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Recorrido por el Oriente de Cuba: Baracoa
(Guantánamo) |
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Baracoa, topónimo aborigen –Lugar donde
llueve, Lugar donde hay agua– que aún identifica a la también conocida
como la Primada de Cuba, por ser el primer asentamiento colonial,
establecido por Diego Velázquez en 1511, casi 10 años después de haber
comenzado la conquista y colonización de América por la cosmovisión
europea. Lugar en donde, a pesar de los 500 años transcurridos después
de la llegada de los españoles, resuena la energía de los pueblos
originarios que la habitaron y que hicieron resistencia armada y
cultural contra aquellos que querían usurpar su memoria. Aún hoy Baracoa
es sitio donde lo aborigen no yace en un lugar olvidado por la memoria
colectiva de sus habitantes, aunque ciertamente sufre un proceso de
supresión como en todo el resto de Cuba, pero allí se niega a ser
invisibilizado por la fisonomía de muchos de los pobladores, las
tradiciones culinarias y médicas, las manifestaciones artísticas y el
trabajo de muchas personas. |
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A Baracoa llegábamos con un programa
intenso de actividades, casi todas organizadas por Alejandro Hartmann,
el historiador de la ciudad. La adaptación a un nuevo ritmo tuvo que ser
rápida: desde el silencio y la calma de Palma Soriano y La Ranchería
hasta el dinamismo y la falta de tiempo para ver y conocer más; hasta el
punto de que el mismo día en que llegamos, ya teníamos la primera
presentación en el Museo Fuerte Matachín: el demo-documental “Viaje a la
Semilla” y el documental “Indio”.
En el poco tiempo que estuvimos allí
(alrededor de 2 horas), conocimos también la historia y capacidades
físicas de su esposo, Rafael Jiménez Fuentes (Felo), quién a sus 91 años
todavía es campeón subiendo y bajando matas de coco. Además
intercambiamos con uno de sus hijos, otros familiares y algunas personas
más que se encontraban ese día allí.
Boca de Yumurí
La casa de esta familia se encuentra subiendo unos cientos de metros por
una carretera en forma de caracol, por lo que desde allí se tiene una
vista fabulosa de la desembocadura y de una parte del río que llega de
entre las formaciones montañosas.
Nuestra sorpresa fue grande pues ya Hartmann nos había hablado del tetí, del arraigo de esa tradición en los baracoesos, de su origen ancestral como práctica y cómo es una evidencia del legado aborigen pues es una tradición que conserva su carácter ritual como ceremonia familiar y comunitaria. También nos había dicho que esta era su época de llegada, pero que por alguna razón no había entrado todavía.
Al regreso nos deleitamos un poco más en el paisaje costero. Nos detuvimos en varias ocasiones para disfrutar de la bella vista y admirar otra rareza de la zona: las palmas en forma de “Y”.
Por último, antes de entrar a la ciudad de Baracoa hicimos una breve
parada para bañarnos en el conocido Río Miel y cerrar, con sello mítico,
nuestro deseo de regresar3. |
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Entre las cosas que no nos podían faltar en Baracoa, estaba la visita a la zona protegida Yara-Mahayara. Ubicada al este de la ciudad y caracterizada por tener numerosas cuevas, cavernas y grutas presentes en los tres niveles de terrazas de formaciones rocosas de “diente de perro”. Hasta allí fuimos temprano en la mañana, esta vez acompañados por el arqueólogo Roberto Ordúñez, otro de los contactos importantes que teníamos en la ciudad y quién, a pesar de tener un resfriado nada despreciable, no quiso dejar que pasáramos por alto el recorrido por la zona. |
Camino sobre el Río Miel antes de llegar al poblado de Mahayara |
Para llegar allí hay que caminar casi 2 km hasta llegar a una zona donde se cruza el Río Miel, en un bote que da viajes regulares para llevar a las personas de una orilla a la otra. Unos cientos de metros, un poco de café y agua de unos amigos de Ordúñez y ya estábamos listo para adentrarnos en las terrazas. Se nos unió un trabajador de la zona, Alejandro Correo, quién junto a Ordúñez no paraban de contarnos historias de aquellos lugares, de los hallazgos de petroglifos y de la población aborigen de la región, de la cual hay aún descendencia en el poblado, pero es más nutrida para la zona de San Justo, un lugar al que no podríamos llegar en esta ocasión.
El recorrido por el conocido balcón arqueológico, ubicado en el primer nivel de terraza, fue extraordinario. Una ruta natural de 1 ó 2 kilómetros a través de estalagmitas, estalactitas y otras formaciones rocosas, con el aderezo de las explicaciones de Ordúñez y Alejandro más la hermosa vista del paisaje costero atlántico. También las evidencias arqueológicas a “flor de piel” (cerámicas, petroglifos, etc.), marcaban la numerosa presencia que otrora tuvieron los pueblos originarios de la zona, los que según los estudios actuales, fueron particulares en esta región. Toda esta zona fue supervisada por Roberto Ordúñez y su equipo, quienes también participaron en la construcción de otro de los atractivos científicos, culturales y turísticos de Baracoa: el Museo Cueva El Paraíso. Este museo está ubicado por encima de la ciudad de Baracoa, enclavado ingeniosamente en los alrededores y dentro de la Cueva del Paraíso, en la segunda terraza de la zona llamada Seboruco, al sur de la ciudad. Nuestra visita al Museo fue breve pero intensa, sobre todo por poder apreciar el inteligente diseño del museo, las buenas piezas arqueológicas que tiene, así como las impresionantes obras plásticas modernas que contribuyen a crear un ambiente adecuado en el lugar. Por si fuera poco, Noel Coutín, uno de los trabajadores del museo, inmediatamente se brindó para mostrarnos el lugar y para hablarnos de otros proyectos que conectan con la conciencia aborigen de la región de Baracoa. También nos permitió pasar a la parte del mirador (cerrada en esos momentos), para tener una fabulosa vista de la parte septentrional de Baracoa. Difusión y comunicación Como parte de las actividades coordinadas principalmente con Alejandro Hartmann, estaban las presentaciones de los documentales y los animados. La primera de estas presentaciones ocurrió justo el primer día de nuestra llegada en el Museo Fuerte Matachín. Allí se reunieron personas convocadas por el historiador de la ciudad, interesadas tanto en el tema aborigen, como en el audiovisual como medio de comunicación. Al finalizar el programa, tuvimos la oportunidad de comenzar a difundir nuestro trabajo a través de la radio, mediante una entrevista realizada por periodistas de Radio Baracoa a Carlos Díaz y Karel Ducasse. También conversamos con miembros de la Asociación “Hermanos Saíz”, del Grupo/Productora Tibara.com y con el Dr. Pun, uno de los personajes notorios de Baracoa, con quién nos volvimos a encontrar en los últimos días de nuestra estancia. El trabajo de difusión continuó en el Telecentro de Baracoa, Primada Visión, donde nuevamente Karel Ducasse y Carlos Díaz fueron entrevistados en la Revista Informativa de la TV local. También coordinamos un encuentro entre realizadores audiovisuales. Lo hicimos unos días después en la misma institución y fue provechoso para el intercambio de experiencias y materiales audiovisuales. Por último, tuvimos la presentación de los animados con niños de 6to grado de una escuela patrocinada culturalmente por el Museo Fuerte Matachín. En esta institución, después de una breve introducción de la serie de animación “Los Cuentos de Panchito” y de la proyección de sus dos primeros capítulos, tuvimos unas de las experiencias más intensas de interacción con niños, continuación de lo que habíamos hecho con el proyecto Teatro Viajero en la Habana. Los niños respondieron muy bien a las historias contadas en los animados y terminamos ampliando el tema aborigen a cosas más locales y cercanas a ellos. Ciertamente fue extraño encontrarnos que estos niños, a pesar de tener lo indocubano tan visible en su región (lo que se va perdiendo a medida que nos desplazamos hacia el occidente del país), no fueran tan consientes de ello y en general se limitaran a las pocas cosas –de corte científico-didáctico– que reciben en la escuela. No obstante es algo que, aunque preocupante, es superficial porque sí tenían conocimiento de elementos de la cultura local que pertenecen al universo aborigen, sobre todo la culinaria, aunque no fueran totalmente consientes de su origen. Por otra parte no podemos hacer una generalización de este fenómeno porque solo interactuamos con un aula de una escuela de la ciudad. De cualquier forma fue una tremenda experiencia porque contribuimos a la concientización de estos temas y probamos una vez más, lo que se puede lograr a partir de la interacción utilizando los audiovisuales como medio. La medicina tradicional aborigen en Baracoa Fuimos buscando también testimonios de la presencia aborigen en la medicina. Pensábamos encontrarla en las ramas de lo que se llama Medicina Tradicional o Alternativa, sin embargo encontramos una manifestación interesante en el seno de la medicina oficial. Sucedió al entrevistar a Migdalia Abad Matos, quién se desempeña como profesora y Especialista de 1er Grado en Obstetricia y Ginecología. Al preguntarle sobre los procedimientos utilizados para los partos, nos dice que, aunque en Cuba es muy estricta la metodología a seguir (tema muy complicado para explicar aquí), se comienzan a dar pasos derivados de estudios sobre los métodos utilizados antaño, de los cuales muchos vienen de los períodos originarios (documentados por Las Casas y otros). Por ejemplo, nos habló de que se estaba probando que las mujeres dieran a luz sentadas y no acostadas, teniendo en cuenta que es una posición más natural para el acto (utilizada por las aborígenes y en tiempos posteriores), así como aplicar técnicas tradicionales (heredadas por las comadronas, cuyas prácticas y artes fueron eliminadas sin previo análisis después del ‘59) para disminuir las tendencias hacia la cesárea, práctica que se está convirtiendo en una vía utilizada indiscriminadamente por las mujeres de la actualidad. Técnicas como aplicar masajes, fomentos y remedios con plantas, etc. Ya en la rama tradicional de la medicina, además de Carmen Paumier, encontramos un par de personajes, Elio Hernández Vila y William Garrido Guerra, el primero botánico de academia y el segundo un botánico natural quién aprendió las maneras de la medicina verde por tradición familiar. Ambos son conocidos en la ciudad por las botellas4 de remedios que preparaban para diversos males, que van desde problemas en diversos órganos, hasta milagrosos embarazos después de que ya nada funcionaba. Cuando se dice de esta manera parece que tiene un componente religioso y sí, de alguna manera lo tiene, solo que no en la forma en que nosotros entendemos el término. Lo “religioso” aquí está en la manera en que ellos se relacionan con las plantas que utilizan para sus preparados. Muchas de ellas son endémicas de Baracoa y ellos prefieren buscarlas en sus lugares naturales porque conservan mejor el poder curativo y energético del monte o las costas. El caso de William Garrido es interesante porque la tradición familiar guarda también historias relacionadas con las plantas. Por otra parte, tanto él como Carmen Paumier, menos restringidos por los dogmas académicos, utilizan también el método en el cual las plantas “les dicen” que hacer. Una “técnica” también empleada por Panchito en La Ranchería. Fueron más que solo indagaciones, pues William Garrido nos obsequió dos botellas de remedio y unas semillas de un árbol que llama bajao, junto con una receta para su preparación. Estas semillas también pudimos probarlas de manera natural. Son una especie de almendra o nuez, aunque la cáscara se rompe con mayor facilidad (con la mano) mostrando un fruto seco que, así en su estado natural, es un buen estimulante. Por último, Mildo Matos Carcasés (más adelante hablamos un poco de él) nos obsequió un libro llamado “Curandero”, escrito por Victor Oscar Pérez Rodríguez e ilustrado por el propio Mildo. En este libro se describen en términos generales “la magia, los mitos, la hechicería, el espiritismo y la botánica popular” en Baracoa. En Baracoa, mucho de la conciencia, más o menos profunda, que existe de la herencia aborigen, se debe también a la visibilidad que tiene este tema en muchos espacios de la cotidianidad. Ya mencionábamos su presencia en la medicina y de cómo hasta para los niños no son ajenos muchos platos típicos que, aunque modificados por el tiempo (con nuevos ingredientes, etc.) vienen de remotas épocas ancestrales. También una práctica como la pesca del tetí, que aún conserva su aspecto ritual y es parte inseparable de la cultura baracoesa. Igualmente, en lo que refiere a las manifestaciones artísticas, lo originario está presente de una u otra manera, en la música5, las danzas, las artes plásticas. En la música y el baile, sobre todo con los ritmos tradicionales del quiribá y el nengón6 –autóctonos de estas regiones orientales– y las fiestas que, básicamente en los entornos más rurales, tienen el mismo hilo conductor que las celebraciones changüiseras en La Ranchería. En cuanto a las artes plásticas, esculturas, cerámicas, artesanía y pinturas, forman parte de la decoración citadina. En el Museo Fuerte Matachín hay unas piezas a tamaño casi natural de aborígenes en labores diarias. En el parque principal, además de la emblemática estatua de Hatuey salida de las manos de Rita Longa y que mira desafiante hacia la iglesia, se encuentra la Fuente de las Indias, fruto del trabajo de Israel Castro Matos un escultor baracoeso. Entre las obras de este último, está una bella escultura de una indígena que es el centro de otra fuente ubicada en el patio de la Casa del Chocolate. Esta pieza fue realizada a partir de una fotografía original de una descendiente de aborigen, facilitada por Hartmann. Israel es también el autor de unas reproducciones del Ídolo del Guayacán (o del Tabaco, como lo conocen muchos aún) que se colocaron en las vallas de bienvenida de muchos municipios de Guantánamo. Además participó en la construcción de una recreación de Attabeira o Atabey (la Deidad de las Aguas para los aborígenes de Las Antillas mayores), que se encuentra en el Paseo Peatonal de Baracoa. Este Paseo Peatonal es un proyecto arquitectónico no concluido aún, diseñado por Fabián Quintero Machado, un arquitecto de Baracoa. Es lamentable que incluso lo que ya está construido, no represente el diseño original que es mucho más orgánico en cuanto a colores, representaciones, estructura, etc. No obstante, sí mantiene el concepto original de ser una representación de una caminata simbólica a través de la cosmogonía aborigen, además de concebirse como Paseo Peatonal, por el hecho de que Baracoa estuvo, hasta años después del comienzo de la colonización, surcada por muchos senderos y trillos construidos por los aborígenes de la zona para comunicarse con otras regiones. Muchas de esas vías de comunicación se utilizaron después para crear las actuales carreteras y caminos. Justo al doblar del Paseo Peatonal está el Taller de Plástica “Atabey”, un espacio de trabajo y aprendizaje creado por Mildo Matos Carcasés, artista de la plástica que ha dedicado casi todo su trabajo pictográfico a la recreación del imaginario aborigen. Sus obras se pueden ver también en la Galería, junto a otras de reconocidos artistas de la ciudad. En fin, muchas evidencias tangibles e intangibles de una memoria ancestral, que llega a alcanzar hasta las más disímiles caras, como por ejemplo el trago-maridaje “La India” de la barman (bar-woman, más bien) Uberlinda Guzmán Durán, quién el último día nos lo presentó y pudimos degustarlo. Una bebida que para ser consumida, debe realizarse antes todo una ceremonia. Este ritual consiste en agudizar los sentidos para maximizar el efecto “orgásmico” –según Uberlinda– del trago. Lo primero es apaciguar el ajetreo de la cotidianidad tomándose unos segundos para calmar la respiración y entrar en una especie de silencio. Lo siguiente es tomar un bombón de chocolate amargo y sentirlo bien con las manos, respirar su aroma, degustarlo lentamente, involucrando los oídos para que capten los sonidos de cada cosa. Cuando el chocolate esté casi derretido en la boca, se toma el trago: allí se produce la unión “matrimonial” de esos dos sabores y se va tragando poco a poco, intentando que todas las papilas gustativas tengan una cuota de deleite. Otros atractivos de Baracoa Esos 7 días en Baracoa fueron muy intensos, casi todo el tiempo sumidos en una ruta bien diseñada por Hartmann. Pudimos subir al Hotel-mirador “El Castillo”, ubicado en la primera terraza de Seboruco, desde dónde se tiene una preciosa vista del norte y del suroeste de la ciudad. Desde allí pudimos ver algunos de los lugares que nos faltaron por conocer, como el famoso Yunque y la bahía al oeste de la ciudad, cerca del aeropuerto. También nos quedó para la próxima visita, llegarnos hasta Maisí y el Toa. De todas formas ya garantizamos, intencionalmente, nuestro regreso cuando nos bañamos en el Río Miel. Por último no podemos dejar pasar el agradecimiento a la ciudad que tan bien nos acogió y a las personas que conocimos. Y aquí nos referimos no solo a las relacionadas con el mundo aborigen, sino a las que tan amablemente nos atendieron, a los que hospedaron nuestros cuerpos cansados del ajetro diario, a Pablo Leyva por sus amenas y sinceras charlas, su exquisita comida, su esmerada atención y amistad. A Roberto Ordúñez por el esfuerzo que hizo para mostrarnos parte de la zona Yara-Mahayara, a Hartmann por estar pendiente de todo y al hermano José Barreiro por el tremendo apoyo que nos brindó desde lejanas tierras. Después de una semana en Baracoa, continuamos nuestro viaje hacia Niquero, provincia Granma.
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Grupo Kaweiro
gkweiro@gmail.com
Gentileza
de Grupo Kaweiro
Para la difusión de las temáticas indoantillanas en Cuba
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www.youtube.com/user/gkweiro
Publicado el Martes 5 de marzo de 2013
http://www.grupokweiro.netai.net/index.php/21-art-gira-oriental-2012-guantanamo-es
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