Consultar el vuelo de las aves, consultar el oráculo, consultar el horóscopo, consultar al arúspice, al vate, al espiritista, es práctica y herencia que se transmite de generaciones a generaciones por siglos, con la mitológica esperanza de encontrar solución favorable a las ambiciones personales y a las más asombrosas preocupaciones.
¡Sí! los demonios andan sueltos y hay que prevenirse contra el embrujo, contra el hechizo, contra los adversos presagios.
Sin recato alguno los ocultistas ofrecen a través de sus anuncios en la prensa, en la radio y en la televisión, sus buenos oficios para alejar las influencias negativas; amuletos con el sello del Rey Salomón o con las huellas de la rueda de Santa Catalina.
Los curanderos preparan sus pócimas; los iridólogos están prestos a examinar en sus clientes, ojo por ojo y diente por diente, para evitarles que alguien de mala fe les aplique la ley del talión.
Los mediums, atentos al llamado de su clientela, entran en trance para que el espíritu de Maquiavelo, de Talleyrand o de Fouché, los asesoren con el fin de tener éxito en sus empeñosas carreras políticas.
Hoy los talismanes rociados con agua bendita se cotizan en dólares. Sin embargo, nada es caro para quien insatisfecho en sus ilusiones pretende gloria, poder, fama y dinero.
Predecir el futuro en este tiempo sin sosiego es ocupación lucrativa. Y si le asalta la duda, deje a un lado sus escrúpulos. Conviértase, según su sexo, en pitonisa o “pitoniso”. Maneje la superstición. Manipule a los ansiosos de porvenir. Cambie de obstinación. Abandone la política. ¡Hágase Rico! ¡Siga los pasos de Walter Mercado!
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