En verdad, como acaso decía el consejero
de Castilla, ante el avance de las ideas abolicionistas, los
latifundistas del país habían formado un frente dispuesto a impedir a
cualquier costo esa reforma social. Si en el
Perú de nuestros días resulta peligroso decir que el agua es más
importante que el oro, en el siglo diecinueve, pronunciarse contra la
esclavitud tenía un sentido similar. Esa decisión podía costarle a
Castilla el poder,
La Libertad e incluso la vida.
Un manifiesto publicado en 1833 y firmado a nombre de los hacendados por
José María de Pando señala las razones por las cuales la esclavitud
debía sobrevivir.
En primer lugar, se la justifica con la Biblia. En ella, se narra que
José fue vendido como esclavo por sus hermanos. O sea que eso es normal.
En segundo lugar, los apóstoles de Jesús no hablaron de liberar a los
esclavos sino de tratarlos con caridad; toda vez que el valor primordial
de la sociedad es el respeto por la propiedad privada.
LA ECONOMÍA
El hecho de que la democracia norteamericana no hubiera abolido
la esclavitud le da pie al escribiente para señalar que: “desde el
sublime e inspirado Moisés hasta los ilustres autores de la Acta de la
Independencia de los
Estados Unidos respetan este axioma universal.”
Sin embargo, al final del manifiesto, los supuestamente cristianos y
beatos propietarios abandonan las citas bíblicas y sostienen que “la
necesidad de pagar en adelante a trabajadores en vez de contar con mano
de obra gratuita afectará a la economía nacional y hará que nuestros
productos de exportación sean menos competitivos.”
“La agricultura de
Lima”, según ellos, “camina a pasos agigantados a su completa ruina,
con grave menoscabo de los ingresos públicos, y de la existencia de
infinidad de infelices particulares”
¿Recordaban estos “infelices” millonarios a los miles de hombres
obligados por ellos a trabajar hasta la muerte sin pago alguno? ¿Se
imaginaban en la situación del hombre que es vendido en un mercado
mientras su mujer y sus hijos son ofrecidos de la misma forma y tratados
como tratan los infames a los animales de carga?
LA MISMA HISTORIA
La historia se repite con los mismos argumentos. En nuestro
tiempo, la defensa de la llamada inversión extranjera empuja a disparar
contra inocentes y suscita la posibilidad de convertir Cajamarca en un
hoyo infernal. Todo se justifica con frases como: “Lo que está en juego
es el desarrollo del país.”
Quizás el Mariscal Castilla miró con displicencia al tipo que le daba el
consejo cobarde… En todo caso, no escuchó el consejo. En vez de mirarlo,
se caló los binoculares y dio la orden de marcha.
Lo esperaban dos batallas victoriosas y, en
Huancayo, la firma del decreto supremo por el cual “los varones y
las mujeres tenidas hasta ahora en el
Perú por esclavos o por siervos libertos, sean que su condición
provenga de haber sido enajenados como tales o de haber nacido de
vientres esclavos, sea que de cualquier modo se hallen sujetos a
servidumbre perpetua o temporal; todos, sin distinción de edad, son
desde hoy para siempre enteramente libres.”
GRANDE CASTILLA
Hay un momento en la vida en que se escoge entre la adulación
interesada de los poderosos, o el juicio implacable de la historia. El
rival de Castilla, Echenique, solventó su prestigio entre los ricos a
quienes hizo más ricos y corruptos. Nadie lo mencionaría hoy de no ser
porque un excelente escritor lleva su apellido.
Castilla redimió a los indios, liberó a los esclavos, instituyó
La Libertad de prensa, acabó con la pena de muerte y con la cárcel
por motivos políticos, y, no se rindió jamás.
Un presidente no tiene rostro. Sólo tiene historia. Como buen soldado de
caballería, Ramón Castilla, murió con las riendas en la mano. Entró a la
historia a galope tendido. |