La Torre y Berkemeyer solo han leído « Paco Yunque » porque es breve y porque se lo exigieron en el colegio. De lo contrario, la novela « El tungsteno » habría pasado bajo sus pestañas. En ella, Vallejo retrata una mina hasta hoy existente, Quiruvilca, donde fue testigo presencial de cómo salían ciegos, tuberculosos o mutilados los trabajadores y de cómo la tierra se convertía en un negro hoyo del infierno.
De haber sido mejores lectores, La Torre y Berkemeyer habrían exigido que se quemen esos textos o que se declare terroristas, antiperuanos y enemigos de la inversión extranjera a los maestros que dan clases con Vallejo o a los curas que lo mencionan en sus sermones como se hizo antaño… y como se pretende que se haga ahora.
En diversas publicaciones y blogs se ha dicho que La Torre y Berkemeyer son idiotas. No lo creo así.
Ambos son la expresión inocente, casi naif, de algo que está presente en casi todos los grandes medios de expresión del Perú. Los antiguos enemigos de la candidatura del actual presidente suponen que él es ahora uno de los suyos, y tratan de persuadirlo todos los días para que emprenda acciones antidemocráticas, pero según ellos necesarias para mantener un orden injusto y fatal o un anacronismo perverso.
El masacrador de Accobamba declaró hace muchos años ante una co,isión del Congreso que personalmente había matado niños en esa aldea, pero que lo había hecho con buena intención, para evitar que de adultos se convirtieran en comunistas.
De la misma forma, los antes nombrados « columnistas » y los periódicos que profesan un integrismo de derecha azuzan a las autoridades para que se revisen los textos escolares y para que de allí se eliminen lecturas como las que mencionamos o lo han hecho ellos : Montaigne, Voltaire, Marx, la teoría de la evolución de Darwin, los cuentos de Ribeyro, los poemas de Alejandro Romualdo y para que borren de la historia los retratos de Túpac Amaru o del general Velasco Alvarado.
Para el integrismo derechista, los peruanos del futuro, en vez de ser hombres completos deberán ser sujetos del mercado, esto es seres previsibles, robotizados, incapaces de soñar utopías y felices, tan felices como La Torre y Berkemeyer.
De nuestras escuelas y universidades, según ellos, debe salir el nuevo hombre hábil solamente para aceptar todo lo se le diga, pero incapaz de escribir un poema como Vallejo o Eguren, o de soñar con la salvación como Túpac Amaru.
En resumen, quememos los libros de César Vallejo. En su lugar, tendremos niños del futuro acaso muy parecidos a La Torre y Berkemeyer. Tendremos maravillosos chimpancés que manejan celulares.