En el acontecer diario, especialmente, en
el político, ha cobrado gran importancia el tema de la sociedad civil,
entendida ésta como la actividad autónoma, espontánea de una pluralidad
de individuos y organizaciones que se manifiestan en demanda de atención
a exigencias sociales, que el estado, en ocasiones, es remiso en sus
respuestas.
La sociedad civil participa activamente en la democracia como agente
solidario o resistente en las decisiones o inercia del poder público.
El filosofo español Agapito Maestre, sostiene que la esfera pública es
el lugar donde los ciudadanos, en condiciones de igualdad y libertad,
cuestionan y enfrentan cualquier norma o decisión que halla tenido su
origen o rectificación en los mismos. Los representantes políticos solo
son legítimos cuando ejercen el poder en tensión creativa con la
sociedad que los elige. Si las autoridades no toman en cuenta las
propuestas que emanan de la sociedad entonces el poder corre peligro de
totalitarismo.
En el quehacer cotidiano del poder publico, en la implementación de
acciones agendadas, en el acierto o descalificación popular de los
hechos de gobierno para satisfacer las iniciativas sociales, donde se
encuentran los elementos que hacen posible la legitimación de la
conducta de quienes gobiernan.
La soberanía del pueblo no se agota en la norma escrita, no acaba en el
acto legislativo, exige, interpela, demanda y protesta cada día más,
esta en constante transformación. De no ser atendida, se rebela como
desobediencia civil.
El origen teórico de la sociedad civil lo encontramos en Alexis de
Tocqueville, pero su esencia espiritual trasciende de la obra de Jacques
Rousseau, manifestándose como la fuerza impulsora del bien común, en
guardia permanente para el ejercicio de la voluntad popular contra las
nefastas maquinaciones del autoritarismo cruel o la despiadada
autocracia.
Las contemporáneas movilizaciones sociales han logrado el pretendido
cambio hacia la democracia no solo en Asia, en Europa del este, en
África, sino también en America Latina. Esos cambios se observan hoy en
Corea del Sur, Taiwán, China, Polonia, Chile, Nigeria y Beijín.
Larry Diamond define la sociedad civil como “el espacio de la vida
social organizada que es voluntariamente autogenerada (altamente)
independiente, autónoma del estado y limitada por un orden o juego de
reglas compartidas”.
En esta definición observamos características muy relevantes que
diferencian a la sociedad civil de la “sociedad en general”. La sociedad
civil se hace presente en un grupo de ciudadanos actuando colectivamente
en la expresión publica de sus intereses, inconformidades, pasiones,
ideas o intercambiando información, planes, proyectos o programas que
provoquen en el estado una reacción positiva a sus reclamos, que hagan
posible la obtención de objetivos comunes. La sociedad civil, así, se
convierte en una organización intermediaria entre “la sociedad en
general” y el poder público.
El origen de la sociedad civil es espontáneo, carece de guías
espirituales, de tutores empresariales, de compromisos familiares, de
agentes gubernamentales o contratistas de negocios particulares. Se
autogenera por consenso colectivo popular, independiente y libre frente
al estado.
Los actores de la sociedad civil se manifiestan aprovechando el marco de
libertad que en los países democráticos les otorgan las constituciones;
su protección ante la arbitrariedad u la omnipotencia de las autoridades
que intenten reprimirlos, es el orden legal institucionalizado y
previamente establecido.
La sociedad civil hoy en día, no es solo el guardián permanente de la
conducta de los gobernantes, de sus decisiones, del cumplimiento de las
políticas públicas agendadas; sino también censor cotidiano del
ejercicio acertado o descalificado del quehacer de quienes representan
el mandato popular. En la medida en que estos lograran la
coparticipación de la sociedad civil o la aprobación a sus acciones, en
esa medida estarán legitimando la autoridad estatal, cuyo límite legal
en la democracia, se encuentra establecido en la constitución. |