Sierra, que
el sistema de Spencer, que equipara la industria, el comercio y el
gobierno, a los órganos de nutrición, de circulación y de relación con
los animales superiores, es verdadero... Lo que ya está fuera de
debate... es que la sociedad, como todo organismo, está sujeta a las
leyes necesarias de la evolución; que éstas en su parte esencial
consisten en un doble movimiento de integración y de diferenciación, en
una marcha de lo homogéneo a lo heterogéneo, de lo incoherente a lo
coherente, de lo indefinido a lo definido. Es decir, que en todo cuerpo,
que en todo organismo, a medida que se unifica o se integra más, sus
partes más se diferencian, más se especializan, y en este doble
movimiento consiste el perfeccionamiento del organismo, lo que en las
sociedades se llama progreso”[29] . Para lograr
“el perfeccionamiento del organismo, lo que en las sociedades se llama
progreso”, según la visión positivista evolucionista de Sierra, se
requería un centro fuerte de dirección que logre la unidad del pueblo
mexicano. Esta concepción – búsqueda de la cohesión social - lo
conduce a apoyar a Porfirio Díaz, “porque,
concluye Sierra, de lo contrario la incoherencia se pronunciará cada día
más, y el organismo no se integrará, y esta sociedad será un aborto”
(Ibíd.: 239). Este centro de poder, de autoridad, absolutamente
necesario para lograr el desarrollo de lo heterogéneo, de lo individual,
no era otro sino el poder y el gobierno de Porfirio Díaz. Si no se
alcanzaba ese centro de poder y con él la homogeneidad, “estamos
expuestos, afirma Sierra, a ser una prueba de la teoría de Darwin, y en
la lucha por la existencia tenemos contra nosotros todas las
probabilidades”[30] . En su intelección era necesaria la
homogeneidad, así como lograr la unión de la libertad y el orden para
ascender al progreso, y a ello se dirige con fuerza persuasiva; “Sin
embargo, no quiere esto decir que Sierra no defendiera los derechos del
individuo, sobre todo los de la individualidad burguesa. Recordemos que
en el positivismo comtiano el individuo quedaba subordinado a los
intereses de la sociedad y del Estado; por el contrario Spencer y Stuart
Mill defendían abiertamente y apoyaban el desarrollo económico de la
clase burguesa. Por ello mismo y por el concepto de sociedad como
organismo sujeto a la evolución, Sierra se inclinaba a la línea
spenceriana[31]. Por otra parte
Sierra en su proyecto social le concede al hombre un importante papel. El
hombre es, por excelencia, un animal político y la educación tiene la
tarea de orientarlo para que dé sus mejores frutos. En su obra Evolución
política del pueblo mexicano después de un acertado análisis de la
situación mexicana indica la necesidad de que el mexicano sea capaz de
lograr una evolución social y política. “Sierra recurre al modelo de
Estados Unidos, allí si había, según su opinión, una organización,
una concentración: el partido republicano; logrado esto podía darse una
evolución, tal como lo señalaba Spencer, dada esta circunstancia sí era
posible[32] Por eso
enfatiza Justo Sierra: “mermar la intrusión del centro en la esfera de
acción de los individuos... que el Estado pierda todas sus funciones,
ajenas a la protección de todos, es decir a la justicia, y que el orden
resulte del consensus de todos; aquí hay ese consensus,
pero es preciso que haya orden”[33]
En fin, se
trata de personificar la doctrina que considera al progreso como la evolución
del orden, es decir, su credo positivista evolucionista como núcleo
estructurador para salvar a México y a los mexicanos.
“Preocupado – señala María del Carmen Rovira-
por la situación política y económica mexicana, ante el temor a
revueltas, que ya se estaban dando, alteradoras del orden, defiende la
necesidad de un gobierno fuerte y por lo mismo la continuidad de Díaz en
el poder[34]
(…) Llevado por su intuición
en la política se dirigía a los liberales, “a los hombres de razón
que forman parte del partido liberal”, aconsejándoles “la
transformación de la libertad y del derecho verbales en el derecho y la
libertad positiva”. Sin embargo, concluye, “¿seremos oídos? Es
seguro que no; nuestras palabras están completamente desautorizadas para
los veteranos del liberalismo, empedernidos en el error, como pecadores
viejos; pero ellos son los que se van; hay otros que vienen”[35]
Una década
después, Sierra somete a crítica al porfiriato en “México social y
político”, obra de profunda madurez política y filosófica.
Plantea ciertos lineamientos políticos que más tarde, en 1892, conformarían
el programa político del nuevo partido “Unión Liberal”, al que más
tarde se le llamaría, en un sentido burlón el “partido de los Científicos”.
Más tarde cansado y defraudado con la realidad mexicana, pero sin dejar
de luchar por su ideal, aboga por un partido conservador. En su
criterio,… es necesario, si queremos que el gobierno parlamentario sea
un hecho, aumentar las atribuciones legales del Ejecutivo en la Constitución,
para que no las busque en la práctica, aún fuera de la Constitución.
Pero es preciso pensar en que este gobierno legalmente fuerte no se cambie
en tiranía, y en que encuentre límites infranqueables. Uno de ellos debe
ser el Poder Legislativo, si es éste un producto cada vez más genuino
del sufragio... La instrucción obligatoria y el voto obligatorio son dos
necesidades magnas de las democracias hispano-americanas[36]
En fin, su
filosofía, toda una obra humana en pos de la justicia de México y el
pueblo mexicano, estuvo siempre presente en el Maestro de América, como
certeramente lo llamase José Martí. “...el pueblo mexicano tiene hambre y sed
de justicia... todo aquel que tenga el honor de disponer de una pluma, de
una tribuna o de una cátedra, tiene la obligación de consultar la salud
de la sociedad en que vive; y yo cumpliendo con este deber, en esta
sociedad que tiene en su base una masa pasiva, que tiene en su cima un
grupo de ambiciosos y de inquietos en el bueno y en el mal sentido de la
palabra, he creído que podría resumirse su mal íntimo en estas palabras
tomadas del predicador de la montaña hambre y sed de justicia...
la maravillosa máquina preparada con tantos años de labor y de lágrimas
y de sacrificios, si ha podido producir el progreso, no ha podido producir
la felicidad... Pertenezco señores, a un grupo que no sabe, que no puede,
que no debe eludir responsabilidades”[37]
La condición
humana, lo esencialmente humano fue siempre un imperativo en el
pensamiento de Sierra; nos lo confirman, una vez más, sus anteriores
palabras[38].
Condición humana que siempre será el baluarte de su filosofía de la
educación. ” Triunfante
la Revolución, Madero lo nombra ministro de México en España. Como se
mencionó anteriormente, murió en Madrid, el 13 de septiembre de 1912.
Sus restos fueron traídos a México y se le tributaron los honores
correspondientes a su rango. Madero y Pino Suárez presidieron sus
funerales, rubricando de ese modo el esfuerzo del patriota que persistió
en su tarea, no obstante el medio en que hubo de cumplirla. En síntesis, Justo Sierra Méndez, desempeñó importantes puestos políticos, educativos y culturales, donde se pone de manifiesto la sistematización creadora de su pensamiento filosófico y sus determinaciones concretas. Un pensamiento rico en aristas nuevas, que sin dejar de ser positivista evolucionista, le imprimió su espíritu. Fue diputado al Congreso de la Unión, Magistrado de la Suprema Corte de Justicia, Subsecretario de Instrucción Pública y Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes de 1905 a 1911, años claves para la cultura y la filosofía en México, ya que en 1910 participó en la fundación de la Universidad Nacional. Nombrado Ministro plenipotenciario en España, falleció en Madrid en el año de 1912[39], pero su pensamiento con su accionar formativo, continúa bregando, porque es de raíz humana y lo humano siempre tiene horizontes orientadores. Referencias: [1]
Por supuesto, no se puede perder de vista que “Sierra se identificó inmediatamente con la tesis de
estimular en la individualidad y en la personalidad los fermentos
creativos de una nueva sociedad. En esa búsqueda Justo Sierra intenta
encontrar en la filosofía de corte positivista una visión
renovadora. Algunas ideas de Justo Sierra evidenciaban su plena
identificación con el positivismo, y la argumentación del por qué
al final de su vida este se retractó del positivismo y
se orientó hacia otras posturas
filosóficas”. Guadarrama, P. Positivismo
y antipositivismo en América Latina. Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana, 2004, p. 52. [2]
Ver Dicc. de filosofía
en CD-ROM. Copyright © 1996-99. Empresa Editorial Herder S.A.,
Barcelona. [3] Sierra, J, Obras, Vol. V.
p.84 [4]
Hasta
lo que llamaría un filósofo mis primeros principios, y que ha
obligado a abandonar, hastiado y fatigado, la vieja envoltura de los
sistemas metafísicos, en que se desarrollaban mis ideas’; también
se ha superado… (Obras, p. 63). [5]
Existe
como un hecho innegable, a pesar de toda la liturgia constitucional
“(…) Reconocer, pues, racionalmente este hecho; procurar que sus
consecuencias favorezcan nuestro progreso; indicar con ánimo recto la
conducta que deben seguir los hombres que lo encabezan, si no queremos
abandonar cobardemente el porvenir de la nación, es algo más
justificable que tomar un fusil y echarse al campo a extraer y disipar
la última gota savia”. [6]
Justo Sierra. Obras, “Programa” 5 de enero de 1878. [7]
La
Libertad, 5 de enero de 1878 [8]
Ibídem. [9]
Ibídem. [10]
Ibídem [11]
Sierra
conoció la obra de Hobbes y la estudió a profundidad con
fines aplicativos a la realidad de México. Como todos sabemos,
Hobbes, partiendo de un análisis casi psicológico
y antropológico de la naturaleza humana, su contenido evoluciona para
culminar con un estudio del poder político. En Leviatán,
Hobbes expuso su teoría acerca de la institución del Estado bajo el
concepto de contrato social, más tarde criticado y readaptado por
Jean-Jacques Rousseau. Estas ideas son asumidas creadoramente por
Sierra, en función del desarrollo del Estado mexicano. [12]
A.
Yáñez, 1950 p. 63. [13]
A.
Yáñez, p. 64. [14]
Sierra, J. Obras completas. Vol. V: 459 UNAM. México, 1977. [15]
Sierra, J. Obras completas. Vol. V: Ibíd.: 169-170. [16]
Sierra, J. Obras completas. Vol. V: Ibíd.: 169-170.
[17]
Ibídem. [18]
Ibídem [19]Sierra, J. Compendio
de historia de la antigüedad. Vol.
X, México, 1977,
p. 15 [20]
Rovira Gaspar, Ma. del Carmen.
Justo Sierra ante la condición humana
Facultad de Filosofía y Letras/UNAM, Julio 2006. http. [21]
Sierra,
1977; Vol. V: 31. [22]
Rovira Gaspar, Ma. del
Carmen. Justo Sierra ante
la condición humana
Facultad de Filosofía y Letras/UNAM, Julio
2006. http. [23]
Sierra,
1977; Vol. V: 19. [24]
Ibídem, p. 31. [25]
Sierra,
1977; Vol. IV: 182. [26] Sierra, 1977; Vol. IV: 143). [27] Ibídem, p. 203 [28]
Ver Rovira Gaspar, Ma. del Carmen. Justo
Sierra ante la condición humana Facultad de Filosofía y Letras/UNAM,
Julio
2006. http. [29]
Sierra, 1977; Vol. IV: 238 – 239. [30]
Ibídem, p. 240. [31]
El subrayado es mío. R. I. [32] Rovira Gaspar, Ma. del Carmen. Justo Sierra ante la condición humana Facultad de Filosofía y Letras/UNAM, Julio 2006. http. [33] Sierra, 1977; Vol. IV: 240. [34] Rovira Gaspar, Ma. del Carmen. Justo Sierra ante la condición humana Facultad de Filosofía y Letras/UNAM, Julio 2006. http. [35]
Sierra, 1977; Vol. IV: 228. [36]
Sierra,
Evolución política del pueblo mexicano. Vol.
IX: 167. En su lucha por la democracia, tal y como él la entendía,
procuró la independencia del Poder Judicial; años después sigue
insistiendo en ello, “si logramos efectivamente que el Poder
Judicial sea independiente y que ocupe el lugar majestuoso que le
corresponde. Ese día, señores diputados, nuestra democracia estaría
hecha, nuestra democracia tendría una garantía... no constituiríamos
una dictadura togada, constituiríamos la única dictadura normal que
la Constitución quiere, la dictadura de la ley y de la justicia” (Ibíd.,
Vol. V: 173). [37]
Ibídem, pp. 167 – 170. [38] Rovira Gaspar, Ma. del Carmen. Justo Sierra ante la condición humana Facultad de Filosofía y Letras/UNAM, Julio 2006. http. [39] Ver anexo no. 1 |
por Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal
Ver, además:
Justo Sierra en Letras Uruguay
Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal en Letras Uruguay
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